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Amenazantes piscinas de basura nuclear en Carolina del Norte


Jeffrey St. Clair (COUNTERPUNCH)
Traducción de Ernesto Carmona (especial para ARGENPRESS.info)

Uno de los basureros atómicos más letales del territorio de EEUU está situado en la selva virgen de Carolina del Norte, cerca de la central nuclear de Shearon Harris, propiedad de la corporación Progress Energy. La planta tiene las más grandes piscinas de almacenamiento de desechos radioactivos del país, porque no sólo es una central nuclear de generación eléctrica, sino también un depósito de barras de combustible gastadas pero altamente radiactivas usadas antes en otras estaciones nucleares.


Las barras usadas de combustible nuclear son transportadas por ferrocarril y almacenadas en cuatro piscinas densamente llenas, donde se conservan refrigeradas con circulación de agua fría. El ministerio de Seguridad de la Patria (Department of Homeland Security) identificó a Shearon Harris como uno de los blancos más vulnerables de EEUU ante eventuales ataques terroristas.


Sin embargo, la amenaza existe, más allá de cualquier especulación sobre atentados terroristas. Si se produjera una falla en el sistema de enfriamiento, el resultado sería un incendio virtualmente inextinguible que podría accionar una fusión nuclear, poniendo en extremo peligro a más de doscientos millones de habitantes de esta enorme zona de Carolina del Norte. 

Un estudio reciente de los Laboratorios Brookhaven estima que un estallido de fuego en las piscinas podría causar 140.000 cánceres, contaminaría miles de kilómetros cuadrados de territorio y apagar el incendio provocaría daños materiales superiores a 500 mil millones de dólares.


La Comisión Reguladora Nuclear (NRC, por su sigla en inglés) estimó que, en el mejor escenario, existe un 1% de posibilidades de fuego en las piscinas. Pero los antecedentes de la planta de Shearon Harris están lejos de ser los mejores.


La planta experimentó cuatro paradas de emergencia en 1999. Algunos meses más tarde, en abril de 2000, falló el sistema de vigilancia de la seguridad de la planta, diseñado para comunicar rápido la detección de una emergencia seria. Y ésta no fue la primera vez. De hecho, el sistema de alarma de emergencia de Shearon Harris ha fallado quince veces desde que se inauguró la central en 1987.


En 2002, la NRC puso a la planta en alerta frente a nueve cuestiones de seguridad sin resolver, detectadas por investigadores del organismo durante una inspección de prevención contra incendios. Cuando la NRC regresó a la planta para una reinspección, algunos meses después, determinó que las acciones correctivas eran “no aceptables”. Entre enero y julio de 2002, forzaron cuatro veces a los ejecutivos de la planta Shearon Harris a cerrar manualmente los reactores.


Los problemas de refrigeración continúan con regularidad. En la primavera boreal de 2003 hubo cuatro cierres de emergencia de la planta, incluyendo tres períodos de cuatro días. Uno de los incidentes ocurrió cuando el núcleo del reactor no pudo refrigerarse adecuadamente durante una operación de reaprovisionamiento, en una serie de circunstancias de la planta potencialmente catastróficas ocurridas mientras la bóveda del mismo reactor permanecía apagada.


Entre 1999 y 2003 hubo 12 problemas graves que obligaron a paralizar la planta. Según la NRC, el promedio nacional para los reactores comerciales es de una paralización cada dieciocho meses.

El congresista de Carolina del Norte David Price envió al NRC un informe de científicos del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por su sigla en inglés) y de la Universidad de Princeton que señaló claramente a las piscinas de basura nuclear como el mayor riesgo de la planta. “El reabastecimiento de combustible descargado recientemente de un reactor pudo conducir relativamente rápido a un recalentamiento con riesgo de fuego”, escribió Bob Alvarez, un ex consejero del ministerio de Energía y co-autor del informe.

“El fuego bien pudo extenderse a un combustible más viejo. Las consecuencias a largo plazo de la contaminación del terreno ante tal acontecimiento podrían ser perceptiblemente peores que Chernobyl”.



El estudio recomendó arreglos relativamente baratos, que le habrían costado a Progress Energy aproximadamente 5 millones de dólares al año, menos que el bono anual de 6,6 millones que cobra Warren Cavanaugh, el presidente ejecutivo (CEO, en inglés) de la corporación.


Progress Energy desechó la idea y recurrió a la ayuda del comisionado de la NRC Edward McGaffigan para contrarrestar el informe del MIT/Princeton. McGaffigan es un entusiasta de la energía nuclear que ha trabajado para republicanos y demócratas. Veterano del Consejo de Seguridad Nacional de la administración Reagan, McGaffigan cobró un interés especial en promover más centrales nucleares enfocándose en los 50 estados del país como clientes. Durante la administración Clinton sirvió dos períodos como comisionado de la NRC, se mostró como un promotor incansable de la construcción y desregulación de centrales nucleares y desestimó constantemente los riesgos asociados al transporte y almacenamiento de la basura nuclear.


La intromisión de McGaffigan fue considerada un ultraje por muchos activistas antinucleares. Lewis Pitts, un abogado ambiental de Carolina del Norte, dijo: “La NRC ha ordenado la producción de un estudio falso para negar décadas de ciencia sobre los peligros de fuego en las piscinas”.


El autor de este reportaje, Jeffrey St. Clair (de “CounterPunch”), concluyó: “Si sucede lo peor será por culpa del gobierno de Washington, que ha permitido que la instalación de Shearon Harris se convierta en una bomba de relojería nuclear”.


Fuente:
CounterPunch, 9 de agosto de 2008, “Pools of Fire”, por Jeffrey St. Clair.
Estudiantes investigadores: Krisden Kidd y Karene Schelert
Evaluador académico: Heidi LaMoreaux, Ph.D., Sonoma State University

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