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En los grandes diarios de Brasil no hay espacio neutral para Lula

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Si cualquier desprevenido se informara de lo que ocurre en Brasil sólo a través de los tres periódicos de mayor circulación, Lula sería Hugo Chávez con barba.
Estrella en los medios internacionales y locomotora que arrastra 47 millones de votos, el presidente Luiz Inacio Lula da Silva no es profeta en su tierra. No, al menos, en los medios de su país.

Los tres diarios de mayor circulación rara vez le dedican un espacio neutral en primera plana –ya no se diga positivo– y su activismo en la contienda electoral usualmente es relegado a páginas interiores. El 2 de octubre, por ejemplo, los suplementos especiales sobre elecciones colocaron la información sobre la actividad electoral del presidente en las páginas 10 ó 12, abajo y a la izquierda.

En el exterior se le conoce por haber sacado a su país de la crisis más temprano que nadie, por haber conseguido para Brasil el Mundial de Fútbol de 2014 y la Olimpiada de 2016 y por una política exterior que hace contrapeso a Estados Unidos. Aquí, para la oposición y la prensa de mayor tiraje, el mérito de Lula se reduce a no haber tocado la política económica de su antecesor.

Sólo dio continuidad a políticas de Cardoso, acusan.

Un buen resumen de esa postura se transmite en televisión estos días, en el tiempo oficial para la campaña de José Serra, candidato a la presidencia del Partido de la Social Democracia Brasileña.

En una pared desfilan los retratos de los últimos presidentes de Brasil. La voz fuera de cuadro explica: “Éste fue el último presidente desconocido que Brasil eligió (foto de Fernando Collor de Mello). El daño fue tan grande que fue preciso éste (foto de Itamar Franco) para traer decencia. 

Y éste (foto de Fernando Henrique Cardoso) para controlar la inflación, modernizar Brasil y crear los programas sociales. Luego llegó este que también tiene historia (foto de Luiz Inacio Lula) y dio continuidad. Ahora, para que Brasil avance, tiene que ser alguien ya probado y con ‘ficha limpia’”. Claro, con foto de José Serra.

Durante ocho años, pues, todo lo que hizo Lula fue dar “continuidad” a las políticas de Cardoso.

Según un análisis realizado por el equipo de Brasil de Fato –semanario ligado a los movimientos sociales– entre el 28 de agosto y el 27 de septiembre, en plena campaña electoral, los tres diarios de mayor tiraje del país se dedicaron a tundir duro al presidente y su candidata.

En ese periodo, el carioca O Globo no publicó ninguna cabeza positiva sobre la candidata oficialista en su primera plana. En cambio, en ese espacio hubo 21 negativas, tres neutrales y seis donde la mencionaba pero en referencia a temas de economía o internacionales. 

El diario Folha de Sao Paulo publicó, en el mismo periodo, dos cabeceras positivas sobre el presidente, uno sobre su papel en la campaña (“Lula va a la televisión y afirma que Serra se desploma”) y otro sobre su gestión (“El desempleo es el menor y el ingreso el mayor en ocho años”). A cambio, le recetó 18 cabezas negativas, una neutra y nueve sobre temas diversos. 

El tercer diario, O Estadao de Sao Paulo, fue el único que declaró su abierto apoyo a la candidatura de Serra y su línea editorial fue congruente con esa decisión: se despachó con 22 cabezas negativas en su primera plana en un mes. También publicó una cabeza positiva, tres neutras y cuatro sobre otros asuntos.

En septiembre, la prensa de mayor tiraje dio un amplio despliegue al presunto tráfico de influencias en el círculo cercano del presidente. Lula tuvo una reacción de piel delgada y los medios respondieron con un tono todavía peor. Dieron gran difusión, sólo para ilustrar, al manifiesto de intelectuales y políticos jubilados que acompañaron su crítica a Lula con ataques a su ¿peligroso caudillismo? y a su actuación de “fascista”.

En editoriales y notas se pueden leer también, con mucha frecuencia, críticas a la política exterior brasileña. Las resumió también, en uno de los debates, el candidato Serra: “Nosotros no vamos a darnos abrazos con gobiernos que apedrean sus mujeres, persiguen a la prensa y tienen vocación para la dictadura”.

Las referencias son, claro, a los acercamientos del gobierno de Lula a Irán, Venezuela y Bolivia.

El politólogo Emir Sader cuenta la broma que suelen hacerle sus cercanos al jefe de Itamaraty, Celso Amorim:

–¿Y por qué hay quienes piensan que eres el mejor canciller que ha tenido Brasil?

–Pues porque no leen la prensa brasileña.

“Con independencia de quien esté en la presidencia, tendrá que establecer el nuevo marco regulador de las telecomunicaciones”, dijo Lula, a mediados de septiembre, cuando los principales medios arreciaron su combate al presidente.

Aun en las filas del lulismo, hay quienes le reprochan nunca haber intentado crear un contrapeso al poder de los medios tradicionales. Más a la izquierda, de plano lo atacan porque “teniendo un gobierno fuerte, no fue capaz de crear un solo periódico de izquierda, para hacer frente al monopolio de los medios, que es incompatible con la democracia”, como dice Ivan Pinheiro, ex candidato del Partido Comunista Brasileño (y candidato en la primera vuelta, con una votación minúscula).

Por estos días, en los medios brasileños se insiste en que la “agresividad” de Lula contra la prensa fue otro factor que influyó para que su candidata no ganara en la primera vuelta.

“Eso es mentira”, dice el politólogo Emir Sader. “Ellos tienen un monopolio más fuerte en México o Argentina y sólo lograron 4 por ciento de rechazo a Lula, pese a su empeño brutal y a su abierta militancia política. En esos medios no hay espacio para Lula, ellos escogen qué dice. Y dicen que la libertad de prensa está en riesgo. ¡Ellos son los que censuran! Hay una famosa frase de Judith Brito (ejecutiva principal del grupo Folha de Sao Paulo), que reivindicó explícitamente que, ante la debilidad de los partidos, ellos son la oposición. No hay un cronista en la prensa a favor de Lula, no hay entre los periodistas alguien que tenga una posición distinta.

El “monopolio de la palabra” puede ser uno de los “grandes pendientes” de la transformación de Brasil, como sostiene Sader. Pero visto que Lula llega al final de su mandato –en medio de un cierre de campaña marcado por la explotación de los sentimientos religiosos–, con una aprobación que ronda el 80 por ciento, es posible creer lo que dijo el presidente brasileño en la entrevista con Carmen Lira: “Se puede gobernar sin almorzar, comer o desayunar con los dueños de los medios de comunicación”.

Le quedan 20 días para probar que también es posible ganar una elección sin ellos.



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