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Los aranceles de Trump entierran décadas de libre comercio y envían los Estados Unidos de vuelta a 1930

Donald Trump ha impugnado décadas de libre comercio y ha enviado Estados Unidos de vuelta a los dictados proteccionistas de 1930.

  Los aranceles a decenas de países, que entrarán en vigor el 7 de agosto, han situado las barreras comerciales en su punto más alto desde la Gran Depresión. 

En ese momento, el Congreso aumentó drásticamente los impuestos a más de 20.000 bienes importados para intentar salvar la industria doméstica. 

Casi un siglo después, Trump ha herido de muerte la globalización sobre la que EEUU ha cimentado su preponderancia económica, pero que el presidente considera injusta para los intereses del país.

Contra los aciagos pronósticos por parte de analistas económicos y las quejas de las grandes compañías americanas, Trump ha avanzado en su esfuerzo para reestructurar el orden comercial actual.

 El resto del mundo, que durante seis meses ha vivido bajo la inestabilidad de las amenazas del republicano y sus anuncios de infarto vía Truth Social, se sumerge ahora en un escenario aún más incierto e intrincado. 

Ningún acuerdo ha sido publicado aún, y solo hay el decreto que publicó la Casa Blanca a última hora del jueves, que incluye tanto los aranceles pactados como los unilaterales para aquellos países con los que no se logró cerrar un acuerdo —por falta de tiempo o de prioridad para Washington— antes de la fecha límite.

Los gravámenes prometen reescribir las reglas para más de tres billones de dólares en comercio exterior. Aun así, faltan muchos detalles por conocer. A pesar de que Trump ha celebrado como una muestra de fuerza los acuerdos comerciales cerrados con al menos 34 países, sigue sin poderse leer la letra pequeña de dichos pactos. 

En el caso del 15% de tasas para la Unión Europea —un acuerdo insatisfactorio para los 27 que solo ha logrado rebajar cinco puntos respecto al 20% inicial—, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, se prometió a Trump que los países europeos gastarán 750 mil millones de dólares en energía estadounidense. Compromiso que no está garantizado y que ha sido duramente criticado, ya que son las empresas europeas quienes deciden a quién compran los productos energéticos.

Con el acuerdo con Japón pasa algo similar. Trump afirmó que la nación nipona aceptó un nuevo mecanismo de financiación de 550 mil millones de dólares que “reconstruirá y expandirá las industrias clave de Estados Unidos” con proyectos específicos dirigidos por él. 

Según el presidente, las ganancias se dividirán 90/10 a favor de Estados Unidos. 

En Tokio, el resultado del acuerdo es otro: el negociador comercial de Japón, Ryosei Akazawa, ha dicho que solo contribuirán del "1% al 2%" de esa cantidad con efectivo y que el resto provendrá de préstamos o garantías financieras de bancos vinculados al estado nipón.

Las grandes ganancias que promete Trump gracias a estos pactos, parecen ser mucho más marginales de lo que narra el presidente cuando se escucha a la otra parte negociadora.

 Las discordancias que ya empiezan a salir a la luz no solo suman incertidumbre al panorama, sino que plantean serias dudas a medio y largo plazo. 

Esto no impide que el presidente, aproveche la victoria presente. 

La realidad en la que viven la mayoría sus seguidores no es aquella que perciben, sino la que el presidente describe. Además, la aplicación de los aranceles llega en un momento muy conveniente para el republicano, quien está sufriendo auténtica crisis de credibilidad entre sus acólitos por el caso de los papeles de Jeffrey Epstein.

"Erosión gradual"

Los aranceles coinciden en un momento donde los indicadores económicos aún no reflejan del todo las consecuencias de sus primeros seis meses de mandato. 

De hecho, existe la amenaza real de que el impacto de los aranceles se manifieste de pleno en la víspera de las elecciones parlamentarias de 2026. Durante la primera mitad de 2025 la economía estadounidense ha crecido a una tasa anual del 1,2%, la mitad de la velocidad con la que terminó el 2024. 

La semana pasada, JP Morgan advirtió a sus clientes que el crecimiento que se prevé para la segunda mitad de este año será "casi nulo".

Por otro lado, el gasto del consumidor se ha enfriado respecto al ritmo del año pasado con una cifra de un 1,4%, y la inflación, que a finales del 2024 había bajado, ya ha crecido hasta el 2,7%. 

Mientras tanto, Trump sigue amenazando al presidente de la Fed, Jerome Powell, con destituirlo si no baja los tipos de interés. 

Desde que el republicano asumió el poder, que la Reserva Federal estadounidense ha mantenido los tipos entre el 4,25% y el 4,5% a la expectativa de las políticas imprevisibles del mandatario.

El jefe de la firma de consultoría económica EY Parthenon, Greg Daco, decía en el Washington Post, que el impacto de los aranceles afectará de forma gradual a la economía estadounidense. "No es un escenario tipo acantilado. Esto es más bien una erosión gradual del impulso económico".

Antes de que se note el impacto real de las políticas arancelarias —y que pueda influir en la campaña electoral del 2026— los estadounidenses ya han mostrado su descontento. 

Una encuesta realizada por la cadena Fox News entre el 18 y el 21 de julio, mostraba como el 62% de votantes desaprobaban los impuestos a las importaciones, frente a un 36%.

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