José Antonio Vera (especial para ARGENPRESS.info)
A poco de mirar, es evidente que el pensamiento popular ha cambiado mucho en el mundo y, en el caso concreto de Latinoamérica, la balanza se inclina a favor de las ideas progresistas, como respuesta a la urgente necesidad de las mayorías de revertir la situación económica que se ha convertido en una infernal máquina de hambre y exclusión social, productora de inseguridad y aumento de la delincuencia de alto vuelo.
Frente al despeñadero actual, muchos pueblos buscan salidas, con la única convicción de que es hora de reaccionar y tratar de cambiar las cosas aunque sea un poco, porque en la impotencia de transformar la realidad, mucha gente se conforma con paliativos que alivien algo su exclusión del consumo básico.
Ese sentimiento de resignación, que caracteriza a vastos estratos sociales, alimenta el apoyo a personajes que llegan a la política prometiendo medidas que el pueblo reclama desde hace años, personas que se han destacado en su actividad y que exhiben una imagen de honradez, virtud tan ausente en los herederos de las familias políticas tradicionales que, aunque cultivando doctrinas conservadoras, nunca llegaron a los niveles actuales de corrupción y perversión.
En Paraguay, esa inclinación a favor de los cambios, hace unos cinco años encontró en el entonces Obispo Fernando Lugo la figura casi ideal para representar la voluntad y la necesidad de cambios, por decenios postergados, para sacar el país del atraso cultural y de las profundas desigualdades sociales, fruto del ultraliberalismo capitalista.
Innecesario es recordar que el religioso llegó a la actividad política con crédito bien ganado, por su postura progresista al interior del masivo y pacato catolicismo nacional, y por su apoyo constante a las luchas de los campesinos sin tierra, mediando siempre para intentar reducir la represión policial-patronal en varios conflictos entre el Estado y las organizaciones de labriegos.
Lugo, ejemplo sacerdotal como visitante humilde, recorriendo en sandalias los rancheríos más míseros de los pueblos nordestinos, centro mayor de la reivindicación de la reforma agraria, ganó las elecciones presidenciales el 20 de abril del 2008 y, desde su discurso de investidura, cuatro meses después, se perfiló como una de las grandes esperanzas de renovación en la vida de la sociedad paraguaya y de la región.
En los dos años que celebrará su mandato, el próximo 15 de agosto, y cuando está casi en su mitad, de la inmensa alegría e ilusión popular de ese momento, que perduró en los tres primeros semestres, sobresale como positivo, en el necesario balance de su gestión, sus tácticos discursos en el extranjero, invariablemente progresistas y hasta casi anti imperialistas.
“…dulce por fuera y muy amarga por dentro”, cantaba el afrocubano Nicolás Guillén, refiriéndose a su isla azucarera, y no sería sorpresa si el ingenio popular guaraní comienza un día a plagiarlo.
A esta altura del proceso político nacional, hay un Lugo interior y un Lugo exterior, rodeado de izquierdistas de ayer que son derechistas hoy, como el Ministro del Interior Rafael Filizzola, hombre vinculado estrechamente a los servicios represivos y de espionaje de Estados Unidos y Colombia, cuya presencia se ha reforzado mucho respecto a la anterior administración de Nicanor Duarte Frutos.
Como nunca en los últimos 20 años, numerosos expertos de esas dos naciones se desplazan por todo el país para combatir, dicen, el narcotráfico, el terrorismo y la inseguridad, sin que ningún responsable del Gobierno de Lugo explique públicamente el absurdo de contratar a funcionarios de naciones que se distinguen por padecer todos esos males, con décadas de fracasos excesivamente groseros, que algunos estudiosos del tema identifican con complicidades al más alto grado estatal.
El Secretario General de la Presidencia, Miguel López Perito purgó condena por guerrillero bajo la tiranía estronista, pero cada día está más rasputiniano, secreto y nebuloso, insuperado en la habilidad para abrazarse con sirios y troyanos, al que la derecha le cuelga casi todas las pocas cosas del gobierno que arañan sus intereses, y la izquierda, en silencio, le reprocha las iniciativas que perjudican el proceso de cambios.
Uno de los pasos más desprolijos de la cúspide del Ejecutivo Nacional se cometió días atrás, al concluir un acuerdo multisectorial sobre la reforma agraria, sin participación de las organizaciones campesinas, pero sí de la USAID, esa filantrópica agencia de infiltración estadounidense, que está presente en todos los vericuetos de las instituciones paraguayas, en particular en el mecanismo de unas 900 ONG.
Lugo, aunque no sería firmante del documento final, presidió el encuentro, cuyo operador principal fue López Perito, con participación de algunos representantes de grupos campesinos que reclaman tierra, junto con la crema más retrógrada de la patronal ganadera y sojera, que salió ufanándose de haber logrado un consenso para solucionar los problemas del campo, cosa que el Gobierno ha sido incapaz en dos años.
Concertación y paz social, es el camino que debe recorrer el pueblo paraguayo, dicen esos patriotas de la Asociación Rural y de la Unión Industrial, junto a otros antros de la explotación de los trabajadores y del Estado, que les subvenciona combustibles y les permite violar impuestos y otras leyes, en clara complicidad con el oficio preferido de las principales familias ricas del país, que es el contrabando, el narcotráfico y el lavado de dinero.
De los seis puntos del programa de gobierno que prometió Lugo en el 2008 y la Alianza Patriótica para el Cambio (APC), que lo llevó a la victoria electoral, ninguno ha sido cumplido a cabalidad, sobresaliendo como medida positiva la gratuidad de los servicios de salud, y algún avance en la negociación con Brasil para que respete los derechos paraguayos en la Binacional energética de Itaipú.
Resultado de una paciente demanda del actual gobierno, que se ha hecho representar ante las autoridades del vecino país por un buen equipo técnico, encabezado por el Ingeniero Ricardo Canese, hace un año que Lula acordó con Lugo compensar a Paraguay por su remanente de energía que Brasil se lleva desde hace más de dos décadas a un precio irrisorio, que pasaría de 120 millones de dólares a 360 por año.
El mandatario brasileño vendrá el viernes 30 para inaugurar los trabajos de un tendido eléctrico de 500 Kv, que partirá de la represa hasta las cercanías de Asunción, que el socio mayor se comprometió a financiar a través del FOCEM, el fondo de cooperación energética del MERCOSUR, en una decisión que el parlamento de Uruguay ya apoyó y que encontraría similar respaldo en Argentina.
La APC, cuya inexistencia, de hecho, da la pauta de su vocación electoralista, fue un conglomerado ideológicamente heterogéneo, pero muy necesario hace dos años para derrotar en las urnas al Partido Colorado que llevaba 70 años de apropiación del Estado, al que había convertido en una hacienda de unos pocos latifundistas, prebendarios, poseedores de fortunas de origen dudoso.
En esas elecciones caminaron juntos izquierdistas con hombres de la derecha moderada que, faltos de interés en un cambio profundo han ido mostrando su hilacha demagógica y mezquina, al punto que algunos se han convertido en conspiradores, buscando confesamente la cabeza de Lugo, como es el Vicepresidente Federico Franco, del ala más retrógrado del Partido Liberal.
El parlamento ha sido el cuerpo del Estado que más ha combatido al Gobierno del Cambio, saboteando cuanto proyecto de ley de política social le fue presentado, y el Poder Judicial, con su corrupción rampante, también ha hecho lo posible para obstaculizar, con sus ministros, jueces y fiscales formados en el estronismo, muchos de los cuales debieran terminar en la cárcel en un el proceso de real institucionalización.
Todo ello encontró Lugo cuando comenzó a gobernar, además de una izquierda dividida e indefinida ideológicamente, un movimiento sindical frágil, con fugaces apariciones en la reivindicación salarial y dividido en sus cúpulas, el mundo universitario ausente del compromiso social, y fragmentadas las organizaciones campesinas, que son lo más combativo en las luchas de las masas paraguayas.
Sin embargo, frente a todos esos escollos, el ex Obispo fue agraciado con el privilegio histórico de estar acompañado desde el primer día por un pueblo esperanzado en que impulsaría los más necesarios cambios que prometía para mejorar la situación de más de cuatro millones de paraguayos en la pobreza, el sesenta por ciento de la población total, y cerca de la mitad de ellos sumidos o frisando la miseria.
En esa voluntad de cambios, con clara conciencia democrática, y con alto porcentaje de gente sin partido, es que se ha sostenido el proceso, impidiendo el juicio político a Lugo que la derecha parlamentaria esgrimía para sustituirlo, al tiempo que ha motorizado alguna iniciativa crítica y autocrítica entre las familias más progresistas.
Esa mecánica nueva, que viene de las bases, en ocasiones sobrepasando conceptos de las dirigencias, hizo posible la constitución en marzo del Frente Guasu, que reúne a 21 partidos y movimientos y organizaciones sociales, situándose en la tercera fuerza política, después de los muy resquebrajados partidos colorado y liberal.
En un país cuyas fuerzas progresistas siempre han sido reprimidas desde la cuna, impidiendo su desarrollo, el hecho es inédito y se enriquece con la elección de un candidato único para la intendencia de Asunción, en las elecciones de noviembre próximo, en la figura de Ricardo Canese, prestigiado en la defensa de la soberanía nacional energética, en la difícil negociación con Brasil para que la producción de Itaipú sea repartida en partes iguales, como es lo correcto.
El apoyo popular al proceso es inequívoco, no así a Lugo y al gobierno, lo cual muestra una evolución conceptual de la mayoría de los paraguayos que no quieren retornar a los gobiernos colorados, pero tampoco ser furgón de cola de un equipo incapaz y cobarde para atacar los grandes males nacionales.
Para el grueso de la gente nada ha cambiado en profundidad, salvo para unas 200 mil familias, diez veces más que en todos los gobiernos anteriores, que reciben más asistencia en dinero, aunque en cantidades ridículas y, últimamente, en aportes de vacas lecheras, cabras y ovejas, además de pequeñas viviendas, sin que ello alcance para enterrar el humillante paternalismo estatal.
El Estado continúa padeciendo los vicios de siempre, de burocracia, insensibilidad y negligencia entre sus funcionarios, alrededor de 250 mil y, aunque es evidente que se ha reducido el grado de corrupción en algunas instituciones, en particular en las dirigidas por directores nuevos, la gestión es paquidérmica y la atención al público es de tan mala calidad que sólo se puede explicar por el pésimo nivel de la enseñanza.
Es decir que, mirado desde adentro, poco ha cambiado el país con el Gobierno del Cambio, que mantiene un millón 800 mil personas sin Cédula de Identidad y a 800 mil que no aparecen en el Registro Civil, como anunció este miércoles 14 el Ministerio de Industria y Trabajo, en medio de las internas partidarias para elegir a los candidatos a Intendentes que se disputarán los 230 distritos del país el 07 de noviembre.
En esas elecciones comunales, por primera vez las fuerzas progresistas pelearán con listas propias en 150 comunas, lo cual confirma que a pesar de la decepción que amplios sectores sienten por la política del gobierno, la voluntad de cambiar el rumbo del país está firme en mucha gente.
De la movilización de las fuerzas partidarias de profundizar los cambios, saldrá el resultado de esas municipales, las cuales pueden representar un anticipo de las presidenciales del 2013 con la posibilidad de consolidar el proceso de transformación del país, pero también de retrotraer en muchos años la vida de la mayoría de los paraguayos.