Como si faltara polémica en Italia respecto del papel de la Iglesia, la semana pasada la televisión de ese país programó la película Ángeles y Demonios, basada en la novela de Dan Brawn, que ya en su estreno mundial dio pie a muchas críticas.
El mismo lunes 5, cuando el papa Benedicto XVI hacía un llamado desde su casa de reposo en Castel Gandolfo para apoyar a la Iglesia, la televisión de paga estrenó en horario estelar la controvertida cinta, que se repitió en diferentes horarios durante toda la semana.
Ese mismo día, Joseph Ratzinger alzó su brazo derecho mirando al cielo, al terminar la misa del Angelus, e invitó a todos los bautizados, especialmente a los sacerdotes, a ser ángeles, o sea a comportarse como “mensajeros de Cristo”.
Sus últimas plegarias de ese día fueron para la Iglesia, hoy tan fuertemente cuestionada. “La presencia amorosa de Cristo acompaña a la Iglesia y la sostiene en medio de la dificultad”, señaló Ratzinger, consciente de que ni las celebraciones de la Semana Santa eran capaces de parar la crisis que se vive en el Vaticano por los múltiples escándalos de pedofilia que involucran a sacerdotes de varias partes del mundo.
A los escándalos se suman las acusaciones de encubrimiento que recaen directamente sobre Benedicto XVI y uno de sus más cercanos colaboradores, el cardenal Tarcisio Bertone, cuando ambos estaban al frente de la Congregación de la Doctrina de la Fe.
Según investigaciones de The New York Times y también del semanario alemán Die Zeit, Bertone trató de frenar a toda costa, desde mayo de 1998, el escándalo del sacerdote de Milwaukee, Lawrence Murphy (acusado de abusar de al menos 200 niños), bajo el argumento de que dejarían que muriera en paz. El deceso del sacerdote pederasta ocurrió en agosto de ese mismo año.
Y aún están recientes las críticas por no ofrecer en ninguna de las celebraciones de Semana Santa una disculpa abierta para las víctimas de pedofilia o siquiera una línea contra los agresores, miembros de la Iglesia católica, hoy bajo la lupa.
En una entrevista concedida al Osservatore Romano, el decano del Colegio Cardenalicio, Ángelo Sodano, explicó que si el Papa no ha dicho nada más sobre los casos de abusos se debe a que dejó clara su posición desde el 19 de marzo, cuando envió la carta a los irlandeses, en la que señalaba: “Los culpables deberán responder ante Dios y ante los tribunales”.
De acuerdo con Sodano, “atrás de los ataques a Benedicto XVI sobre los padres pedófilos hay visiones contrarias al Evangelio, y los errores de los sacerdotes son usados como armas contra la Iglesia”.
Por su parte, el portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, señaló el pasado martes 6 que “la tolerancia cero de Ratzinger no se reduce a un anatema religioso y, además, a causa de la justicia divina llama a la justicia terrena, por lo que los obispos deberán denunciar los hechos del clero infiel a los magistrados”.
La espera en Milán
Poco antes, el pasado jueves 1, Pietro Forno, procurador adjunto de la República en la ciudad de Milán, habló de los delitos de pedofilia cometidos por miembros de la Iglesia.
En una entrevista al diario Il Giornale, Forno expresó que en Italia existe una jerarquía católica que “calla, cubre y enloda”, y que por miedo a los escándalos no castiga a los curas culpables de abusos sexuales y los deja en contacto con fieles, con niños, y cierra los ojos delante de un fenómeno ampliamente radicado.
Al día siguiente de esas declaraciones, el propio ministro de Justicia, Angelino Alfano, decidió enviar investigadores a Milán para saber en realidad cuántos eran los casos a los que el procurador Forno hizo referencia o si se trataba sólo de difamaciones.
Desde 1992, Forno se ocupa de delitos sexuales y actualmente es el jefe del grupo especializado en molestias y abusos de la Procuraduría de Milán, la capital de la región lombarda.
De acuerdo con el procurador, en los 18 años que lleva al frente de ese grupo, jamás le ha llegado una denuncia por parte de un obispo o de un sacerdote, pero asegura que la lista de abusos desgraciadamente no es corta.
Desde su oficina en Milán, rechaza hablar por ahora sobre los casos de pedofilia, pero reconoce que lo que ha dicho anteriormente es cierto.
Sin querer entrar en polémica, Forno opina que en estos casos hay otro problema sobre lo que significa el abuso sexual por parte de un sacerdote.
“Aquí me permito decir una cosa que en estos días no se ha hablado sobre el tema de los abusos sexuales al interior de la Iglesia, pues el discurso viene muy frecuentemente liquidado como un problema de pedofilia, pero el sacerdote que abusa de un niño es más comparable a un padre incestuoso que a un pedófilo de la calle que molesta a un niño en cualquier parque o jardín.
“Se necesita partir de un hecho concreto, y es que el sacerdote tiene un enorme poder espiritual, tanto, que por eso es llamado ‘padre’, lo cual es muy significativo. Si vemos estos episodios en sentido no biológico, sino espiritual y moral, nos encontramos de frente más con un abuso incestuoso que con un típico abuso”, agrega.
Y recuerda que en las notas de estos días se habla de hechos ocurridos en los confesionarios. Y pregunta: “¿Por qué justo en esos lugares y en esos momentos? Según yo, porque es justo en esos momentos cuando el sacerdote se presenta como representante de Dios”.
En esta ciudad, Milán –explica–, fue condenado un sacerdote que a muchachitas de 14 y 15 años las hacía desvestirse en los confesionarios para después tocarlas, diciéndoles que eso que hacía lo quería Jesús.
Según Il Giornale, para que la magistratura interrogue a un sacerdote por el delito de abuso sexual, la queja debe llegar prácticamente por sí sola, basándose en denuncias de familiares de las víctimas, que acuden a las autoridades judiciales después de que las autoridades religiosas les dieron la espalda.
“Es verdad que no existe una obligación formal de denuncia por parte de la autoridad eclesiástica, porque un obispo no es un oficial, y entonces el obispo que calla no comete el delito que cometería un funcionario oficial que callara ante estos hechos”, señaló.
Y mientras el procurador Forno continúa a la espera de los investigadores, surgió otro caso de pedofilia en la Iglesia católica.
Desde Noruega, un exobispo de Trondheim confesó haber abusado de un niño hace 20 años. El caso fue confirmado el miércoles 7 por la Santa Sede, la cual aseguró haber tenido conocimiento desde enero de 2009, por lo que aceptó la dimisión del prelado en mayo de ese mismo año.
Los demonios, pues, siguen sueltos.
http://www.proceso.com.mx/rv/modHome/detalleExclusiva/78260
Ese mismo día, Joseph Ratzinger alzó su brazo derecho mirando al cielo, al terminar la misa del Angelus, e invitó a todos los bautizados, especialmente a los sacerdotes, a ser ángeles, o sea a comportarse como “mensajeros de Cristo”.
Sus últimas plegarias de ese día fueron para la Iglesia, hoy tan fuertemente cuestionada. “La presencia amorosa de Cristo acompaña a la Iglesia y la sostiene en medio de la dificultad”, señaló Ratzinger, consciente de que ni las celebraciones de la Semana Santa eran capaces de parar la crisis que se vive en el Vaticano por los múltiples escándalos de pedofilia que involucran a sacerdotes de varias partes del mundo.
A los escándalos se suman las acusaciones de encubrimiento que recaen directamente sobre Benedicto XVI y uno de sus más cercanos colaboradores, el cardenal Tarcisio Bertone, cuando ambos estaban al frente de la Congregación de la Doctrina de la Fe.
Según investigaciones de The New York Times y también del semanario alemán Die Zeit, Bertone trató de frenar a toda costa, desde mayo de 1998, el escándalo del sacerdote de Milwaukee, Lawrence Murphy (acusado de abusar de al menos 200 niños), bajo el argumento de que dejarían que muriera en paz. El deceso del sacerdote pederasta ocurrió en agosto de ese mismo año.
Y aún están recientes las críticas por no ofrecer en ninguna de las celebraciones de Semana Santa una disculpa abierta para las víctimas de pedofilia o siquiera una línea contra los agresores, miembros de la Iglesia católica, hoy bajo la lupa.
En una entrevista concedida al Osservatore Romano, el decano del Colegio Cardenalicio, Ángelo Sodano, explicó que si el Papa no ha dicho nada más sobre los casos de abusos se debe a que dejó clara su posición desde el 19 de marzo, cuando envió la carta a los irlandeses, en la que señalaba: “Los culpables deberán responder ante Dios y ante los tribunales”.
De acuerdo con Sodano, “atrás de los ataques a Benedicto XVI sobre los padres pedófilos hay visiones contrarias al Evangelio, y los errores de los sacerdotes son usados como armas contra la Iglesia”.
Por su parte, el portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, señaló el pasado martes 6 que “la tolerancia cero de Ratzinger no se reduce a un anatema religioso y, además, a causa de la justicia divina llama a la justicia terrena, por lo que los obispos deberán denunciar los hechos del clero infiel a los magistrados”.
La espera en Milán
Poco antes, el pasado jueves 1, Pietro Forno, procurador adjunto de la República en la ciudad de Milán, habló de los delitos de pedofilia cometidos por miembros de la Iglesia.
En una entrevista al diario Il Giornale, Forno expresó que en Italia existe una jerarquía católica que “calla, cubre y enloda”, y que por miedo a los escándalos no castiga a los curas culpables de abusos sexuales y los deja en contacto con fieles, con niños, y cierra los ojos delante de un fenómeno ampliamente radicado.
Al día siguiente de esas declaraciones, el propio ministro de Justicia, Angelino Alfano, decidió enviar investigadores a Milán para saber en realidad cuántos eran los casos a los que el procurador Forno hizo referencia o si se trataba sólo de difamaciones.
Desde 1992, Forno se ocupa de delitos sexuales y actualmente es el jefe del grupo especializado en molestias y abusos de la Procuraduría de Milán, la capital de la región lombarda.
De acuerdo con el procurador, en los 18 años que lleva al frente de ese grupo, jamás le ha llegado una denuncia por parte de un obispo o de un sacerdote, pero asegura que la lista de abusos desgraciadamente no es corta.
Desde su oficina en Milán, rechaza hablar por ahora sobre los casos de pedofilia, pero reconoce que lo que ha dicho anteriormente es cierto.
Sin querer entrar en polémica, Forno opina que en estos casos hay otro problema sobre lo que significa el abuso sexual por parte de un sacerdote.
“Aquí me permito decir una cosa que en estos días no se ha hablado sobre el tema de los abusos sexuales al interior de la Iglesia, pues el discurso viene muy frecuentemente liquidado como un problema de pedofilia, pero el sacerdote que abusa de un niño es más comparable a un padre incestuoso que a un pedófilo de la calle que molesta a un niño en cualquier parque o jardín.
“Se necesita partir de un hecho concreto, y es que el sacerdote tiene un enorme poder espiritual, tanto, que por eso es llamado ‘padre’, lo cual es muy significativo. Si vemos estos episodios en sentido no biológico, sino espiritual y moral, nos encontramos de frente más con un abuso incestuoso que con un típico abuso”, agrega.
Y recuerda que en las notas de estos días se habla de hechos ocurridos en los confesionarios. Y pregunta: “¿Por qué justo en esos lugares y en esos momentos? Según yo, porque es justo en esos momentos cuando el sacerdote se presenta como representante de Dios”.
En esta ciudad, Milán –explica–, fue condenado un sacerdote que a muchachitas de 14 y 15 años las hacía desvestirse en los confesionarios para después tocarlas, diciéndoles que eso que hacía lo quería Jesús.
Según Il Giornale, para que la magistratura interrogue a un sacerdote por el delito de abuso sexual, la queja debe llegar prácticamente por sí sola, basándose en denuncias de familiares de las víctimas, que acuden a las autoridades judiciales después de que las autoridades religiosas les dieron la espalda.
“Es verdad que no existe una obligación formal de denuncia por parte de la autoridad eclesiástica, porque un obispo no es un oficial, y entonces el obispo que calla no comete el delito que cometería un funcionario oficial que callara ante estos hechos”, señaló.
Y mientras el procurador Forno continúa a la espera de los investigadores, surgió otro caso de pedofilia en la Iglesia católica.
Desde Noruega, un exobispo de Trondheim confesó haber abusado de un niño hace 20 años. El caso fue confirmado el miércoles 7 por la Santa Sede, la cual aseguró haber tenido conocimiento desde enero de 2009, por lo que aceptó la dimisión del prelado en mayo de ese mismo año.
Los demonios, pues, siguen sueltos.
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