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Costa Rica: Politeísmo oficial

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Luis Paulino Vargas Solís .....
“Cada parte permitirá que todas las transferencias relacionadas con
una inversión cubierta se hagan libremente y si demora desde y
hacia su territorio”
 
Artículo 10.8. Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos

El presidente del Banco Central anuncia que para esa entidad el empleo es un objetivo “secundario”. Su tarea principal, como bien se sabe, consiste en idolatrar a una deidad llamada Inflación. Con regularidad, un conjunto restringido de sumos sacerdotes –generalmente bien relacionados con los semidioses financieros- se reúnen en las así llamadas sesiones de junta directiva –que mejor fuera reconocer como cultos secretísimos- para rendir honores a tan poderosa diosa. Se busca mantenerla apaciguada y, con ese fin, como generalmente lo exige todo dios que se precie de serlo, se hace necesario algunos sacrificios, preferiblemente humanos. Y así se procede: si para mantener tranquila, somnolienta y satisfecha a la diosa se hace preciso sacrificar el empleo de la gente –y con este su dignidad personal, la paz de su familia y la leche de sus niños y niñas- pues justificado está.

El cristianismo de golpe en el pecho, moho de confesionario y pringadera de agua, a que es tan inclinada la Presidenta Chinchilla, no le alcanza para preocuparse por estas cosas ni para exigir una rectificación. Como tampoco le alcanzó, bien es sabido, para tener un gesto de sensibilidad para con los ayunantes por la vida que, pacíficamente, pedían hablar con ella frente a Casa Presidencial.

Así las cosas, todo parece indicar que la revaluación del colón continuará. Con ello se ponen en riesgo no solo las pequeñas y medianas empresas de capital nacional dedicadas a la exportación y el turismo, sino también aquellas que producen mercancías que compiten con las importaciones. Muchos empleos están en la picota. Pero eso es asunto “secundario” para el Banco Central. La diosa Inflación no permite otra cosa y bueno es entender que en este punto ella es tan intransigente y violenta como ese dios de los genocidios y las implacables venganzas del Antiguo Testamento. O al menos ese quisiera el Banco Central que creamos los simples mortales de la calle.

Y entretanto, como bien sabemos, hay economistas distinguidísimos cuya preocupación gira sobre si la revaluación favorece a quienes tienen créditos en dólares o si la recesión ya está técnicamente superada. Como diría uno de nuestros cultos e inteligentes futbolistas: “para nadie es un secreto” que en Costa Rica el prestigio es sobre todo un asunto de marketing.

Permitir la revaluación del colón es, sin duda, una valiosa ayuda si de mantener tranquila a Inflación se trata. Eso el Banco Central lo sabe y en sus aquelarres de adoración a la diosa lo tienen muy presente. Pero la cosa no es tan simple, bueno es entenderlo. No hay ninguna razón para creer que porque el dólar baja un 10-12% los precios vayan a bajar un tanto igual, por la sencilla razón de que hay situaciones en la realidad que lo impiden. 
 
No toda lo que demandamos y consumimos es importado, y lo que sí lo es en la mayoría de los casos está bajo control de monopolios u oligopolios que se resistirán –y de seguro con éxito- a bajar precios. Pero además recordemos que Costa Rica tiene su historial inflacionario que no se borra de un plumazo. Hemos sido poco obedientes con Inflación –gracias a lo cual el desempleo y la pobreza han sido un poco menos malos que en otros lados- y la diosa no olvida esas cosas fácilmente. Es que ningún dios digno de su nombre puede dejar de ser rencoroso.

El caso es que algo podría hacerse para frenar y revertir la revaluación. Una alternativa es la directa y decidida intervención del Banco Central. Adquiriría dólares y acumularía reservas. Para ello, sin embargo, emitiría colones (necesarios para adquirir los dólares) lo cual, según se nos dice, podría despertar las furias implacables de la poderosa Inflación. A fin de prevenir tal cosa, el Banco procuraría recoger por otra vía (poniendo bonos a la venta) esos coloncillos que se pusieron en circulación. Pero esto, como se sabe, crea el riesgo de que el Banco Central tenga pérdidas (por el pago de intereses) lo que, a su vez, pueden causar molestia a Inflación y suscitar su enojo.

Podría haber otras opciones, y, con mucha probabilidad, la más eficaz y recomendable sería establecer alguna forma de restricción directa sobre los capitales especulativos que están entrando al país. Podría ser un impuesto sobre inversiones de corto plazo y de tipo financiero. U otra opción. No debería ser difícil al Banco Central encontrarlas, si para eso tiene un nutrido ejército de sacristanes, monaguillos y damas del santo rosario que auxilian cotidianamente a los sumos sacerdotes de la junta directiva.

Mas eso tiene un gravísimo inconveniente, tan letal como aquel de emitir dinero e importunar la tranquilidad de Inflación. Porque aquí otro dios –igual de furibundo que la susodicha diosa- estaría siendo importunado: el dios Libre Mercado. Limitar el libre flujo de capitales implica tocarle en partes no apropiadas a este dios y entonces sí ¡sálvese quien pueda!

No por nada el TLC con Estados Unidos dejó clarito que las transferencias de capital son intocables. Y ello incluye todo tipo o forma de capital o inversión, incluyendo las retribuciones sobre inversiones financieras.

A estos efectos, y en lo que al dios Libre Mercado se refiere, el TLC es como el catecismo. Este expresa las verdades eternas e inmutables manufacturadas en Roma. Aquel las empaquetadas en Washington y New York.

Comprobado está el profundo sentido religioso de doña Laura. Ella es cristiana de las muy, muy de antes y fiel adoradora de Inflación y Libre Mercado. Politeísta nos resultó.

De ahí que, por estos días, los derechos humanos de indígenas, gais y lesbianas anden de malas en Costa Rica y el empleo de nuestra gente sea asunto “secundario”.

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