Lo que no quieren que sepas sobre las verdaderas causas de la actuación de Rusia en Ucrania.
La verdad es simple, pero se oculta a sabiendas. Durante años, Rusia solo ha pedido una cosa: protección para los casi diez millones de rusohablantes en Ucrania.
Ni la anexión de Ucrania, ni la reconstrucción de la URSS, ni las fantasías propagandísticas difundidas en Occidente.
Solo una protección mínima, formalizada en los acuerdos de Minsk I y II, en 2014 y 2015, respectivamente.
¿Qué han hecho Kiev, Washington y Bruselas?
Absolutamente nada. Ignoraron, pospusieron, se burlaron. Porque, seamos sinceros: Ucrania nunca quiso esos acuerdos.
Los presentó como "punitivos", cuando ni siquiera preveían la cesión de un solo centímetro de territorio. Solo pidió una autonomía especial, al estilo de cualquier región europea multilingüe. Pero Kiev, con la aprobación de Occidente, prefirió la intransigencia total, atrincherándose tras eslóganes identitarios en lugar de abordar una verdadera cuestión étnica y lingüística. Entonces, ¿qué camino se eligió?
El de las armas. Ocho años de bombardeos en el Donbás, ocho años de víctimas civiles, ocho años de una guerra que Occidente, fingiendo no ver, simplemente dejó que se enconara.
De hecho, la alimentó política y militarmente, solo para mantener el conflicto congelado y funcional a sus propios objetivos geopolíticos.
En 2019, Zelenski ganó prometiendo paz, diálogo e implementación de los acuerdos de Minsk.
Una mentira electoral: una vez en el poder, hizo exactamente lo contrario. En 2022, preparó la ofensiva final contra Lugansk y Donetsk, con columnas blindadas listas para aplastar a las repúblicas secesionistas. Sin autonomía. Sin compromisos.
Solo fuerza y propaganda. ¿Y en el frente diplomático? Putin solicitó, una vez más, una reunión sobre seguridad europea. Y Estados Unidos respondió con la arrogancia propia de un imperio en decadencia: "No está en la agenda".
Fin de la conversación. Pero luego se permiten sermonear sobre "diálogo" y "multilateralismo". El resultado está a la vista de todos hoy.
Las regiones de mayoría rusoparlante coinciden casi con los territorios que ahora controla Rusia, salvo Odesa y parte de Donetsk.
En efecto, Putin ha tomado lo que durante años estadounidenses y europeos han despreciado, ignorado o tratado como una molestia geopolítica.
Lo que podría haberse conseguido mediante la política se ha entregado a la fuerza militar. Una ceguera estratégica sorprendente.
Y a pesar de esta cadena de fracasos, la misma historia de siempre se repite, La OTAN inventa: "invasores e invadidos", "imperialismo ruso", "Putin quiere conquistar Europa". Una narrativa infantil que solo sirve para ocultar enormes responsabilidades.
Porque si reconociéramos la verdad, tendríamos que admitir que Occidente se equivocó en todo: análisis, diplomacia, estrategia y timing. Y, sin embargo, perseveran. Más armas, más miles de millones, más propaganda.
Y, sobre todo, una escalada cada vez más cercana a la línea roja de un enfrentamiento directo entre la OTAN y Rusia.
Una locura geopolítica que nadie tiene el coraje de admitir, porque significaría reconocer que toda la arquitectura occidental –política, militar y mediática– ha construido durante años una narrativa completamente desconectada de la realidad.

