Colegio San José: La Enseñanza del Terrorismo

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Siria: Balcanización planificada: Los drusos como excusa

**Tras el colapso del gobierno de Bashar al‑Assad, Siria se ha transformado en un Estado fallido: sin soberanía efectiva, con un gobierno transicional sostenido por milicias violentas que reprimen a las minorías, y atravesada por un entramado de intereses geopolíticos que la convierten en terreno fértil para su fragmentación y balcanización.

Con el triunfo militar de Hayat Tahrir al‑Sham (HTS) —que no es más que una nueva etiqueta para la Hermandad Musulmana, Al-Qaeda y sus distintas ramas internacionales provenientes del Turkestán amplio—, se ponía fin al período histórico en el que los alauitas detentaban el poder formal. 

Pero más importante aún: se disolvía la organización republicana, laica y multiconfesional que había operado bajo los principios del panarabismo. 

Tal vez por eso, tanto Turquía —heredera directa del Imperio Otomano— como Israel y las potencias del llamado Occidente Colectivo, en especial la Anglosfera (todas moldeadas por una lógica colonial común), respaldaron con firmeza y ferocidad a estas fuerzas extremistas y al derrocamiento de la familia Assad.
El agente Ahmed Hussein al-Sharaa (alias Abu Mohammed al-Jolani), líder del grupo islamista sirio Hayat Tahrir al-Sham (HTS) que encabezó una ofensiva rebelde relámpago para arrebatar Damasco al control del gobierno, se dirige a una multitud en la Mezquita Omeya del siglo VIII, el 8 de diciembre de 2024. 

Sus tropas tuvieron el apoyo militar explícito de Turquía, una nación de la OTAN, Qatar (financiero), Estados Unidos (en inteligencia) e Israel (en propaganda).

La retirada estratégica de Irán —motivada tanto por una decisión política difícil de admitir como por sus reveses militares en el Líbano—, junto con las urgencias de Rusia en el escenario del Mar Negro, y ciertas traiciones internas, precipitaron el colapso del Partido Baaz y de los clanes en el poder, que se desmoronaron como un castillo de naipes. 

En apenas unas semanas, todo terminó un 8 de diciembre. Analicé este proceso en detalle en los artículos «Cayó Siria» y «El Día Después».

La rápida caída de Alepo, seguida por Hama y Homs, y el asedio final sobre Damasco —coronados por la “operación de rescate” rusa que evacuó al matrimonio al‑Assad rumbo a Moscú— , allanaron el camino para la entronización de Ahmed al-Sharaa, más conocido por su nombre de guerra Abu Mohammad al‑Jolani, hasta entonces un líder de ISIS/Al-Qaeda con pedido de captura internacional. 

Poco después, el 29 de enero de 2025, con el respaldo tácito de la comunidad internacional, fue proclamado presidente interino con el aval de sus aliados regionales.

Durante ese proceso de “normalización”, el gobierno de HTS se enfocó en atraer al capital transnacional, imponer la ley islámica, consolidar su alianza con sus principales patrocinadores —Turquía y Qatar— y enviar señales de conciliación hacia Israel. 

Este último, por su parte, se había apresurado por ocupar la zona desmilitarizada de los Altos del Golán y desmantelar por completo el sistema defensivo sirio —aéreo, naval y antiaéreo— con la vista puesta en un eventual ataque a Irán a través del “canal sirio”, algo que finalmente se concretó el 13 de junio de 2025, durante la Operación Rising Lion.
Hangares de la Fuerza Aérea Siria incendiados tras los bombardeos israelíes del 8 de diciembre, efectuados el mismo día en que cayó Bashar al‑Assad. 

Entre los restos calcinados se identifican helicópteros Aérospatiale SA.342L Gazelle, adquiridos en 1977 por Hafez al‑Assad a la Francia del entonces presidente pro-arabista Valéry Giscard d’Estaing. 

Estas aeronaves estaban equipadas para portar misiles antitanque AS.12 y HOT —también provistos por Francia—, diseñados para hacer frente a las formaciones blindadas israelíes
Las patrulleras misilísticas de la modesta Armada Siria fueron destruidas en el puerto de Latakia durante un ataque aéreo israelí, lo que eliminó de un solo golpe la ya limitada capacidad naval del país.
De forma simultánea a la caída de Bashar al-Assad, fuerzas israelíes se desplegaron y ocuparon la zona desmilitarizada de los Altos del Golán.

Históricamente, los levantamientos de la Hermandad Musulmana no entraron en conflicto directo con los intereses estratégicos de Israel en la región. 

Por el contrario, en varias ocasiones actuaron de forma paralela —y en momentos clave, incluso coincidente— contra adversarios compartidos, como el establishment alauita en Siria y sectores de la resistencia palestina vinculados a la OLP y Fatah.

 Esta convergencia táctica, aunque rara vez reconocida abiertamente, configura un patrón significativo dentro de las dinámicas geopolíticas de Medio Oriente.

No obstante, como señalé en mi artículo «El proceso de re-colonización de Medio Oriente», en Siria ya se percibía una creciente tensión entre dos grandes actores regionales: Turquía, representante de la Hermandad, que de manera velada anhela restaurar el legado del Imperio Otomano, e Israel, que abiertamente persigue su ambicioso proyecto “bíblico” del Gran Israel.

Precisamente por esta razón, el canciller ruso Serguéi Lavrov y las autoridades iraníes han insistido constantemente en la implementación de la Resolución 2254 de la ONU, que reafirma la integridad territorial de Siria. 

Este principio, al menos desde el discurso, es aceptado por Erdoğan, lo que contribuye a mantener un equilibrio —podríamos decir precario—, entre Turquía, Rusia e Irán dentro del todavía vigente Grupo de Astaná.

Quizás —y solo quizás—, se haya establecido un acuerdo tácito según el cual los rusos conservarían sus esenciales bases mediterráneas de Jmeimim y Tartús, asegurando una pax armada frente a sus enemigos yihadistas, mientras que los iraníes no serían desafiados en el norte por Azerbaiyán, país que mantiene estrechos vínculos tanto con Turquía como con Israel.

Sin embargo, bastó solamente el transcurso de un año para que la puja geoestratégica entre israelíes y turcos comenzara a manifestarse.

El 4 de febrero de 2025, finalmente, el flamante presidente interino sirio, Ahmed al-Sharaa, se reunió con su gran mentor, el presidente turco Recep Tayyip Erdoğan. 

Durante el encuentro, discutieron la posible creación de una alianza de defensa conjunta, que incluiría bases aéreas permanentes turcas en Siria y programas de entrenamiento militar para el “nuevo ejército sirio”, además de abordar la cooperación contra el terrorismo kurdo (YPG/SDF).

Este es un punto fundamental para el gobernante interino sirio: actualmente, el “ejército sirio” está formado mayormente por brigadas represivas internacionalistas provenientes del Cáucaso, el Levante y Asia Central. 

Por ello, resulta crucial homogeneizar estas fuerzas bajo una disciplina táctica e ideológica común, además de proporcionarles cobertura aérea turca, con el fin de dotar a Siria con una capacidad renovada para defender su soberanía.

Compréndase que Turquía, quien realmente logró la victoria en Siria en diciembre de 2024, ha captado la atención de Israel, que la ve como una amenaza regional, a pesar de tener lazos subyacentes. 

Turquía no es Irán: es miembro de la OTAN y del G20, su economía no es fácilmente sancionable, cuenta con un poder blando incomparable en el mundo sunita y posee una industria armamentística en constante crecimiento.

El 24 de mayo, en una visita sorpresa al Palacio Dolmabahçe de Estambul, volvieron a reunirse los mandatarios, donde Turquía se comprometió a respaldar la integridad territorial de Siria.

 En el encuentro estuvieron presentes los ministros turcos de Defensa, Yaşar Güler, de Exteriores, Hakan Fidan, y el jefe de inteligencia, İbrahim Kalın.
El actual gobierno sirio funciona como un gobierno de ocupación. Aunque el presidente interino Ahmed al-Sharaa es de familia siria (nació en Arabia Saudita), todos sus funcionarios han nacido o recibido su formación intelectual en Turquía. 

Considerando que Turquía albergó, entrenó y equipó al HTS y al Frente de Liberación Nacional —con la anuencia de Occidente Colectivo e Israel—, para dirigir sus batallones contra Bashar al-Assad, la situación resulta comprensible.

 El gobierno “provisional” es ilegítimo, pues surge de ejércitos subsidiarios internacionales coordinados por agencias de inteligencia occidentales, el Mossad y la Hermandad Musulmana. 

Por ello, la acusación contra al-Sharaa como un miembro criminal de Al-Qaeda/ISIS es un engaño mediático; rápidamente “blanqueado” por CNN, que incluso derogó la falsa recompensa ofrecida por su captura.
El presidente interino sirio, Ahmed Hussein al-Sharaa, estrecha la mano del presidente turco, Tayyip Recep Erdoğan, en el Palacio Dolmabahçe de Estambul, el 24 de mayo de 2025.

Entre ambas reuniones, los yihadistas del HTS se dedicaron a perpetrar brutales limpiezas étnicas y religiosas, además de imponer a la aterrorizada población un adoctrinamiento severo bajo las “nuevas condiciones”. 

Esto se hizo evidente especialmente con las mujeres, acostumbradas a un modo de vida y vestimenta laicos. Muchas de ellas fueron asesinadas y hasta violadas. 

Paradójicamente, esta situación no provocó ni el más mínimo gesto de protesta por parte del selectivo y ruidoso feminismo occidental, que en 2022 sí se movilizó con vehemencia contra la “dictadura” iraní en el caso policial de Mahsa Amini [].

Los alauitas (chiítas) que habitan la región mediterránea de Latakia fueron víctimas de una terrible masacre, un hecho que reflejé con profunda preocupación en mi artículo «La masacre de los alauitas». 

Sin embargo, no fueron los únicos: los grupos cristianos más antiguos también sufren ataques severos, asesinatos y persecuciones. 

Todo esto ocurre en medio de la completa indiferencia de la ZioMedia y de la llamada «Comunidad Internacional».
La base aérea de Jmeimim, durante el gobierno de Bashar al-Assad, albergaba imponentes cazabombarderos Sukhoi Su-30SM estacionados, mientras helicópteros Mi-24V patrullaban el perímetro, brindando protección constante. 

Estas aeronaves infligieron durísimos golpes a los ejércitos proxy takfiríes, consolidando a la Fuerza Aérea Rusa como una fuerza especialmente temida y respetada en la región.
Para marzo de 2025, la masacre llevada a cabo por el gobierno provisional sirio, con la aprobación de sus patrocinadores, contra la población alauita provocó que numerosas personas desesperadas buscaran refugio en las pistas de la base aérea rusa de Jmeimim.

 Gracias al respaldo del presidente Putin, se les brindó cobijo y pudieron acampar allí para salvar sus vidas.

Los israelíes, que evidentemente aprueban estas brutales represiones —pues tanto cristianos como alauitas son considerados “prescindibles” en su cálculo geopolítico—, se encontraban absortos en sus planes para atacar al “régimen” iraní. 

Diseñaban un ataque artero y sorpresivo, presentado como “preventivo”, con el objetivo de derrocar la teocracia islámica e imponer al pusilánime monigote “León Naciente” Reza Pahlavi II.

En relación con la aniquilación de los cristianos en el Levante, se observa una sorprendente coordinación entre la destrucción de la catedral cristiana greco-melquita de San Elías, en Damasco —que causó 25 muertos y 100 heridos—, perpetrada bajo los auspicios del califa de Al-Qaedistán y el bombardeo hebreo contra el único templo católico en Gaza, la Iglesia Sagrada Familia. 

Esta última había sido protegida por el papa Francisco, pero ahora, bajo el papado de León XIV, parece descuidada, al punto que ni siquiera se atreve a señalar a Israel como responsable del ataque.
Dijo el filósofo francés Voltaire en torno a la censura: “Si quieres saber quién te controla, mira a quién no puedes criticar”. El papa León XIV no se animó a señalar que fue Israel quien arrojó una bomba contra la capilla Sagrada Familia.

Ahora bien… mientras los intereses israelíes, turcos y occidentales confluyan —mientras eliminen a sus enemigos iraníes, a cualquier tipo de soberanismo árabe o a los grupúsculos cristianos— y mientras haya espacio para los negocios extractivistas europeo-estadounidenses, las finanzas saudíes y qataríes, y todo fluya tranquilamente bajo la cobertura de mentiras y el silencio cómplice de los medios corporativos internacionales, la armonía y el equilibrio de poder entre las partes se mantendrán intactas.

Sin embargo, tras la «Guerra de los 12 Días», apareció en Tel Aviv este cartel “triunfal” que proclamaba la llegada de un Nuevo Medio Oriente bajo la égida de la llamada Alianza Abrahámica, es decir, la coalición israelo-estadounidense-saudí. 

¿Y quiénes quedan afuera de esta Alianza? Los partidarios de Hamás, Irán y… ¡los turcos nostálgicos del Imperio Otomano!

Me referí a esto con claridad en mi artículo «Impasse en Medio Oriente».

 ¿Alguien creía, sinceramente, que todo esto no tendría repercusiones en el ya fragmentado y desolado páramo sirio?
El cartel aparecido en pleno centro de Tel Aviv alude claramente a una expansión de los Acuerdos de Abraham firmados en 2020 bajo la administración de Donald Trump entre Israel, Emiratos Árabes Unidos, Baréin y otros países árabes, incluyendo —ahora simbólicamente—, a Siria. 

Estos acuerdos establecieron relaciones diplomáticas entre Israel y varias naciones árabes, con el objetivo declarado de fomentar la cooperación económica, tecnológica y de seguridad regional. 

Si bien la organización abrahamshield.org no es oficialmente estatal, cabe preguntarse: ¿podría haber emergido en los dominios políticos de Benyamin Netanyahu sin al menos el consentimiento tácito del gobierno israelí?

Cabe destacar que el 24 de junio se declaró el alto el fuego entre Israel e Irán, bajo los auspicios qatarí y estadounidense. 

No hubo vencedores, sino dos contendientes exhaustos, derrotados por el desgaste y la incertidumbre estratégica. 

La decisión de “cortar allí” buscó evitar comprometer las bases estadounidenses en la región y no poner en riesgo el flujo de petróleo a través del Golfo. 

Ese mismo día, en el diario Israel Harom —conocido por su línea editorial conservadora y afín a Netanyahu—, se publicó que el islamista Ahmed al-Sharaa había aceptado por parte de Israel la “coordinación en materia de seguridad frente a amenazas comunes, en particular, el terrorismo y el extremismo”.

Si no fuera un asunto de extrema gravedad, causaría risa: sí… como lo oyen… el terrorista-extremista de Al-Qaeda/ISIS —ahora vestido por Hugo Boss—, que durante años sembró el horror con su brutalidad inhumana contra las estructuras estatales de Irak y Siria, ahora une fuerzas con los carniceros de Tel Aviv —devotos tanto del terrorismo de Estado como de la victimización bajo al bandera del antisemitismo—, para “combatir el terrorismo, esa amenaza común”. Suena a chiste.

 Pero no lo es. El mundo actual ha caído en un cinismo que ya roza lo grotesco.

Sin embargo, este giro también representa un espaldarazo para que Israel asuma la iniciativa en Siria, por encima de cualquier reserva que aún pueda albergar Erdoğan, quien hasta ahora creía estar en control absoluto de las huestes de HTS.
El periódico israelí Israel Hayom confirmó que el Consejo de Seguridad de Israel supervisa actualmente la seguridad y la coordinación política de Siria. 

Entonces, cabe preguntarse: ¿Podemos ya afirmar, sin rodeos ni eufemismos, que la matanza de cristianos y alauitas también recae bajo la responsabilidad israelí?

Según declaraciones del jefe de inteligencia hebreo, Tzachi Hanegbi, Siria y Líbano se perfilan como los principales candidatos para futuros acuerdos de normalización con Israel, siguiendo el modelo de los Acuerdos de Abraham.

En virtud de la información divulgada, durante su encuentro en el Palacio del Elíseo (París) el 7 de mayo, el líder sirio Ahmed al-Sharaa habría manifestado al presidente francés Emmanuel Macron que “la realidad implica un diálogo directo, una comunicación diaria a través de todos los niveles gubernamentales. 

Yo personalmente llevo a cabo estas conversaciones con los representantes políticos de su gobierno. Israel y Siria comparten numerosos intereses comunes, particularmente en lo que respecta a Irán”.

Que Israel utilizó el espacio aéreo sirio —¡y también el azerí!—, para atacar infraestructura militar y nuclear en Irán no constituye ningún secreto. 

De hecho, lo advertí muchos meses antes de que ocurriera, en mi artículo «¿Acuerdo o guerra con Irán?», publicado el 14/02/2025, exactamente cuatro meses antes de que se concretara la operación.

Esto se rubrica por este tipo de afirmaciones: «mientras otros Estados Árabes condenan los ataques israelíes sobre Irán, Siria guarda un notable silencio», como señaló con interés la periodista Christina Goldbaum en The New York Times el 17 de junio.
El copete de la interesante nota de Christina Goldbaum en el Times. Se sabe: el que calla, otorga.

Quizás para apaciguar el descontento turco, el 12 de julio, el presidente sirio Ahmed al-Sharaa visitó Bakú, capital de Azerbaiyán, donde se reunió con el presidente Ilham Aliyév. 

Cabe destacar que Azerbaiyán es un aliado clave tanto de Turquía como de Israel, y en las últimas semanas ha tenido tensiones con Rusia e Irán. Se rumorea que un funcionario de alto rango israelí también fue invitado… (¿Tzachi Hanegbi?)

Uno de los temas centrales de la conversación fue la “presencia israelí en Siria”, en referencia a las zonas que Tsahal tomó poco después de la caída del gobierno de Bashar al-Assad en el sur del país.
El presidente interino sirio Ahmed al-Sharaa junto a su homónimo azerbaiyano, Ilham Aliyév, en el Palacio Zogolba de Bakú, el 12 de julio.

Es muy probable que esta demanda siria no haya sido bien recibida en Tel Aviv, que históricamente ha abogado por establecer una zona de seguridad en el sur de Siria, y por qué no decirlo, contempla también la posibilidad de convertir ese área en un futuro territorio para asentamientos judíos.

Probablemente bajo presión turca, el gobierno sirio consideró que los acuerdos de seguridad alcanzados con Netanyahu —sumados a las negociaciones para restablecer relaciones antes de fin de año—, le otorgaban suficiente autoridad para exigir la retirada de tropas israelíes, preservando así la tan ansiada “integridad territorial”. 

Sin embargo, desde que su propia entidad estatal organizada fue destruida, los yihadistas sirios no están en condiciones de negociar nada con Israel, pues operan un Estado fallido.

No parece casualidad que apenas dos días después de este encuentro comenzaran los problemas en las zonas drusas del sur de Damasco, precisamente en áreas codiciadas por Israel y próximas a las zonas de seguridad.

Repasemos: tras la caída del gobierno alauita de la familia Assad a fines de 2024, Israel incrementó su presencia militar en la gobernación de Quneitra, estableciendo puestos de avanzada, checkpoints y ocupando manantiales estratégicos como Ain al-Tineh. Paralelamente, desplegó una clínica médica móvil como parte de una campaña para ganar “mentes y corazones”. 

Esto ha provocado que algunos drusos —¿o quizás israelíes haciéndose pasar por drusos?— manifiesten su deseo de estar bajo dominio israelí.

Es importante destacar que los drusos siempre vivieron en relativa paz durante el “régimen de terror” de Hafez y Bashar al-Assad, aunque también mostraron respeto al nuevo gobernante yihadista Ahmed al-Sharaa, buscando así sintonizar y preservar su modo de vida pacífico. 

De hecho, el jeque Hikmat Salman al‑Hijri, líder druso sirio, subrayó la necesidad de mantener la “unidad social y territorial” de Siria, aunque defendiendo una descentralización administrativa, vale decir, rechazando la secesión. 1
El líder druso sirio Hikmat Salman al‑Hijri. Habla a la perfección el español pues ha nacido en… ¡Venezuela!

Para quienes no lo sepan, los drusos del Levante son un grupo minoritario de origen étnico árabe —en gran parte porque no aceptan conversiones ni matrimonios interreligiosos—, que no se identifican como musulmanes. 

Su religión es sincrética, combinando el Islam ismailí con la filosofía neoplatónica e influencias esotéricas, como la teofanía, la reencarnación y la Mente Cósmica, entendida como una consciencia divina eterna.

Esta comunidad suma aproximadamente un millón de personas, dispersas entre Líbano y Siria, con pequeños grupos en Israel y Jordania. Representan el 5,5% de la población libanesa, el 3% de la siria y el 1,6% de la israelí. Por lo general, mantienen una fuerte lealtad a su identidad nacional.

No obstante, es importante recalcar que los drusos, quienes se declararon neutrales en la guerra “civil” siria, han sufrido los ataques del Estado Islámico, principalmente debido al carácter takfiri 2 de este grupo. 

El 25 de julio de 2018, los forajidos del Estado Islámico irrumpieron en la ciudad drusa de Suwaida matando a 258 personas, en su mayoría civiles, en una masacre sin precedentes para la región.

Cabe considerar que el actual presidente Ahmed al-Sharaa, pese a su aparente “conversión hacia la diplomacia”, fue en su momento aprendiz de Abu Bakr al-Baghdadi, el autoproclamado califa del Estado Islámico.

Todo parece indicar que los israelíes han tomado a los drusos de “excusa propiciatoria” —un auténtico McGuffin, como dirían los cinéfilos—, para avanzar en su trama de conquista de ciertas “zonas de seguridad” que ambicionan, y que tanto Estados Unidos (aparentemente) como Turquía se resisten a ceder bajo el control de Netanyahu.
Apenas cayó Bashar al-Assad el 8 de diciembre de 2024, los israelíes avanzaron rápidamente sobre la zona desmilitarizada de los Altos del Golán. 

A partir de allí, comenzaron a implementar distintas fases con el objetivo de consolidar su dominio sobre el sur de Siria. Para lograrlo, buscan subvertir a las poblaciones drusas, recordando episodios previos como los ocurridos en 2018.

Aquí parece estar el quid de la cuestión: Israel pacta con el gobierno sunita sirio para coordinar la seguridad contra enemigos comunes. 

Esto trae el resquemor de Turquía, que ha invertido grandes sumas para desplazar a iraníes y rusos, además de desmantelar al gobierno alauita soberano. Ahora, Turquía observa con preocupación cómo Israel gana influencia y se muestra renuente a respetar la integridad territorial siria.

Israel avanza sobre el terreno no solo mediante la influencia política —como los Acuerdos de Abraham—, sino también a través de la ocupación directa de territorios. Para ellos, las zonas de amortiguamiento [buffer zones] en Siria son un asunto crucial, ligado tanto a su seguridad nacional como a su ambición, casi obsesiva, del Gran Israel y sus colonias.

Quizás por presión turca y a modo de represalia, las pandillas terroristas vinculadas a al-Sharaa comenzaron a incursionar en la región de Suwaida —fronteriza con Jordania y próxima al Golán ocupado por Israel—, así como en el suburbio de Jaramana, en Damasco. Allí llevaron a cabo asaltos y ejecuciones contra civiles drusos, a quienes consideran proisraelíes, aunque no exista evidencia (previa) de peso que lo respalde.

De forma casi inmediata, Israel se movilizó en defensa de la comunidad drusa. Aunque lo justificó en nombre de la solidaridad con los “hermanos” drusos que residen dentro de su territorio —algunos de los cuales incluso sirven en el ejército—, lo cierto es que esta reacción buscó reafirmar su autoridad y determinación en las zonas limítrofes al Golán ocupado.

Así lo ha especificado de manera clara Benyamin Netanyahu:

Israel ha establecido una línea de protección entre los Altos del Golán y las Montañas Drusas. Cualquier intervención en esa zona es vista como una amenaza a su seguridad.

En tal sentido, han emprendido operaciones aéreas de cobertura, atacando unidades blindadas y tropas sirias que intentaban penetrar en las zonas drusas. Yendo hacia un punto más osado, bombardearon el mismo palacio presidencial y el ministerio de Defensa, en Damasco.

El impresionante bombardeo israelí a plena luz del día contra el Ministerio de Defensa sirio, en Damasco.

Los ataques aéreos israelíes contra las fuerzas del régimen sunita sirio permitieron a las milicias drusas consolidar su control en la región de Suwaida, en un movimiento que no tardó en adquirir connotaciones geopolíticas, pues algunos combatientes drusos desplegaron banderas israelíes en señal de agradecimiento, mientras que cientos de reservistas drusos israelíes cruzaron la frontera desde Majdal Shams para sumarse al esfuerzo, reafirmando de facto la creciente proyección de Israel sobre el sur sirio.

Desde hace años, el liderazgo israelí persigue la “cantonización” de Siria, estrategia que ha quedado en evidencia a través de su firme respaldo a las autonomías kurdas en el norte del país. 

En un contexto de persistente fragmentación étnica y religiosa, Israel percibe una oportunidad para instrumentalizar a las minorías y fomentar la desintegración del Estado sirio en entidades semiautónomas; una suerte de bantustanes bajo su órbita de influencia. 

Este patrón no es nuevo: sigue la lógica aplicada anteriormente en escenarios como Irak o Libia, donde el colapso estatal derivó en feudos funcionales al interés de potencias externas.

Algunos analistas sostienen que esta maniobra apunta a establecer el denominado «Corredor de David»: una extensa franja desmilitarizada en el sur de Siria que conecte los Altos del Golán con las regiones drusas y, desde allí, se proyecte hacia el este para enlazar con la base estadounidense no autorizada de Al-Tanf, hasta alcanzar finalmente los territorios autónomos kurdos de la Rojava, en el noreste.

 Esta continuidad territorial serviría como eje de proyección israelí-estadounidense en el corazón del Levante, aislando a Damasco y fracturando de facto la soberanía siria.
Se cree que Israel pretende anexar una enorme franja territorial que impida para siempre la influencia iraní, los soberanismos sirios y lo posicione para un dominio en Medio Oriente.

El gobierno sirio considera estar enfrentando en este momento una maniobra estratégica orquestada por Israel. Como respuesta, reacciona de forma desarticulada y brutal, recurriendo a escuadrones represivos en las zonas no sunitas. Todo esto ocurre mientras, en el plano diplomático, Damasco continúa proclamando con solemnidad la indivisibilidad e integridad del territorio sirio.

Resulta que Ahmed al-Sharaa, que ha fomentado la división de la República Árabe de Siria instalando prácticamente un gobierno paralelo en Idlib, ahora la cree inaceptable, acusando a su vecino israelí de fomentar esas particiones.

Por otra parte, este conflicto, aunque no imposible, resulta llamativamente contradictorio. Ahmed al-Sharaa no es un outsider del sistema: figura destacada en la «ventana de Overton» del «Nuevo Medio Oriente», ha contado con el visto bueno de Emmanuel Macron en el Elíseo —no menor, considerando que Francia fue la antigua potencia colonial en Siria—, con el impulso de los servicios de Inteligencia británicos, el tutelaje del “sultán” turco Erdoğan, el respaldo explícito de los reinos de Qatar y Arabia Saudita, e incluso el ¿inédito? apoyo de Donald Trump, quien poco antes había levantado definitivamente las sanciones sobre el país. Todo esto parece aun más inverosímil si se recuerda la reciente «cita de la concordia» celebrada en Bakú.
El presidente francés Emmanuel Macron abraza afectuosamente al presidente interino sirio Ahmed al-Sharaa luego de la reunión en Palais de l’Élysée en Paris, el 7 de mayo de 2025.
El primer ministro saudí, príncipe Mohammed bin Salman, el presidente estadounidense Donald Trump y el presidente interino de Siria, Ahmed al-Shaara en el Palacio Real de Riad, el 14 de mayo de 2025. 

Tras dicha reunión, Trump anunció el levantamiento de las sanciones que pesaban contra Siria a cambio de avances en la normalización de relaciones con Israel.
El presidente interino de Siria, Ahmed al-Shaara, reunido y escoltado por Alistair John Campbell (a su derecha) y el veterano del MI6, Rory Steward. Campbell fue el principal vocero del ex primer ministro Tony Blair, uno de los grandes remodeladores del Medio Oriente bajo la Doctrina Rumsfeld-Cebrowski.

A la luz de estos antecedentes, algunos analistas sugieren que lo que se vive entre Tel Aviv y Damasco es un aparente conflicto que responde, en realidad, a un complot funcional, donde la causa drusa sería instrumentalizada para fomentar el secesionismo tutelado por Israel. Este servidor cree que no existe ninguna colaboración en ese sentido.
Tropas del HTS que responden al gobierno central de Damasco, reprimiendo en las zonas drusas.
Milicianos drusos en Suwaida, luego de expulsar a los escuadrones del HTS.

El 16 de julio de 2025, gracias a la presión internacional, se llegó a un alto el fuego, lo que no debe ser confundido con una paz duradera, sino más bien con una tregua táctica.

Israel ha manifestado de manera insoslayable su intención de crear una zona de amortiguación, utilizando a los drusos como una minoría de interés estratégico.

 Pero la amenaza de una escalada abierta habría traído mayores fricciones con Estados Unidos, Jordania y Turquía, y eso, de alguna manera, favoreció la estabilización.

Sin embargo, en los hechos, el régimen de al-Sharaa retiró sus fuerzas de Suwaida y apela ahora a diálogos locales y mediaciones tribales.

Esto podría ser un éxito fáctico israelí que le allane el camino hacia la anexión —directa o indirecta—, de las provincias sureñas de Quneitra —cuyo sector más estratégico, los Altos del Golán, ya está en manos israelíes—, así como de Daraa y Suweida.

Hace apenas dos semanas, Steve Witkoff sostuvo que Siria pronto se uniría a los Acuerdos de Abraham. Entonces, ¿Qué pasó en el medio? ¿Por qué Israel se enfrentaría con el HTS, que nunca ha puesto en juego ningún interés sionista?

Quizás haya habido una re-valoración de los objetivos israelíes: Israel se beneficiaría sin duda con la adhesión siria a los Acuerdos de Abraham, pero geopolíticamente se beneficia aún más con un Estado sirio permanentemente inestable y fragmentado que no puede ni podrá nunca convertirse en uno verdaderamente soberano y desarrollado. Fomentando el caos interno, Israel puede incluso alcanzar control territorial sobre grupos (potencialmente) separatistas.

Esto no es solo parte de la pericia israelí, sino de la torpeza de Ahmed al-Sharaa. Más allá de las poses de concordia, no buscó nunca una verdadera unidad nacional post-Bashar. 

Hizo la vista gorda cuando bandas desbocadas y ultraviolentas mataban miles de civiles alauitas en la costa siria. 

Se hizo el distraído cuando volaban iglesias cristianas u ofendían sus símbolos sagrados. Y estaba dispuesto a mirar para otro lado cuando los beduinos violaban los derechos y la propiedad de los drusos. 

El salafismo que lo alimenta es de una rigidez doctrinaria que deja una impronta profunda, casi visceral, en su identidad colectiva.


De 1921 a 1936, existió bajo tutela francesa un estado llamado Estado Druso de las Montañas (Jabal al-Druso). ↩︎

Takfiri (تكفيري) es un término árabe derivado de takfir (تكفير), que significa acusar a alguien de apostasía, es decir, de dejar de ser musulmán. Se usa especialmente para referirse a musulmanes extremistas que declaran infieles a otros musulmanes por no compartir su interpretación del islam. ↩︎

https://chcirilli.wordpress.com/2025/07/20/balcanizacion-planificada-los-drusos-como-excusa/

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