Pablo Gonzalez

Sacerdote José Gumersindo Solares Santos: " Niña de 10 años es violada repetidamente por este sacerdote"


Sacerdote Católico, Asesino de la Inocencia

Niña de 10 años es violada repetidamente por un sacerdote católico en Guatemala

*Nota: El nombre de la sobreviviente ha sido cambiado, por ser menor de edad y a petición de su madre; y para protegerlas de las represalias y amenazas del delincuente aquí denunciado y de la estructura delincuencial organizada que lo esconde.

Cuando pienso en lo que debe ser una niña de 10 años lo primero que me viene a la mente es su inocencia infantil. Días llenos de sol, luz, juegos e ilusiones llenas de mariposas. 
 
Una niña de 10 años tiene el derecho de vivir la vida a plenitud, de no preocuparse más que de sus muñecas y sus lápices de colores. Una niña de 10 años tiene el derecho de ser feliz, de sentirse segura, de soñar y de respirar el aire limpio de la vida. Tiene el derecho de confiar en aquellos que deben cuidarla y vivir sin preocupaciones.

Pero a “Juanita*” le asesinaron la inocencia. Era una niña de 10 años que de un momento a otro, perdió el futuro que había soñado. La luz se tornó en obscuridad y sus sueños en pesadillas.

A los 10 años, Juanita fue violada. Repetidamente. Con saña, con alevosía. Su cuerpo frágil e infantil fue violentado y su mente marcada para toda la vida. Juanita fue violada y sus 10 años no fueron impedimento para su agresor, todo lo contrario, fueron un aliciente.

A los 10 años Juanita fue violada por un pederasta. Pero no uno cualquiera. La violó un pedófilo muy especial. La violó un delincuente sexual que sabía de antemano la impunidad que lo cubría. Un asesino de inocencias infantiles protegido por una estructura oficial de complicidad.

Durante 3 años la violó. Durante más de 1095 días la forzó a callar. A llevar un secreto – muy pesado - durante más de 3,285 segundos. Todas las noches sus sueños se convirtieron en pesadillas mientras que el pederasta dormía tranquilo, seguro de salirse con la suya y quizá planeando a quién más violar. A los 10 años, Juanita no sólo tuvo que soportar el peso del cuerpo de su violador; también el de sus amenazas y el de no saber porqué le pasaba eso. ¿Por qué? ¿Por qué a ella?

A los 10 años, Juanita fue violada repetidamente, con saña, con alevosía, por un sacerdote católico.

El nombre del pederasta: José Gumersindo Solares Santos
Ocupación pública: Sacerdote católico
Ocupación privada: Pedófilo y violador de niñas
Lugar: Guatemala y nacido en Santa Rosa
Parroquia: Nueva Santa Rosa
Causa Legal: MP 332/2009/1514, Agencia 2 de Santa Rosa
Ubicación actual: Escondido en el Departamento de San Marcos
Encubridores conocidos: Curia católica guatemalteca y Monseñor Álvaro Ramazzini, Obispo de la Diócesis de San Marcos

La madre de Juanita, con los ojos llenos de lágrimas nos cuenta cómo lo inaudito sí sucedió. Su hija, fue violada por un sacerdote católico. Entre lágrimas expresa que ha pesar del paso del tiempo la huella de la violación no ha desaparecido. Una herida abierta que no cicatriza, que supura en la mente, en el corazón, en la vida de Juanita y en la de todos sus seres queridos. La madre de Juanita solloza al contarnos lo que sucedió y cómo sucedió y que mientras que el sacerdote delincuente y pedófilo no reciba el castigo que merece – de Dios, de la “iglesia” católica y de la justicia guatemalteca - su corazón no va a sanar.

Qué dolor el de una madre que ha pesar de no ser la víctima directa de la violación, no sólo derrama lágrimas por su hija sino también ira contra el cura que la violó y que violándola a ella, también violó lo que ella consideraba lo más sagrado: la confianza puesta en un “representante” de Dios. Ay de ti José Gumersindo Solares Santos, sacerdote católico, porque recibirás la justa retribución de Dios. Deja ya el disfraz, no has sido, eres o serás un representante de Dios. Has usurpado un papel que no te corresponde ni mereces. No eres más que un delincuente que oculta su cobardía usando la violencia. No eres más que un asesino de inocencias.

Juanita fue violada cuando tenía 10 años. Y fue hasta los 13 que pudo contárselo a su familia. Que pudo sacar su dolor. Que pudo revelar su secreto. Que pudo sacudir la pesadilla y empezar a abrir los ojos. A los 10 años dejó de ser niña; a los 10 años le asesinaron la inocencia. A los 13 se convirtió en acusadora de su violador. A los 13 dejó de ser víctima y se convirtió en sobreviviente. A los 13 recuperó un objetivo: vivir y que le hicieran justicia. A los 13, de perseguida se convirtió en perseguidora. A los 13 conoció lo que es el verdadero valor y vivir por principios sólidos y que no pueden venderse ni ser comprados.

A Juanita la violó el sacerdote en el año 2005. En el 2009 Juanita y su familia denunciaron al sacerdote José Gumersindo Solares Santos ante la Policía Nacional Civil y ante el Ministerio Público. Lo acusaron por violación… y así comenzó el largo recorrido buscando justicia. Justicia que Juanita y su familia no saben cuándo llegará o si llegará.

Recorren un camino cuesta arriba, que todavía no ha terminado. El cura pederasta y la curia católica que lo apoya y lo encubre han hecho cuanto han podido: comprado voluntades, cobijado y escondido al cura delincuente, trasladado de lugar, presentado recursos legales espurios, amparos irrelevantes y presentado testigos fabricados, con tal de “destruir” el caso o por lo menos retrazarlo hasta que el polvo cubra los expedientes y el tiempo les permita quedar impunes.

Quieren gozar de la impunidad –y no sólo el cura pedófilo- sino toda la organización que al trasladarlo del lugar de los hechos, no sólo incurre en complicidad sino lo alienta a seguir siendo un predador de niños inocentes. Y sí, es cierto, la ley guatemalteca presume la inocencia del cura pedófilo hasta que no sea sentenciado culpable. Pero también es cierto que la ley guatemalteca y quienes la “imparten” pueden ser comprados, doblados, manipulados, etc. Y más cierto aún, que en Guatemala se confunde la “justicia” con la capacidad de compra y el poder de la iglesia/curia católica del país.

Así pues, nos preguntamos: ¿Por qué el juicio está “congelado”? ¿Por qué los abogados entran y salen y la justicia no llega? ¿Por qué no se concede y ejecuta la orden de captura contra el mencionado sacerdote? ¿Por qué mientras Juanita y su familia esperan que purgue una condena en la cárcel, el cura violador continua libre y efectuando labores “sacerdotales” católicas? ¿Por qué no está detrás de los barrotes sino que sigue oficiando bautizos y casamientos? ¿Por qué se le permite la oportunidad de asesinar más inocencias?

Los sollozos llenan la garganta de la madre de Juanita y también el cuarto en donde realizamos la entrevista.

Ninguno de los presentes puede evitar identificarse y que las lágrimas afloren y caigan por las mejillas. La cara de la madre de Juanita es de dolor y de ira al recordar que Monseñor Hernández –quien fue el primero en recibir la denuncia- se lavó las manos ¿Pilatos? y que la sentenció que si denunciaba la violación a los medios “ella, no era cristiana”. Una risa sarcástica se escucha dentro de la madre de Juanita al reflexionar: “¿o sea que si yo denuncio la violación no soy cristiana, pero el cura que violó a mi hija, sí lo es?”

Esa es la doble cara y la hipocresía que por 2000 años ha tenido la organización católica romana. Es la aplicación sistemática de una orden del vaticano: reprimir las denuncias, cometer perjurio contra las víctimas, ocultar los delitos de los sacerdotes, mentir hasta que la mentira parezca verdad; manipular hasta pasar de victimarios a perseguidos. Ocultar la verdad y en el peor de los casos, comprar el silencio.

La madre de Juanita nos cuenta que sabe y conoce de más casos de violación de este cura pedófilo. La diferencia es que en los otros casos han podido comprar el silencio de las víctimas, de sus familias y de quienes conocen de sus delitos sexuales; ya sea con dinero y/o con amenazas.

Dinero sucio pagado por un sacerdote católico para tapar un delito sucio. Violencia para ocultar sus delitos.

Los crímenes sexuales cometidos por sacerdotes católicos podrían ser muchos menos si no existiera la complicidad, contubernio, omisión de denuncia, encubrimiento y conspiración para ocultarlos por parte no sólo de los cardenales, arzobispos, obispos y curas, sino hasta del mismo Papa. Y no es de extrañar, cuando las instrucciones concretas y específicas para mentir y ocultar los delitos sexuales sacerdotales, han salido de la misma pluma de Benedicto XVI.

Y es una triste realidad que los jueces y abogados no recuerdan que nuestras leyes civiles y penales son superiores al cánon católico. Una violación sexual a una niña de 10 años no puede ser juzgada por los mismos integrantes del círculo delincuencial. Una violación sexual a una niña de 10 años (o de cualquier edad, género o condición socioeconómica) es un delito. Punto.

Así que es un hecho que no se puede negar: llegó el tiempo de la destrucción del vaticano, así como esta escrito. Y el incendio que lo consume viene desde adentro. A nivel mundial, los miles de casos de pederastía, abusos sexuales, faltas graves al celibato, corrupción, lavado de dinero y vínculos con el crimen organizado han sellado el derrumbe total y permanente del catolicismo, que por 2000 años ha practicado impunemente la violencia de la inquisición.

La verdad se había mantenido oculta en Guatemala, pero ahora empieza a salir a la luz por causa de José Luis De Jesús, Jesucristo Hombre, y sus medios de comunicaciones… las víctimas hoy reclaman justicia –divina y humana- sabiendo que los sacerdotes católicos no son dignos “representantes de Dios” sino como en el caso del “padre” Solares Santos, simples y vulgares delincuentes; y como tales deben ser tratados.

El cura pedófilo (José Gumersindo Solares Santos) infunde temor, miedo, pánico a sus víctimas. Muestra la pistola que lleva en el cinto. ¿Cuántas inocencias habrá asesinado? ¿Cuántos niños y niñas llevan una pesada lápida con su nombre?

Por eso, la madre de Juanita lanza un mensaje de valor. Apela a las otras víctimas y a aquellos que no creen que un sacerdote católico pueda violar a una menor de edad; a que crean, a que denuncien, a que griten con fuerza para que no se asesinen más inocencias. 
 
Para que este cura católico –ni ningún otro- pueda violar impunemente a otro niño o a otra niña, ni en Guatemala ni en otra parte del mundo.

El juicio contra José Gumersindo Solares Santos –Sacerdote católico en Guatemala- continúa. Esperamos la justicia terrenal contra sus crímenes y delitos y contra aquellos que lo encubren. Guatemala ha sido un país lleno de violencia, dolor y muerte, ya que aquí también existen sacerdotes católicos que contribuyen directa e indirectamente…a asesinar inocencias.

Por: Jorge De Jesús Batres, Guatemala.

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