BRAD STEIGER
Me encuentro ahora, en la séptima década de vida, haciendo todavía las dos mismas preguntas que de una manera u otra la gran mayoría de mis 165 libros publicados han buscado contestar: 1.) ¿Quiénes somos como especie? y 2.) ¿Cuál es nuestro destino?
La razón básica por la que escribí Worlds Before Our Own (G.P. Putnam‘s Sons, 1978; Anomalist Books, 2007) es que siempre he encontrado increíble que personas tan sofisticadas como nosotros nos consideramos, realmente no sepamos quiénes somos.
Los arqueólogos, antropólogos, y varios académicos que siguen las reglas de juego de los "orígenes del Hombre", renuentemente y sólo muy de vez en cuando reconocen algunos casos donde una inusual evidencia ósea y cultural del registro prehistórico aparece, repentinamente, mucho antes de lo que debería - y en lugares donde no debería estar.
Estos irritantes hallazgos destruyen la ordenada línea evolutiva que los académicos le han presentado al público desde hace tanto. Por consiguiente, tales datos han sido en gran parte dejados de lado en los informes, olvidados en depósitos y archivos polvorientos donde uno sospecha que existe mucha evidencia cultural prehistórica suprimida, ignorada y extraviada, que alteraría las interpretaciones establecidas acerca de los orígenes humanos y nos proporcionaría una definición mucho más clara de lo que significa ser humano.
Hay hoy un consenso académico básico de que el linaje "homo" se remonta a unos tres millones de años por lo menos, y que un antepasado de hombre moderno evolucionó hace aproximadamente un millón de años. El Homo Sapiens, el "hombre que piensa" (nuestra propia especie), se convirtió en la forma de vida planetaria dominante a nivel mundial hace aproximadamente 40.000 años.
Es muy difícil de explicar la súbita aparición del Homo Sapiens en esa época, pero es aun más compleja la pregunta sobre por qué el hombre de Neanderthal y Cro-Magnon desaparecieron de la misma manera. Y la encarnizada guerra académica que incesantemente discute acerca de si los hombres de Neanderthal y nuestros antepasados eran o no dos especies separadas o si ambas se cruzaron entre sí.
Y así como los científicos están aumentando un cuerpo de evidencia cada vez mayor de que la humanidad se desarrolló en África, una excavación húngara saca a la luz un fragmento de cráneo de Homo Sapiens en un contexto que se aparta en más de 600.000 años del alineamiento del calendario aceptado para las migraciones del hombre a través del planeta. Fósiles de homínidos de unos 1,77 millones de años de antigüedad fueron desenterrados en Dmanisi, Georgia; y un diente de homínido datado en siete millones de años se encontró en depósitos del Neoceno cerca del Río Maritsa en Bulgaria.
¿Qué pasa con la evolución darwiniana cuando hay sitios tales como el de Australia que revelan la existencia de Homo Sapiens (hombre moderno), Homo Erectus (nuestro antepasado de un millón de años de antigüedad), y de Neanderthal (nuestro primo de la Edad de Piedra) en lo que parece ser un ambiente contemporáneo?
Está además el sitio de Tabun, donde se encontraron fragmentos de Homo Sapiens en estratos por debajo (que significan ser más antiguos) de los huesos de Neanderthal clásicos. En agosto de 2007, científicos que fechaban fósiles encontrados en Kenya desafiaron la opinión convencional de que el Homo Habilis (1.44 millones de años) y el Homo Erectus (1.55 millones de años) evolucionaron uno después del otro. Las dataciones de nueva evidencia fósil revelaron que las dos especies vivieron lado a lado en África por casi medio millón de años.
En alguna parte, de lo que parecería ser una auténtica batalla campal biológica y cultural, debe de estar la respuesta a la pregunta más importante: ¿Quiénes somos?
Pero así como estamos intentando hacer lo mejor para adecuar fragmentos de esqueletos de una manera que resultará aceptable con lo que nosotros creemos que sabemos sobre nuestros orígenes, se están encontrando huellas en la piedra que, si son lo que parecen ser, traerán un caos total a nuestro calendario evolutivo aceptado. En el Condado de Pershing, Nevada, se encontró una huella de zapato en una piedra caliza del Triásico, estrato indicativo de 400 millones de años, en la que la evidencia fosilizada revelaba una doble costura delicadamente trabajada en las junturas.
Antes, en 1975, el Dr. Stanley Rhine, de la Universidad de Nuevo México, anunció su descubrimiento de huellas semejantes a la humanas en estratos de 40 millones de años de antigüedad. Unos meses antes, un hallazgo similar fue hecho en Kenton, Oklahoma. Casi al mismo tiempo, se reveló el descubrimiento de una huella en piedra en el norte de Wisconsin.
En Death Valley, hay amplia evidencia fósil y ósea para indicar que el área desolada fue una vez un tropical Jardín del Edén donde una raza de gigantes vivió y se alimentó con sabrosas comidas provenientes de los lagos y bosques locales.
Hablar de una raza de gigantes prehistóricos en lo que es ahora el desierto del Death Valley es refutar simultáneamente la doctrina que decreta que el hombre es un relativo recién llegado a los continentes americanos Norte y Sur. Aunque por un lado las nuevas fechas del radiocarbono demuestren que el puente de tierra de Bering y el corredor de hielo cordillerano no eran transitables hasta hace 9.000 años, una cantidad creciente de evidencia física indica que el hombre estaba ciertamente en este hemisferio mucho antes que en esa reciente fecha.
En primer lugar, se dice que el maíz, una contribución americana a las mesas del mundo, es en 9.000 años nuestro cultivo doméstico más antiguo. Algún agricultor tenía que estar en las Américas hace más de 9.000 años para cultivar la semilla. Las antiguas semillas de calabaza, los cacahuetes y el algodón fechados en 8.500 años, hallados en el Valle de Nanchoc de Perú, constituye evidencia adicional de que la labranza estaba bien establecida en el Nuevo Mundo.
La prueba concluyente de que tales granjeros antiguos existieron en las Américas se obtuvo cuando un taladro de la Humble Oil Company perforó polen de maíz mexicano que tenía más de 80.000 años.
La anómala separación de la sangre y dentición india, y la distribución geográfica del indio americano, exige una imposible escala genética de tiempo para transformar a los inmigrantes asiáticos en los distintivos habitantes del Nuevo Mundo.
Aun cuando intentemos conservar algún orden con las teorías aceptadas sobre el asentamiento del Nuevo Mundo, deberemos reconocerle a América del Norte una evolución mayor en 40.000 años que la que tuvo lugar en más de un millón de años en Europa, África, y Asia.
Cráneos encontrados en California, que son claramente de indios americanos, han sido datados en 50.000 años. Pero nosotros nos quedamos con otro misterio. Un cráneo del tipo indio americano (vía análisis métrico) de 140.000 años de antigüedad se ha encontrado en un sitio de excavación iraní.
¿Qué de la civilización amerindia perdida de Cahokia, con pirámides y una gran pared incluidas? Un sitio, cerca de la actual ciudad de St.Louis, puede haber contenido una metrópoli de más de 250.000 indios norteamericanos.
¿Y quién construyó las misteriosas paredes de siete millas de las colinas de Berkeley y Oakland, California?
¿Y qué gentes pre-mayas diseñaron en Yucatán una complicada fuente de agua para irrigar las cosechas hace más de 2.000 años?
El Caracol de Chichen Itza es un notable observatorio mesoamericano que parece haber correlacionado sus resultados con sitios similares de América del Norte, incluyendo Mesa Verde, Wichita, y Chaco Canyon.
Uno de las teorías más heréticas que yo sugiero en Worlds Before Our Own (Mundos Antes del Nuestro) es que la cuna de la civilización posiblemente podría haber viajado del llamado Nuevo Mundo al Viejo. Ahora, en diciembre de 2007, años después de que Ruth Shady Solis encontrara la ciudad antigua de Caral, en Perú, los científicos han aceptado la datación por carbono de 2.627 a. de C., estableciendo de ese modo que la civilización en Sud América es mucho más antigua que los pueblos del Valle de Harappa y las pirámides de Egipto. Caral debe ser reconocida ahora como “la madre de todas las civilizaciones,” el eslabón perdido de la arqueología, la Ciudad Madre.
El conocimiento científico ha sido al parecer bien valorado por los habitantes de cada cultura, conocida y desconocida. Grabados en piedra que pueden tener tanto como 60 millones de años representan en detalladas ilustraciones un trasplante de corazón y una cesárea. Los egipcios antiguos usaron el equivalente de una jalea anticonceptiva y tests de orina para determinar el embarazo. El cemento utilizado para llenar las cavidades dentales mayas todavía se sostiene después de 1.500 años.
Se supone que ningún tejido hubo sido encontrado hasta que Egipto produjo el material de tela hace 5.000 años. ¿Cómo, entonces, podemos hablar del sitio ruso que cuenta con husos y géneros estampados de 80.000 años de antigüedad?
No sólo parece que los antiguos babilónicos usaron cerillas de azufre, sino que ellos tenían una tecnología bastante sofisticada para emplear baterías electroquímicas con cableado. Hay también evidencia de baterías eléctricas y electrólisis en el Antiguo Egipto, India, y Swahililand.
Se encontraron restos de una fábrica de metales con más de 200 hornos en lo que es ahora Medzamor, en la Armenia rusa. Aunque para fundir platino se requiere una temperatura de más de 1.780 grados, algunos pueblos pre-incaicos en Perú fabricaron objetos del metal. Incluso hoy el proceso para extraer aluminio de la bauxita es un procedimiento complicado, pero Chou Chu, famoso general de la era Tsin (265-316 A.D.), fue enterrado llevando broches de aluminio en el cinturón de su vestimenta funeraria.
Huesos tallados, tiza, piedras, junto con lo que parecerían ser decoradas ''monedas," salieron de las grandes profundidades durante excavaciones. Una extraña losa grabada fue encontrada en una mina de carbón. El artefacto estaba decorado con cuadrados en forma de diamante con la cara de un anciano en cada ''caja”. En otra mina de carbón, los mineros encontraron lisos y pulidos bloques de concreto que formaban una pared sólida. Según el testimonio de un minero, él cortó un bloque y encontró en su interior la mezcla normal de arena y cemento que constituye la mayoría de los ladrillos típicos de hoy.
Un collar de oro fue hallado incrustado en un trozo de carbón. Una púa de metal se descubrió en una mina de plata en Perú. Un instrumento de hierro se encontró en una capa de carbón escocesa. Se calculó que era millones de años más antiguo de lo que se cree que el hombre ha existido. Un recipiente de metal, con forma de campana e incrustaciones de un motivo floral de color plata, fue arrancado de la roca sólida por una explosión cerca de Dorchester, Massachusetts.
Dos hipótesis pueden explicar la presencia de estos desconcertantes artefactos: 1) que ellos fueron manufacturados por una civilización avanzada de la Tierra que, debido a una catástrofe natural o tecnológica, fue destruida antes del propio génesis de nuestro mundo; 2) que estos son vestigios de una civilización tecnológica de origen extraterrestre que visitó este planeta hace millones de años, dejando atrás varios artefactos.
Aun cuando una raza extraterrestre muy adelantada podría haber visitado este planeta en tiempos prehistóricos, parece poco probable que tales artículos comunes, cotidianos como los clavos, collares, hebillas y jarrones fuesen llevados a bordo de una nave espacial y depositados en áreas tan extensamente separadas, para que hayan sido encontrados en el Norte y Sur de América, Gran Bretaña, en toda Europa, África, Asia, y el Medio Oriente.
A pesar de la impopularidad general de catastrofismo, parecen ser varias las “pruebas" recientemente descubiertas de antiguos cambios catastróficos en la corteza de la Tierra, que pueden responder por la desaparición casi total de estos mundos prehistóricos. La evidencia geológica indica que estos cambios fueron súbitos y drásticos y podrían haber destruido completamente a los primeros habitantes y sus culturas.
Quizás la evidencia más inconcebible de una tecnología prehistórica avanzada que podría haber aniquilado su cultura madre será encontrada en esos sitios que ofrecen ostensiblemente evidencia muda de una guerra nuclear prehistórica.
Se han encontrado grandes áreas de vidrio verde fundido y ciudades vitrificadas en profundos estratos de zonas de excavaciones arqueológicas en Pierrelatte, en Gabón, África; el Valle del Éufrates; el desierto del Sahara; el desierto de Gobi; Irak; el desierto de Mojave; Escocia; los reinos Antiguo y Medio de Egipto; y Turquía.
En los tiempos contemporáneos, material tal como el vidrio verde fundido sólo ha sido hallado en los sitios de pruebas nucleares (donde la arena se hubo fundido para formar la substancia). Es bastante perturbador para algunos considerar posible que estos sitios proporcionen evidencia de una guerra nuclear prehistórica. Al mismo tiempo, los científicos han encontrado varios depósitos de uranio que parecen haber sido explotados o agotados en la antigüedad.
Si es posible que la aniquilación nuclear de una civilización global tuviera lugar en tiempos prehistóricos, parece más urgente saber quiénes somos realmente, antes de que nos encontremos condenados a repetir las lecciones dejadas por un mundo anterior al nuestro.
EL AUTOR es escritor. Ha publicado hasta hoy más de 2.000 artículos y 165 libros, muchos de ellos relacionados con los grandes misterios de la humanidad, tales como Atlantis Rising y Worlds Before Our Own. Su trabajo ha sido premiado en diversas ocasiones por diferentes instituciones culturales.