***El viernes 10 de enero, en Caracas, Nicolás Maduro juró como presidente de la República Bolivariana de Venezuela para un tercer mandato (2025-2031).
Horas después, a unos 945 kilómetros de allí, en Santo Domingo, República Dominicana, el candidato fallido de la oposición de ultraderecha, Edmundo González , autoproclamado comandante en jefe, emitió un mensaje en las redes sociales en el que ordenaba al alto mando militar de Venezuela “hacer caso omiso de las órdenes ilegales impartidas por quienes se han tomado el poder”.
El jueves pasado, en República Dominicana, rodeado de un grupo de expresidentes latinoamericanos de derecha, González anunció su intención de tomar posesión de la presidencia en Caracas.
Sin embargo, eso no ocurrió. A pesar de afirmar en su declaración de ayer que “los militares son parte del mismo pueblo y deben obediencia a través de mí”, la Fuerza Armada Nacional Bolivariana reafirmó su lealtad a Maduro.
Sus partidarios tampoco demostraron fuerza en las calles. Aunque afirmaron que movilizarían a un millón de personas, sólo unos pocos miles acudieron a sus protestas el jueves pasado. Para llamar la atención, fabricaron una supuesta detención de su líder, María Corina Machado, que nunca ocurrió y de la que no aportaron pruebas.
A pesar de no comandar el ejército de su país, no tener control sobre ningún territorio y tener que enviar mensajes públicos desde otro país, González sí cuenta con el apoyo de un segmento de la comunidad internacional –sobre todo de Estados Unidos, Europa e Israel– que lo reconoce como presidente. Se ha convertido en una caricatura del ya caricaturesco Juan Guaidó, que sirvió a las potencias occidentales que lo respaldaron entregando la riqueza robada al pueblo venezolano.
En un intento de mostrar fuerza, el 10 de enero, día de la juramentación de Maduro, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos anunció sanciones contra un nuevo grupo de funcionarios venezolanos, entre ellos el presidente de Petróleos de Venezuela, SA (PdVSA) y el ministro de Transporte y presidente de la aerolínea estatal CONVIASA.
El Departamento de Estado de Estados Unidos también anunció que aumentaría a 25 millones de dólares la recompensa que ofreció originalmente en 2020 por la captura de Maduro.
Aunque el apoyo de Estados Unidos se presenta como parte de una cruzada democrática y de una defensa de los derechos humanos (que convenientemente se pasaron por alto en el caso del genocidio en Gaza), las razones detrás de la atención de los medios occidentales sobre las elecciones venezolanas son diferentes.
Venezuela es una potencia energética, poseedora de las mayores reservas de petróleo del mundo , las cuartas mayores reservas de gas y una robusta industria petroquímica que las grandes potencias buscan controlar para su propio beneficio.
Junto a las medidas coercitivas unilaterales contra Venezuela, Estados Unidos y los países europeos han cometido un robo flagrante de los bienes públicos venezolanos, comparable a las acciones de los piratas históricos. El fondo buitre Elliott Management adquirió la petrolera estatal Citgo y su red de refinerías y distribución en Estados Unidos, con activos que ascienden al 10% del PIB venezolano.
Mientras tanto, entidades británicas tienen en la bóveda del Banco de Inglaterra 31 toneladas de lingotes de oro, valorados en 1.900 millones de dólares. Con su apoyo a González, Washington pretende continuar con este saqueo.
El “reconocimiento” al candidato opositor se basa en un sitio web de la Plataforma Unitaria Democrática (PUD), que reivindica el 83,5% de las actas electorales que supuestamente demuestran su victoria en los comicios celebrados el pasado 28 de julio.
Sin embargo, como quedó claro desde el principio, muchas de esas actas son fraudulentas y fueron creadas por firmas de relaciones públicas de EE.UU. Un análisis de los metadatos de las supuestas actas de las mesas electorales confirma el masivo fraude opositor.
Al tomar posesión ayer como presidente, Nicolás Maduro explicó por qué las grandes potencias no lo quieren al frente de su país. “Nunca he sido ni seré presidente de las oligarquías, de las familias más ricas, de los supremacistas, ni de los imperialistas. Yo tengo un solo gobernante: el pueblo común”, afirmó. Además, llamó a un diálogo amplio para avanzar en la reforma constitucional.
Es claro y simple: Venezuela pertenece al pueblo venezolano, no a los imperios y sus corporaciones, que buscan robarle su petróleo, gas y recursos naturales.
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