Daniela Saidman .......
Estos dos que se amaron incendiando y encendiendo la historia de Nuestra América son espejo y reflejo del tiempo que fue y del que haremos nacer. La historia de Manuela y Simón fue durante mucho tiempo acallada por la historiografía oficial o abordada tangencialmente, sin la dimensión humana que hoy estamos redescubriendo en ellos.
Por eso, la periodista Marialcira Matute, fundadora de la Librería Mediática y TV Lecturas, integrante del Movimiento por el Periodismo Necesario, comenta entorno a la figura de estos imprescindibles de nuestra historia que “el amor de Manuela y Simón era incómodo y lo es aún para una sociedad pacata, falsa y resistente al cambio. El juntarlos es un conjuro contra la idiotez, un homenaje a la inteligencia prodigiosa de ambos que los reveló no sólo como profundos ideólogos de la americanidad sino como escritores apasionados. Su reunión material es la celebración de la valentía y el arrojo y un paso adelante en la unión amorosa de toda Nuestra América”.
Y es que ese Bolívar Libertador, padre de Patrias y hacedor de sueños, era para Manuela Sáenz, el hombre cotidiano que desvelaba sus días y también viceversa, así da fe la profunda y cálida correspondencia que durante años llevaron adelante.
Los restos simbólicos de Manuelita llegaron, provenientes de Ecuador, para entrar al Panteón Nacional acompañados de pueblo. Se trata, de reivindicar la vida de una mujer que representa un punto de inflexión en la historia independentista de toda América Latina.
El Presidente de Ecuador, Rafael Correa, orador de orden de los actos conmemorativos del 05 de julio, subrayó al referirse a los restos simbólicos de Manuela Sáenz, que “no se trata de átomos o partículas que regatean su autenticidad por un certificado forense, ¡no! La generala vive en cada ecuatoriana y ecuatoriano, en cada venezolana y venezolano amantes de la Patria que ella contribuyó a liberar y construir, igual que vive en cada panameño, colombiano, peruano, boliviano, en cada latinoamericano, en el corazón de todas y todos quienes amamos esta Patria inmensa que celebra el bicentenario de las declaraciones libertarias”.
Manuelita
Manuela Sáenz, la Libertadora del Libertador, nació en Quito, Ecuador, el 27 de diciembre de 1797 y falleció en Paita, Perú, el 23 de noviembre de 1856. Su vocación por la causa patriota y la liberación americana la llevaron desde temprano a ser ejemplo y heroína de estas tierras y todos los tiempos.
Combatiente en la Batalla de Pichincha a su regreso del Perú, recibió el grado de Teniente de Húsares del Ejército Libertador. Expuso también su vida en la Batalla de Ayacucho, bajo las órdenes del mariscal Antonio José de Sucre, participación que le valió su ascenso a coronela. El 22 de mayo de 2007, en el marco de la conmemoración de la Batalla de Pichincha el Presidente Correa le concedió a Sáenz el grado de Generala de Honor de la República de Ecuador. Y en los actos de conmemoración del 199 aniversario de la Firma del Acta de Independencia de Venezuela, se le concedió póstumamente el ascenso a Generala de División del Ejército Nacional Bolivariano de Venezuela, por su participación y actuación en la gesta independentista. Y es precisamente en este sentido, que la profesora y periodista, Ana María Hernández, indica que “la historiografía machista, en casi dos siglos no ha permitido conocer a una Manuela heroína que se ganó los títulos militares en batalla. Siempre nos presentaron la versión de ser la amante del Libertador y por eso es que lo pudo salvar de los atentados, como si el amor en plena guerra fuera sólo caricias y no acciones, ideas, compromiso de vida”.
Amorosas voces
Convocados por la pasión libertaria y amorosa de estos dos grandes de la América Mayúscula, el pueblo venezolano reconoce en el amor de Manuela y Simón la brisa que vuelve y vuela en estas tierras que guardan los ecos y los roces de la vida sembrada de esperanzas.
La entrada de Manuela Sáenz al Panteón Nacional es sin duda un acto de rebelde ternura, una manifestación más de que éstos son tiempos de cambio, en el que las viejas establecidas verdades se contraponen finalmente a las voces no menos ciertas de los pueblos silenciados durante centurias.
Por eso, el escritor y profesor de la Universidad Bolivariana del Zulia, José León, refiriendo una frase del filósofo Walter Benjamin, que dice que “ni los muertos estarán a salvo si vence el enemigo”, señalaba que al Panteón Nacional “sólo entraba la memoria, como sabemos, oficial, es decir, la que le recordaba a la Oligarquía que sus reales (sus asientos reales, quiero decir) estaban a buen resguardo. Con la llegada de Manuela (y no importa que sus restos sean declarativamente simbólicos, porque todos los "restos" lo son) se sigue abonando la tierra sagrada de la memoria”.
Memorias
Definitivamente a Manuela no podemos dejar de amarla, porque ella reivindica a la mujer, a todas las mujeres. Ella demostró con su vida las pasiones, los miedos, los cantos y esperanzas que nos habitan. Siempre será un estandarte libertario esa Manuela que ha dejado de ser el exilio eterno que esperaba, porque ahora es luz iluminando la sonrisa enamorada.
Estos dos que se amaron incendiando y encendiendo la historia de Nuestra América son espejo y reflejo del tiempo que fue y del que haremos nacer. La historia de Manuela y Simón fue durante mucho tiempo acallada por la historiografía oficial o abordada tangencialmente, sin la dimensión humana que hoy estamos redescubriendo en ellos.
Por eso, la periodista Marialcira Matute, fundadora de la Librería Mediática y TV Lecturas, integrante del Movimiento por el Periodismo Necesario, comenta entorno a la figura de estos imprescindibles de nuestra historia que “el amor de Manuela y Simón era incómodo y lo es aún para una sociedad pacata, falsa y resistente al cambio. El juntarlos es un conjuro contra la idiotez, un homenaje a la inteligencia prodigiosa de ambos que los reveló no sólo como profundos ideólogos de la americanidad sino como escritores apasionados. Su reunión material es la celebración de la valentía y el arrojo y un paso adelante en la unión amorosa de toda Nuestra América”.
Y es que ese Bolívar Libertador, padre de Patrias y hacedor de sueños, era para Manuela Sáenz, el hombre cotidiano que desvelaba sus días y también viceversa, así da fe la profunda y cálida correspondencia que durante años llevaron adelante.
Los restos simbólicos de Manuelita llegaron, provenientes de Ecuador, para entrar al Panteón Nacional acompañados de pueblo. Se trata, de reivindicar la vida de una mujer que representa un punto de inflexión en la historia independentista de toda América Latina.
El Presidente de Ecuador, Rafael Correa, orador de orden de los actos conmemorativos del 05 de julio, subrayó al referirse a los restos simbólicos de Manuela Sáenz, que “no se trata de átomos o partículas que regatean su autenticidad por un certificado forense, ¡no! La generala vive en cada ecuatoriana y ecuatoriano, en cada venezolana y venezolano amantes de la Patria que ella contribuyó a liberar y construir, igual que vive en cada panameño, colombiano, peruano, boliviano, en cada latinoamericano, en el corazón de todas y todos quienes amamos esta Patria inmensa que celebra el bicentenario de las declaraciones libertarias”.
Manuelita
Manuela Sáenz, la Libertadora del Libertador, nació en Quito, Ecuador, el 27 de diciembre de 1797 y falleció en Paita, Perú, el 23 de noviembre de 1856. Su vocación por la causa patriota y la liberación americana la llevaron desde temprano a ser ejemplo y heroína de estas tierras y todos los tiempos.
Combatiente en la Batalla de Pichincha a su regreso del Perú, recibió el grado de Teniente de Húsares del Ejército Libertador. Expuso también su vida en la Batalla de Ayacucho, bajo las órdenes del mariscal Antonio José de Sucre, participación que le valió su ascenso a coronela. El 22 de mayo de 2007, en el marco de la conmemoración de la Batalla de Pichincha el Presidente Correa le concedió a Sáenz el grado de Generala de Honor de la República de Ecuador. Y en los actos de conmemoración del 199 aniversario de la Firma del Acta de Independencia de Venezuela, se le concedió póstumamente el ascenso a Generala de División del Ejército Nacional Bolivariano de Venezuela, por su participación y actuación en la gesta independentista. Y es precisamente en este sentido, que la profesora y periodista, Ana María Hernández, indica que “la historiografía machista, en casi dos siglos no ha permitido conocer a una Manuela heroína que se ganó los títulos militares en batalla. Siempre nos presentaron la versión de ser la amante del Libertador y por eso es que lo pudo salvar de los atentados, como si el amor en plena guerra fuera sólo caricias y no acciones, ideas, compromiso de vida”.
Amorosas voces
Convocados por la pasión libertaria y amorosa de estos dos grandes de la América Mayúscula, el pueblo venezolano reconoce en el amor de Manuela y Simón la brisa que vuelve y vuela en estas tierras que guardan los ecos y los roces de la vida sembrada de esperanzas.
La entrada de Manuela Sáenz al Panteón Nacional es sin duda un acto de rebelde ternura, una manifestación más de que éstos son tiempos de cambio, en el que las viejas establecidas verdades se contraponen finalmente a las voces no menos ciertas de los pueblos silenciados durante centurias.
Por eso, el escritor y profesor de la Universidad Bolivariana del Zulia, José León, refiriendo una frase del filósofo Walter Benjamin, que dice que “ni los muertos estarán a salvo si vence el enemigo”, señalaba que al Panteón Nacional “sólo entraba la memoria, como sabemos, oficial, es decir, la que le recordaba a la Oligarquía que sus reales (sus asientos reales, quiero decir) estaban a buen resguardo. Con la llegada de Manuela (y no importa que sus restos sean declarativamente simbólicos, porque todos los "restos" lo son) se sigue abonando la tierra sagrada de la memoria”.
Memorias
Definitivamente a Manuela no podemos dejar de amarla, porque ella reivindica a la mujer, a todas las mujeres. Ella demostró con su vida las pasiones, los miedos, los cantos y esperanzas que nos habitan. Siempre será un estandarte libertario esa Manuela que ha dejado de ser el exilio eterno que esperaba, porque ahora es luz iluminando la sonrisa enamorada.