
El mayor de los territorios palestinos vive sumido en una caótica espiral de operaciones de las IDF, ataques de colonos y cambios normativos. No es Gaza, pero está "gazificada". Los socios ultras de Netanyahu aún quieren más.
No hay nada en los famosos 20 puntos para la (supuesta) paz. Tampoco en el acuerdo firmado a bombo y platillo en Sharm el Sheij el pasado lunes. Cisjordania no está, no existe para quienes dicen que están diseñando una nueva era para Oriente Medio.
No hay futuro esperanzador para el mayor de los territorios palestinos, agujereado por la ocupación civil y militar israelí y zarandeado desde los atentados de Hamás del 7 de octubre de 2023 como nunca antes. Su drama, ante los aplastantes 67.000 muertos de la franja, ha estado en un segundo plano, tanto en atenciones como en soluciones.
Desde el Gobierno de Israel han aprovechado el ángulo muerto para hacer y deshacer: operaciones armadas sin precedentes, campos de refugiados arrasados, miles de detenciones, vista gorda con la violencia colona, limitaciones al paso de civiles, veto a trabajadores, demoliciones, robo de recursos naturales...
Un escenario impuesto por los uniformados y, también, desde los despachos, con silenciosos cambios administrativos que hoy hacen que la anexión sea de facto y el apartheid, el pan de cada día para los palestinos. Y lo que vendrá.
Michael Sfard, posiblemente el abogado especializado en Derechos Humanos más destacado de Israel, lleva 26 años atendiendo casos de palestinos de Cisjordania y afirma que "nunca" se ha sentido "tan impotente como ahora". "Como estudiantes de Derecho, aprendemos en la facultad sobre los peligros del poder arbitrario: sin control, sin estar limitado por normas legales, sin estar sujeto al control de instituciones legales que lo limiten.
Cuando pensamos en ello, nos imaginamos países lejanos y épocas pasadas. Imaginamos al señor feudal desalojando a un vasallo por capricho; al rey que se apodera del único cordero de un pobre; al funcionario de un solo partido que, con un guiño, hace arrestar a su molesto vecino.
Pensamos en lugares sin poder judicial, y ciertamente no uno independiente y guiado por una ética profesional. Ahora, en los últimos meses en Cisjordania, me enfrento directamente a un poder crudo, brutal y arbitrario", describe.
Cita un puñado de episodios de los que llegan a su mesa: colonos que invaden tierras privadas, acosan a los propietarios, asustan a los niños, que arrancan árboles, colonos vestidos de uniforme militar que entran en las tiendas de los pastores o los beduinos y destrozan su propiedad y le tiran el agua, soldados que desmantelan cámaras de seguridad instaladas en viviendas palestinas para documentar el acoso y la violencia, o que confiscan los servidores donde se almacenan las grabaciones, más policías o soldados que confiscan propiedades sin dejar documentación ni formulario que confirme la incautación, arrestos sin cargos (administrativos), agricultores que no pueden llegar a sus tierras porque los colonos les cortan el paso, órdenes de alejamiento ante ese acoso que no se aplican, atentados que no se investigan y de los que no hay arrestos...
"Nada de esto es legal", repite con insistencia. "Nada, nada de esto es legal, según las propias leyes del ocupante", que dice que quien ocupa tiene que preocuparse del bienestar de los civiles sometidos, ni "según la ley militar aplicable en el territorio". Asume que "nada de esto es nuevo, salvo que ahora no hay nadie con quien hablar".
Explica que antes "había un número de teléfono, un comandante, un oficial, un fiscal, un asesor legal, alguien que mostraba un poco de vergüenza", pero ya no. "O no contestan o responden con hostilidad o contestan y los ignoran", denuncia. Unos sencillamente ya no están, otros han sido trasladados y también hay quien "se alinea con el espíritu maligno de la época".
"La policía, el ejército y los colonos siempre han sido, en gran medida, un solo cuerpo, pero antes había grietas entre ellos que a veces permitían encontrar una solución, que permitían contener al monstruo de la supremacía judía.
Hoy es una masa sólida de maldad destilada", mientras le siguen entrando los mensajes de WhatsApp de nuevos clientes, varios al día. "Mi equipo y yo nos estamos volviendo locos", reconoce.
Desarbolado, sólo puede trasladar la foto fija de los ataques y la lucha. "Sólo me consuela saber que llegará el día en que todos los que sirven a esta maquinaria del mal tendrán que explicarles a sus hijos, a sus nietos y a ellos mismos cómo fue que no lograron ser humanos. Habrá museos que contarán su historia y la de sus víctimas. Porque esto no durará para siempre.
El humanismo no perderá esta batalla", augura.

Los números de la vergüenza
La angustia de Sfard cristaliza, negro sobre blanco, en una denuncia hecha el pasado 23 de septiembre por Naciones Unidas: Israel tiene la "clara intención de trasladar por la fuerza a los palestinos y expandir la presencia civil israelí y anexar la totalidad de Cisjordania, impidiendo cualquier posible autodeterminación y la creación de un Estado palestino, manteniendo una ocupación indefinida", dice el último informe de la Comisión de Investigación Independiente sobre los Territorios Palestinos Ocupados.
Sus investigadores destacan con alarma las operaciones militares israelíes en campamentos como Jenin, Tulkarem y Nur Shams, que han causado destrucción masiva y desplazamientos, además de la violencia colona y la desconexión de los municipios por la expansión de las colonias.
Destacan las declaraciones del ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, que quiere anexionarse el 82% de Cisjordania, y por el avance del plan de expansión del asentamiento E1, respaldado públicamente por el primer ministro, Benjamin Netanyahu. "Estos planes no son ocultos.
Son proclamados con orgullo. Confirman lo que venimos documentando: una política sistemática de despojo territorial y limpieza étnica", denunció Navi Pillay, presidenta de la Comisión.
La Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) para Palestina, en su último boletín de situación del 9 de octubre, pone números a esta tendencia: desde el 7-O, 999 palestinos han sido asesinados por fuerzas o colonos israelíes (frente a 41 israelíes asesinados por palestinos en Cisjordania); durante el mismo período, 13 palestinos han muerto y unos 170 han resultado heridos al cruzar el muro ilegal de separación, en un intento de trabaja al otro lado, cuando la zona enfrenta su peor crisis económica en décadas.
Más de 10.000 palestinos (al menos 3.000 menores de edad) han sido desplazados por demoliciones, ataques de colonos y restricciones de acceso en los dos últimos años: se han destrozado, confiscado, sellado o forzado 3.590 residencias en este tiempo, pero la cifra, asume la ONU, es conservadora, porque es complicado acceder a determinados puntos, al aumentar el control y el veto de Israel.
"Familias enteras están siendo despojadas de sus hogares, agua y medios de vida en un esfuerzo calculado para expulsarlas de sus tierras y dar paso a asentamientos (...)
Esto no es una destrucción accidental. Es una política deliberada de despojo", denuncia en un comunicado Angelita Caredda, directora regional del Norwegian Refugee Council (Consejo Noruego para los Refugiados o NRC) para Oriente Medio y el Norte de África.
Los ciudadanos tienen que irse con allegados -la familia extensa en el mundo árabe, la gran salvadora en tantas ocasiones-, a otras poblaciones o incluso se quedan, a modo de resistencia, malviviendo entre los cascotes de los derribos, bajo los árboles o en cuevas cercanas, "como en la Edad de Piedra".
Las demoliciones se basan en un sistema de planificación que niega a los palestinos el derecho a construir en la Zona C, que abarca el 62% de Cisjordania y que permanece bajo pleno control israelí, civil y militar. Los palestinos deben solicitar permisos para edificar, que casi nunca se conceden. Desde octubre de 2023, se han presentado 282 solicitudes, añade el NRC. Ninguna fue aprobada.
Especialmente imparable es la violencia de los colonos, que actúan con impunidad a la vista de los soldados israelíes y su policía de fronteras y, a veces, con su ayuda: entre enero de 2023 y junio de 2025, se han contabilizado más de 3.500 ataques de colonos con resultado de daños a la propiedad y heridos y a estos civiles armados se tres atribuyen hasta 38 asesinatos, dice otro dossier específico de la OCHA.
Los heridos por sus actos rozan los 4.000 y los desplazados por su mano, casi 3.000. Han vandalizado 4.700 coches y han dañado o destrozado más de 50.000 árboles. La intimidación en las casas y las amenazas con fuego real no distinguen ni entre ancianos ni entre niños.
La ONG israelí B'Tselem publicó un informe en marzo en el que llama a todo este proceso "gazificación" de Cisjordania, porque el objetivo es similar al de la franja: sacar al máximo de población de sus hogares, forzar su desplazamiento y, más tarde o más temprano, su marcha, y ahondar en la ocupación cisjordana.
Todo esto pasa en una zona ocupada desde 1967, tras la Guerra de los Seis Días. En los Acuerdos de Oslo, los más esperanzadores en este conflicto pero igualmente incumplidos, se estableció que el poder de Israel en zona C, ese 62% del territorio, debería transferirse gradualmente a una jurisdicción palestina dentro de los 18 meses siguientes a la inauguración del Consejo Palestino.
Eso fue en 1996. Casi tres décadas y el articulado está más lejos que nunca de ser realidad, atrapado entre colonias en expansión y un muro de hormigón y alambrada electrificada declarado ilegal en 2004 y que en un 85% de su recorrido se come suelo palestino para elevarse.
Daños a la vida y al modo de vida
Con el otoño, ha llegado la campaña de recogida de la aceituna, que en Palestina es un acontecimiento económico, cultural y social de primer orden, y con ella los redoblados ataques de colonos a un pilar de su empresariado: van 400 olivos arrancados, envenenados o cortados en los primeros días.
El año pasado fueron 200 ataques, casi el doble que en 2023 y más del triple de 2022, contando lo ocurrido a los árboles o el robo de cosecha, la inutilización de la tierra, el vandalismo en las herramientas o la persecución de los jornaleros.
Se suman a los recurrentes ataques a bienes de los palestinos más cercanos, como los robos de cabezas de ganado o los daños a vehículos de trabajo, de furgonetas a tractores y remolques. Especialmente sensibles son los taques a pozos y tanques de agua (robo, roturas para que se derrame, lanzamiento de químicos y heces), que son capaces de dejar a 100.000 personas sin agua, como pasó el 1 de octubre en Ein Samiya. Era el noveno ataque este año.
Personas que pierden la vida, la casa, los medios para tener el pan. De lo más grave a lo más cotidiano. La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) publicó el 29 de agosto un informe en el que destaca la"conmoción sin precedentes" de la economía palestina mientras se llevaba a cabo la ofensiva sobre Gaza, por culpa de las restricciones de movilidad de larga data, los cierres generalizados de comercios y empresas por la violencia y el impacto directo de las operaciones militares y de seguridad, además de la prohibición de que empleados palestinos crucen al otro lado a trabajar, tanto en las colonias como en Israel como en el este de Jerusalén (zona internacionalmente reconocida como ocupada).
Entre el tercer y el cuarto trimestre de 2023, el empleo de palestinos en Israel y los asentamientos se redujo drásticamente, pasando de 171.700 a tan sólo 25.000 trabajadores.
En 2024, el PIB per cápita en Cisjordania cayó un 21 % y el desempleo se disparó al 32% (casi el triple de la tasa registrada en septiembre de 2023). A fines de 2024, el PIB retrocedió a los niveles de 2014, y el PIB per cápita descendió a cifras no vistas desde 2008.

El Programa Mundial de Alimentos (PMA) ha tenido que sumar a 116.000 personas más a su plan de cupones de alimentos de emergencia, además de las más de 183.000 personas ya apoyadas a través del programa regular. No llegan ni a los alimentos esenciales.
A ellos se suman los más de 4.000 trabajadores gazatíes que estaban trabajando en Cisjordania cuando se produjo el ataque de Hamás y se inició la ofensiva de Israel, completamente varados.
Pese a que el alto el fuego se mantiene, aunque precario, en la franja, en Cisjordania nada se ha relajado con el acuerdo impulsado por el presidente de EEUU, Donald Trump.
El boletín de la OCHA habla de "asedio" especialmente en el norte, en la zona de Yenín, donde se lanzó en enero una operación que ha destrozado buena parte de los campos de refugiados. Las patrullas de las fuerzas de Israel se adentran incluso en el centro de la ciudad, considerada zona A y, por tanto, de exclusiva competencia de la Autoridad Nacional Palestina (ANP).
Los técnicos de Naciones Unidas han documentado casos en las últimas dos semanas que ejemplifican bien cómo es el día a día de estos palestinos: describen una "sensación prevaleciente de inseguridad" en las calles ante los allanamientos repetidos de tiendas, farmacias y viviendas particulares; se dan casos de disparos a menores y a mayores, y también se bloquean los accesos a infraestructuras sanitarias como hospitales y ambulatorios, especialmente tras alguna operación, lo que complica la atención de los heridos.
Sólo en los nueve primeros meses de este año, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha registrado más de 200 ataques a instalaciones sanitarias cisjordanas, concentradas sobre todo en Yenin y en Nablus.
También se describe en el informe la toma de edificios de viviendas, usadas por los soldados como "puestos militares temporales", o de terrazas, para que se repartan los francotiradores. A veces se evacua a los vecinos y a veces no. Terror, en cualquier caso.
Se cita un caso en la aldea de Al Yamun, del 1 de octubre pasado, en el que se tomó una casa cuyo dueño tenía un problema cardíaco. La familia pidió una ambulancia para trasladarlo a urgencias por una crisis al ver la situación, pero los israelíes agredieron a los sanitarios y confiscaron el vehículo. El señor no pudo ser llevado al hospital hasta la mañana siguiente.
Issa Kassis, alcalde de Ramala, la capital administrativa palestina y primera ciudad de Cisjordania, ha tenido esta semana una intervención en el Foro de Alcaldes de la ONU en Ginebra (Suiza), que resume de una forma aplastante lo que es la ocupación. "La ocupación no es sólo el tanque y el soldado.
No sólo restringe tu movimiento, sino también tus pensamientos, tus planes, tus aspiraciones y tu visión". La resistencia, para él, en este momento, es seguir "existiendo en el terreno" propio.
En su caso, es aguantar con el suministro de agua más bajo per cápita del planeta "mientras los colonos disfrutan de sus piscinas", o tratar de moverse de zona A a zona B en un viaje "terrorífico" por inseguro. Es mejor sólo para lo estrictamente necesario, explica.
Queda la "resiliencia" de los palestinos, como la que han demostrado los gazatíes, destaca, la de "personas que eligen la vida, a pesar de todo".

Soberanía en todo, menos en el nombre
Ante el frágil acuerdo sobre Gaza, Cisjordania aparece como un caramelo que Netanyahu puede dar a sus ministros ultras para que no rompan la coalición, para que le permitan seguir teniendo mayoría y para protegerlo del triple proceso por supuesta corrupción que tiene abierto.
Pero, en realidad, confirmar formalmente la anexión de la zona no pasa de ser eso, una palabra puesta en un papel porque, de facto, día a día, esa incorporación de Cisjordania al mando israelí es total.
Lo confirma un documentado informe del International Crisis Group (Grupo de Crisis Internacional), un tanque de pensamiento independiente con sede en Bruselas, desvelado el 9 de octubre pasado. Sostiene que Tel Aviv "tiene soberanía en todo menos en el nombre" sobre lo que ellos llaman "Judea y Samaria".
Los ministros ultras, y en especial Smotrich, "están reestructurando la ocupación, transfiriendo poderes de gobierno de agencias militares a civiles para instaurar gradualmente un control permanente".
Sin dudar, sus expertos afirman: "Gran parte del territorio ha sido ya anexionado" por los "hechos sobre el terreno", porque a los casi 600.000 colonos de la zona (suben si añadimos los del este de Jerusalén), el hecho de que el 20% del suelo está considerado "zona de entrenamiento militar" y la vigilancia perenne de sus infraestructuras y comunicaciones, se suman estos "cambios legales sin precedentes", que han "borrado las distinciones que aún persisten entre la vida en los asentamientos en Cisjordania y la vida en el resto de Israel".
Básicamente, el ministro de Finanzas y líder de Partido Sionista Religioso -que hace años tenía ya una hoja de ruta para adueñarse de la zona y que es colono él mismo- ha arrancado a Netanyahu una separación de responsabilidades dentro del Ministerio de Defensa, que está en manos del Likud de Bibi.
Se ha dejado por un lado todo lo referente a pura seguridad y, por otro, se ha creado una especie de autoridad interna sobre asuntos civiles, los cotidianos, de los colonos, que lleva gente de la absoluta confianza del extremista.
Es así desde febrero de 2023, antes incluso de los ataques de Hamás.
Desde 1981, existía una administración dentro de Defensa que se encargaba de la vivienda, la planificación, la construcción o las infraestructuras para los habitantes de estas ciudades ilegales.
Esa oficina lo regulaba todo, menos la legislación general y la justicia, dependientes del Gobierno israelí. Eso hacía que hubiera una distinción teórica entre los colonos y el resto de los israelíes. Smotrich siempre ha tenido el plan de cambiar esto e igualar a situación, que no era necesariamente peor para los colonos (que cuentan con suculentos beneficios para trasladarse a Cisjordania).
Además de dar a todos "exactamente los mismos derechos", con la medida el ministro radical logra dos cosas más: "impedir el Estado palestino, convirtiendo Cisjordania en parte integral de Israel" y también "optimizar los servicios a su base electoral".
"Es espectacular, creamos un sistema independiente", se vanaglorian los suyos. "Al oeste del Jordán, desde el río hasta el mar, sólo hay espacio para una autodeterminación nacional: la judía.
Nunca habrá un estado árabe en el corazón de la Tierra de Israel", como dijo el ministro en diciembre.
Smotrich -calificado de "calculador" en el informe-, es hoy prácticamente el "gobernador" de Cisjordania, porque Netanuahu le ha dejado controlar prácticamente la vida de 3,3 millones de palestinos y de esos más de 500.000 colonos.
"Cambió las reglas del juego", insiste. Ahora ha mejorado su capacidad para expandir asentamientos, asignar tierras de construcción y labor, otorgar registros de propiedad, ordenar demoliciones de propiedades palestinas, planificar y construir cualquier cosa, controlar el flujo de la electricidad, el agua o las comunicaciones, también de los transportes, y controlar también las reservas naturales, las granjas y los sitios arqueológicos.
En junio de 2023 se eliminó la obligación de que el primer ministro autorizase una colonia. Ahora basta con el nuevo organismo del ultra para que los outpost o puestos de avanzada (que luego se convertirán en asentamientos) estén respaldados legalmente.
Lo mismo pasa con las órdenes de desmantelarlos, que han pasado además a cero: fueron 300 en 2022, apenas 10 en 2023, cero en 2024.
Smotrich decide qué tierra es o no estatal y dónde hay que dibujar las líneas azules de los mapas oficiales de Israel. "Todo está en sus manos", se concluye.
Mientras el ministro lo justificas en la necesidad de "facilitar la vida" de los colonos, en el Ejército hay malestar por las competencias perdidas y la respuesta palestina que puede haber a esta provocación.
El análisis habla de "inflamar Cisjordania" en vez de estabilizarla, que es lo que corresponde a Israel como potencia ocupante y lo que dice Oslo.

Lo que puede venir
El International Crisis Group explica que hay un dilema en el Gobierno israelí, ante esta realidad: proceder o no a la anexión formal, que es lo que queda.
Si el gabinete efectivamente procede a ella, debería ocuparse de inmediato de todos los palestinos de Cisjordania, si es que se atiene a las obligaciones del ocupante bien claras en el derecho internacional.
Además, se dispararía la percepción de que hay un sistema de apartheid -ya reconocido hoy por Naciones Unidas- y se multiplicarían las posibilidades de respuesta en forma de condenas, sanciones, ruptura de relaciones o aislamiento por parte de la comunidad internacional, una presión que, pese a su tibieza en Occidente, ha empujado a Netanyuahu a firmar el acuerdo sobre Gaza.
De producirse la plena anexión, además, la esperanza de dos estados quedaría absolutamente disuelta, aunque en la práctica ya lo está, con una Cisjordania horadada y sin continuidad territorial alguna.
"La anexión no es una amenaza futura", se lee, sino que "ya está en marcha". Y tiene el aval popular: el 68% de los israelíes quiere tener la soberanía sobre Cisjordania y el 71% no desea que cuaje un Estado de Palestina.
Los ultras del Gobierno israelí están ya acelerando obras hasta en zonas hasta ahora intocables como la E1, a las afueras de Jerusalén, esenciales para hacer un corredor para los palestinos, para justificar sus pasos, y se teme una intentona de anexión parcial en el jugoso Valle del Jordán, una joya agrícola y defensiva.
Dicen que ampliando y anexionando crean una especie de cinturón de seguridad para el resto de los israelíes, como los que disfrutan de la playa en Tel Aviv, por si hay en el futuro un nuevo 7-O.
Calculan que, presionando, presionando, los palestinos se acabarán cansando y optarán por emigrar o por quedarse en Cisjordania pero aprisionados y sin derechos, en una especie de "autogestión autónoma". 

El ministro de Finanzas israelí, Bezalel Smotric, se dirige a los familiares de los israelíes secuestrados por Hamás, el 3 de junio de 2024, en una concentración en Jerusalén.Saeed Qaq / SOPA Images / LightRocket via Getty Images
También se temen pasos para hacer daño a la Autoridad Nacional Palestina, de la que anhelan su "disolución".
Smotrich está "bien posicionado para provocar el colapso económico" de Cisjordania, porque en su mano está la recaudación de fondos, de aranceles y tasas, que luego llegan a Ramala y sirven para pagar sueldos de funcionarios y dar servicios.
Si empieza a decir que el presidente Mahmoud Abbas es hostil, puede cerrar el grifo por completo: tras los ataques de Hamás y hasta finales de septiembre, ya había bloqueado casi 600 millones de dólares, dice el dossier, lo que se traduce en pérdidas de empleo, bajadas en el sector privado y más pobreza.
Netanyahu les deja hacer pero no da el paso de firmar nada, porque sabe que le dolería la cabeza con EEUU, cuando Trump ha dicho ya varias veces que anexión no habrá.
Otros aliados de siempre, de Europa a Reino Unido pasando por Canadá o Australia, también podrían plantearse medidas más serias como réplica. Además, se encontraría con un problema con los países de Oriente Medio y los árabes con los que ya tiene firmados los Acuerdos de Abraham (Emiratos Árabes Unidos, Baréin, Marruecos y Sudán), y que no han crecido más por sus ataques en Gaza. No quiere ser el premier de un Estado paria.
Los ministros ultranacionalistas claman a hacer de Cisjordania, mientras, una tierra "inhabitable", y los colonos se sienten envalentonados, por lo que multiplican su violencia sin castigo.
Los pastores y los jornaleros, los paseantes por los senderos áridos y los pícnics familiares casi han sido desterrados del paisaje. Los derechos humanos se violan cada día.
Y no se ve voluntad política, ni dentro ni fuera, de que las cosas cambien. Los analistas son pesimistas. Es tan honda la ocupación que "es muy posible que incluso la aplicación de medidas no haga más que ralentizar su ritmo", no acabar con ella.
https://www.huffingtonpost.es/global/no-te-olvides-cisjordania-apuesta-israel-anexion-facto-apartheid.html