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En julio, Wikileaks, la organización reveladora de filtraciones, puso a disposición en Internet un archivo de seis años de decenas de miles de documentos militares clasificados, relacionados con la guerra de EE.UU. en Afganistán.
También dio acceso por adelantado a esos documentos a unas pocas publicaciones seleccionadas, incluido el New York Times y el Guardian británico. En su cobertura inicial, el Times comenzó con afirmaciones contenidas en los documentos de que el aliado de EE.UU., Pakistán, permitió que miembros de su servicio de espionaje se reunieran y conspiraran con miembros de los talibanes.
El Guardian, por su parte, se concentró sobre todo en los asesinatos de civiles afganos no mencionados en los medios, e inició su artículo principal con la declaración: “Una inmensa reserva oculta de archivos militares secretos de EE.UU. suministra hoy un retrato devastador de la guerra que fracasa en Afganistán, revelando cómo fuerzas de la coalición han matado a cientos de civiles en incidentes no mencionados”.
En los primeros días después que se hizo pública la historia, fue casi imposible navegar el sitio de Wikileaks en Internet, ya que los usuarios se apresuraron a ver los documentos. Luego Internet estuvo repleto de discusión sobre el análisis multitudinario y sin embargo, semanas después, ha habido escasas investigaciones exhaustivas de otros contenidos cruciales del archivo que fueron ignorados inicialmente –y la mayoría de los medios y de los blogueadores se dieron por satisfechos, a la espera de que Wikileaks revele un segundo conjunto de documentos de la guerra afgana –unos 15.000 en total– en los días o semanas por venir.
Sin embargo, todavía hay que enterarse de muchas cosas contenidas en el primer conjunto de archivos que forman el “Diario de la Guerra Afgana” de Wikileaks: del hecho de que aparentemente personal militar paquistaní estuvo presente en una base de operación avanzada en Afganistán durante un incidente de insensibilidad cultural que un oficial estadounidense calificó de “lamentable”, sobre los efectos de la guerra en afganos de a pie, y el modo de pensar de oficiales de EE.UU. que dirigen las tropas de ese país en Afganistán devastado por la guerra. Lo que sigue son sólo cuatro ejemplos del tipo de material que espera a los que estén dispuestos a profundizar en los archivos del portal de Wikileaks,
“¡Muera Obama!”
Incluso un examen superficial de los archivos de Wikileaks revela la existencia de un vibrante y sonoro movimiento de protesta afgano –más allá de las recientes protestas por quemas reales y propuestas de Coranes en EE.UU.– caracterizado por manifestaciones callejeras contra diversos niveles del gobierno afgano así como contra EE.UU. y sus aliados de la coalición.
Por ejemplo, el 4 de diciembre de 2009, soldados de EE.UU. del Puesto de Combate (COP, por sus siglas en inglés) Michigan, al centro del Valle del Río Pech y cerca de la entrada al Valle Korengal, dispararon un misil antitanque, conocido como un TOW, contra cinco afganos descubiertos en lo que había sido una posición de combate del enemigo.
Los documentos se refieren a los hombres como LN (nacionales locales) o AAF (fuerzas antiafganas) y mencionan que se vieron armas, pero sin que se evidenciaran acciones hostiles, o incluso la intención de realizarlas. Poco después del ataque, trasladaron a un afgano herido por el misil al COP para atenderlo, pero falleció. Luego llevaron el cadáver de otra víctima al puesto avanzado.
Más tarde ese mismo día, 100 afganos del lugar se reunieron y “bloquearon la carretera junto al Bazaar Kandigal” utilizando un peñasco, alambradas de púas y fuego como barricada. Un informe inmediato señaló: “Los manifestantes están organizados y se mueven hacia el COP Michigan. La multitud ha crecido y ahora tiene una bandera de los talibanes.”
Cuando los “LN” convergieron sobre el puesto avanzado, tropas afganas aliadas de EE.UU. dispararon sin efecto tiros de advertencia para dispersar a la multitud. Entonces, soldados de EE.UU. que dotaban de personal las torres de guardia del COP se retiraron y llamaron a unos ancianos del lugar para que ayudaran a calmar la situación.
Mientras tanto, según documentos del ejército de EE.UU., 100 “LN” coreaban “¡Muera EE.UU.! ¡Muera Obama!”. Soldados afganos informaron posteriormente a EE.UU. que la protesta tuvo que ver en realidad con dos niños afganos de la aldea Ahmar, de la provincia Konar, que murieron un día antes por disparos de largo alcance. EE.UU. cuestionó la afirmación, y afirmó que no había matado a ningún niño y lo atribuyeron a propaganda de los talibanes.
El incidente de “¡Muera Obama!” de diciembre de 2009 es, sin embargo, sólo uno de cientos de protestas, manifestaciones y disturbios afganos mencionados en la descarga de documentos de Wikileaks. Una mirada a sólo algunas otras protestas del mismo mes –las más recientes en los archivos de Wikileaks– da una idea del descontento popular afgano y de una voluntad de echarse a la calle para exigir acción.
El 8 de diciembre, por ejemplo, unos afganos que, según documentos estadounidenses, “protestaban contra el hecho de que no se permitió que su representante elegido los representara en Kabul, sino que se escogió a algún otro, por el que no votaron”, bloquearon el tráfico vial para expresar sus quejas.
El 10 de diciembre, entre 400 y 500 afganos se reunieron en Kabul para protestar en nombre de la paz y en apoyo a las víctimas de la guerra así como contra la “violación de los derechos humanos en Afganistán”, dicen documentos estadounidenses. El 21 de diciembre hubo protestas pacíficas en la provincia Nanghahar de civiles convencidos de que no se habían tenido en cuenta sus votos en una elección a un consejo provincial.
El 23 de diciembre, cerca del COP Zormat, en la provincia Paktia, unos afganos locales realizaron una protesta contra una reciente operación militar de fuerzas de la coalición en el área. El 27 de diciembre, según un informe estadounidense, una multitud de 400 afganos se concentró frente al palacio del gobernador en la provincia Nanghahar gritando “¡Muera el gobernador!".
Los manifestantes –calificados por los estadounidenses de “enojadizos” pero “no violentos”– estaban supuestamente molestos porque sus “votos no se contaron” en elecciones provinciales. Más tarde, informes estadounidenses remodelaron la manifestación como “relacionada con la ilegalización de vendedores callejeros y que reclamaba nuevos puestos de trabajo o la legalización de la venta callejera”. Mientras tanto, el 30 de diciembre, unos civiles afganos se reunieron en la Ciudad de Jalalabad para protestar contra supuestos asesinatos de civiles, en la provincia Konar, por fuerzas de la coalición.
“Fumando marihuana”
Mientras el cultivo incontrolado de la amapola del opio en Afganistán ha llegado regularmente a los titulares durante la ocupación estadounidense, la cobertura del uso por afganos ha sido limitada en gran parte a artículos sobre el asombroso alcance del problema de la droga. (De hecho, se ha estimado que hay aproximadamente un millón de afganos adictos al opio, la heroína y otras drogas.)
Los documentos de Wikileaks ofrecen, sin embargo, una visión más íntima de los esfuerzos de afganos cansados de la guerra de buscar automedicación, de los que están involucrados con las drogas y de las actitudes de EE.UU. frente al uso de la droga en el país.
Un documento de diciembre de 2009, por ejemplo, señala que anteriores allanamientos de alojamientos de fuerzas afganas basadas en la Base de Operación Avanzada Costell habían “hallado drogas”. Tampoco fue un incidente aislado. “Durante la inspección del antiguo centro del distrito el Equipo de Reconstrucción Provincial [PRT] entró a una pieza repleta de ANP [Policías Nacionales Afganos] fumando marihuana” dice un documento de diciembre de 2006.
Sigue diciendo: “Se encontraron uniformes de la ANP tirados en montones de basura o guardados en contenedores. La policía señaló que llevar un uniforme equivalía a una sentencia de muerte”.
Cuando una patrulla de combate de EE.UU. entró a la aldea Bashikheyl en octubre de 2007, “el jefe de la patrulla vio varias (5 o 6) agujas hipodérmicas tiradas por el suelo”. Un comentario de un analista incluido en los documentos dice:
Es probable que esas agujas se usaran para chutarse heroína. Generalmente los aldeanos pobres fuman marihuana o cigarrillos con una dosis de opio. El hecho de que probablemente se utilizaran para heroína puede sugerir la presencia de ACM [milicias anticoalición] ya que la gente del lugar no tiene dinero para comprarla.
Otro informe no relacionado señala que un funcionario local estaba “siempre drogado y no trabaja bien con la comunidad”.
“No tienen cojones para combatir… se ocultan como mujeres”
Documentos publicados por Wikileaks también describen el modo en que los militares de EE.UU. intentan influir a los civiles extranjeros mediante propaganda, desinformación y bravuconerías que pueden llegar a ser injurias inmaduras, alardes machistas y franca misoginia.
Cuando tropas de EE.UU. se esforzaron por ayudar a fuerzas afganas en la “toma y ocupación” de la ciudad de Musa Qaleh, llegaron con una serie de “puntos de conversación” propagandísticos que dan una idea de los métodos estadounidenses de persuasión e influencia.
La lista comienza señalando que tropas de EE.UU. han llegado a pedido del gobierno afgano y luego presenta una evaluación extremadamente dudosa de ese gobierno como “fuerte y… comprometido con la gobernabilidad, la reconstrucción, y el bienestar de todos los afganos”. Igualmente cuestionable es una afirmación ulterior de que las fuerzas de seguridad afganas “están bien entrenadas y están aquí para proteger vuestros derechos e imponer las leyes de Afganistán”.
Otro punto de conversación busca aparentemente disminuir la importancia de las rígidas obligaciones militares de EE.UU. según el derecho internacional de respetar las vidas y el bienestar de los civiles, y abdicar, parcialmente por lo menos, de su responsabilidad de proteger a los no combatientes, mientras admiten los frecuentes asesinatos de civiles.
Dice: “Los insurgentes talibanes son cobardes y se ocultan tras afganos inocentes para atacar las fuerzas de ANSF e ISAF. Innumerables afganos inocentes perecen cada semana por esos actos de violencia sin sentido”.
El teniente Jonathan Brostrom fue aún más directo cuando se dirigió a los ancianos afganos en una shura del Puesto Avanzado Bella en la provincia Nuristán, según documentos estadounidenses: “Les… dije que tienen que sacar a las AAF de su aldea… Tienen que dar a los talibanes la opción de abandonar su aldea, entregarse, o ir y combatir a las CF [fuerzas de la coalición] como hombres y morir” escribió Brostrom, quien murió en un ataque de los talibanes contra otro puesto avanzado unos meses más tarde.
Los ancianos dijeron que quisieran ayudar a las Fuerzas de la Coalición, pero que los guerrilleros eran demasiado numerosos y la aldea no cuenta con armas para contrarrestar una gran fuerza armada. A pesar de su impotencia, Brostrom insistió en que la gente del lugar arriesgara sus vidas y las de sus familias a favor de sus hombres y de su misión.
También cayó en la fanfarronería sexista para expresar su opinión, a pesar de que su comandante y jefe había alardeado de asegurar los derechos de las mujeres como una característica clave de la ocupación estadounidense. “Le dije que las AAF se aprovechan de su hospitalidad y que son cobardes por ocultarse en su aldea, y que son débiles y no tienen cojones para combatir abiertamente a las Fuerzas de la Coalición; se ocultan como mujeres.”
“Estaban haciendo gestos obscenos”
Supuestamente los militares de EE.UU. han dedicado mucho esfuerzo a la demostración de mayor sensibilidad cultural hacia los afganos, después de poner un creciente énfasis en la contrainsurgencia en los últimos años. Documentos de diciembre de 2009 sugieren, sin embargo, que sus esfuerzos siguen siendo deficientes. A mediados de mes, una adiestradora de perros de la Fuerza Aérea de EE.UU. realizó un allanamiento de una mezquita en una base conjunta estadounidense-afgana de operación avanzada.
“Después de la búsqueda, la ABP [Policía Fronteriza Afgana], los ASG [Guardias de Seguridad Afganos] e intérpretes afganos se enojaron mucho porque un equipo femenino a cargo de perros entró a la mezquita” dicen los documentos estadounidenses que describen el incidente. Con sus aliados enfurecidos, el comandante de los ocupantes se vio obligado a iniciar un control de daños inmediato y se reunió no sólo con representantes de las fuerzas de seguridad afganas sino también, según los documentos, con miembros de las fuerzas armadas paquistaníes de la base para presentar disculpas, mientras compraba “una vaca para sacrificarla a fin de purificar la mezquita”.
Al mismo tiempo, otros miembros del personal de EE.UU. comenzaron a tomar medidas para limitar las repercusiones en caso de que noticias del incidente se difundieran fuera de la base a las aldeas locales. Al parecer, la adiestradora de perros de la fuerza aérea fue reasignada y alejada rápidamente de la base, mientras se ordenaba que se volviera a entrenar a todo el personal estadounidense respecto al “respeto y dignidad para la población local, sus costumbres y creencias, y las actitudes aceptables dentro y fuera de una mezquita”.
Las tropas afganas aliadas no son las únicas que se enfuerecen por la actitud de la tropa de EE.UU. Un jefe en una shura, según documentos estadounidenses: “declaró que los resultados han sido negativos después de cada operación de la coalición”. Mencionó a continuación que “las personas se han sentido agraviadas por esto”. Otros también se pronunciaron. Un pasaje de un resumen del ejército de EE.UU. de los acontecimientos en la reunión, dice:
El jefe de la shura declaró que durante los últimos tres meses de operaciones no ha habido logro alguno. Cuando se le preguntó sobre la presencia de los INS [insurgentes] declaró que hay sólo 6 TB [talibanes] pero 100 ladrones, 100 asesinos, y 100 drogadictos en el valle. La animosidad y los combates en Tagab han tenido lugar durante 35 años y la gente se va del valle por ese motivo.
Documentos de EE.UU. también señalan que la población local que vive cerca de la Base de Operación Avanzada Salerno en la provincia de Jost dispara regularmente contra los aviones de la coalición como lo hizo un civil, el 25 de julio de 2009, “molesto porque los aviones daban varias vueltas y volaban bajo sobre su casa”.
No fue el primero (y sin duda, no será el último) en expresar su enojo ante unos extranjeros que surcaban los cielos de su patria. Por ejemplo, el informe posterior de un piloto después de otro sobrevuelo, dice: “Se observaron banderas blancas y negras sobre los techos de los LN. Vimos más de 20 viviendas con banderas y la población local parece estar molesta por nuestra presencia. Trataron de lanzar piedras y hacían gestos obscenos”.
¿Qué queda en Wikileaks?
Aparte de la perspectiva sobre el activismo y el uso de drogas en Afganistán, los métodos militares estadounidenses, su propaganda y sus errores culturales, así como sobre la reacción afgana ante ellos, hay mucho más que aprender del Diario de la Guerra Afgana de Wikileaks.
Aunque el Guardian hizo un trabajo admirable al concentrarse en las víctimas civiles catalogadas en los archivos, todavía hay mucho material en el montón de documentos sobre el sufrimiento diario de afganos de a pie y la penuria de vivir día tras día bajo ocupación extranjera –temas que han sido muy descuidados a pesar de casi una década de cobertura noticiosa de la guerra estadounidense en Afganistán-.
Con un poco de suerte, cualesquiera publicaciones que sean elegidas por Wikileaks para recibir sus próximos 15.000 documentos sobre la Guerra Afgana, profundizarán un poco más y buscarán en los archivos material sobre los efectos diarios de la guerra en los que soportan desproporcionadamente su peso, los civiles afganos. Es la verdadera historia secreta de la guerra que, incluso tan tarde, todavía tiene que ser investigada en un sentido exhaustivo o integral.
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Nick Turse es editor asociado de TomDispatch.com y ganador del Premio Ridenhour 2009 a la Distinción Informativa, así como el Premio James Aronson para el Periodismo de Justicia Social. Sus trabajos se publican en Los Angeles Times, The Nation, In These Times y, regularmente, en TomDispatch. Turse es actualmente miembro del Center for the United States and the Cold War de la Universidad de Nueva York. Es autor de “The Complex: How the Military Invades Our Everyday Lives”, (Metropolitan Books). Su página en Internet es: NickTurse.com
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