Pablo Gonzalez

ESTADOS FALLIDOS, PROTECTORADOS Y NEOCOLONIALISMO

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Pascual Moreno Torregrosa


En el año 1906 tuvo lugar la Conferencia de Algeciras por la que un grupo de naciones industrializadas, europeas en su mayor parte, y colonialistas, decidieron que Marruecos era un país incapaz de gobernarse por sí mismo, que el sultán no podía controlar su territorio y que era necesario “ayudarle” imponiéndole un régimen de protectorado. 
Esta misión se le atribuyó a España y a Francia, quienes tras los acuerdos mutuos de 1912 comenzaron a “proteger” a los marroquíes en contra de su voluntad. Producto de este Protectorado fueron las largas guerras de Lyautey contra las tribus del Atlas y del sur marroquí, y la guerra del Rif que tuvo que llevar España sobre todo desde 1921 a 1926 contra el caudillo rifeño Abdelkrim el Hatabi, guerra terrible para las poblaciones de esta región del norte de Marruecos, como también lo fue para los pobres soldados españoles y sus familias, que no para gran parte de la oficialidad africanista que se preparó para el golpe de Estado de 1936 contra la II República española.

La política de Protectorados ya se había ensayado en otros lugares como en Túnez, en Palestina, y aunque no se denominó así, también se aplicó a China. Se le suele denominar igualmente política de “puertas abiertas”, ya que tanto China con la dinastía Qing, como Marruecos con la monarquía alauita, entrado el siglo XIX, época de expansión del capitalismo liberal, continuaban cerradas al comercio mundial, lo que las grandes potencias de la época no podían consentir. 

China tuvo que sufrir desde mediados de 1850 la invasión de su mercado interno por el opio cultivado en la India e introducido por comerciantes ingleses, y su oposición a la entrada masiva de este producto, significó dos guerras (las denominadas guerras del opio), en que derrotados los ejércitos imperiales por las potencias occidentales, no hubo más remedio que claudicar y abrir los puertos a las mercancías y a las inversiones extranjeras.

Posteriormente, a finales del XIX, tuvo lugar la llamada guerra de los boxers. Los boxers fue un movimiento nacionalista dirigido contra la influencia comercial, política, religiosa y tecnológica foránea en China que promovió una rebelión desde noviembre de 1899 hasta el 7 de septiembre de 1901. Para agosto de 1900, cerca de 230 extranjeros, miles de chinos cristianos, un número desconocido (entre 50 000 y 100 000) de rebeldes, sus simpatizantes y otros chinos habían muerto en la revuelta y su represión.

Primero desestabilizaban y luego actuaban. Esta era la política colonial de la época. Marruecos y China para las potencias europeas eran estados fallidos, a los que sus gobernantes no podían controlar, con amplias regiones bajo el dominio de los “señores de la guerra”, donde reinaba la inseguridad y donde era imposible realizar un comercio fructífero, evangelizar convenientemente, o extraer riquezas con normalidad, teniendo que pagar las empresas europeas impuestos a los caciques tribales que gobernaban las rutas. 

Señores de la guerra y caciques bien armados, suministrados abundantemente de fusiles y municiones europeas, que les facilitaban las mismas potencias, o comerciantes intermediarios, que se quejaban a los gobernantes de la falta de control y seguridad.

Hace pocos días el general norteamericano David Petraus, jefe del Mando Conjunto Central del Ejército de EE.UU tras el intento de atentado a un avión que se dirigía a EE.UU y las posteriores operaciones militares norteamericanas (o con asesoramiento americano) en el Yemen, donde se supone que fue entrenado el presunto terrorista por células de Al Queda, declaró que el Yemen era un Estado fallido y que los Estados Unidos “estaban dispuestos a ofrecer al Yemen la asistencia que sea preciso”, y determinados “a coordinar y trabajar con nuestros socios en la región, incluyendo el hecho de llevar a cabo misiones especiales”. En conclusión, Yemen pasaba a estar bajo tutela norteamericana, bajo el paraguas protector de las tropas y los servicios especiales de los EE.UU.

Yemen es un Estado fallido para los Estados Unidos, para la OTAN y para sus aliados occidentales. Y lo es Irak y también Afganistán. Y Somalia, y la República Democrática del Congo, así como Palestina, Sudán, Guinea Bissau, etc. Como lo fue en su día Corea, Vietnam, Nicaragua, República Dominicana,… y Haití. Ahora descubren nuevamente los norteamericanos que Haití también es un Estado fallido. 

Tras dos siglos de regímenes dictatoriales, de intervenciones y ocupaciones extranjeras, de golpes de Estado, de invasiones comerciales, de alentar la represión sobre líderes y movimientos populares, pretenden que Haití funcione normalmente como un país soberano, democrático y eficaz ante situaciones como la que desgraciadamente acaba de ocurrir

Son dramáticas las consecuencias del terremoto en Haití. Una enorme catástrofe. Centenares de miles de muertos, un número indeterminado de heridos, Puerto Príncipe con tres millones y medio de habitantes arrasada, desaparición de todo tipo de infraestructuras, una población enloquecida y desorientada sin saber adonde ir, sin a nadie a quien obedecer, sin ley y orden, sin nada que les estructure, buscando subsistir a cualquier medio, provocando actos de pillaje y de linchamientos salvajes que los medios nos muestran impúdicamente cada día y que despiertan simpatía hacia esos marines norteamericanos que están llegando a Haití “para terminar con el caos”. 

Sin análisis del por qué el gobierno de Haití, la sociedad civil, las organizaciones que deben existir en el país, los partidos políticos y los sindicatos, … apenas son capaces de resolver alguno de los problemas que se presentan.

Los militares norteamericanos que están llegando a Haití no llevan pico y pala, sino su fusil de asalto reglamentario. Como en el año 1915 tampoco llevaban pico y pala los marines que desembarcaron en la isla y se quedaron durante 19 años, hasta 1934. Un portaaviones el USS Carl Vinson, el crucero de misiles USS Normandy, la fragata de misiles guiados USS Underwood, tres buques de asalto anfibio, varios navíos y helicópteros de los guardacostas de EE.UU, más de 10.000 marines y soldados norteamericanos, etc, tal despliegue militar ha hecho preguntarse a mucha gente: ¿Es una operación de ayuda humanitaria o una invasión?. 

¿Ha sido un terremoto o una rebelión?

Estados Unidos se está planteando seriamente implantar en Haití un Protectorado con la excusa de la grave situación por la que atraviesa el país y sus habitantes, y hemos de pensar que no es gratuita la ayuda que puedan prestarles.

Volvemos a los mejores tiempos de la época colonial. 

Se desestabiliza, se inmiscuyen en sus asuntos internos, se apoyan regímenes autoritarios, se impide la consolidación de estados soberanos, fuertes y bien estructurados y ante cualquier circunstancia, en este caso el terremoto y sus terribles consecuencias, se interviene ocupando el país, se le impone un régimen de protectorado, pues se considera que este va a ser incapaz de salir adelante… ya que es un Estado fallido.

Pascual Moreno Torregrosa

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