
El país africano desafía la asfixia económica y el sabotaje de Francia mientras avanza en agricultura, educación y energía pese a décadas de saqueo colonial disfrazado de “cooperación”
UNA REVOLUCIÓN BLOQUEADA POR EL FRANCO CFA Y LA GUERRA PROXY
En julio de 2023, el pueblo de Níger expulsó a un presidente impuesto por París y dijo basta a un siglo de servidumbre colonial.
Francia respondió con su manual de siempre: sanciones, bloqueos, amenazas de invasión y, como denuncian Mali y Burkina Faso, financiación a grupos armados para sembrar el caos.
La supuesta “comunidad internacional” se alineó con el expolio histórico: la CEDEAO, dirigida entonces por Nigeria bajo presión francesa, intentó incluso lanzar una guerra para reinstalar al peón de Occidente.
El látigo financiero sigue golpeando. El franco CFA, impuesto desde 1945, imprime en Francia la miseria de sus antiguas colonias, obligando a Níger a entregar sus divisas al Banco de Francia para cada importación y limitando sus exportaciones incluso a socios como los BRICS.
Sin moneda propia, sin control sobre sus reservas y con su economía estrangulada, Níger vive un embargo de facto mientras acumula toneladas de uranio sin poder venderlas.
El saqueo es evidente: desde 1971, Francia se quedó con el 86% del uranio extraído en Níger para alimentar sus centrales nucleares, mientras el 85% de los hogares nigerinos no tiene electricidad.
Cuando el gobierno popular nacionalizó Somaïr en 2025 y cortó los envíos a París, la respuesta fue sabotear la producción y ahogar aún más sus finanzas.
AVANCES ENTRE EL HAMBRE, LAS BALAS Y EL BLOQUEO
El Consejo Nacional para la Salvaguarda de la Patria (CNSP) gobierna entre amenazas de intervención, apagones impuestos y terrorismo desatado tras la salida de tropas francesas. Aun así, los logros empiezan a ser palpables.
Por primera vez, Níger no sufrió el “período de hambre” que obligaba a las familias campesinas a comerse las semillas de la siguiente cosecha, gracias al programa de irrigación que bajó el precio del arroz de 20.000 a 11.000 francos CFA por saco. En un país donde la sequía y las sanciones habían dejado estómagos vacíos, este avance es revolucionario.
La educación también da un salto histórico: 3.000 aulas de paja fueron reemplazadas por aulas de cemento en Niamey, después de décadas en las que las lluvias arrasaban escuelas improvisadas.
Se han pagado becas atrasadas y mejorado las condiciones mínimas para estudiar, aunque la precariedad docente persiste: 80% del profesorado sigue sin contrato estable y los atentados en el oeste obligan a cerrar escuelas y huir a pueblos enteros.
En energía, dos nuevas plantas –una solar y otra térmica– redujeron la dependencia de Nigeria, que había dejado a oscuras a Níger durante el bloqueo ordenado por la CEDEAO. El uranio ahora nacionalizado promete, a largo plazo, electrificar al país que lleva décadas iluminando Europa mientras su propia gente cocina a la luz de velas.
El precio de la independencia se paga caro: terrorismos alimentados desde fronteras amigas de Francia, sabotajes económicos, campañas de propaganda que llaman “golpe” a lo que en realidad fue una insurrección popular contra un régimen títere.
Aun así, los nigerinos mantienen la decisión tomada en 2023: dignidad antes que esclavitud financiera y militar.
El camino es largo, técnico y peligroso: crear una moneda propia, un banco común de la Alianza de Estados del Sahel, un sistema educativo sin aulas de barro, una red eléctrica independiente, una industria que deje de exportar recursos brutos a cambio de migajas.
Pero Níger ha encendido una chispa que ni París ni sus socios parecen capaces de apagar. La misma que en Mali y Burkina Faso ya quemó la bandera tricolor del “protectorado” francés.
La independencia real en África no se firma en papel ni en tratados amañados: se arranca a los imperios, piedra a piedra, mientras estos responden con hambre y fuego.
Fuentes:
https://spanishrevolution.net/