Mario Rivera Ortiz (especial para ARGENPRESS.info)
En 1994 fue diputada por Bogotá, cargo en el que permaneció hasta 1998, tiempo en el que llegó al senado por el Partido Oxígeno Verde. Con el señuelo de convertirse en una opción frente a los partidos tradicionales, Betancourt decidió retirarse del Senado en 2002 y se postuló como candidata a la presidencia de Colombia. Poco antes escribió un libro titulado “Con la rabia en el corazón”.
La candidata a la Presidencia de la República de Colombia fue capturada por las FARC el 23 de febrero de 2002, cuando desplegaba su campaña electoral en el departamento de Caquetá, desafiando una situación de guerra en una zona selvática al sur del país, junto con Clara Rojas, candidata a la vicepresidencia. Ambas vivieron seis años y cinco meses de cautiverio como prisioneras de guerra de dicha fuerza insurgente.
Cuando fue liberada, el día 2 de julio de 2008 había cumplido 47 años de edad. Ese día Betancourt fue elevada por los medios de comunicación a la categoría de “símbolo mundial del secuestro” y causa de júbilo de la “comunidad internacional”, o sea, reina del glamour mediático por unos días, según el rating generado y los resultados de las encuestas.
El día 2 de julio, dicen los medios, hubo una explosión de euforia por la liberación de la prisionera y por el supuesto fin de las FARC ¡Burgueses y pequeñoburgueses en algunos centros sociales de Bogotá y París, batieron palmas enloquecidos de júbilo! Para esta clase social parecía como si el muro de Berlín hubiese vuelto a caer. (Reforma, 3 de julio de 2008).
Previamente, en un video publicitado por los familiares, Ingrid Betancourt lucía demacrada y excesivamente delgada, sentada en un campamento en medio de la inhóspita selva amazónica. Los medios de comunicación masiva describían a la ex candidata presidencial como “muerta en vida” y afirmaban que había dejado de comer y perdía el cabello; médicamente hablando, estaba en la caquexia terminal. Se trataba de manipular la sensibilidad popular y generar simpatía para una “civil inocente”, ajena del todo a la política y víctima gratuita de los malos.
Menuda sorpresa llevaron los lectores de los diarios y los televidentes, cuando aparecieron las fotos de la señora Betancourt el día de su rescate, con una imagen diametralmente distinta a la que los servicios de inteligencia habían retocado minuciosamente: de moribunda no tenía nada, lucía rozagante y primaveral, pero en esos momentos había otros hechos que concentraban la atención del público, no obstante la imagen real de Ingrid quedó grabada en la mente de los observadores cuidadosos como una evidencia grosera de hasta donde llegan los desinformadores para engañar al público y enternecer a ciertos políticos.
La imagen de una Ingrid demacrada y su presentación como una prisionera “civil e inocente” lograron, no obstante, en algunos lugares y capas sociales, cierta solidaridad para con ella. Muestra de ello fue el trabajo del Comité de Apoyo a Ingrid Betancourt de París, que recabó 600 mil firmas de personas que pedían su liberación. El mencionado Comité también organizó la llamada “Marcha Blanca” en Bogotá, París y otras ciudades del mundo los días 4 de febrero y el 20 de junio de 2008. (La Jornada, a 4 de julio de 2008). Con el mismo propósito el presidente Nicolas Sarkozy llamó por teléfono al líder de las FARC, Manuel Marulanda, el primero de abril de 2008, para solicitarle la liberación inmediata la “rehén”, sin saber que ya Marulanda había muerto desde el 25 de marzo. El presidente galo incrementó la presión de su gobierno enviando una misión humanitaria para entrar en contacto con las FARC y en esa dirección logró incorporar a la Cruz Roja Internacional (CRI). Las cosas se complicaron por la cerrazón del gobierno de Uribe, renuente a aceptar un canje humanitario de prisioneros. Su gobierno apostaba todo a la fuerza policíaca-militar y a la derrota de las FARC. La guerrilla respondió a Sarkozy que ya no habría ningún encuentro con la delegación francesa debido a la masacre de Sucumbios.
Llegó así la fecha de la inesperada liberación de la señora Betancourt, tres “contratistas” norteamericanos y 11 prisioneros más. Ella estaba vestida con chaleco y gorra militar, flanqueada por altos mandos castrenses colombianos, y como ya hemos dicho, no era la mujer cadavérica que nos habían hecho creer. Era otra la que apareció en las primeras planas de los grandes rotativos del día 3 de julio.
En sus primeras declaraciones a los medios, la señora Betancourt dijo: “El mayor golpe contra las FARC es el hecho que Uribe haya sido reelecto y se le permitiera mantenerse por otro mandato con la prioridad de desarticular la guerrilla.” La ex prisionera agradeció “primero a Dios y a la Virgen”, por lo que llamó un milagro; y después al ejército de su país y a “nuestro gran presidente” por el operativo que concluyó en la región selvática de Guaviere, sin disparar un solo tiro. Agradeció, también, a sus hermanos de Francia y a los medios de comunicación por haber difundido su imagen (bien retocada) y mantener viva la tragedia que sufren decenas de secuestrados por las FARC. Ingrid calificó el operativo de inteligencia militar como “absolutamente impecable” y aseguró que había contado con el apoyo logístico de los Estados Unidos: “llegó un helicóptero MI-17, pintado de blanco, con emblemas de la Cruz Roja Internacional y Telesur a recogernos y cuando ya estábamos atados y a bordo, los 15 rehenes custodiados por “César” y otros guerrilleros, la nave despegó y los efectivos militares infiltrados redujeron rápidamente a los rebeldes. Luego la tripulación del helicóptero gritó: ¡Somos del ejército de Colombia! ¡Están ustedes liberados!”. (La Jornada, 3 de julio de 2008)
Y continuó la señora Betancourt: “Creo que ésta es una señal de paz para Colombia, nosotros podemos lograr la paz y confiamos en nuestras fuerzas militares…quiero agradecer a cada uno de los soldados de Colombia.” (La Jornada a 3 de julio de 2008), Luego, la señora Betancourt llamó a los presidentes de Venezuela y Ecuador a cesar el enfrentamiento con su homólogo colombiano Álvaro Uribe y a unirse en una cruzada por los “rehenes” que continúan en poder de las FARC.
Pocas horas después Ingrid voló a Francia desde Bogotá, en un avión oficial francés, junto con sus dos hijos y el canciller Bernard Kouchner. El presidente Nicolas Sarkozy y su esposa Carla Bruni, la recibieron cálidamente en el aeropuerto militar de Villacoublay. Sarkozy pronunció las palabras oficiales: “Ingrid Betancourt bienvenida. Francia te quiere y está feliz de verte aquí.” De la pista de aterrizaje, tras agradecer también a América Latina por su apoyo solidario, especialmente a los presidentes de Ecuador, Argentina y Venezuela, el séquito pasó a un salón donde el presidente francés hizo un brindis por la libertad.
Posteriormente desde el Palacio del Elíseo, la ex prisionera pronunció una breve y maternal alocución dirigida a las FARC: “sean buenos perdedores…Es el momento de hacer una rectificación…Los colombianos estamos dispuestos a tenderles la mano, pero no estamos dispuestos a participar en una farsa”. A continuación elogió al presidente Uribe quien según ella “había estado extraordinario”. (Reforma 3 de julio y Milenio 5 de julio de 2008.)
Cinco meses después, al terminar el año de 2008, la señora Betancourt, salió de gira por Latinoamérica y estando en México, la primera personalidad que visitó fue la Virgen de Guadalupe. Al pie de la venerada imagen, el día 18 de diciembre, Ingrid reinició su campaña contra las FARC, llamándolas a que “dejen de realizar actos de lesa humanidad y se conviertan en interlocutores de un proceso de paz”. También comparó, de acuerdo a su criterio, la situación de los prisioneros de guerra de las FARC y los prisioneros del gobierno de Uribe. Calificó las capturas que hacen los guerrilleros como actos “terroristas”, en cambio los secuestros del ejército, como actos lícitos dentro de un Estado de derecho, y claro, fingió demencia en relación con los consabidos juegos de fútbol con cabezas humanas y el descuartizamiento de campesinos con motosierras practicado por los paracos. Por supuesto, volvió a dar gracias a la Virgen por el milagro de su rescate y le pidió la liberación de los retenidos que seguían en manos de las FARC, pero eso sí, ni una palabra para los cuatro estudiantes mexicanos asesinados en Sucumbios, ni para la perseguida estudiante de la UNAM, Lucía Morett; sólo una sombría advertencia para los estudiantes y académicos mexicanos, a quienes aconsejó: “no vayan a los campamentos de las FARC”. (La Prensa, 19 de diciembre de 2008).
La conducta política de la señora Betancourt, luego de su rescate militar, fue pues, muy distinta de la de otros ex prisioneros de las FARC, como por ejemplo la del ex congresista Tulio Oscar Lizcano, quien tras ocho años de cautiverio en la selva, pidió al gobierno concretar un acuerdo humanitario con los rebeldes para lograr la liberación de sus compañeros. (La Jornada, 31 de octubre de 2008). Hubo, naturalmente, quien la criticó, como lo hizo el Nobel Adolfo Pérez Esquivel: “Ni Uribe ni Betancourt han hecho algo por la paz”.
Entonces, para concluir este capítulo, hay que decir, en primer lugar, que desde el momento en que la señora Betancourt descendió del helicóptero blanco MI-17, reiteró su verdadera identidad política y dio nuevas pruebas de que ella nunca había sido, ni era, una persona civil sencilla e inocente, ajena al Estado represor Colombiano, como llegó a afirmar el presidente Rafael Correa; sino que era y es, una jefa de la burguesía colombiana, ligada estrechamente a un Estado policiaco, y al gobierno derechista francés de Nicolas Sarkozy. También confirmó que su clase social es en cualquier circunstancia la burguesía pura y simple, así se presente con uniforme militar o ropa civil, falda o pantalón, piel negra, blanca, café o amarilla, pues ya se sabe que el capital no tiene sexo ni color y que es algo incorpóreo que se materializa en la explotación y opresión del hombre. En tercero y muy importante lugar hay que subrayar, que la operación Jaque está envuelta en un denso ovillo de participaciones, en el que las hebras de varios servicios de inteligencia y de ciertas ONGs, están entretejidas en forma inextricable e increíble.
Sea pues lo que sea, lo cierto es que el rescate de la señora Ingrid Betancourt, tal como ocurrió, fue todo menos un acto de paz. El hecho que no se haya disparado una sola bala no le quita un ápice de su naturaleza eminentemente bélica y, a ella, su carta de identidad política uribista.