Colegio San José: La Enseñanza del Terrorismo

- Colegio San José: La Enseñanza del Terrorismo- Nicaragua

La Bella Durmiente y las masas: el análisis de clase de Fanon sobre la poscolonia

***Frantz Fanon es ampliamente conocido por su insistencia inflexible en que el colonialismo solo puede ser derrocado mediante la violencia. 

Para Fanon, la violencia no es simplemente una táctica; es la esencia misma de la relación colonial. El colonialismo impone su voluntad mediante la violencia sistémica y racializada, y solo mediante una fuerza equivalente, la lucha armada, los colonizados pueden aspirar a romper las cadenas de la dominación. 

Se ha hablado mucho de las reflexiones de Fanon sobre los efectos psicológicos de la violencia, especialmente de su potencial catártico. 

El acto de resistencia, argumentó, permite a los colonizados recuperar un sentido de autonomía y dignidad que les ha sido negado durante mucho tiempo.

 Sin embargo, reducir la intervención de Fanon a una teoría de terapia revolucionaria sería pasar por alto la esencia de su proyecto político .

La preocupación central de Los condenados de la tierra no es solo cómo derrocar el colonialismo, sino qué tipo de sociedad debería surgir tras él

Para Fanon, la forma que adopta la lucha anticolonial —y, fundamentalmente, quiénes participan y la lideran— es decisiva para forjar el futuro poscolonial. 

Su proyecto, pues, es un análisis de clase del mundo colonizado, un intento de cartografiar el terreno contradictorio y desigual de las sociedades coloniales para comprender tanto las posibilidades como las limitaciones de la transformación revolucionaria.

La principal distinción de Fanon radica en la existencia de las masas rurales y las clases urbanas dentro de la formación social colonial

En las ciudades, se centra primero en la llamada «burguesía nacional», es decir, las élites indígenas compuestas por profesionales, comerciantes e intermediarios: «médicos, abogados, artesanos, agentes, comerciantes y agentes navieros», como él mismo lo define (Fanon [1961] 2004, 100). 

Esta clase había sido considerada durante mucho tiempo por algunos sectores de la izquierda como potencialmente progresista, especialmente en contraste con la «burguesía compradora», vinculada directamente al capital extranjero. Desde esta perspectiva, la burguesía nacional podía servir como socio menor en el proyecto revolucionario, contribuyendo a la construcción de un orden poscolonial mediante el compromiso de clase.

Fanon, sin embargo, revierte esta tesis. 

No niega la convergencia de intereses entre la burguesía nacional y ciertos segmentos de la clase trabajadora urbana, pero insiste en que esta convergencia opera en contra de las clases populares

Sirve a la reproducción del poder de la élite, no a su abolición. La burguesía nacional, lejos de ser una fuerza transformadora, no busca desmantelar el orden social colonial, sino heredar lo que significa reemplazar al administrador blanco por uno negro, manteniendo intacta la estructura de clases subyacente.

En este contexto, Fanon critica especialmente al proletariado urbano. En el caso argelino, esta clase es pequeña y desproporcionadamente privilegiada, conformando lo que él llama un estrato "mimado", una especie de aristocracia obrera en un mar de pobreza rural (Fanon [1961] 2004, 75).

 A diferencia de los enfoques marxistas ortodoxos que depositan esperanzas revolucionarias en la clase obrera industrial, Fanon considera que el proletariado urbano está en gran medida comprometido con la continuidad de las jerarquías existentes. Su horizonte no es la liberación, sino la asimilación a las recompensas materiales del sistema colonial.

Así, Fanon rechaza la idea de que la burguesía nacional y la clase obrera urbana constituyan un bloque revolucionario fiable. 

Sus intereses, condicionados por la proximidad a las estructuras y beneficios coloniales, tienden a la acomodación en lugar de la ruptura. 

Su proyecto no es la transformación social, sino la sucesión, intercambiando una élite gobernante por otra, sin alterar las bases de la explotación.

Si Fanon ofrece una crítica mordaz de las clases urbanas bajo el dominio colonial, es en las masas campesinas donde localiza el mayor potencial revolucionario. 

El campesinado colonizado, en gran medida desposeído de tierras y alienado de los medios de subsistencia y la identidad, se convierte, a ojos de Fanon, en la única clase verdaderamente revolucionaria dentro del orden colonial. En un claro eco del famoso mandato de Marx y Engels en El Manifiesto Comunista , Fanon escribe:

Está claro que en los países coloniales sólo los campesinos son revolucionarios, pues no tienen nada que perder y todo que ganar (Fanon [1961] 2004, p. 23).

Esto no pretende idealizar al campesinado.

 Fanon también es muy claro sobre las limitaciones de esta clase. Las masas campesinas son capaces de actos extraordinarios de rebelión y resistencia, pero carecen de una visión política coherente. 

Sus levantamientos son espontáneos e insurgentes, no estratégicos ni programáticos. Lo que necesitan es un proyecto unificador, una visión de transformación organizada y a largo plazo.

Aquí es donde Fanon introduce la figura del intelectual radical. 

A menudo expulsados de las ciudades por la burguesía nacional, estos intelectuales se encuentran en el interior del país. Es allí, en el exilio, donde experimentan una especie de reconstitución política. 

Viviendo entre el campesinado, dejan de ser meros transmisores de la ideología de la élite y comienzan a operar, en términos Gramsci, como intelectuales orgánicos (Fanon [1961] 2004, 78-79). 

Aunque Fanon probablemente nunca leyó a Gramsci, su formulación resuena con la noción de Gramsci de intelectuales que surgen y permanecen arraigados en las luchas de las clases subalternas.

En esta relación simbiótica entre intelectuales radicales y campesinado, se forja una nueva subjetividad revolucionaria. Existe una educación mutua: los intelectuales aprenden la lógica material y cultural de la vida rural, mientras que los campesinos adquieren las herramientas de la conciencia política y la visión estratégica. Es esta alianza, y no la burguesía nacional y sus aliados urbanos, la que Fanon ve como la base potencial para una transformación genuinamente emancipadora del orden poscolonial.

Junto a estos grupos se encuentra otra clase, a menudo malinterpretada: el lumpenproletariado

Se trata principalmente de migrantes rurales sin tierras, expulsados de la vida tradicional aldeana y ahora agrupados en las periferias de las ciudades coloniales (Fanon [1961] 2004, 66).

 Fanon los considera políticamente ambivalentes, capaces de movilizarse en cualquier dirección

Desarraigados, pueden convertirse en instrumentos reaccionarios en manos de las élites coloniales o nacionalistas, o, bajo el liderazgo adecuado, en una fuerza volátil para el cambio radical (Fanon [1961] 2004, 69, 81). 

La pregunta crucial, entonces, es qué alianza resultará dominante: ¿la entre la burguesía nacional y la aristocracia obrera, o la que une al campesinado con los intelectuales radicales?

Para Fanon, la respuesta tiene mucho más que importancia teórica. 

La alianza de clases que lidera la lucha determina el carácter del Estado poscolonial.

 Y Fanon insiste en que el camino seguido por las revoluciones burguesas de Occidente, por limitado o comprometido que sea, no está disponible en el mundo colonial. 

En Los condenados de la tierra, Fanon contrasta repetidamente el desarrollo histórico del capitalismo occidental con el de la periferia colonial. En la metrópoli, la burguesía logró establecer su hegemonía, construir una sociedad civil y hacer concesiones estratégicas. 

Allí, la democracia liberal, por distorsionada que estuviera, se convirtió en la forma mediante la cual se legitimó y sostuvo el dominio burgués.

En las colonias, esta ruta está bloqueada. La burguesía nacional, a diferencia de su contraparte occidental, carece de una base económica independiente. 

No acumula capital de forma significativa ni invierte productivamente. Carente de recursos materiales, coherencia ideológica y legitimidad popular, es incapaz de organizar su hegemonía. En consecuencia, permanece atada a sus propios intereses, incapaz de articular un proyecto nacional-popular.

El resultado es una degeneración constante. 

Lo que comienza como un intento de construir hegemonía, una democracia multipartidista, rápidamente se convierte en un estado unipartidista y, de ahí, en una dictadura abierta (Fanon [1961] 2004, p. 111). 

Sin una base económica, la clase dominante poscolonial solo puede gobernar mediante la coerción, no el consentimiento (Fanon [1961] 2004, p. 116). 

Este colapso da lugar a la xenofobia y a un racismo renovado, ahora volcado hacia el interior. Donde la burguesía occidental proyectó sus contradicciones internas hacia el exterior, a través del imperio, la burguesía poscolonial se vuelve contra su propio pueblo, incapaz de satisfacer las expectativas que contribuyó a generar (Fanon [1961] 2004, 108-110).

En el corazón de este fracaso se encuentra la posición estructural de la burguesía nacional.

 No es una clase autónoma, sino un apéndice del capital internacional. Fanon ofrece un resumen devastador: «La burguesía nacional, sin reservas y con gran orgullo, se deleita en su papel de agente en sus tratos con la burguesía occidental» (Fanon [1961] 2004, 101). Es una clase compradora con ropaje nacionalista, que reproduce las mismas dependencias que afirma haber derribado.

Pero existe un segundo camino, lo que Fanon llama la lucha de liberación.

 Si el camino nacional burgués conduce a la degeneración y al autoritarismo, el camino socialista ofrece una alternativa transformadora. 

En Los condenados de la tierra, Fanon articula una visión en la que la alianza entre el campesinado y los intelectuales radicales se convierte en la vanguardia de este camino alternativo.

 Escribe líricamente sobre cómo este proceso se despliega a través de la formación de un partido político genuinamente responsable ante sus miembros. 

Fanon es casi utópico en su entusiasmo por la naturaleza participativa de esta nueva formación política, imaginando un compromiso mutuo entre el partido y el pueblo (Fanon [1961] 2004, 127-128). 

Imagina una forma de democracia de base donde, por ejemplo, construir un puente colectivamente se convierte en un momento de identificación política, una forma para que las personas se reconozcan como agentes dentro de un proyecto nacional.

De manera crucial, Fanon enfatiza la importancia de la educación, no solo para las masas, sino también para los líderes. Insiste en que el liderazgo político debe ser educable y que los propios educadores deben estar abiertos a la transformación en el proceso (Fanon [1961] 2004, 138). 

Estos pasajes ofrecen una visión convincente y poética de las posibilidades emancipadoras de un futuro socialista basado en el trabajo colectivo, la responsabilidad y la educación mutua.

Sin embargo, Fanon no es ingenuo. 

Reconoce las limitaciones estructurales que enfrenta el proyecto de liberación nacional. 

¿Es viable esta alternativa? 

¿Cuáles son sus límites?

 Aquí, Fanon introduce el concepto de reparaciones. Dados los siglos de saqueo y explotación, argumenta, Occidente debe reparaciones al mundo anteriormente colonizado (Fanon [1961] 2004, 58-59).

 Pero ¿por qué Occidente las cumpliría? La respuesta de Fanon es que el Tercer Mundo posee una forma de influencia: sus mercados.

Si las naciones recién liberadas se desvinculan de los circuitos del capital occidental, podrían contribuir a precipitar una crisis en el corazón del sistema global.

En última instancia, sin embargo, el éxito de esta vía socialista depende de la solidaridad internacional , específicamente, del despertar de la clase obrera occidental. 

En una poderosa metáfora, Fanon los compara con una «Bella Durmiente», que duerme mientras las estructuras del imperialismo y el capital siguen avanzando (Fanon [1961] 2004, p. 62). 

En otras palabras, el proyecto socialista en la periferia no es autocontenido; su futuro está entrelazado con el destino de la lucha de clases a nivel global.

*****************

Sam Chian enseña economía y estudios sociales en un instituto de secundaria de Oslo, Noruega. Tiene una maestría en sociología por la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología (NTNU). Ha publicado un artículo de investigación para la Revista de Economía Política Africana que analiza la trayectoria de Immanuel Wallerstein como africanista.

https://mronline.org/2025/07/29/sleeping-beauty-and-the-masses-fanons-class-analysis-of-the-postcolony/

Related Posts

Subscribe Our Newsletter