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Marcela José Rivera González : Sobre la Perfección

 
Marcela José Rivera González
Mis queridas y estimados, le envío algo que escribí para la clase y se los mando a propósito de la Larissa Riquelme y su exuberante cuerpo.

Es justa y necesaria una (de infinitas) explicación sobre el por qué de todas esas tetas sintéticas que deambulan por el mundo...

En busca de la perfección

¿Qué tienen en común la cantante colombiana Shakira y el intérprete mexicano Luis Miguel? ¿Las actrices Demi Moore de Estados Unidos y la mexicana Ninel Conde? ¿El recientemente fallecido icono de la música pop Michael Jackson y María Fernanda Flores, esposa del ex presidente de Nicaragua Arnoldo Alemán?

Todos y todas recurrieron a la cirugía estética para modelar su figura en busca de la perfección. Son imágenes prefabricadas, modelos de belleza dominados por la fama y el mundo del espectáculo, pero que pueden ser físicamente, sólo una ilusión.

La Sociedad Internacional de Cirugía Plástica Estética, registra un incremento de solicitudes del cien por ciento en el caso de mujeres que urgen “corregir”, mediante intervención quirúrgica alguna parte de su cuerpo, y en el caso de los hombres el número de los interesados que buscan el bisturí por motivos estéticos creció del 15al 25 por ciento, según datos publicados este año, pero que corresponden al año 2009.

Esta sociedad, que organiza a mil especialistas de 60 países del mundo, documenta un promedio cien mil intervenciones el año pasado, siendo Estados Unidos el país líder, seguido de México, Brasil, Canadá y Argentina.

En Nicaragua, país donde 2.4 millones de personas se alimentan con menos de dos dólares por día (Declaraciones del Asesor Presidencial para Asuntos Sociales, Doctor Guillermo González, el 21 de junio de 2010 ante el Foro de Seguridad Alimentaria, realizado en la Asamblea Nacional), las costosas cirugías estéticas están en auge.

Las operaciones más comunes son la liposucción para la reducción de abdomen, la rinoplastia para el afinamiento de la nariz, el implante de mamas, el levantamiento de glúteos, y la instalación de “by pass” para el cierre del estómago y la reducción del tamaño de las orejas, principalmente en los hombres.

Estas intervenciones han crecido en más de un 70 porciento, según el doctor Juan Somarriba, cirujano plástico, cuya clínica está ubicada en Managua. El especialista asegura que, dependiendo del tipo, las intervenciones pueden oscilar entre un mil 200 y dos mil 200 dólares.

La necesidad de mostrarnos bellas ha llevado a muchas mujeres a cometer actos irracionales en un permanente estado de inseguridad y negación de la realidad y en ese intento desesperado por lograr la “perfección”, algunas expiran en el quirófano.

“A las siete de la mañana de ayer falleció Indira Alicia Fernández Romero, en el Hospital “Antonio Lenín Fonseca”, por una acumulación de líquido en los espacios extracelulares del cerebro, a causa de una sobredosis de anestesia, según informó el equipo de especialistas de Medicina Legal (…)

Indira Alicia fue intervenida la última vez por el doctor Edgardo Morales Gutiérrez en el Centro Médico Americano, el pasado jueves 15 de abril. Se le practicó una reestructuración vaginal, implante de mamas y una liposucción, en tan sólo 40 días (…)

De acuerdo con los expertos, no es conveniente hacer procedimientos tan seguidos, por muy simples que parezcan, por la cantidad de anestesia que se utiliza en cada uno de ellos.

Al parecer, esa fue la principal causa letal que afectó a Indira Alicia”. El Nuevo Diario, 22 de abril de 2010.

Hombres y mujeres, sin distingo de edad, consiguen con la “reconstrucción” de sus rostros y cuerpos calzar en un mundo donde el modelo a seguir es el arquetipo construido socialmente a partir del sistema patriarcal milenario: un sistema de exclusión que responde a lo masculino y lo ubica en un nivel superior del modelo inferior femenino.

Dentro de este sistema la sociedad construye un arquetipo de mujer físicamente bella, agradable a los ojos de los hombres: blanca, delgada, de facciones simétricamente perfectas, con medidas corporales determinadas (90-60-90) de una raza y cultura determinada.

El referente a seguir es el modelo de mujer “occidental”.

Desde el ámbito de lo privado, desde que nacemos, nuestras familias nos van formando de manera tal que nos “ajustemos” a este sistema patriarcal milenario.

Aún pequeñas, y con capacidad de entendimiento, somos sometidas a la discriminación y rechazo, pese a tener conciencia que venimos de un país donde el 90 por ciento de la población es mestiza y negra, por lo tanto lo común será un rasgo determinado y opuesto y al arquetipo occidental: la mujer morena, voluptuosa, de cabellos rizados, de estatura mediana, boca, nariz y pómulos pronunciados.

No es raro escuchar de nuestros padres y madres, abuelos y abuelas, hermanos y hermanas y otras u otros integrantes del núcleo familiar, durante la infancia y en el desarrollo de nuestras vidas, frases crueles que nos convencen de la inferioridad física y social frente a los modelos de raza perfecta.

“Yo le digo a mi hija que se prepare en la vida, que estudie y sea una profesional porque las oportunidades no son para las negritas…imagínate que la blanca es bonita por ser blanca”.

Esta es una frase expresada por una oyente que participó en el programa La Mesa Redonda, del Noticiero Sucesos de Radio 580, el 27 de mayo pasado y que provocó un encendido debate entre los participantes.

Los procesos de socialización influyen en nuestra formación para moldear pensamientos, sentimientos y conductas que nos van motivando o reprimen a lo largo de nuestras vidas.

La influencia ejercida por la familia, como el ente socializador de mayor incidencia afecta nuestra vertiente afectiva. Es por ello que una formación desigual para la mujer desde su edad temprana puede afectar irreversiblemente el resto de su vida: provocando miedos, inseguridades y ansiedad por lograr todas aquellas referencias de lo que era “bueno”, “mejor” o “superior”.

En términos generales, en este sistema patriarcal milenario, donde lo masculino se ubica en un nivel superior, la expectativa de la sociedad y los mandatos de género para la mujer es verse bien para agradar a los hombres.

Se modela desde la familia, el trabajo, la escuela, los medios de comunicación y otros entes socializadores, el arquetipo de mujer que tiene sexismo, una alta carga racista, etnocéntrica.

La mayoría de las mujeres se ven impedidas de alcanzar ese modelo, lo que las lleva a buscar alternativas y dentro de ellas la cirugía estética se convierte en la solución para alcanzar la figura perfecta. Con esta transformación de su cuerpo, la mujer logra cumplir con un mandato de género: verse bella para complacer a los hombres.

Esta necesidad también se ve reflejada en el hombre, el que está en una lucha constante por alcanzar el arquetipo del hombre viril protagonista de la histórica que modela el sistema perverso: el que está en la elite, el hombre “metrosexual”.

Es el tipo que calza en la nueva concepción masculina en tanto sea: joven adulto, blanco, de una raza determinada, de una clase social donde el poder y el dinero son abundantes y determinantes.

Es decir con una serie de requisitos que pertenecen a una elite, y la mayoría de los hombres no pueden cumplir.

En este contexto los hombres y mujeres, que no consiguen aceptarse desde su realidad física-biológica, y que no tienen recursos económicos para costearse una cirugía estética, van a vivir en una frustración por no lograr acercarse al modelo del hombre y la mujer hegemónico y excluyente del sistema patriarcal milenario y del sistema capitalista.

Este fenómeno tiene una triple exclusión: es sexista. Atiende a los mandatos de género porque la mujer tiene que aparecer bien para agradar al hombre y los hombres tienen que alcanzar el modelo perfecto: el metrosexual.

Tiene un carácter racista porque el arquetipo de mujer y de hombre que buscan la transformación de su rostro y su cuerpo no se corresponde al modelo de la mujer latina y el hombre latino.

La exclusión de tipo económico, esta vista en tanto sólo las elites, pueden acceder con altas cantidades de recursos económicos a realizarse este tipo de cirugías.

Históricamente, incluso antes del fenómeno de la globalización neoliberal y capitalista, a las mujeres se le ha exigido verse bella como un requisito fundamental, pero con la globalización, la tecnología de la información revoluciona y difunde los modelos de una manera más rápida y “planetariza” los arquetipos que impone el sistema patriarcal para mujeres y hombres.

No obstante ahora somos capaces de percibir la diferencia desde las teorías que critican el sistema patriarcal y el sistema capitalista, excluyente y enajenante.

Desde las teorías críticas identificamos el origen de la discriminación desde la perversión del etnocentrismo y el racismo, que categorizan a personas de primer y segundo nivel, de primera y segunda clase, de primer y segundo mundo.

Es la negación a estas diferencias el origen de las discriminaciones, que refuerzan la superioridad masculina y la inferioridad femenina a partir de la anatomía de nuestros sexos, pero la diferencia no tiene porque corresponderse a la desigualdad, motivo de infinitas injusticias que se producen en el mundo.

Jefa de Prensa
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Marcela José Rivera González

Julio 3 de 2010
I Diplomado “Comunicación, Género y Derechos Humanos”
Universidad Centroamericana, Nicaragua

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