Primero, están legitimando ex post el golpe de estado del 28 de junio que genera la crisis en Honduras.
Segundo, instauran lo que de facto es un segundo golpe de estado, por la sincronía entre la elección de Lobo, y el rechazo del poder judicial y el parlamento a la restitución del depuesto presidente Manuel Zelaya.
Las negociaciones del Acuerdo de San José implicaban la restitución de Zelaya para restaurar la legitimidad, que al final no se cumplió.
En un golpe de último momento, Micheletti el presidente de facto liderando un gobierno ilegítimo y aislado por la comunidad internacional, desconoció los principios de este acuerdo, y todo volvió a fojas cero para que el parlamento y el poder judicial decidieran. Fue la medida que abría la puerta para el segundo golpe, desconociendo la condición de restituir a Zelaya.
Lo de Honduras es la manifestación más clara de un nuevo modelo de intervención donde se mezclan las argucias legales que facilitan constituciones fabricadas para los estados de excepción, y las maniobras de poderes fácticos que operan bajo las sombras.
Es el segundo golpe, hecho con más inteligencia aunque basado en los mismos principios que caracterizaron las intervenciones en la época más oscura de la era republicana pos segunda guerra mundial.
Aunque el actor principal es Honduras, lo que hace EEUU y sus señales pesan, y ahora aún más porque está Barack Obama en el poder, que ha manifestado una rectificación respecto a las antiguas prácticas de obtener hegemonía a toda costa.
Con su decisión de apoyar las elecciones llevadas a cabo por un gobierno ilegítimo, se acopla de facto a las fuerzas más conservadoras en la región, alimentadas por las administraciones republicanas a la cuáles él ha manifestado su oposición.
La situación producida podría estar señalando las dificultades que enfrenta Obama para imponer la agenda que lo llevó a la victoria.
Le va a hacer muy difícil explicar al Gobierno de Barack Obama el sentido de apoyar esta elección en Honduras. Es probable que no tenga nada que explicar y que simplemente el gobierno que encabeza no se pueda zafar tan fácilmente de la agenda neoconservadora que está en el eje de la política exterior de EEUU.
No hay victoriosos propiamente tal por el contexto altamente distorsionado. El plato fuerte todavía está por venir y no se conoce en qué consiste. La batalla de Honduras no tiene fecha de término.
Lo que se observa en cambio es una contundente lista de derrotas institucionales presagiando un oscuro devenir en la región, si EEUU continúa por la senda que adoptó en Honduras reconociendo al nuevo gobierno.
La primera gran derrota es de la democracia, o el remedo que de ella se conoce en la región.
Al estar basada en el ejercicio del voto popular en masas con escaso acceso a la información independiente, y por lo general adocenadas por los medios televisivos, y reprimidas por la elite del poder, la democracia, en este caso la de Honduras, debe dar una prueba de que se respetaron las reglas del juego.
Es sabido que fueron elecciones llevadas a cabo bajo un régimen represivo. Los analistas que centran su argumento en la validez de esta elección en Honduras deberían equilibrar el ímpetu respecto a su legitimidad.
La segunda gran derrota es en el plano de la información y el análisis.
Un área particularmente afectada a partir de este doble golpe de Estado, es aquella de la información pública. Los bloques corporativos interesados en la continuidad de Micheletti y en obstaculizar la restitución de Zelaya, instauraron una homogeneidad en la información por su poderío en las comunicaciones. Es allí donde se constataron grados preocupantes de distorsión.
Hubo un cerco a la noticia durante todo este proceso que llevó a la elección de P.Lobo y una serie de agravios no se divulgaron, como los encarcelamientos de los oponentes al golpe y de las muertes de los dirigentes que apoyaban Zelaya. ARGENPRESS ha sido una consistente fuente de información para formar una visión más completa de lo que sucede en Honduras.
El ejercicio de un análisis sin distorsión o sin compromisos – referido al sesgo personal o al de un grupo de interés- que es consustancial a las libertades públicas, ha sido el gran derrotado en Honduras.
El incremento de los niveles de participación ciudadana en las decisiones políticas está directamente relacionado al incremento de las capacidades analíticas que están a su vez directamente relacionadas al acceso a la información. En Honduras no hubo este acceso.
La tercera gran derrota es la de la naturaleza del fenómeno político en Honduras y su desarrollo en el futuro.
El actual proceso de Honduras, confirma que no se observan indicios claros de recuperación en la región respecto a los fenómenos de autoritarismo militar e imposición de regímenes de las décadas de los 70 y 80.
La cuarta gran derrota es la del Gobierno de EEUU. Con la elección de Lobo en Honduras el eje neoconservador en la región se fortalece, y EEUU pierde la oportunidad de demostrar que está por la senda de la no intervención.
Curiosamente esta vez, al no intervenir, previniendo el primer golpe y apoyando la elección presidencial bajo un gobierno ilegítimo, EEUU está interviniendo.
Le va a costar mucho a EEUU sacarse la aureola de que apoyó la legitimación de un golpe de estado en Honduras.
Una quinta gran derrota es la de la confianza.
EEUU y su conducta frente a Honduras y su gobierno ilegítimo se define en dos tiempos. Primero rechaza el golpe y el gobierno ilegítimo. Después aparece patrocinando una elección efectuada en medio de amenazas y represiones y con escasa fiscalización.
Desvirtuando la apuesta desbocada de los analistas y políticos que se aferran al fin del multilateralismo, la OEA y los organismos multilaterales como la ONU y la CE no han sido derrotados por el expediente de la no restitución de Mauel Zelaya a la presidencia, o porque las elecciones se llevaran a cabo bajo un gobierno ilegítimo.
Muy por el contrario. Estos organismos dejaron su sello, hicieron lo que debían hacer dentro de sus mandatos y posibilidades.
Dentro del oscuro panorama, lo que emerge con claridad son las limitaciones de los acuerdos internacionales en torno a una crisis y la falta de consistencia de algunos actores (países) mayores para sustentar el mismo punto de vista y algunos principios básicos.
Juan Francisco Coloane (especial para ARGENPRESS.info)