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Mi expulsión del Colegio de Periodistas de Nicaragua

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Sergio Simpson
No me genera ira, ni tristeza, ni desmotivación, tampoco me considero excluido del oficio preferente en mi hacer, nada más siento compasión por quienes decidieron borrarme de la lista colegiada y quienes respaldaron el atropello, aún cuando por legalidad soy miembro fundador del Colegio de Periodistas de Nicaragua.
En situaciones peligrosas recuerdo a Nietzche, pues la ira me acercaría a la animalidad, la tristeza me inmovilizaría, y la compasión no permite sentirme inferior a los agresores.
Son treinta años, desde que asistía a la universidad, dedicado al periodismo, fundamentalmente para ejercer mi necedad de pensar y expresarme en público, regido por principios éticos y profesionales contribuyendo a la comunicación social, a la disertación con argumentos.
Mi formación en la casa, los colegios, y disciplina autodidacta, me llevó a constituirme en un ser político consciente. Decidí estudiar periodismo, adquirir destrezas que me permitiesen escribir coherente erguido como facilitador para que las personas no teman deliberar y pronunciarse en público.

El triunfo de la Revolución Popular Sandinista me motivó el periodismo. Consideré dedicar tiempo completo a contribuir con el histórico programa de gobierno del Frente Sandinista de Liberación Nacional, y con los deseos libertarios de un pueblo oprimido durante siglos de feudalismo, intervenciones militares y políticas de Estados Unidos, y dictadura militar.
Fui alumno, en aulas y oficinas de prensa, de prestigiados maestros, ellos me corrigieron cuartillas y conocieron mi rebeldía. Lo pueden testimoniar María Elena Artola Juárez, Raúl Arévalo Alemán, Yelba López Tablada, y  Edelma Cruz, colegas que me instruyeron cuando fui reportero del Noticiero Monimbó en 1981 donde inicié mi vida laboral de periodista político, aunque lo correcto es afirmarme político haciendo periodismo.
En aquel entonces, Pepe Ruiz era el director de la radio, Denis Schwartz y Carlos Almanza locutores del noticiero, Paco Mejía conducía su estelar programa musical de los Beattles, Pepe Calero con su voz portentosa animaba. Iván Ulloa narraba deportes.
Transité fugaz por Radionoticiero Sucesos, y experimenté las exigencias de José Esteban Quezada, su director, uno de los mejores periodistas del país.
En La Voz de Nicaragua, en 1981 inicié la publicación de mis comentarios políticos en los noticieros, autorizado por Carlos Guadamuz, director de la radioemisora oficial de la Junta de Gobierno y Reconstrucción Nacional, quien durante años fue compañero de cárcel de Daniel Ortega. Me supervisaban Adrián Roque, jefe de prensa, y Teatino Santana, jefe de información. Me leían y sugerían Susana Mendoza, Gloria Cruz, Carlos Almanza, voces experimentadas en lectura de noticias, y radioteatristas.
Me orientaban y corregían César Cortéz Téllez, Roberto González Rocha, Abraham Quijano Macanche, Tacho Sánchez.
Guadamúz me seleccionó ir corresponsal de guerra al Río Coco, durante la sublevación llamada Navidad Roja (Diciembre 1981), nombrándome responsable de tres compañeros: dos locutores y un periodista.
Dejé mi familia, la universidad, la ciudad, para enfrentar a la muerte. Abandoné la posibilidad de convertirme en un periodista nacional estando cerca de las ventajas que crean la figuración pública y las que resultan del codeo con el poder político. Lo más que estaría en misión era tres semanas. Es penoso que no lo pueda corroborar el Comandante Guerrillero Marcos Somarriba: Voluntario me quedé cuatro años en Zelaya Norte, evadiendo emboscadas, morteros, bombardeos por tierra y mar, y otras vicisitudes. Por eso, en la zona, me nombraron jefe de medios de comunicación del FSLN y fundé y dirigí varios medios. El periodista y Comandante Guerrillero William Ramírez era mi jefe, conoció mi dedicación al trabajo, irreverencia y excentricidad.
No lamento, desde entonces enfrenté intrigas de quienes cerca del poder manifestaron lealtad sumisa a los jefes, algunos de aquellos con méritos pero ensombrecidos por su servilismo, de igual manera reté al autoritarismo, esa práctica que los políticos han convertido en cultura, un modelo conceptual de superioridad para unos e inferioridad para otros.
Así, después de salir de Zelaya Norte, solicité al FSLN irme a Matagalpa, a continuar recorriendo sendas de guerra, como miembro del Departamento de Agitación y Propaganda del partido.
Trabajando en Radio Insurrección seguí ideando ejes propagandísticos e informativos, divulgando las críticas y aportes de la población y mías, empeñándome en sostener la eficiencia aprendiendo diario, trabajando siempre. No importó vacaciones, ni días feriados, aun sin recibir salario acorde con mi responsabilidad profesional, mucho menos prebendas que siempre rechacé. Nada extraordinario, igual a miles de sandinistas que se liberaron de la opresión y se entregaron a la salvación de los oprimidos.
En 1990, con la derrota electoral del FSLN no me quedé con la radioemisora y sus bienes, ni con las cuatro o cinco licencias de operador de frecuencias radioeléctricas que el FSLN puso a mi nombre, me planté para que fueran propiedad de los trabajadores; sin embargo los directivos del FSLN en Matagalpa se opusieron, se la entregaron a la alcaldía ganada por la UNO, y maniobraron para nombrar director a una persona de su confianza que posteriormente desmanteló la radio y dejó en la calle  a los trabajadores.
Debido a mi cargo de director de Radio Insurrección, soy miembro fundador de la Asociación de Profesionales de Radiodifusión de Nicaragua (APRANIC), propietaria de Radio La Primerísima que dirige William Grigsby Vado, y donde ha laborado como reportero, durante años, el actual presidente del Colegio de Periodistas de Nicaragua quien me borró de la lista de colegiados.
Ser periodista sandinista me llevó a decidir ser comentarista político (sin pedir salario) de Barricada, diario oficial del FSLN, para enfrentar al sistema reproductor de valores y actos con los cuales no estoy de acuerdo y son la causa de la miseria que sufre la mayoría de nicaragüenses. Eso lo sabe Tomás Borge, director en aquel entonces, Bayardo Arce, otros dirigentes del partido, y lectores de la Página de Opinión.
Cerrado Barricada, El Nuevo Diario recibe mis comentarios y los publica en la Página de Opinión, desde allí continué expresando mis criterios sobre la realidad del país, invariable a mis conceptos, a la libertad de pensar y escribir. Así como me opuse a las injusticias que cometían los gobernantes de derecha, igual critico los desaciertos de Daniel Ortega y sus seguidores.
Escribo esta larga relación entre política y periodismo porque me he dedicado a conocer y experimentar, con base en mis conceptos sandinistas, y el análisis de Marx, Engel, Ho Chi Minh, sobre la sociedad, y de Jung, Fromm, y Pavlov sobre los individuos.
Por mis principios no me gusta Daniel Ortega como líder del FSLN, desde 1981 le conocí en la sala de prensa de La Voz de Nicaragua, y desde entonces no me simpatiza, fue promotor de la represión contra compañeros periodistas ansiosos de aportar.
Lo reitero intentando que sus seguidores corrijan los desaciertos y los cuadros honestos luchen buscando asumir responsabilidades que les han cercenado los danielistas, y enrumben al país hacia el bienestar.
Por estar en descuerdo con Daniel Ortega maniobraron para que no fuese electo Presidente del Colegio de Periodistas de Nicaragua, por la misma razón me borran de la lista de colegiado, además por mis propuestas que demeritan lo actuado por el presidente del organismo y la expresidenta de la Comisión de Ética y Honor, actual Secretario de la Junta Directiva, Martha Marina González, diputada del FSLN y periodista.
Mi formación ideológica, sandinista, no concibe arrodillarme ante la represión. No olvido que se debe luchar contra las arbitrariedades y la corrupción. Tengo presente el rostro de amigos y amigas que murieron, y el de amigos y amigas combatientes que se runguiaron contra Somoza y enfrentaron la intervención de los Estados Unidos en los ochenta.
Mi trayecto lo conocen cientos de periodistas y trabajadores de medios de comunicación, que en alguna ocasión compartimos el trajín revolucionario, y lamentablemente, por asunto de espacio, no los puedo mencionar a todos y todas.
Por no aprobar a Daniel Ortega también boicotean mis escritos electrónicos, y presionan a organismos e instituciones para que no contraten mis servicios profesionales. Pero no me voy a silenciar, no sería yo una persona sumisa, servil, corrupta, injusta. Reclamo mi derecho a que me reintegren al Colegio y continúo ejerciendo mi derecho a publicar lo que pienso.


Sergio Simpson
Director
Centro de comunicación y estudios sociales (CESOS)
Managua y Matagalpa, Nicaraguahttp://sergiosimpson.blogspot.com/

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