Nicaragua: “Oenegé” de Javier Meléndez Quiñónez facturó C$88 millones anuales

El bloqueo de Cuba: crimen y fracaso

El narcotráfico como motor del Imperio

 

 "Financiando la contra."

"La DEA y sus predecesoras, las organizaciones federales de control del cumplimiento de la ley de drogas, siempre han sido infiltradas y, en diferentes grados, dirigidas por agencias de inteligencia de Estados Unidos.

  El motivo es bastante simple: El gobierno de EE.UU. ha estado protegiendo a sus aliados narcotraficantes, especialmente en el crimen organizado, desde que el narcotráfico fue criminalizado por primera vez en 1914". Douglas Valentine (Operación doble)

Según documentos desclasificados por el propio gobierno de los Estados Unidos, el gobierno Reagan-Bush (padre), en los años 80, utilizó el tráfico de drogas como método de financiación de la lucha anticomunista en diferentes partes del planeta.

Hace 30 años, a mediados de 1979, el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), en Nicaragua, se hace con el poder tras 45 años de dictadura somocista. 

A partir de ese momento, la oligarquía nicaragüense, empieza a ver como sus privilegios van siendo recortados en favor del pueblo, irritada por tal motivo decide aliarse con el gobierno de Estados Unidos, cuyas multinacionales veían como se reducían sus beneficios al aumentar los derechos de los trabajadores, gracias a las medidas del nuevo gobierno progresista. Entre ambos deciden formar una guerrilla anticomunista, que más tarde sería conocida con el nombre de los “Contras”, con el objetivo de desalojar del poder al FSLN.

Además de los fondos aprobados por el congreso de los Estados Unidos y las donaciones de particulares, otros métodos usados, para financiar la guerrilla anti-sandinista, fueron la venta clandestina de armas a Irán y el tráfico de drogas (especialmente cocaína y heroina). Para desarrollar este último proyecto, se decidió contar con la colaboración, entre otros, del criminal Cartel de Medellín, liderado por Pablo Escobar Gaviria.

Pablo Escobar organizó en Yucatán (México) una completa estructura para trasladar cocaína a Estados Unidos, que incluyó la adquisición de un rancho de 16,000 hectáreas. 

Desde allí, y con la colaboración de la Agencia Central de Inteligencia (CIA por sus siglas en inglés) que estaba perfectamente infiltrada en la DEA (supuesta organización que combate el tráfico de drogas), cientos de vuelos cargados con droga procedente de toda Sudamérica, llegaban a Estados Unidos, para inundar las calles (especialmente las calles de los barrios pobres) de cocaína y crack. 

Según un informe de 410 páginas del inspector general de la CIA, Frederick Hitz (1990-1998), recientemente desclasificado, entre 1984 y 1986, esa agencia de espionaje arregló de 50 a 100 vuelos de aviones de ese Cartel a terminales aeroportuarias de Estados Unidos de Norteamérica, sin que fueran inspeccionados por el Servicio de Aduanas de ese país, como parte de un acuerdo de la CIA y los narcos colombianos.

Según declaraciones de Michael Tolliver (uno de los pilotos que transportó, en varias ocasiones, armamento desde Estados Unidos a Centroamérica y grandes cargamentos de droga, desde Centroamérica a Estados Unidos), al programa de la cadena CBS “CBS News West 57th”, el 6 de abril de 1987: “En la base militar de Homestead, Florida, los militares norteamericanos bajaban las cajas con marihuana como si de comida se tratara”.

Uno de los principales protagonistas de esta historia fue el agente de la CIA Barry Seal, quien en 1984 fue arrestado en Fort Lauderdale, Florida por lavado de dinero y contrabando de droga. Seal negoció un acuerdo con la justicia que incluyó su conversión a informante de la DEA y testificar en contra de sus anteriores empleadores. 

En pleno escándalo “Irán-Contras” (destapado por un periódico libanés), Seal declaró que la CIA estaba involucrada en el financiamiento a la “contra” con los beneficios del narcotráfico. 

Al poco tiempo de estas declaraciones, Seal fue asesinado (19 de febrero de 1986) en Baton Rouge, Luisiana. Se calcula que Seal introdujo en los Estados Unidos más de mil millones de dólares de cocaína, con la ayuda de la CIA, los servicios de aduanas y otras autoridades políticas. 

El testimonio de Seal podría haber ayudado al encarcelamiento de altos cargos de la administración Reagan-Bush.

Steven Carr, un mercenario contratado por la CIA para asesorar a la “Contra”, tras ser detenido junto a otros mercenarios en Costa Rica, por violar la neutralidad del país en el conflicto nicaragüense y por posesión de explosivos, harto de no recibir ayuda de sus superiores de la Agencia, empezó a hablar a la prensa, a quien relató cómo se realizaba el suministro de armas a la “Contra” por parte de la CIA y cómo ésta transportaba droga hasta los Estados Unidos, con el objetivo de ser vendida allí, y obtener fondos para la financiación de la guerrilla antisandinista. 

Pocos días antes de iniciarse el comité de investigación del Senado (diciembre de 1986), sobre el caso Irán-Contras, al cual sería llamado a testificar por estas declaraciones, Carr apareció muerto en su apartamento.

De diciembre de 1986 es precisamente una declaración secreta que no tiene desperdicio (desclasificada años después) del director de la CIA, William Casey (1981-1987), quien curiosamente moriría de un ataque al corazón, poco antes de que comenzarán las vistas orales de Senado sobre el Irán-Contras, a las que también sería llamado a declarar:

“Colby (su antecesor en el cargo) me dijo que las ganancias de la cocaína serían lavadas por Al Carone, la mafia de Nueva York y Robert Vesco y posteriormente usadas para la lucha anticomunista por el propio Colby. Después de hablar con Carone tomé la decisión de trasladar la cocaína almacenada al aeropuerto de Mena en Arkansas, pues la CIA había ya usado este aeropuerto en varias ocasiones. 

En estas circunstancias la cocaína era el instrumento. La trampa era el ignorar la ley y el evitar ser descubiertos. En estos esfuerzos nos ayudaron William Clinton (gobernador de Arkansas en aquel momento) y William Weld”.

Las conclusiones del Informe Kerry, elaborado por el Subcomité del Senado sobre Narcóticos, Terrorismo y Operaciones Internacionales, al frente del cual estaba el entonces Senador estadounidense John Kerry (candidato demócrata a la presidencia en 2004) y publicado el 13 de abril de 1989, tras dos años y medio de investigaciones, no dejan lugar a dudas. 

Según este informe, el Departamento de Estado de los Estados Unidos efectuó pagos a "cuatro compañías que eran propiedad y estaban gestionadas por traficantes de estupefacientes", además, la CIA proporcionó la cobertura legal en el tráfico de drogas, a cambio de lo cual, los traficantes de estupefacientes llevaron a cabo "Provisión de asistencia a la Contra, incluyendo dinero en efectivo, armas, aviones, pilotos, soporte aéreo y otros materiales, de forma voluntaria por parte de los traficantes". 

A pesar de que el informe Kerry desvelaba lo que era un escándalo sin precedentes: la cooperación del gobierno Estadounidense, en la introducción y venta de toneladas de cocaína en Estados Unidos, por parte de narcotraficantes colombianos, quienes, por mandato de los primeros, destinarían un parte importante de los beneficios extraídos a financiar a la guerrilla anticomunista de los “contras”, los principales medios de comunicación norteamericanos como el New York Times, el Washington Post o Los Angeles Times apenas se hicieron eco de esta escandalosa denuncia del Senado, dedicando apenas unas líneas, en recónditos lugares entre sus páginas.

Esta siniestra alianza entre los poderes que gobiernan Estados Unidos, la oligarquía nicaragüense y traficantes de drogas, se forjó con el objetivo de desalojar del poder al FSLN en Nicaragua, debido a que las medidas progresistas aplicadas por éste desde la toma del poder en 1979 (reparto más justo de la riqueza del país, reconocimiento de los derechos de los trabajadores, etc), estaban reduciendo cuantiosamente los beneficios económicos de la oligarquía nicaragüense y de las multinacionales yanquis, quienes con la anterior dictadura somocista (1934-1979) habían esquilmado el país a su antojo.

Esta “oscura alianza” financiada y promovida por Washington provocó un cruento enfrentamiento armado que duró aproximadamente 10 años, costó la vida a más de 60.000 personas (además de miles de mutilados de por vida) y hundió la economía nicaraguense (en lo cual influyó también decisivamente el brutal embargo impuesto por EE.UU. y los continúos sabotajes perpetrados por la "Contra" a grandes empresas de enorme importancia estratégica para el país).

Esto, junto al agotamiento de la población y a los millones de dólares invertidos por Washington en la campaña electoral de la candidata opositora, Violeta Chamorro, hizo que los sandinistas perdieran el poder en las elecciones de febrero de 1990.

Además no debemos olvidar la llamada “epidemia del crack”, durante los años 80, en los Estados Unidos, que se llevó por delante la vida de miles de personas, especialmente en el seno de la comunidad negra. 

Tales fueron los efectos devastadores del crack entre la población afro-americana, no sólo por los nocivos efectos de esta droga sobre la salud, sino también por la violencia originada por la lucha entre bandas callejeras por el control de su distribución, que llevaron a varios líderes de la comunidad negra a hablar de un siniestro plan de limpieza étnica, por parte de las autoridades de los Estados Unidos.

Nicaragua es tan sólo un ejemplo de cómo los Estados Unidos han utilizado y siguen utilizando el narcotráfico para financiar una política criminal, destinada a saquear la riqueza de otros pueblos. La alianza entre Álvaro Uribe, actual presidente de Colombia, con probados vínculos con el narcotráfico, y los poderes fácticos de Estados Unidos, es otra prueba de ello.

“Los oprimidos no tienen aviones ni barcos. La prensa y el gobierno culpan a los oprimidos por la droga, pero el narcotráfico internacional requiere flotas de aviones de carga, pistas de aterrizaje en varios países, redes de contactos internacionales, grandes cantidades de dinero para inversión, redes para lavar el dinero, y contactos de alto nivel para sacarle el cuerpo a la Aduana y la DEA.” Malcolm X, 1966.

“Mujaidines, Ben Laden y CIA.”



“Los cañones de opio británicos sobre China son el matrimonio de violencia más brutal con el libre comercio” K. Marx hablando sobre la guerra del opio emprendida por el imperialismo británico en China.

Después de soportar durante siglos regímenes políticos anclados en la Edad Media, al servicio de la oligarquía local y, posteriormente, del imperialismo occidental, el Partido Democrático del Pueblo (PDP) tomó el poder en Afganistán en 1978, convirtiéndose el poeta y novelista Noor Mohammed Taraki en su primer presidente democrático.

“Fue un proceso plenamente autóctono y ni siquiera la CIA se atrevió a acusar a la Unión Soviética de haberlo provocado o dirigido” (John Ryan, profesor de la Universidad de Winnipeg).

Las primeras medidas adoptadas por el gobierno del PDP fueron, entre otras, la legalización de los sindicatos, el establecimiento de un salario mínimo, un impuesto progresivo sobre la renta, campañas de alfabetización, programas populares de salud, vivienda y alcantarillado público. 

Además emprendió una reforma agraria sin precedentes, con el objetivo de conseguir un reparto más justo de la tierra, realizó una valiente política de emancipación de la mujer para liberarla de sus antiguas ataduras y comenzó a erradicar los cultivos de amapola de opio, un opio con el que se producía el 70% de la heroína que se consumía en todo el mundo (hoy en día, bajo la ocupación militar yanqui, el opio afgano produce más de 85% de la heroína mundial).

Estas medidas progresistas no fueron bien recibidas por la oligarquía afgana, que veía en ellas una importante amenaza a sus milenarios privilegios, ni por sus vecinos, Arabia Saudí y Pakistán, que temían que el ejemplo del PDP se extendiera entre sus clases populares. Tampoco fueron bien acogidas por el gobierno de los Estados Unidos, quien consideró el ascenso al poder del PDP, como un “problema de seguridad nacional”, que ponía en peligro sus intereses económicos en la zona. 

Todo esto hizo que se forjara una unión de intereses entre la oligarquía local, compuesta por terratenientes feudales y jefes tribales (mullahs fundamentalistas); Pakistán; Arabia Saudí y el imperialismo yanqui. Entre todos, no tardarían en idear planes destinados a tumbar al gobierno democrático del PDP. 

Una de sus primeras acciones fue llevar a cabo un ataque a gran escala, en el que participaron la CIA, tropas saudíes y paquistaníes, los señores feudales, jefes tribales y los traficantes de opio, con el objetivo de desestabilizar al gobierno y originar las primeras fisuras en el mismo.

A continuación Hafizulla Amin (del que se sospechaba que había sido reclutado por la CIA, en sus años de estudiante en EE.UU.) dio un golpe de estado, ejecutó a Taraki, congeló las reformas sociales y encarceló y asesinó a miles de militantes y simpatizantes del PDP.

Todo esto no habría sido posible sin la financiación económica de los Estados Unidos. El propio Zbigniew Brzezinski, Consejero de Seguridad Nacional del Presidente Carter, entre 1977 y 1981, reconoció, en unas declaraciones a "Le Nouvel Observateur" en enero de 1998, que la Administración demócrata estadounidense estaba entregando ayudas secretas multimillonarias a los oponentes del gobierno afgano, es decir, a extremistas musulmanes, para provocar la caída del PDP, mucho antes de que se produjera la intervención soviética.

“De acuerdo a la versión oficial de la historia, la ayuda de la CIA a los mujaidines empezó en 1980, eso significa, después de la intervención de la Unión Soviética en Afganistán, el 24 de diciembre de 1979. Pero la realidad, muy herméticamente guardada hasta ahora, es completamente diferente: en efecto, fue el 3 de julio de 1979 que el Presidente Carter firmó la primera directiva para la ayuda secreta a los oponentes del régimen pro-soviético de Kabul.”

A los pocos meses del golpe de estado, varios militares fieles al PDP, derrocaron al dictador Amin y restablecieron nuevamente el gobierno progresista. Estos mismos militares, preocupados por el creciente intervencionismo yanqui en su país, pidieron encarecidamente a Moscú el envío de tropas y ayuda militar, para hacer frente a la guerrilla de extremistas islámicos que el gobierno estadounidense había empezado a reclutar, armar y a entrenar, desde el mismo momento en el que el PDP se alzó con el poder, en 1978. La URSS consideraba que un compromiso militar con Afganistán podía conllevarle graves consecuencias políticas, por lo que sólo se decidió a prestar su apoyo militar, después de que Kabul se lo solicitase repetidamente.

Si Estados Unidos quería derrotar, no ya al PDP, sino a la Unión Soviética, para volver a instalar un gobierno títere en Afganistán, afín a sus intereses, ello le supondría embarcarse en una larga guerra, en un país extranjero y lejano, lo cual podría costarle millones de dólares y miles de muertos, algo que, tras el fracaso de Vietnam, la opinión pública estadounidense no estaba dispuesta a aceptar, además, y lo más importante de todo, es que esto supondría la primera confrontación directa entre las dos grandes potencias, lo cual podría terminar en un catastrófico enfrentamiento nuclear que a nadie interesaba, por lo que para evitar estos “contratiempos”, ¿qué mejor que financiar un ejército extranjero, con dinero no proveniente exclusivamente del erario público? Algo que se conseguiría gracias a su alianza con los traficantes de droga y el ISI (servicio de inteligencia pakistaní).

La ayuda económica con la que se financiaba la guerrilla antisoviética de los mujaidines, provenía de fondos secretos estadounidenses, saudíes y pakistaníes, pero principalmente de los beneficios obtenidos por el tráfico de heroína. Bill Casey, director de la CIA durante la administración Reagan, fue el encargado de perfeccionar este último método de financiación.

Los mujaidines, cada vez que ocupaban un territorio en Afganistán, obligaban a los agricultores a cultivar la amapola del opio, posteriormente el ISI y la CIA protegían y escoltaban camiones y aviones cargados de opio, hasta los laboratorios que los narcotraficantes tenían en Pakistán, en la frontera con Afganistán, al amparo del dictador paquistaní y aliado de Washington Zia Ul-Haq, donde el opio era transformado en heroína. La droga llegaba a EE.UU. y Europa a través de las redes de la CIA o del MI6 británico y la mafia siciliana era la encargada de comercializarla. 

Los ingentes beneficios obtenidos por la venta de heroína, que durante los años 80 provocó una auténtica epidemia en Estados Unidos y especialmente en Europa, sirvieron para proporcionar a los mujaidines (entre quienes se encontraba un joven Osama Ben Laden) el más sofisticado armamento, con el que, durante más de 14 años (la guerra terminó en 1992), sembraron el caos y la destrucción en Afganistán.

La victoria de los mujaidines y del imperialismo yanqui en Afganistán truncó las esperanzas de un pueblo que aspiraba a alcanzar el progreso y el desarrollo social, tras siglos de regímenes medievales.

Por otro lado, los efectos de esta siniestra política de financiación de la guerrilla anticomunista de los mujaidines fueron devastadores para la población civil de la región, pues, sólo en Pakistán, el número de adictos a la heroína creció de prácticamente cero en 1979, a 1,5 millones en 1985. También en los países occidentales, la adicción a la heroína se extendió como una plaga mortal durante la década de los 80, coincidiendo su momento más álgido con el de mayor intensidad bélica en Afganistán.

Charles Cogan, ex-director de la CIA de esta operación afgana, en unas declaraciones a la televisión australiana, admitió cínicamente: “No creo que debamos pedir perdón por ello. Cada situación tiene sus secuelas. Hubo secuelas en términos de drogas, sí, pero se cumplió el principal objetivo. Los soviéticos abandonaron.”

Recientemente y a pesar de que el actual régimen político de Afganistán ha sido impuesto por los EE.UU., el propio Parlamento de este país lo ha dejado bien claro, al acusar a los ejércitos de ocupación de ser los responsables del transporte de la heroína hacia otras naciones de occidente para costear diferentes guerras, a lo largo de la historia.

(Un artículo de ANTIMPERIALISTA)

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