Anteriormente, bajo las presiones de las fuerzas armadas, todas las solicitudes de visados de los funcionarios de la defensa de EEUU pasaban al Ministerio de Defensa de Pakistán, que a su vez los enviaba al Directorado de Inteligencia Militar. Después de varios meses examinando las solicitudes, éstas se concedían o se denegaban.
Los nuevos procedimientos se establecieron a partir de la intervención directa de la oficina del Presidente Asif Ali Zardari, a fin de que se facilitaran visados a los estadounidenses que vayan directamente a dedicarse a perseguir redes de combatientes en las ciudades de Pakistán en las que Washington cree que están planeándose serios ataques contra objetivos situados en Europa, y desde las que se piensa también que se está coordinando la insurgencia en Afganistán. Si se compara con 2009, en 2010 los aviones no tripulados de EEUU han duplicado sus ataques, hasta superar la cifra de 100, sobre los santuarios de los insurgentes en las áreas tribales pakistaníes.
El cambio en el procedimiento para la concesión de visados se produjo poco antes de la Cumbre de Lisboa de la OTAN del pasado fin de semana, donde pudo observarse que no había una estrategia clara de salida para la misión en Afganistán.
Los dirigentes de la OTAN prometieron dar comienzo, a partir de 2011, al proceso de retirada y transferencia de la autoridad para la seguridad a las fuerzas afganas, trasladándoles el control total a finales de 2014, aunque precisaron que la fecha señalada para tal traspaso de autoridad al gobierno afgano no suponía un plazo límite.
Si leemos entre líneas, lo que esa declaración implica es la continuación, con una nueva dimensión a partir del próximo año, de la guerra desencadenada por EEUU contra al-Qaida y los talibanes
En Afganistán y a lo largo del pasado año, la OTAN ha estado en gran medida combatiendo con sombras, con un enemigo que se mostraba apenas para causar estragos con artefactos explosivos improvisados. Parece que los estadounidenses quieren ahora conseguir un campo de batalla más amplio mediante una campaña enfocada contra la insurgencia a través de operaciones con objetivos especiales. Una novedad importante en este sentido es la expansión de las embajadas estadounidenses en Afganistán y Pakistán.
El Embajador de EEUU en Afganistán, Karl Eikenberry, anunció recientemente que se había concedido un contrato por valor de 511 millones de dólares a Cadell Construction para que edificara la mayor embajada del mundo en Kabul, y que se había otorgado otro contrato, por valor de 734 millones de dólares, a B L Harbert para que construyera un nuevo recinto para la Embajada en Pakistán, que prácticamente se convertiría en una base estadounidense completa, dotada con pista de aterrizaje, todo ello por un coste total de más de 1.000 millones de dólares. (Véase “US’s $1bn Islamabad home is its castle”, 4 de agosto de 2009).
“Puede apreciarse que EEUU ha puesto en marcha una estrategia con tres frentes que afecta claramente al establishment de la seguridad de Pakistán”, declaró a Asia Times Online un alto funcionario de la seguridad bajo condición de anonimato.
“Los estadounidenses quieren intervenir y controlar cada vez más directamente las operaciones de contraterrorismo y pretenden extender esas operaciones de las regiones tribales a las ciudades”, dijo el funcionario. Añadió que EEUU intentaba también ampliar su influencia a través de los contratistas de la seguridad privada locales e invirtiendo en think tanks que consiguieran que la intelligentsia pakistaní se decantara a favor de una campaña regional contra la insurgencia.
“En esta nueva campaña, los estadounidenses pretenden reducir el papel de las fuerzas de seguridad pakistaníes y quieren tratar ellos directamente con los insurgentes”, dijo el funcionario.
Esta sería la tercera fase de las operaciones de contrainsurgencia que los estadounidenses han desplegado en Pakistán desde que, tras el 11 de septiembre de 2001, Islamabad se puso del lado de EEUU en la “guerra contra el terror”.
Durante el régimen del ex presidente el General Pervez Musharraf (junio 2001-agosto 2008), las agencias de seguridad pakistaníes eran quienes planeaban y controlaban esencialmente las operaciones de contrainsurgencia. La Agencia Central de Inteligencia de EEUU no intervenía y si recibía un chivatazo sobre algún objetivo de alto nivel, debía coordinarse con los Servicios de Inter-Inteligencia.
Inmediatamente después de que Musharraf dimiera como jefe del ejército y después como presidente en agosto de 2008, los estadounidenses adoptaron una política de intervención y control directos mediante los ataques con aviones no tripulados. El gobierno de Zardari suscribió esa política, y el débil establishment militar de la era post-Musharraf no tuvo capacidad para poder oponerse a esas operaciones de ataque con los mencionados aviones no tripulados.
Para intensificar el nivel de las operaciones, se desplegó a los contratistas estadounidenses del área de defensa; pero, mientras tanto, el ejército pakistaní fue afianzándose y tratando de intervenir en las incontroladas operaciones estadounidenses por su país, endureciendo las medidas para la obtención de visados.
Sin embargo, los estadounidenses estaban desesperados por aumentar el nivel de sus operaciones de contraterrorismo en Pakistán. Lo que hicieron al principio fue trabajarse determinados canales extraoficiales con ayuda del gobierno pakistaní para eludir las indagaciones de la inteligencia militar respecto al personal relacionado con la defensa.
Asia Times Online publicó un artículo informando que a lo largo de este año, 50 nacionales extranjeros, incluidos los empleados de una firma privada estadounidense a la que se le habían concedido una serie de contratos en el área de defensa, habían llegado a Pakistán aunque ni siquiera contaban con la acreditación de seguridad que conceden las agencias pakistaníes de inteligencia. (Véase “Peace sacrificad in shrine attack”, 3 de julio de 2010).
A todas esas personas se les habían negado los visados con anterioridad en las embajadas pakistaníes a las que se habían dirigido, incluidas las que estaban en EEUU, Gran Bretaña y la India. Sin embargo, al parecer, recibieron posteriormente los visados en la embajada en Abu Dhabi y en el consulado en Dubai, en los Emiratos Árabes Unidos. Esto se llevó a cabo sin el requisito previo de la acreditación por parte del Ministerio del Interior, el Ministerio de Defensa y las agencias de seguridad de Pakistán.
“Entre ellos figuraban una docena de ciudadanos estadounidenses a los que se les había negado el visado en nuestra Embajada en Washington ante la sospecha de tener vínculos con Blackwater [Xe Services, en la actualidad]”, dijo una fuente a Asia Times Online, añadiendo que los visados se habían concedido para períodos que iban de seis meses a dos años, aunque normalmente sólo se emitían por noventa días.
Esta información fue después confirmada por el gobierno pakistaní; los funcionarios de la seguridad pakistaní investigaron el asunto y llevaron a cabo nuevos controles, que ahora se han evaporado por completo.
Sin embargo, Washington está convencido de que la guerra en Afganistán no puede ganarse a menos que se amplíe su ámbito a Pakistán. Las coacciones económicas a Pakistán –recibe amplia ayuda y apoyo estadounidenses- eran un campo abonado a explotar y cuando EEUU presionó recientemente a Islamabad para que levantara los procedimientos habituales para concesión de visados, Pakistán los eliminó silenciosamente.
“Esta es una prueba de fuego para el establishment militar pakistaní, que no quiere que los estadounidenses se paseen por Pakistán con patente de corso”, dijo a Asia Times Online una fuente cercana al ejército pakistaní. “Al mismo tiempo, Pakistán no quiere perder a sus aliados en Afganistán, que son obviamente grupos islamistas. Sin embargo, la batalla ha alcanzado un nivel en el que los estadounidenses ya no pueden permitirse el lujo de hacer la vista gorda ante la actitud blanda de Pakistán hacia esos grupos islamistas. Además, el atolladero económico en que se encuentra país va agravándose y enfrentarse a los estadounidenses, que son los amos de la ayuda, no es tampoco una buena opción”, dijo la fuente.
Sin embargo, el choque de intereses entre el establishment militar pakistaní y Washington parece ahora posible. Washington entiende que durante el invierno disminuyen los combates en Afganistán y gran parte de los insurgentes se marchan a las ciudades de Pakistán a ver a sus familias, especialmente en lugares como Quetta, la capital provincial de Balochistán. Los estadounidenses quieren emprender acciones durante este período, pero el establishment militar pakistaní no puede permitir que esto suceda.
Otra cuestión es si Pakistán está dispuesto a pagar el coste que supone tratar de impedir las operaciones estadounidenses, pero lo cierto es que EEUU está ya molesto ante la negativa de Islamabad a lanzar operaciones contra la poderosa red Haqqani en el área tribal del Norte de Waziristan. En resumidas cuentas, ¿pueden permitirse perder la ayuda económica y militar de EEUU?
Pakistán ha ampliado ya su base de aprovisionamiento de armas, especialmente con China, con quien está negociando un acuerdo para la compra de un submarino, además de varios acuerdos para un sistema de defensa aérea. Se espera que esos vínculos militares puedan afianzarse como alternativa al apoyo militar estadounidense.
Asimismo, a pesar de la oposición estadounidense, Pakistán ha firmado un acuerdo con Irán para sacar adelante un proyecto de gasoducto que le ayude a satisfacer sus necesidades energéticas.
“Irán ofreció a Pakistán todo tipo de ayuda, pero Pakistán no pudo aprovecharla completamente. Incluía ofertas de créditos blandos, así como apoyo para construir infraestructuras en Pakistán que faciliten las rutas comerciales entre Irán, Pakistán y Turquía”, dijo a Asia Times Online M. B. Abbasi, que era hasta hace poco Embajador de Pakistán ante Irán.
“Es muy triste. Irán asignó 1.100 megavatios de electricidad para Pakistán y le aseguró que tenía otros 5.000 más que podría también ofrecerle, pero Pakistán no pareció tener interés en aprovechar esa oportunidad”, dijo Abbasi.
Asia Times Online ha sabido que Pakistán rechazó esa oferta de apoyo por parte de Irán a causa de las presiones estadounidenses, pero Abbasi no quiso hacer comentarios al respecto.
Sin embargo, Pakistán sigue contando con la carta iraní si los estadounidenses continúan presionándole con las operaciones por el interior del país, algo que parece probable en estos momentos al haber conseguido Washington eludir al ejército y utilizar al gobierno para facilitar un flujo libre de operativos de seguridad hacia el país.
Syed Saleem Shahzad es el director de la Sección de Pakistán de Asia Times Online y autor del libro “Inside Al-Qaeda and the Taliban 9/11 and Beyond”, que Pluto Press publicará en breve.