La democracia hondureña atraviesa hoy uno de sus capítulos más oscuros y reveladores.
Lo que debería ser un proceso de consolidación de la voluntad popular tras las elecciones del 30 de noviembre, se ha transformado en un escenario de conspiración abierta y desprecio por las instituciones nacionales.
La noticia de que las consejeras del Consejo Nacional Electoral (CNE), representantes de los sectores más conservadores y de la vieja oligarquía, han buscado refugio en la embajada de los Estados Unidos para luego abandonar el país, no es solo un acto de cobardía; es una confesión de culpa.
La huida como admisión de responsabilidad.
¿Por qué huyen quienes dicen defender la transparencia?
La respuesta es simple: el miedo a la justicia. Al refugiarse bajo el ala del gobierno norteamericano, las consejeras Ana Paola Hall y Cossette López han dejado claro a quién responden realmente.
No responden al pueblo hondureño que depositó su confianza en las urnas, sino a intereses extranjeros que históricamente han visto en Honduras su «patio trasero».
Su salida del territorio nacional para, presuntamente, seguir operando y conspirando desde suelo estadounidense, constituye un acto de grave traición a la patria.
Al ponerse a disposición de una potencia extranjera para influir o sabotear el proceso electoral interno, estas funcionarias han roto su juramento constitucional y han vendido la soberanía del país.
El fantasma del fraude y la injerencia
La situación política se vuelve cada vez más asfixiante. Mientras el pueblo espera con paciencia y civismo los resultados definitivos, desde el exterior se mueven los hilos para imponer una narrativa que favorezca a los candidatos de la élite.
La intervención de Washington, que ya ha comenzado a revocar visados a funcionarios que no se alinean con sus intereses, es la prueba de un plan orquestado para arrebatarle a Honduras el derecho a decidir su propio destino.
Lo que estamos presenciando es un intento de «golpe electoral» en cámara lenta. Las tácticas de dilación en el escrutinio especial y las denuncias de inconsistencias no son fallos técnicos; son herramientas de un sabotaje diseñado para crear el caos y justificar una intervención externa o una imposición política que ignore el voto popular.
Justicia para el pueblo
La justicia hondureña no puede ni debe quedarse de brazos cruzados. El delito de ponerse a disposición de un gobierno extranjero para socavar las instituciones propias es, por definición, un ataque directo a la existencia misma del Estado.
Las «corruptas consejeras», como las llama el sentimiento popular, deben ser llamadas a rendir cuentas. La impunidad de la que gozaron las élites en el pasado ya no tiene cabida en una Honduras que despertó.
Honduras no es una colonia. Es una nación libre que exige respeto.
Si permitimos que el CNE sea dirigido desde Washington o que sus miembros conspiren desde el extranjero sin consecuencias, estaremos entregando la llave de nuestra casa a quienes nunca han querido el bienestar de nuestra gente.
Es hora de cerrar filas por la patria, exigir que se respete el voto y que caiga todo el peso de la ley sobre quienes, por poder o dinero, han decidido traicionar a su propio pueblo.
https://www.resumenlatinoamericano.org/2025/12/22/honduras-soberania-o-capitulacion-la-traicion-en-el-corazon-del-cne/

