Luego de la oleada terrorista de 1997 contra instalaciones hoteleras cubanas y su fracaso en cuanto a la desestimulación de la actividad turística, Posada Carriles estuvo realmente ocupado en los primeros meses de 1998, con la preparación de otro atentado contra Fidel Castro, durante la esperada visita de éste a República Dominicana, en ocasión de la Cumbre de Jefes de Estados Asociados del Caribe, a celebrarse meses después, entre los días 20 y 25 de agosto de ese año.
Luego de viajar e Estados Unidos el 10 de abril de 1998, presumiblemente para encontrarse con altos dirigentes de la FNCA, entre los que se entrevistó con Alberto Hernández y Francisco José Hernández Calvo, convocó a una importante reunión en el Hotel Holliday Inn, de Ciudad Guatemala, en la que participaron, entre otros, los contrarrevolucionarios de origen cubano Enrique Bassas, Ramón Font y Luis Orlando Rodríguez.
La que se celebró entre los días 19 y 21 de julio de 1998. La reunión preparada en el Holliday Inn tenía el propósito de ultimar detalles y de recibir las instrucciones provenientes de sus jefes de la FNCA.
La que se celebró entre los días 19 y 21 de julio de 1998. La reunión preparada en el Holliday Inn tenía el propósito de ultimar detalles y de recibir las instrucciones provenientes de sus jefes de la FNCA.
El plan inicial estipulaba realizar el atentado contra el jefe de estado cubano empleando dos lanzacohetes tierra aire o mediante la colocación de cargas explosivas durante su recorrido por Santo Domingo o en algún lugar al que éste asistiera. Mientras tanto, otros terroristas de origen cubano ensayaban distintos potenciales atentados en Miami y Santo Domingo como planes alternativos.
Los pasos previos a esta operación, y con fines logísticos, los había realizado Posada Carriles desde hacía cuatro meses. Para cumplir este objetivo, el terrorista ingresó a Nicaragua por el Aeropuerto Internacional “Augusto César Sandino” el 26 de marzo de 1998, con falsa identidad a nombre de Franco Rodríguez Mena avalada con el pasaporte salvadoreño Nro. 143258, empleado por él en varias oportunidades y que usaría en noviembre del año 2000 durante el fallido atentado contra Fidel en Panamá. En Nicaragua, específicamente en Estelí, contactó con un grupo de sus socios contrarrevolucionarios cubanos, miembros de su extendida célula, a los que encargó adquirir una cierta cantidad de explosivo plástico C-4 y dos lanzacohetes portátiles. El dinero para realizar esta operación, 10 000 dólares, había sido desembolsado por la FNCA a través de del ya fallecido Arnaldo Monzón Plasencia, directivo de la misma y radicado indistintamente en Miami y Nueva Jersey.
La adquisición de estos medios de guerra, lo hicieron retornar nuevamente a Nicaragua el 7 de mayo siguiente, esta vez por vía terrestre, ingresando a la misma por el Paso de Las Manos, desde Honduras.
Paralelamente a esta conspiración magnicida, Roberto Martín Pérez, otro directivo de la FNCA, realizó varios viajes a República Dominicana para preparar un plan alternativo de atentado contra Fidel, contando con el apoyo en esa nación de los contrarrevolucionarios Frank Castro y Ramón Ignacio Orozco Crespo. Este último individuo pertenece al PUND y se ha afiliado con los terroristas Sergio González Rosquete, Frank Sturgis, Darío López, Higinio Díaz y Enrique J. Rabade. Las oficinas de este grupo terrorista radicaban en el 215 W 17th. Avenue y contaban con un campo de entrenamiento en Facahatchee Park, en Miami.
Al mismo tiempo, el contrarrevolucionario de origen cubano Rufino Álvarez Oquendo, jefe del auto titulado Ejército de Resistencia Interna, muy amigo de Martín Pérez y de Horacio Salvador García Cordero, en ese entonces miembros de la Junta de Directores de la FNCA, se encontraba preparando otro plan alternativo de atentado contra Fidel Castro cuando éste visitara Santo Domingo en el próximo agosto.
Los conspiradores del Hyatt Regency eran terroristas de amplio historial. Por ejemplo, Enrique Bassas, se dedicó a financiar varios planes terroristas de la FNCA, dada su holgada posición económica como dueño de varias clínicas y de Bassas Cargo Internacional, compañía naviera usada con fines oscuros en repetidas ocasiones y vigilada por los Feds, sin que su dueño fuera detenido ni molestado por el Buró de Miami. En 1994, algunos años antes, fue Bassas presumiblemente el encargado de facilitar a Posada Carriles algunos de los medios explosivos que el mismo me entregó para volar el famoso cabaret habanero “Tropicana”. Por su parte, Ramón Font, vinculado a Comandos L, sirvió a la CIA desde los años sesenta.
En marzo de 1961 participó junto a Tony Cuesta, Ángel Puxes, Antonio Quesada y Mario Álvarez en el ataque contra el buque soviético “Bakú”, fondeado en ese entonces en Caibarién, antigua provincia de Las Villas, en Cuba. Unos años después, en 1964, participó en unión de los terroristas Plinio Manduley, Francisco Cid Crespo y otros, en el ataque contra el faro de Bahía de Cádiz. Por último, Luis Orlando Rodríguez, encargado de sufragar los gastos de los asistentes al encuentro en el Holliday Inn, fue miembro de la escolta de Fulgencio Batista en el Campamento de Columbia y escapó de la justicia revolucionaria en marzo de 1960, integrando el Frente Democrático Revolucionario, una organización terrorista fruto de la CIA.
Fue miembro de la humillada Brigada 2605 como Jefe de la 2da Compañía del Batallón. Capturado y luego cambiado por compotas, fue entrenado en Fort Benning. A partir de allí se involucró con las fuerzas armadas norteamericanas en diversas aventuras como la guerra en Vietnam. Por último, fue enviado a El Salvador como asesor en 1985, ocasión en que se reencontró nuevamente con Posada Carriles y Félix Rodríguez Mendigutía en las actividades de Ilopango.
Mientras se encontraba envuelto en la tarea de realizar los planes de atentado contra Fidel Castro en República Dominicana, Luis Posada Carriles concedió una entrevista a dos periodistas del New York Times, Ann Louise Bardach y Larry Rohter, el 13 de julio de 1998, a los que impuso con desfachatez su participación en las actividades terroristas contra Cuba en las últimas décadas. Sin recato alguno, Posada Carriles narró a sus entrevistadores sus inicios como asalariado de la CIA en 1960, así como facetas de su largo historial como terrorista.
No omitió un solo detalle de su fuga en Venezuela cuando purgaba una condena por su participación en el atentado a un avión comercial cubano en pleno vuelo, involucrando en sus confesiones a la propia FNCA. Su ego lo traicionó: los articulistas del New York Times escucharon con estupor sobre su involucramiento en los atentados terroristas contra hoteles, discotecas y restaurantes de Ciudad de la Habana y Varadero, hechos que provocaron la muerte al turista italiano Fabio Di Celmo, varios heridos y cuantiosos daños materiales. El reclutamiento de mercenarios centroamericanos por parte de Posada Carriles para ejecutar tales acciones, respondió, según él, a un plan organizado y financiado desde Miami, por parte de la Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA), la que lo financió con 200 000 dólares, recibidos de parte de Jorge Mas Canosa, el extinto Chairman de la FNCA.
Ante los dos artículos del New York Times, la FNCA reaccionó como fiera acorralada. Incrédulos y sorprendidos por la noticia, los altos directivos de la FNCA se pusieron en guardia y reaccionaron de manera descompuesta. Tenían bien claro que Posada, como siempre lo hacía, soltaba la lengua fácilmente en busca de reconocimientos, tal como lo había hecho en Ilopango más de diez años atrás.
“La idea de que algún miembro de la Fundación ha estado, está o estará involucrado en actos de violencia contra el régimen de Castro es una mentira, pura y llana” , declaró el presidente de la FNCA, Alberto Hernández en forma airada. Y como para no dejar lugar a las dudas, agregó en la conferencia de prensa convocada por él el 15 de julio de 1998: “Esto nos es periodismo. Esto es una guerra política”.
Por su parte, Jorge Mas Santos, hijo del fundador de la FNCA, declaró con visible ira y turbación: “Estos artículos son ofensivos y difamatorios”.
Luego de recibir la primera estocada y rebasar la sorpresa, la FNCA intentó pasar a la contraofensiva, anunciando que demandaría al New York Times por difamación. Para ellos, según su apreciación, no había un solo cabo suelto que pudiera colocarlos en una situación desventajosa frente al rotativo neoyorquino. Se olvidaban, por supuesto que yo había sido testigo y participante de estos planes de atentado contra instalaciones turísticas cubanas y había recibido de parte de altos directivos de la FNCA el dinero y las orientaciones para ejecutarlos. Se olvidaban también que “Pepe” Hernández, su presidente, y dos de sus directores, Arnaldo Monzón Plasencia y Horacio Salvador García Cordero, estaban involucrados directamente en la planificación, financiamiento y organización de los mismos. Se olvidaban, por último, que fueron ellos los que me pusieron en contacto con Luis Posada Carriles para que éste me entrenara y abasteciera con los explosivos a detonar en el famoso cabaret “Tropicana”.
El nuevo milenio sorprendió a Posada Carriles y a sus socios de la FNCA tramando nuevos planes de terrorismo contra la Revolución Cubana, como si no bastaran para ellos el tiempo y el cansancio para desistir de su obcecada beligerancia.
Posada Carriles entró ilegalmente a los Estados Unidos el 26 de abril del 2000, procedente de Centroamérica, haciendo uso de un pasaporte falso salvadoreño a nombre de Franco Rodríguez Mena. El propósito de su visita era, sin lugar a dudas, organizar y coordinar un futuro atentado contra Fidel Castro en noviembre de ese año cuando éste visitara Panamá. Allí se reunió con sus viejos compinches residentes en Miami con vistas a recabar fondos para la operación y organizar el team terrorista que lo ejecutaría. Fue recibido particularmente por Alberto Hernández y Francisco José Hernández Calvo, quienes se encargarían de financiar la operación. Dentro de este plan contaba, desde luego, con la infraestructura terrorista que había creado en Centroamérica durante largos años.
El 3 de noviembre del 2000 Posada Carriles arribó a Panamá procedente de Costa Rica. En esta oportunidad volvió a emplear el mismo pasaporte salvadoreño A-143258 a nombre de Franco Rodríguez Mena, usado para su viaje a EE UU unos meses antes y que empleó también en agosto de ese año para desplazarse por la región. Una vez en Ciudad Panamá, se hospedó en la habitación 215 del Aparta hotel Las Vegas, donde contactó con uno de los miembros de la célula centroamericana, el cubano César Matamoros. Con el mismo analizó las cuestiones logísticas para la futura y tenebrosa operación de asesinar al mandatario cubano Fidel Castro Ruz.
Como una medida de lógica precaución y haciendo gala de su experiencia operativa, Posada Carriles se cambió al Coral Suites el día 8 de noviembre, comunicando previamente su intención a César Matamoros. De esta forma trataba de escabullirse de cualquier posible seguimiento de las autoridades panameñas o de otras personas. Un día después, el 9 de noviembre, arribó a Panamá por el Aeropuerto Internacional de Tocumen otro de los miembros de la célula terrorista centroamericana de Posada, el salvadoreño de origen cubano Raúl Hamouzova, quien integraría el comando magnicida. Tanto el recién llegado, como su cómplice, alquilaron un Mitsubishi Lancer de color rojo y con matrícula 223 251, en la agencia “Dollar-Rent-A-Car”, que les serviría para sus desplazamientos por la ciudad y que sería manejado por un empleado de Matamoros nombrado José Manuel Hurtado.
Posada dedicó los próximos días para preparar y organizar el futuro operativo terrorista sobre el terreno, chequeándose y contra chequeándose sistemáticamente. Dentro de los planes alternativos de fuga previó el apoyo de otro contrarrevolucionario, José Valladares, conocido como “Pepe, el Cubano”, a quien visitó en su hacienda en Chiriquí el 14 de noviembre. La ubicación de esta hacienda nombrada Jacu, en la zona fronteriza con Costa Rica, cerca del Puerto de Paso Canoa, punto fronterizo por donde él entró a Panamá apenas unos días antes, la hacía favorable como punto de recepción de los otros implicados. Allí esperó una noche el arribo de Guillermo Novo Sampoll, el que arribó un día después.
El 16 de noviembre ambos esperaron el arribo de Pedro Crispín Remón y Gaspar Jiménez Escobedo, quienes entraron a Panamá por el mismo Puerto fronterizo de Paso Canoa. Con total impunidad y con la posible ayuda de funcionarios aduanales lograron introducir dentro del equipaje la cantidad de 33,4 kilogramos de explosivos de nueva generación, así como los medios detonantes necesarios.
Otra versión plausible es que los explosivos entraron a Panamá por uno de los senderos secretos fronterizos dedicados al frecuente contrabando en la zona y que Pedro Crispín Remón los recogió al adentrarse en la espesura aledaña a la frontera. No cabe duda que, de ser cierta esta versión, fueron previamente colocados allí por cómplices de su célula centroamericana residentes en Costa Rica. Lo sorprendente de este paso por la frontera es que si bien Guillermo Novo y Pedro Remón utilizaron pasaportes norteamericanos legales con números 043788076 y 084987631, respectivamente, Gaspar Jiménez Escobedo empleó un pasaporte falso de la misma nacionalidad a nombre de Manuel Díaz y con número 044172940. Nadie se percató ni de los explosivos ni del pasaporte falso empleado por Jiménez Escobedo.
Una vez reunidos todos en la hacienda Jacu discutieron el plan operativo para el atentado y analizaron las orientaciones provenientes de sus socios de Miami. Posteriormente, ese mismo día, todos se desplazaron hacia Ciudad Panamá. Posada Carriles, Guillermo Novo y Pedro Crispín Remón lo hicieron en una avioneta alquilada previamente por su socio Valladares, mientras Gaspar Jiménez Escobedo lo hizo por tierra, en el Mitsubishi Lancer manejado por José Manuel Hurtado, haciéndose acompañar por la poderosa carga explosiva.
Ya en Ciudad Panamá, todos se hospedaron en el Coral Suites: Posada y Remón en la habitación 310, mientras Jiménez Escobedo y Novo Sampoll lo hacían en la 509. Indudablemente fue un error operativo el concentrarse todos en el mismo hotel, lo que permitió su fácil y posterior captura. Posiblemente fue un exceso de confianza del tradicionalmente desconfiado Luis Posada Carriles.
Una medida lógica fue tratar de deshacerse del Mitsubishi Lancer que emplearon en los días iníciales, por lo que rentan dos autos diferentes: un Mitsubishi Lancer de color negro y otro Mitsubishi modelo Galant. Novo y Gaspar Jiménez se movieron en el primero, empleando a Hurtado como chofer, mientras Posada Carriles y Remón usaron el Galant para desplazarse por la ciudad. En el Mitsubishi negro se dedicaron Novo Sampoll y Gaspar Jiménez a realizar los primeros estudios operativos con vistas a seleccionar el lugar del futuro atentado contra Fidel Castro. Recorrieron inicialmente las áreas aledañas al Ceasar Park, hotel en que se llevarían a cabo las sesiones de la Décima Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado, comprobando la existencia de severas medidas de seguridad, lo que les hizo descartar este sitio.
Posteriormente se dirigieron a la Universidad y se acercaron al Paraninfo, lugar en que se reuniría Fidel Castro con más de un millar de estudiantes universitarios. En horas de la noche del 17 de noviembre ya estaba claro que el lugar idóneo para el magnicidio sería el Paraninfo de la Universidad de Panamá, sin importarles poner en riesgo la vida de numerosas personas inocentes. Novo y Gaspar Jiménez Escobedo emplearon a José Hurtado para que realizara un estudio “in situ” dentro de las áreas de la Universidad de Panamá.
Mientras los terroristas daban punto final a la organización de su criminal operativo, Hurtado llevaba el Mitsubishi rojo a un punto de fregado, ya que sería entregado al día siguiente, 18 de noviembre. Al revisar el auto, José Hurtado se percató del inexplicable olvido por parte de Luis Posada Carriles de la maleta negra portadora de los explosivos. Al llamar a su jefe, César Matamoros, éste le indicó que la devolviera a sus dueños. Todavía hoy sorprende este “olvido” del material explosivo por parte de los operativos contrarrevolucionarios, los que contaban con amplia experiencia en operaciones encubiertas dada su larga actividad como expertos de la CIA.
Los acontecimientos se sucedieron de manera precipitada una vez que el Comandante en Jefe Fidel Castro denunció en una conferencia de prensa los planes de magnicidio que involucraban a Posada Carriles y sus cómplices. Todos los complicados en el fallido atentado fueron capturados sobre las 4 de la tarde del 17 de noviembre en el Coral Suites y sus áreas aledañas, viéndose Hurtado imposibilitado de devolverles la maleta con los explosivos. Ante este imprevisto escondió la maleta con los explosivos en un terreno baldío cercano al aeropuerto de Tocumen.
La detención de Posada Carriles y sus cómplices por parte de efectivos de la Dirección de Seguridad de la Policía Técnico Judicial, dirigidos por Roger Díaz Quintero, dio paso a los interrogatorios preliminares en que los detenidos negaron su vínculo con el Mitsubishi Lancer en que Hurtado logró fugarse inicialmente.
El día 19 de noviembre, una vez capturado Hurtado, éste indicó a la Policía Técnico Judicial el lugar en que se encontraban ocultos los explosivos. Al abrirla se comprobó su peligroso contenido. A los 33,44 kilos de explosivo plástico le acompañaban todos los medios iniciadores y de control remoto requeridos para asegurar la detonación. De la misma manera, las indagaciones periciales corroboraron la presencia de muestras y trazos humanos dentro del contenido. La negación inicial de los complotados a ser sometidos a la indagación judicial, establecida para los primeros días de diciembre del año 2000, despertó profundas sospechas en los investigadores.
Por su parte, Raúl Hamouzova consiguió evadir a la justicia panameña, mientras César Matamoros logró evadir la prisión mediante diversos vericuetos legales.
Otro de los implicados, José Valladares Acosta, falleció en su hacienda Jacu el 7 de octubre de 2003 mientras se encontraba bajo arresto domiciliario y en espera de la realización del juicio a sus cómplices. Era, sin lugar a dudas, uno de los miembros de la célula terrorista centroamericana, confabulado en la preparación y aseguramientos de acciones violentas, así como uno de los miembros de las actividades de narcotráfico en la región, en unión de su socio Orestes Cosío, deportado a EE UU por actividades de narcotráfico.
Durante la celebración del juicio a los cuatro terroristas en la sede del Tribunal Marítimo en Ciudad Panamá, llamó la atención la presencia de un sinnúmero de contrarrevolucionarios de origen cubano entre los que se destacaron Francisco Pimentel, Osiel González Rodríguez, Pedro Gómez, Ernesto Abreu y Alicia del Busto.
Los terroristas juzgados en Panamá recibieron condenas irrisorias entre 8 y 7 años de prisión en el 2004, sin tenerse en cuenta los crímenes cometidos por ellos y que algunos, como Posada Carriles y Gaspar Jiménez Escobedo, se encontraban prófugos de la justicia venezolana y mejicana respectivamente.
Sin tener en cuenta todos estos antecedentes criminales de los implicados en el frustrado magnicidio de Panamá, estos fueron condenados, irrisoriamente, de la siguiente manera: Luis Posada Carriles y Gaspar Jiménez Escobedo: 8 años de prisión; Pedro Crispín Remón, Guillermo Novo Sampoll y César Matamoros: 7 años de prisión; y José Manuel Hurtado: cuatro años de prisión.
La decisión del juez panameño Ho Justitiani, ignoró los delitos de asociación para delinquir y posesión de explosivos, ampliamente comprobados en el proceso judicial. Bueno es aclarar, que dicho juez y otros miembros del tribunal recibieron serias presiones y amenazas durante la celebración del proceso penal contra estos terroristas.
Mientras los cuatro frustrados magnicidas purgaban prisión en Panamá, gozando de innumerables privilegios, el Departamento de Estado de Estados Unidos emitió el 29 de abril de 2004, un documento titulado “Perspectiva general del Hemisferio Occidental”, en el que se evaluó la actividad terrorista durante el año 2003. Aunque en el mismo se ignoró la actividad terrorista de los grupos anticubanos, incluyendo a los detenidos en el país istmeño, los EE UU plantearon:
“La amenaza del terrorismo en el Hemisferio Occidental siguió siendo baja en 2003, en comparación con otras regiones del mundo. Aun así, la región no está de ningún modo exenta de ser explotada por grupos que la utilizarían para procurar refugio, financiamiento, documentos de viaje ilegales o acceso a Estados Unidos por rutas, establecidas desde hace tiempo, para el contrabando de narcóticos y de migrantes indocumentados.”
EL FBI EN PANAMA: ¿CEGUERA O COMPLICIDAD?
La total impunidad con la que se movió Posada Carriles en Centroamérica es una prueba de la confabulación de los Oficiales del FBI acreditados en la embajadas norteamericanas como attaches jurídicos (Legats), con su avatar terrorista, incluso cuando los federales incrementaron en esa zona los cursos denominados "Panorámicas y técnicas de investigación", impartidos a jueces y a otros estamentos policiales. De la misma manera, el caso omiso del Buró al terrorismo contra Cuba se puso de manifiesto de que la representación del Buró en Panamá no estuvo al tanto de los planes magnicidas contra Fidel durante la realización de la X Cumbre Iberoamericana de jefes de Estado en el país del Istmo. La ineficacia o deliberado silencio de la Oficina del FBI en Panamá ante el plan terrorista y la falta de contacto con la Interpol, la CIA y otras agencias federales norteamericanas, tiende a levantar serias sospechas sobre su conocimiento o no de este plan.
Con independencia de existir varios antecedentes de hechos terroristas en Panamá, tales como el atentado contra la embajada de Panamá en Caracas el 1 de octubre de 1974; la destrucción el 11 de julio de 1976 de las oficinas de “Air Panamá,” en Bogotá, Colombia, por hombres al mando de Orlando Bosch; así como el atentado contra las oficinas de “Cubana de Aviación” en Ciudad Panamá, el 18 de agosto de 1976; el plan de atentado contra Fidel si éste asistía a los funerales del mandatario panameño Omar Torrijos, luego que falleciera en un hecho no dilucidado cuando su helicóptero se precipitó a tierra el 31 de julio de 1981, organizado por Huber Matos; la preparación en Panamá de una célula del CID con fines terroristas en 1982; plan de atentado contra el Ministro del MININT cubano durante una posible visita de éste a Panamá en 1989, organizado por Gaspar Jiménez Escobedo y que incluía la participación de un comando terrorista, el cual fue capturado por la policía panameña; la presencia en Panamá desde 1994 de Raymond Molina, de amplio pasado terrorista y prófugo de la justicia norteamericana por el delito de fraude electoral; amenaza de bomba contra la Embajada de Cuba en Panamá, el 11 de enero de 1997; la presencia en Panamá en abril de 1998, de dos connotados terroristas, Jorge Enrique Bringuier y "Cuco" Bringuier, posiblemente para preparar acciones extremistas; ni las autoridades panameñas ni el FBI tomaron acciones contra los terroristas involucrados en el plan magnicida, permitiendo su entrada al país con total libertad.
Por su parte, la Oficina del FBI de Miami, dirigida por Héctor Pesquera desde 1998 hasta el 2003, ignoró la partida de estos terroristas hacia el país istmeño, sabiendo que ésta coincidía con un evento internacional en el que participaría Fidel, ignorando la participación de estos en el plan de atentado “investigado” por él en 1997.
El meses siguientes, mientras se encontraban detenidos en el centro penitenciario “El Renacer”, a media hora por carretera de Ciudad Panamá, los cuatro terroristas cubanos gozaron de privilegios excesivos, tales como disponer libremente de los teléfonos, el fax y el internet situados en las propias oficinas del Director de la prisión, Ricardo Apú.
Para ellos todo parecía ir viento en popa sabiendo que los hilos de varias conspiraciones para excarcelarlos se iban tejiendo en Miami por sus socios de la FNCA y, particularmente, por Santiago Álvarez Magriñá. Realmente sus prerrogativas eran bastantes y recibían libremente las visitas de muchas personas con los que no los unían lazos familiares, sino otros lazos más complicados y uno de ellos era el de ser sus cómplices del intento de magnicidio en Panamá, entre los que se encontraba Nelsy Ignacio Castro Matos y el propio Santiago. Así iban pasando los días y se mantenían debidamente informados por sus socios de los avances de los planes de excarcelación. Ya otras veces habían salido de iguales atolladeros pensaba cada uno. Solo les quedaba esperar y hacer acopio de paciencia.
Mientras tanto, por indicaciones de su abogado Rogelio Cruz se presentaban como un grupo de abuelos indefensos a los que se acusaba falsamente. Apoyados en el veneno nocivo de la prensa mediática controlada por sus socios, acusaban una imagen de hombres enfermos y desvalidos.
Esos pretendidos abuelitos pretendieron engañar al mundo mostrando un aparente estado de salud frágil y delicado. Sin lugar a dudas, se estaba preparando la opción de fuga con la complicidad de su narco leguleyo abogado Rogelio Cruz y miembros del gobierno de la ex presidenta Mireya Moscoso. Prueba de ello es que, a fines de junio de 2002, Posada Carriles fue trasladado al hospital privado San Fernando, aludiendo un cuadro clínico totalmente dudoso, entre el que se encontraban un sinnúmero de dolencia y padecimientos tales como insuficiencia circulatoria en el cerebro, atrofia encefálica, arterioesclerosis múltiple con degeneración de los tejidos, insuficiencia cerebro vascular, cáncer de piel, hipertensión y afecciones auditivas.
Un rol destacado en los planes de fuga durante el período carcelario de Posada Carriles lo tuvo, como ya señalamos, el abogado panameño Rogelio Cruz vinculado con traficantes como Gilberto Rodríguez Orihuela, Jorge Ochoa, jefes en los carteles de Cali y Medellín, respectivamente. Otros de los narcotraficantes con los que mantuvo relaciones fueron Celso Fernández Espina y José Castrillón Henao, este ultimo sucesor en la dirigencia del cartel de Cali.
Mientras Posada Carriles y sus cómplices se encontraban en prisión, Santiago Álvarez y la FNCA organizaron una infiltración el 26 de abril de 2001. En esa oportunidad fueron capturados Ihosvany Suris de la Torre, Santiago Padrón Quintero y Máximo Robaina con cuatro fusiles automáticos AK-47 de procedencia rumana, un fusil M-3, tres pistolas Makarov, visores nocturnos, radios y abundante dinero.
Otro hecho que puso al desnudo la complicidad del FBI con Posada Carriles y sus cómplices, fue que todos los documentos originales de su expediente, conservados durante años en la cámara fuerte del FBI de Miami, fueron destruidos por órdenes de Héctor Pesquera, el mismo oficial que decidió y realizó, el 12 de septiembre de 1998, el arresto de los Cinco Héroes cubanos bajo falsas acusaciones de espionaje. Si algo se ofreció al gobierno panameño fue solo lo que el FBI quiso, solo eso y nada más.
Pesquera no fue el único cómplice de Posada. Otro agente del FBI, George Kiszynski, el oficial del FBI que se reunió con Posada Carriles en Honduras en 1992, fue quien recibió de los detectives Sergio Pinion y Ozzie Austin la información de las actividades del CORU y todo parece indicar que Kiszynski la hizo llegar a miembros de esa organización terrorista unos días después. Ya diez años antes, en 1982, otra vez el FBI había entorpecido la actividad de la policía de Miami sobre Omega 7 y Pedro Crispín Remón.
La complicidad de Kiszynski con Posada Carriles quedó evidenciada cuando en julio 1998 se dio a conocer la frustración del ingeniero guatemalteco Antonio Jorge Álvarez, quien dijo haberse comunicado con el FBI ante las sospechas de que Posada Carriles participaría en un atentado contra Fidel Castro en Isla Margarita, Venezuela, así como una serie de sabotajes en Cuba. Para sorpresa del guatemalteco, un agente del FBI lo llamó desde Miami para interesarse por su declaración y alertarlo de que abandonara el país, pero realmente el Buró no hizo nada contra el terrorista. Mucho después se supo que el federal que mantuvo sin divulgar los temores de Álvarez no era otro que George Kiszynski.
LA MAFIA MIAMENSE CONSPIRÓ PARA LIBERAR A POSADA.
Que la mafia fanática de Miami desarrolló una fuerte ofensiva dentro del gobierno norteamericano para liberar a los terroristas encerrados en Panamá, no resultó extraño para nadie. Ésta se arreció el 2 de mayo del 2003 cuando Feliciano Foyo, Roberto Martín Pérez y Horacio Salvador García Cordero, cómplices de Posada Carriles en muchos planes de asesinato para asesinar a Fidel Castro, fueron recibidos en las oficinas de la Secretaría de Estado por Roger Noriega, en esos momentos Subsecretario para el Hemisferio Occidental. Días después, fueron invitados un grupo de terroristas por el propio presidente norteamericano para asistir a una celebración en la Casa Blanca. George W. Bush recibiría el 10 de octubre del 2003, en la Casa Blanca, a otro grupo de terroristas, entre los que se encontraban Ninoska Pérez-Castellón y Luis Zúñiga Rey. Otra vez la mafia clamó por la excarcelación de sus amigos.
El 18 de marzo de 2004 terminó el juicio relámpago contra Posada Carriles y sus cómplices. Fue en realidad un juicio complicado, lleno de inconsistencias y que por su esencia y debilidades daría como solución legal a una irrisoria condena: penas de entre 4, 7 y 8 años de privación de libertad. De inmediato, sentenciados ya, se arreciarían las gestiones para excarcelarlos por cualquier vía.
El 24 de abril de 2004 se dieron los primeros pasos cuando la mafia se alborotó para tratar de liberar a sus ya sentenciados congéneres. Con bombo y platillo, anunciaron su esfuerzo por recabar fondos para apoyarlos. Cumpliendo este cometido, se llevó a cabo una cena en el Reinassance Ballroom de West Miami, la que sobresalió por sus peculiaridades: recabar fondos para ayudar a Posada Carriles y a sus cómplices, detenidos en Panamá. Participaron 400 personas con un valor por cubierto de 100 dólares. Entre los presentes se encontraban decenas de ex integrantes de la Brigada 2506, vapuleada una vez en las arenas de Girón por los cubanos dignos de la Isla.
Francisco José Hernández Calvo, Humberto Hernández, Santiago Álvarez, Luis Zúñiga Rey, Ninoska Pérez Castellón y muchos más. Por su parte, el narco defensor de los terroristas, Rogelio Cruz, alardeaba públicamente de que sus defendidos pronto estarían en la calle.
La componenda no se hizo esperar: la presidenta mafiosa Mireya Moscoso indultó arbitrariamente a los terroristas el 26 de agosto de 2004, seis meses después de la condena y cinco días antes de que expirara su mandato presidencial. En una madrugada, tomando extremas precauciones, fueron extraídos de la prisión “El Renacer” y conducidos al aeropuerto bajo fuerte custodia, sin el conocimiento del director de la prisión, los fiscales del caso y el propio juez Ho Justiniani. Allí los esperaban uno o dos aviones que los transportarían fuera de Panamá, los que fueron alquilados por Santiago Álvarez y la FNCA.
Años después este indulto fue declarado como violatorio de la constitucionalidad panameña por parte de la Corte Suprema de Justicia de Panamá, la que adoptó esta decisión por unanimidad. Un juicio contra los implicados dentro del gobierno panameño se realizaría el día 3 de septiembre de 2005, con vistas a juzgar su implicación en estos hechos.
Cuando la presidenta Mireya Moscoso, por obra y gracia de su unilateral voluntad, liberó a Posada Carriles y sus cómplices, santificó una nueva forma de fuga: aquella en la que la impunidad es capaz de maniatar a la justicia y no dejarle el más mínimo espacio a la razón. Fuga al fin, fraguada en silencio y efectuada en las sombras, ejecutada sobre la base de subterfugios y falsificación de identidades, conspiraciones y sobornos, consumó una de las iniquidades más repudiables de nuestros tiempos. Fue, sin lugar a dudas, la mayor ofensa cometida contra el antiterrorismo.
En el Aeropuerto Internacional de Tocumen los terroristas fueron despedidos por Carlos Barés, en ese entonces director de la Policía Nacional de Panamá, así como por Javier Tapia, subdirector de Inmigración, y Arnulfo Escobar, jefe de la Dirección de Investigación e Información de la Policía por aquellos tiempos.
Hoy se han podido aclarar las verdaderas motivaciones que tuvo la ex presidenta panameña para indultar arbitrariamente a los terroristas. Su decisión no fue solamente provocada por su identificación ideológica con los mismos y por las presiones del Departamento de Estado norteamericano, entre éstas las realizadas por el propio Collin Powell, Secretario de Estado, en diciembre de 2003, y por Otto Reich, Secretario de Estado Adjunto para Asuntos del Hemisferio Occidental, el 20 de enero de 2004. Previamente había recibido la propuesta de recibir cuatro millones de dólares, los que le fueron entregados mediante una operación que involucró al Mellon United National Bank y un auto titulado Comité Pro Libertad de los Hermanos Presos en Panamá. El pago se realizó mediante gestiones de Ruby Moscoso, hermana de la ex presidenta, a través de un banco de Liechtenstein.
Detrás de estos hechos pudo haber estado la anuencia y presiones de la CIA, cuyo director en agosto de 2004, nombra por George W. Bush, era nada más y nada menos que Porter Goss, socio de correrías de Luis Posada Carriles durante la Operación 40. Desde 1997 era el Presidente del Comité de Inteligencia de la Cámara Baja de Estados Unidos.
Los hechos hablan por sí solos: Los recién indultados recibieron falsas identidades. Posada Carriles recibió un pasaporte norteamericano a nombre de Melvin Cloyde Thompson, hurtado a su dueño meses antes en Costa Rica. Por su parte, Guillermo Novo Sampoll, Pedro Crispín Remón y Gaspar Jiménez Escobedo, utilizarían en su periplo Panamá – Honduras - Miami, los pasaportes de Ernesto Abreu, Orlando González y Miguel Álvarez, respectivamente.
Horas después de su despegue, ambos aviones aterrizaron en el aeropuerto “Ramón Villeda Morales” de San Pedro Sula, Honduras, sobre las 7.30 a.m. de dicho jueves 26 de septiembre. Los cuatro terroristas eran esperados allí por Rafael H. Nodarse quien realizó los trámites migratorios requeridos por las autoridades hondureñas sin ninguna dificultad. Momentos después acompañaron a Rafael Nodarse en su camioneta Nissan Pathfinder. Regresaron horas después para partir rumbo a Miami, sobre las 11.45 a.m., en una avioneta Lear. Posada Carriles se quedó en San Pedro Sula en compañía de los dos hijos de Nodarse.
Fue Santiago Álvarez Fernández Magriñá y otros miembros de la FNCA quienes rentaron los dos aviones ejecutivos usados para recoger a Posada, Gaspar Jiménez Escobedo, Guillermo Novo Sampoll y Pedro Remón. En las aeronaves llegó una comparsa de terroristas radicados en Miami, integrada por Ernesto Abreu, Orlando González y Miguel Álvarez para fiscalizar el operativo. Luego, al despegar las aeronaves, Luis Posada Carriles se uniría a ellos en una de ellas.
Mientras los terrorista salían de Panamá rumbo a Honduras, la presidenta Moscoso telefoneó al entonces embajador de Estados Unidos en Panamá, Simón Ferro, informándole de la excarcelación de los terroristas, tal como previamente se había acordado con el Secretario de Estado Collin Powell.
Posada Carriles fue identificado en Honduras en diferentes ocasiones. Se le vio en una oportunidad saliendo del aeropuerto “Ramón Villeda Morales” y, en otra, almorzando con Ralph Nodarse en un lujoso restaurante. Está claro, pues, que el entonces presidente hondureño Ricardo Maduro y sus Ministro de Seguridad y Vice ministro de la misma institución, Oscar Álvarez y Armando Calidonio, respectivamente, ignoraron la presencia de este criminal en su país. Las noticias sobre el escandaloso refugio de Posada Carriles en Honduras, durante un tiempo, luego de su excarcelación por la Moscoso, han creado fuertes denuncias contra miembros del gobierno del ex presidente Ricardo Maduro, quien gobernaba ese país en aquellos momentos.
Maduro, quien participó en el criminal golpe de estado contra el presidente constitucional, Manuel Zelaya, visitó Washington en julio de 2009, donde fue recibido por los congresistas cubanoamericanos de la Florida, Ileana Ros Lehtinen y los hermanos Díaz Balart, así como el ex candidato presidencial John Mc Cain. Era, sin lugar a dudas, un justo premio y un “merecido” espaldarazo a quien gobernaba honduras y permitió que Posada carriles obtuviera refugio allí mientras se preparaba su ulterior ingreso a los Estados Unidos.
La presencia de John McCain en el encuentro con Ricardo Maduro no resultó sorprendente ya que se conocía que este personaje mantuvo fuertes vínculos con la derecha hondureña desde los años 80 del siglo pasado. Por esa época fue Asesor del Consejo Norteamericano para la Libertad Mundial, el capitulo USA de la Liga Anticomunista Mundial. La LAM fue una asociación internacional radicada en Taipéi y que aglutinaba a lo más selecto de la ultraderecha y el anticomunismo internacional.
Otro de los elementos que descartan cualquier sorpresa del recibimiento dado por Mc Cain al ex presidente Maduro y su asociación con los congresistas de la derecha norteamericana, lo es el hecho de que siempre ha apoyado abiertamente el terrorismo contra Cuba. No en balde, recibió el apoyo del Foro Patriótico Cubano de Miami, integrado por lo más cavernario de la mafia miamense, como lo son el Consejo por la Libertad de Cuba, la Brigada 2506 y otras organizaciones, en agosto de 2008.
Finalmente, como todos conocemos, Posada Carriles logró regresar a los Estados Unidos, bajo la anuencia de la mafia terrorista de Miami y la confabulación del entonces jefe de la oficina del FBI en Miami, Johnatan I. Salomon. Otra vez la impunidad campeaba por su libre albedrío.