Juan Diego García (especial para ARGENPRESS.info)
Los amigos incondicionales de los Estados Unidos y sus aliados europeos en Latinoamérica y el Caribe son ciertamente impresentables. Su aliado más decente, el gobierno de la Concertación en Chile, da ahora paso a una derecha que no consigue esconder sus vínculos con la dictadura de Pinochet ni su lealtad al legado económico y político de la dictadura, expresados en la política económica neoliberal y una constitución impuesta por los militares que asegura los intereses de la derecha.
El gobierno de Alan García en Perú se ufana por sus éxitos económicos, pero como consecuencia natural de la estrategia neoliberal, el crecimiento solo favorece a las minorías que conforman la base social de su gobierno y sobre todo a las grandes empresas multinacionales que se lucran con el expolio incontrolado de la riqueza minera del país.
La pobreza aumenta y la protesta popular se intenta apagar con una represión sangrienta. No faltan la corrupción ni los escándalos así como una política hostil hacia Bolivia en armonía con las directrices del Departamento de Estado.
A estas alturas son evidentes la orientación y naturaleza del gobierno en Honduras, nacido de unas elecciones fraudulentas que devuelven al país su papel de enorme base de operaciones militares estadounidenses en Centroamérica. Además, ahora se sabe el motivo de fondo que ha tenido el Pentágono para escenificar el golpe militar. El presidente Zelaya ha confirmado la existencia de yacimientos importantes de gas y petróleo en el mar territorial del país (un dato prácticamente ignorado por los grandes medios de comunicación).
Con ayuda técnica de Venezuela se estaban adelantando los estudios pertinentes para proceder a su explotación, algo que hubiera fortalecido no solo al gobierno popular de Zelaya sino al ALBA, algo que Washington tenía que impedir de cualquier manera. Si al señor Obama le resultaba ciertamente embarazoso aparecer propiciando el golpe, vino en su auxilio la señora Clinton, ficha clave de los intereses petroleros y del complejo militar-industrial de su país.
El nuevo gobierno de Panamá en un arranque de “patriotismo y soberanía” (similar a los alegados por Uribe Vélez) cede a los Estados Unidos un número considerable de bases militares en su territorio y reconoce al gobierno de Lobo contradiciendo su posición inicial, igual que el señor Arias de Costa Rica, otro fiel aliado de USA.
México es de particular relevancia por las dimensiones e importancia del país. Con un gobierno espurio, fruto de unas elecciones robadas al PRD en la mejor tradición del PRI (“el pueblo vota de día y el gobierno corrige de noche”) el país azteca es seguramente el mejor ejemplo de los desastrosos resultados de la estrategia económica neoliberal y sobre todo de los riesgos inmensos que supone un tratado de libre comercio (popularmente conocido como TLC...“Todo Lo Cedemos”).
Para acabar de agravar las cosas, el gobierno de Felipe Calderón, seguramente consciente de la orfandad política que arrastra, intenta mejorar su imagen con una “guerra a las drogas” mediante estrategias diseñadas por Washington y que han mostrado su ineficacia en Colombia. Ineficaces al menos para acabar con el narcotráfico pero no para profundizar la dependencia del país en relación a los Estados Unidos ni para poner de manifiesto la profunda descomposición social y política de México.
No son mejores las credenciales del mejor amigo de Washington en el continente. El belicoso mandatario colombiano, Álvaro Uribe Vélez. Empeñado en un tercer mandado no consigue sin embargo ocultar que sus dos primeras victorias electorales han estado viciadas por la acción en su favor de los grupos paramilitares que mediante una violencia indescriptible han conseguido controlar amplias zonas del país.
Tampoco resulta transparente el actual proceso mediante el cual se desea de nuevo introducir cambios en la constitución para posibilitarle un tercer mandato, al punto que desde sus propias filas le sugieren lo inconveniente de su empecinamiento y le recuerdan que el propio Obama ya le dijo en persona que era hora de retirarse.
Uribe es hoy por hoy un aliado muy incómodo y seguramente Washington vería con alivio su retiro dejando el lugar a quien asegure la continuidad de la actual estrategia económica y militar y la cesión de siete bases militares.
El de Uribe es un gobierno de dudosa legalidad que debe sus triunfos a una violencia paramilitar que lejos de desaparecer como afirman las autoridades (gracias a la ley de “Justicia y Paz”) continúa con la misma o mayor incidencia en la vida diaria del país.
Los “paras” mantienen su presencia en las listas electorales para las próximas elecciones, están incrustados en la administración pública, continúan recibiendo el apoyo efectivo de las fuerzas armadas, no han visto disminuir su poder en el congreso y el senado a pesar del encarcelamiento de los llamados “parapolíticos” (más del 90% de ellos, miembros de la bancada oficial) y cuentan con el respaldo de sectores sociales afines a Uribe.
El descubrimiento diario de fosas comunes y la reiteración de los “falsos positivos” no hacen más que confirmar que la violación de los derechos humanos no es un mal menor fruto de “manzanas podridas” a las cuales se combate con firmeza sino parte constitutiva de una estrategia militar diseñada por el Pentágono, con la directa asesoría de cientos o miles de oficiales estadounidenses e innumerables mercenarios de varios países (en especial de Israel).
Continúan funcionando plenamente la impunidad, los juicios amañados y la amenaza a quienes exigen justicia. La conversión de toda protesta en crimen, de toda oposición en complicidad con el terrorismo, la violencia cruda que se generaliza en el país, la persistencia del narcotráfico, el agudo incremento de la delincuencia común, la generalización de la corrupción y ahora una economía gravemente afectada por la crisis arrojan muchas dudas acerca del éxito de la política de “seguridad democrática” de Uribe, no menos que sobre la naturaleza democrática del régimen colombiano.
La última ocurrencia del mandatario colombiano es una prueba más de su desesperación ante una realidad tozuda que pone en evidencia su fracaso: incitar a los estudiantes a convertirse en soplones de la policía a cambio de dinero (la misma filosofía que produce los “falsos positivos”) algo que ha despertado el rechazo generalizado de la opinión pública.
Estos “soplones ilustrados” vendrían a engrosar las filas ya numerosas de los civiles que trabajan para los servicios de inteligencia (muchos de ellos menores de edad), los taxistas, los guardias jurados y los “cien mil amigos de Uribe”, funcionarios diplomáticos y partidarios del gobierno que en el extranjero se dedican (mediante generoso pago) al seguimiento de exilados y de todos aquellos que la locura oficial considera “terroristas” o amigos del terrorismo.
El último escándalo, de esta misma semana- que ha sacado a miles de manifestantes a las calles por todo el país es la reforma del sistema de salud que somete a la población a la arbitrariedad de las poderosas compañías privadas del ramo y profundiza el drama sanitario del país.
Estos son los amigos predilectos de la administración estadounidense en la región, sin olvidar a las actuales autoridades de Haití que han abierto de par en par las puertas de su país a los marines yankees. Ahora se denuncia que el objetivo central de la invasión (además de las obvias ventajas militares) es conservar el control de la isla para asegurarse las existencias de petróleo y sobre todo de uranio.
En juego hay mucho más que robar criaturas para “mayor gloria del creador”.
Estos son los amigos de Obama en el continente; estos son sus aliados, para desconsuelo de aquellos ingenuos que se hicieron ilusiones con la nueva administración en la Casa Blanca. Por contraste, los gobiernos que cuentan con una enorme legitimidad como resultado de elecciones limpias y adelantan reformas sociales en beneficio de las mayorías, se convierten automáticamente en peligrosos populistas, factores de inestabilidad regional, nido de terroristas y narcotraficantes y un peligro inminente para la civilización cristiana y occidental.