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A juzgar por la mayoría de los comentarios sobre el asunto Gates–Crowley, se podría pensar que una “élite negra” está peligrosamente fuera de control. Primero, Gates (Cambridge, Yale, Harvard) mostró una deferencia insuficiente hacia Crowley, después Obama (Occidental, Harvard) se excede declarando que el policía había actuado “estúpidamente”.
¿Era este el final de los “Estados Unidos blancos” que el Atlantic había advertido en su portada de enero/febrero? O ¿es que los agravios de clase –clase trabajadora en el caso de Crowley– finalmente se impusieron sobre los agravios de raza?
Más allá de la maraña de comentarios de raza y clase, se ha incrementado el empobrecimiento –o deberíamos decir reempobrecimiento– de los afroestadounidenses como grupo. De hecho, el efecto más notable y duradero de la actual crisis podría llegar a terminar con la clase media negra.
De acuerdo con un estudio de Demos y del “Institute for Assets and Social Policy”, el 33% de la clase media negra ya estaba en peligro de perder ese status al comienzo de la crisis. Gates y Obama, junto a Oprah y Cosby, sin duda mantendrán su posición, pero millones de negros equivalentes al oficial Crowley –desde trabajadores de fábrica, pasando por empleados de banca hasta trabajadores de cuello blanco– se dirigen al despido.
Para los afroestadounidenses –y para un gran número de latinos– la recesión se acabó. Ocurrió entre el 2000 y el 2007, período en el que el empleo negro disminuyó un 2,4% y los ingresos cayeron un 2,9%. Durante la larga recesión negra de siete años, un tercio de los niños negros vivía en la pobreza y el desempleo negro –incluso entre graduados de universidad– creció el doble que el desempleo blanco. Esa era la recesión negra. Lo que acontece ahora es una depresión.
El desempleo negro se sitúa ahora en un 14,7% comparado con el 8,7% de los blancos. En Nueva York el desempleo negro se ha incrementado 4 veces más rápido que el de los blancos. Lawrence Mishel, presidente del Economic Policy Institute, estima que el 40% del los afroestadounidenses habrán experimentado desempleo o subempleo para el 2010, cosa que aumentará la pobreza infantil de los niños negros estadounidenses desde un tercio a un poco por encima del 50%. Nadie puede explicar enteramente el extraordinaria ratio de perdida de puestos de trabajo entre los afroestadounidenses, aunque se podría decir que entre los factores que influyen se incluye la relativa concentración de trabajadores negros en los golpeadísimos sectores de la venta al por menor y de manufacturas así como la menor experiencia de los trabajadores negros en posiciones, de cuello blanco, mejor pagadas.
Pero una cosa es cierta: la vieja diferencia de riqueza racial hace a los afroestadounidenses particularmente vulnerables cuando a la pobreza surge el desempleo. En 1998, el valor neto de los hogares de blancos era de media 100.700 dólares mayor que el de los afroestadounidenses.
En 2007 la distancia aumentó a 142.600 dólares. La encuesta de finanzas del consumidor elaborada por la Reserva Federal recoge estos datos cada 3 años, y cada vez que han sido tomados, la distancia de riqueza racial se ha ampliado. Por decirlo de otra manera: en 2004, por cada dólar de riqueza de una familia blanca, la familia afroestadounidense tenía solamente 12 centavos.
En 2007 tenía exactamente 10 centavos. De manera que cuando un trabajador negro estadounidense pierde un trabajo, normalmente no hay ahorros en los que cobijarse, padres bien situados en los que apoyarse ni cuentas de jubilación a las que recurrir.
Todo esto pasa a sumarse a la gran calamidad del sesgo racial de las hipotecas de alto riesgo. Tras décadas de hipotecas denegadas por criterios raciales, los negros estadounidenses suponen un mercado tentador para los prestamistas locos de la burbuja inmobiliaria, como Countrywide, con el resultado que individuos negros de altos ingresos tenían casi el doble de probabilidad que los individuos blancos con bajos ingresos de obtener una hipoteca basura de alto interés.
De acuerdo con el Center for Responsible Lending, los latinos acabarán por perder entre 75.000 y 98.000 millones de dólares en riqueza valorada en la tasación de la vivienda debido a las hipotecas basura, mientras que los negros perderán entre 71.000 y 92.000 millones de dólares. United for a Fair Economy ha calificado esta catástrofe del valor neto como “la mayor pérdida de riqueza para la gente de color en la historia moderna de EEUU”.
Incluso en la profundidad de la depresión afroestadounidense, algunos comentaristas, tanto negros como blancos, están todavía obsesionados sobre las supuestas deficiencias culturales de la comunidad negra.
En un editorial de diciembre del Washington Post, Kay Hymowitz culpabilizó de las heridas de la economía negra al hecho de que el 70% de los niños negros nacen de madres solteras, sin apuntar que las familias tradicionales, con padre y madre, blancas han declinado a un ritmo superior al de las familias tradicionales negras. La proporción de niños negros que viven en un hogar monoparental se incrementó un 155% entre 1960 y 2006, mientras que la proporción de niños blancos que viven en hogares monoparentales se incrementó en un muy sorprendente 229%.
Justo el mes pasado en la NPR, el comentarista Juan Williams despreció a la NAACP (organización en defensa de los afroestadounidenses y contra el racismo) diciendo que cada día más los grupos relevantes se centran en “gente que ha obtenido ventajas de la integración y oportunidades de educación y empleo contra aquellos que parecen atrapados en ciclos generacionales de pobreza” a los que prosiguió caracterizando por el abuso de drogas y el crimen. El hecho de que haya una crisis en curso que afecta desproporcionadamente a la clase media afroestadounidense –y provocada por la codicia de Wall Street más que por los “valores del ghetto”– no parece importarle.
No necesitamos más análisis moralizantes o elocuentes de clase y raza que podían haber sido escritos en los años 70. La crisis lo está cambiando todo. Está redibujando los contornos de clase de Estados Unidos de maneras que nos dejarán más polarizados que nunca, y, sí, castigando profundamente las antiguas clases medias y trabajadoras. Pero la depresión experimentada por gente de color amenaza con hacer algo a una escala completamente diferente, que es la eliminación de la clase negra media.
Barbara Ehrenreich es la presidente de la United Professionals y autora, recientemente, de This Land Is Their Land: Reports From a Divided Nation. Dedrick Muhammad es investigador asociado senior del Institute for Policy Studies.
Traducción para www.sinpermiso.info: Txomin Martino
Fuente: http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=2831
¿Era este el final de los “Estados Unidos blancos” que el Atlantic había advertido en su portada de enero/febrero? O ¿es que los agravios de clase –clase trabajadora en el caso de Crowley– finalmente se impusieron sobre los agravios de raza?
Más allá de la maraña de comentarios de raza y clase, se ha incrementado el empobrecimiento –o deberíamos decir reempobrecimiento– de los afroestadounidenses como grupo. De hecho, el efecto más notable y duradero de la actual crisis podría llegar a terminar con la clase media negra.
De acuerdo con un estudio de Demos y del “Institute for Assets and Social Policy”, el 33% de la clase media negra ya estaba en peligro de perder ese status al comienzo de la crisis. Gates y Obama, junto a Oprah y Cosby, sin duda mantendrán su posición, pero millones de negros equivalentes al oficial Crowley –desde trabajadores de fábrica, pasando por empleados de banca hasta trabajadores de cuello blanco– se dirigen al despido.
Para los afroestadounidenses –y para un gran número de latinos– la recesión se acabó. Ocurrió entre el 2000 y el 2007, período en el que el empleo negro disminuyó un 2,4% y los ingresos cayeron un 2,9%. Durante la larga recesión negra de siete años, un tercio de los niños negros vivía en la pobreza y el desempleo negro –incluso entre graduados de universidad– creció el doble que el desempleo blanco. Esa era la recesión negra. Lo que acontece ahora es una depresión.
El desempleo negro se sitúa ahora en un 14,7% comparado con el 8,7% de los blancos. En Nueva York el desempleo negro se ha incrementado 4 veces más rápido que el de los blancos. Lawrence Mishel, presidente del Economic Policy Institute, estima que el 40% del los afroestadounidenses habrán experimentado desempleo o subempleo para el 2010, cosa que aumentará la pobreza infantil de los niños negros estadounidenses desde un tercio a un poco por encima del 50%. Nadie puede explicar enteramente el extraordinaria ratio de perdida de puestos de trabajo entre los afroestadounidenses, aunque se podría decir que entre los factores que influyen se incluye la relativa concentración de trabajadores negros en los golpeadísimos sectores de la venta al por menor y de manufacturas así como la menor experiencia de los trabajadores negros en posiciones, de cuello blanco, mejor pagadas.
Pero una cosa es cierta: la vieja diferencia de riqueza racial hace a los afroestadounidenses particularmente vulnerables cuando a la pobreza surge el desempleo. En 1998, el valor neto de los hogares de blancos era de media 100.700 dólares mayor que el de los afroestadounidenses.
En 2007 la distancia aumentó a 142.600 dólares. La encuesta de finanzas del consumidor elaborada por la Reserva Federal recoge estos datos cada 3 años, y cada vez que han sido tomados, la distancia de riqueza racial se ha ampliado. Por decirlo de otra manera: en 2004, por cada dólar de riqueza de una familia blanca, la familia afroestadounidense tenía solamente 12 centavos.
En 2007 tenía exactamente 10 centavos. De manera que cuando un trabajador negro estadounidense pierde un trabajo, normalmente no hay ahorros en los que cobijarse, padres bien situados en los que apoyarse ni cuentas de jubilación a las que recurrir.
Todo esto pasa a sumarse a la gran calamidad del sesgo racial de las hipotecas de alto riesgo. Tras décadas de hipotecas denegadas por criterios raciales, los negros estadounidenses suponen un mercado tentador para los prestamistas locos de la burbuja inmobiliaria, como Countrywide, con el resultado que individuos negros de altos ingresos tenían casi el doble de probabilidad que los individuos blancos con bajos ingresos de obtener una hipoteca basura de alto interés.
De acuerdo con el Center for Responsible Lending, los latinos acabarán por perder entre 75.000 y 98.000 millones de dólares en riqueza valorada en la tasación de la vivienda debido a las hipotecas basura, mientras que los negros perderán entre 71.000 y 92.000 millones de dólares. United for a Fair Economy ha calificado esta catástrofe del valor neto como “la mayor pérdida de riqueza para la gente de color en la historia moderna de EEUU”.
Incluso en la profundidad de la depresión afroestadounidense, algunos comentaristas, tanto negros como blancos, están todavía obsesionados sobre las supuestas deficiencias culturales de la comunidad negra.
En un editorial de diciembre del Washington Post, Kay Hymowitz culpabilizó de las heridas de la economía negra al hecho de que el 70% de los niños negros nacen de madres solteras, sin apuntar que las familias tradicionales, con padre y madre, blancas han declinado a un ritmo superior al de las familias tradicionales negras. La proporción de niños negros que viven en un hogar monoparental se incrementó un 155% entre 1960 y 2006, mientras que la proporción de niños blancos que viven en hogares monoparentales se incrementó en un muy sorprendente 229%.
Justo el mes pasado en la NPR, el comentarista Juan Williams despreció a la NAACP (organización en defensa de los afroestadounidenses y contra el racismo) diciendo que cada día más los grupos relevantes se centran en “gente que ha obtenido ventajas de la integración y oportunidades de educación y empleo contra aquellos que parecen atrapados en ciclos generacionales de pobreza” a los que prosiguió caracterizando por el abuso de drogas y el crimen. El hecho de que haya una crisis en curso que afecta desproporcionadamente a la clase media afroestadounidense –y provocada por la codicia de Wall Street más que por los “valores del ghetto”– no parece importarle.
No necesitamos más análisis moralizantes o elocuentes de clase y raza que podían haber sido escritos en los años 70. La crisis lo está cambiando todo. Está redibujando los contornos de clase de Estados Unidos de maneras que nos dejarán más polarizados que nunca, y, sí, castigando profundamente las antiguas clases medias y trabajadoras. Pero la depresión experimentada por gente de color amenaza con hacer algo a una escala completamente diferente, que es la eliminación de la clase negra media.
Barbara Ehrenreich es la presidente de la United Professionals y autora, recientemente, de This Land Is Their Land: Reports From a Divided Nation. Dedrick Muhammad es investigador asociado senior del Institute for Policy Studies.
Traducción para www.sinpermiso.info: Txomin Martino
Fuente: http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=2831