Hernán Cortés y otros hechos desconocidos sobre el canal de Panamá

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Grecia, empieza la tragedia europea

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Traducido por Juan Vivanco

La tragedia europea ha empezado. Tres muertos en un banco de Atenas son el primer balance horrible de una guerra que el capitalismo financiero ha desencadenado contra la sociedad, y de la que esta no sabe como librarse. La sociedad griega no puede soportar la imposición de las agencias financieras que la han empujado al abismo de la crisis y ahora pretenden que los trabajadores paguen los platos rotos. 

La sociedad griega, empujada al abismo de la miseria, la humillación y la catástrofe, podría reaccionar alocadamente. Puede ser el principio de una tragedia que no se limitará a Grecia. 

Lo que está ocurriendo en Europa es extraordinario y terrorífico. Extraordinario, porque por primera vez la construcción europea se tambalea sin que se vislumbre una estabilización; y porque esta podría ser una oportunidad para emprender una transformación en sentido democrático y social de una entidad que no ha tenido los rasgos de la democracia, sino más bien los de una dictadura tecnofinanciera. 

Terrorífico, porque nunca había sido tan patente que la inteligencia colectiva se ha esfumado, la voz de la crítica social se ha quedado muda, la democracia ha muerto. Por consiguiente, si no sucede algo, hoy por hoy muy difícil de prever (el despertar de una inteligencia colectiva capaz de replantearse radicalmente la razón de ser de la entidad europea), el resultado de esta crisis podría ser una tragedia que acabara con lo que queda de la civilización social moderna en el continente europeo. 

Un número de la revista Loop de mayo de 2009 se titulaba «Finis Europae» (El fin de Europa), y se preguntaba si Europa podría sobrevivir al colapso financiero. La respuesta era que no, Europa no puede sobrevivir al colapso si no se libra de la clase financiera que poco a poco la está estrangulando. 

Pero de esto apenas se ha ocupado hasta ahora la intelectualidad europea (aunque ¿todavía existe algo que merezca ese nombre?). En los periódicos y las reuniones políticas oficiales sólo se discute de ridiculeces, vaciedades y frivolidades. Se diría que nadie es capaz de ver que la construcción europea ha sido hasta ahora la causa (una de las causas) del empeoramiento sistemático de las condiciones de vida de los trabajadores. 

Pese a las mentiras y estupideces que cuenta la izquierda, la política fanáticamente monetarista de la Unión ha producido una contracción del gasto público que ha empeorado la calidad de vida de las poblaciones y al mismo tiempo ha impuesto una auténtica congelación salarial acompañada de un aumento sistemático del coste de la vida. 

El fanatismo monetarista del BCE (Banco Central Europeo, verdadero centro de mando de la vida política europea) ha escogido algunos de sus blancos preferidos. 

El de las pensiones es, quizá, el más evidente. Alargar el tiempo de trabajo-vida es una de las obsesiones del neoliberalismo, basada en una sarta de vulgares mentiras. Se dice que el aumento del tiempo de vida media hace peligrar el equilibrio económico, olvidando que la productividad social media se ha multiplicado por cinco en los últimos 40 años, por lo que no cambia nada el hecho de que el número de productores pueda disminuir ligeramente. Se dice que los viejos tienen que trabajar más años por solidaridad con los jóvenes, y no hay mentira más repugnante que esta: la prolongación de los años de trabajo de los viejos trae aparejado un aumento del desempleo juvenil y una situación de chantaje en el mercado de trabajo que ha disparado la precariedad laboral. 

La política del BCE ha originado la miseria europea. Si la Unión es esto, que muera. 

Pero la muerte de la Unión, que cada día que pasa resulta más probable, sería el principio de un infierno inimaginable. Se desatarían todos los demonios que en las últimas décadas han podido mantenerse sujetos. No sólo resurgirían los nacionalismos, sino que en los países mediterráneos, arrojados al abismo de un empobrecimiento peligroso, estallaría una guerra interétnica. 

Sólo un movimiento del trabajo precario y el trabajo cognitivo, un movimiento que sitúe en el centro de la discusión política el salario único de ciudadanía, puede salvar la Unión Europea, modificando radicalmente su forma y su sustancia. Pero hoy en día un movimiento así parece tan improbable como alejado de los comportamientos psicópatas y conformistas de una generación de desesperados cuyo futuro parece decidido, sin escapatoria posible. 

Un futuro de precariedad, de esclavismo, de empobrecimiento material y psíquico. Una generación a la que sólo le quedará Facebook ―válvula de escape de la impotencia y el narcisismo― para tener la sensación de que puede hablar libremente. 

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