
*****El lema de las fuerzas de misiles estratégicos de Rusia (“Después de nosotros, el silencio”) fue hecho para causar zozobra, miedo y certeza en la destrucción total asegurada a cualquier enemigo real o potencial.
El gobierno del presidente Donald Trump, la cara visible de la “nueva” élite refundacional del Estado yanqui, pareciera tener un lema aún mas altisonante: “Después de mí, el caos”.
Trump, pretende reposicionar y relanzar la abollada hegemonía yanqui pese a fracasar estrepitosamente en su primer intento (cediendo ante el llamado “Estado profundo” que por ochenta años consecutivos dirigió y gobernó al capitalismo global), hoy dice tener un plan para conseguirlo y no morir en el intento.
Luego de precisar que su mayor competidor y enemigo es la República Popular de China y su imparable capitalismo de Estado, basado en puntales que las sociedades liberales no pueden tener (dirección centralizada, economía planificada, ideología socialista, participación popular, etc.), los “nuevos” yanquis han cambiado el enfoque globalista, sus agendas sociales, han racionalizado sus alianzas nacionales e internacionales, han puesto en duda sus viejos silogismos políticos, reconsiderando su “fe” en la universalidad e infalibilidad del poder militar y el poder “blando”, e incluso, en la eficacia de los principios básicos del capitalismo, la confianza en sus empresas globales y en algunas de sus instituciones.
Todo está bajo verificación (a excepción de la naturaleza capitalista e imperialista del Estado, su “designio divino” y “misión liberadora” ante un mundo débil e inseguro), por lo tanto, la Constitución y las leyes, las instituciones (incluso la Reserva federal, los órganos de inteligencia, las Fuerzas Armadas y los Poderes del Estado), la cultura, la religión, la empresa privada, los tratados y territorios internacionales, todo según ellos es perfectible, controlable o sujeto a la abolición y los designios del imperio.
El hiper- imperialismo se asoma y busca a empujones salir airoso en la lucha, por un lado, contra la élite globalista interna y por otro, contra el proyecto multipolar, que amenazan su hegemonía, en un mundo tecnológico y trans- humanista que está en construcción para bien o para mal.
El paradigma que se ofrece desde Washington es más que un plan, un atropellado accionar que ofrece construir, sobre las ruinas del viejo imperialismo y su periferia, un nuevo hegemón (qué resulta que es el mismo) basado en el poder postindustrial, tecnológico y financiero sin compromisos, sin aliados, sin amigos, poniendo al mundo a trabajar para ellos; para la nueva plutocracia imperial.
Está por verse si esa élite logrará sobrevivir al ataque de sus poderosos enemigos externos e internos. Su proyecto es muy ambicioso y causa ya mucho daño al sistema que pretende reformar.
Sin embargo, de triunfar (aunque sea en un pequeño porcentaje), el mundo resultante habrá cambiado irrevocablemente y la sociedad humana entrará en una especie de dimensión desconocida del capitalismo, que seguramente seguirá siendo tan dañina como siempre ha sido el sistema para los pueblos del sur global y (¡vaya sorpresa!) también para los ricos venidos a menos, como los altaneros países de Europa occidental y otros aliados históricos incondicionales del resto del mundo.
Transcurre hoy una "guerra civilizatoria", algo nunca visto, mientras, los empobrecidos seguiremos poniendo los muertos en este nuevo capítulo de la lucha de clases.
Las sanciones económicas y la guerra comercial, arancelaria y financiera global son parte de la lucha geopolítica, el control de los recursos naturales y la propia economía mundial.
La prepotencia imperial (o la debilidad y dependencia del sistema a nivel global) es tanta, que el gobierno yanqui está causando un terremoto en la economía de la gran mayoría de los países del mundo, que seguramente no sólo ocasionará gran daño colectivo, sino a los mismos Estados Unidos.
Es, según ellos, un riesgo controlado que al final " traerá justicia" para los " pobres" gringos, mientras los efectos de esa lucha a lo interno del sistema, tarde o temprano serán absorbidos y superados por las economías más potentes. La fiesta tiene que continuar.
Estás medidas unilaterales son también armas usadas durante siglos por los países capitalistas para proteger la producción de bienes y servicios y el comercio, pero que nosotros debemos de entender y transformar en guerra liberadora, en un acicate para nuestro propio desarrollo y acercamiento de nuestro paradigma económico, social y cultural.
Seremos independientes cuando dejemos atrás el extractivismo, la exportación de nuestras materias primas y nuestros productos agropecuarios sin valor agregado.
Seguiremos siendo vulnerables a los chantajes de nuestros enemigos y adversarios mientras no nos pongamos a tono con el desarrollo tecno-científico como base de nuestra oferta al mercado mundial.
No competiremos con éxito y beneficio individual y colectivo si no nos sumamos a la autopista del progreso tecnológico, para lo cual es primordial que cada joven, cada ciudadano sienta la necesidad de ser protagonista en un mundo competitivo, en beneficio de sí mismo, de su familia y de nuestra sociedad nicaragüense.
Veinte, treinta, cien por ciento de aumento de los aranceles en nuestros pocos productos de exportación, al final siempre serán un gran daño a nuestra economía y a nuestro desarrollo, pero nunca serán suficientes para liquidarnos como nación y como pueblo.
Si los amigos nos ayudan a sobrellevar los tiempos difíciles que vendrán, pues magnifico.
Agradeceremos su solidaridad y amistad. No obstante, no debemos refugiarnos en esas posibilidades, sino en nuestro propio desempeño y eficacia, en nuestras manos y nuestras mentes, en nuestras convicciones de pueblo guerrero y en la certeza que nuestro gobierno encontrará no sólo alivio a las dificultades, sino que no permitirá que el país y nuestros sueños descarrilen por las acciones de los enemigos de siempre y nuestras propias limitaciones
.Edelberto Matus.