***Militares retirados colombianos en una caravana de las FAR, que fueron atacados en Sudán el 20 de noviembre. Foto: Archivo Privado.
“Esto es de los mercenarios. Mercenarios, gente, miren. Esta es la gente que nos mató”, se escucha hablar en árabe a un sudanés en prendas militares que sostiene en sus manos una tarjeta de Transmilenio y un pasaporte colombiano.
“¿Son judíos o qué?”, se pregunta, mirando una lámina religiosa de Santa Marta sin entender muy bien los documentos que acaba de encontrar de su enemigo. “Esta gente no es sudanesa ¿verdad?”, sigue preguntando a sus compañeros, que se ríen. En un momento coge la cédula de Christian Lombana Moncayo y empieza a especular sobre su nacionalidad. “Colombiano”, exclama alguien.
Según revela La Silla Vacía, no se trata de un caso aislado de colombianos buscando fortuna. Hay cerca de 300 exmilitares, dos compañías, dentro de Sudán, o en tránsito hacia allá desde Libia, para luchar con grupo armado golpista. La Silla habló directamente con dos de los exmilitares involucrados y recibió varios audios y videos de otros dos que están en este país.
El video en el que aparece la cédula de Lombana fue grabado por miembros de una milicia aliada del gobierno militar de Sudán que están en guerra con el grupo de origen paramilitar llamado Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR).
En abril de 2023, FAR lanzó un golpe de Estado y desde entonces hay un conflicto interno. La guerra ha causado el desplazamiento más grande del mundo, con 11 millones de personas que han dejado su hogar desde entonces, más de 61 mil muertos y 8,5 millones de personas padeciendo hambre extrema.
Allí, en medio del desierto de la frontera Libia-Sudán, aparecieron los documentos de un colombiano el pasado 20 de noviembre. “¡Los pasaportes son todos de mercenarios de Colombia!”, publicó Yasin Ahmed, un bloguero sudanés.
Los testimonios recogidos por La Silla revelan una operación transnacional que involucra a cuatro países y que hoy tiene a por lo menos 40 exmilitares colombianos, de los 300, en contra de su voluntad en la guerra.
“Aquí la cosa está fea, estamos secuestrados”, dice un militar en Sudán, a través de un audio. “Esto es trata de personas, nos contratan para una cosa y luego nos llevan a otro lado a otra cosa”, dijo otro.
“Temo que esto se pueda convertir en Haití 2.0”, le dijo una de las fuentes a La Silla, que pide que se reserve su identidad porque teme ser ejecutado si se conoce que reveló información. Con Haití se refiere al homicidio del expresidente Jovenel Moïse, asesinado por mercenarios colombianos en 2021, quienes también afirmaron haber sido engañados para cometer este magnicidio.
La situación de los exmilitares colombianos en Sudán
“Viniendo anoche de allá (Libia) pa’ acá (Sudán) nos prendieron una cosa hijueputa, qué vaina malparida. Si salimos de esta voy a dar un paso al costado”, se escucha en un audio, a un exmilitar colombiano en Sudán hablar con la voz quebrada y cuyo nombre no se revela por su seguridad.
La Silla conoció su testimonio el 20 de noviembre de este año. Fue grabado en la frontera entre Libia y Sudán después de que la caravana en la que iba fue emboscada en el lado de Sudán. Los atacó la Fuerza Conjunta de Movimientos Armados de Darfur, la milicia que apoya al gobierno y que opera de manera coordinada con el Ejército de este país.
Este militar hace parte de uno de los pelotones de una compañía de alrededor de 160 exmilitares colombianos que está en Sudán o cerca de su frontera, operando con las FAR. Su convoy venía de Bengasi, una de las principales ciudades de Libia, a donde llegan los colombianos.
Allí, fueron recogidos por los sudaneses de FAR en una caravana de cerca de 15 camionetas que se adentraron en el desierto por ocho días para llegar hasta la frontera con Sudán, en el extremo sur de Libia.
El convoy en el que iba este militar retirado era el último que las FAR habían llevado a Sudán y fue repelido con fuego por las milicias sudanesas aliadas al gobierno. “Nos prendieron muy duro. Hay un cabo y otros heridos más”, dice. El cabo herido es Christian Lombana, de Palestina (Huila), el mismo a quien pertenecen los documentos encontrados por la Fuerza Conjunta.
Los documentos encontrados confirmaron públicamente la llegada de mercenarios colombianos a Sudán. Pero la operación comenzó hace más de tres meses. En septiembre llegaron los primeros colombianos a este país, en concreto a la región conocida como Darfur, al occidente de Sudán y la frontera con Libia y Chad.
Darfur ha sido un fortín militar, político y económico de las FAR incluso antes del inicio de la guerra, que comenzó en 2023, tras la ruptura de la alianza entre el gobierno militar del general Abdelfattah al Burhan y las FAR, que se habían aliado para dar un golpe de Estado en 2021 al poder civil. Ahora en guerra, el grupo armado golpista al que llegaron a reforzar los colombianos es acusado de los crímenes más graves, como bloquear la ayuda alimentaria de la ONU.
Desde entonces, la población de Darfur ha sido una de las más afectadas por los crímenes cometidos en esta guerra, que incluyen asesinatos selectivos, quemas de pueblos por parte de las FAR, desplazamientos forzados y una situación humanitaria que ha hecho padecer hambrunas a los civiles.
El Ejército sudanés y sus milicias han comenzado una ofensiva general en este segundo semestre. Uno de los frentes se concentra en arrebatarle a las FAR el control de la región de Darfur donde están los colombianos. En particular, se han enfocado en impedir las ofensivas que han lanzado los paramilitares en la capital de Darfur del Norte, El Fasher.
Otro militar retirado colombiano en Sudán, cuyo testimonio conoció La Silla por medio de audios, afirmó que su unidad estaba a media hora aproximadamente de El Fasher y que allí fue atacada por tropas sudanesas a finales de octubre. En ese ataque murieron tres colombianos y otros quedaron heridos.
Uno de los fallecidos fue el cabo retirado Diego Edison Hernández, cuya familia habló con revista Semana y confirmó la muerte de este militar colombiano en Sudán. “La información que nos llegó es que ellos se encontraban en un área, los atacaron con una bomba, y estalló donde estaba el pelotón, dejando muertos y heridos”, le dijo uno de los familiares a Semana, el 30 de octubre.
Otro audio, que circuló en los grupos de WhatsApp de los colombianos involucrados en esta operación, fue de un mando de los colombianos en Sudán, cuyo nombre se omite por seguridad. “No les voy a decir mentiras.
La situación está galletuda, está complicada. Si tienen cosas que resolver allá en Colombia, piénselo muy bien. Aquí, anoche, ya tenemos tres durmiendo y como cinco con sueño”, dice, al referirse a los tres muertos y cinco heridos que dejó el ataque a finales de octubre.
Pero para docenas de los involucrados, esta es una tarea para la que nunca se enlistaron. La están cumpliendo ahora a raíz de engaños y en algunos casos en contra de su voluntad, de acuerdo con las cuatro fuentes cuyo testimonio conoció La Silla Vacía.
La red transnacional de mercenarios y los engaños
Los militares retirados que están en Sudán y Libia fueron contratados por la empresa colombiana llamada Internacional Services Agency A4SI (Academy for Security Instruction). La oferta laboral que les presentaron era para prestar servicios de seguridad a infraestructuras petroleras de los Emiratos Árabes Unidos, un país con el que Colombia tiene una relación cada vez más estrecha.
De acuerdo con el registro de constitución de la empresa A4SI en la Cámara de Comercio de Bogotá, fue fundada en el 2017 por Omar Antonio Rodríguez Bedoya, quien en su cuenta de X se presenta como un exoficial del Ejército y tiene un enlace compartido de A4SI. En su perfil de LinkedIn también aparece como gerente general de esta empresa.
Sin embargo, de acuerdo con los testimonios de dos militares involucrados en esta operación, quien dirige todo es el coronel retirado del Ejército, Álvaro Quijano, quien reside en Dubai. Su nombre no aparece en las actas revisadas en la Cámara de Comercio de Bogotá. Sí aparece Claudia Viviana Oliveros, quien es la actual representante legal y a la que identifican los militares como la pareja sentimental de Quijano.
Quijano es un hombre conocido entre los militares retirados que han trabajado como “operadores de seguridad”, que es el nombre que empresas de mercenarios le dan a este tipo de contratos. Muchos de los que fueron contratados y contactados por A4SI conocieron a Quijano hace años cuando prestaban servicios de seguridad en Emiratos Árabes con otra empresa colombiana.
Quijano también es conocido porque salió del Ejército en 2007 por supuestos vínculos con el Cartel del Norte del Valle. Fue capturado por ser, presuntamente, uno de los enlaces del Juan Carlos Rodríguez, alias “Zeus”, recientemente abatido por el Ejército y que trabajaba con el narcotraficante alias “Don Diego”.
Ahora Quijano y Olivares son señalados por los militares en Sudán y Libia de engañarlos para luchar una guerra ajena.
“A mí me ofrecieron un contrato para ir a cuidar infraestructura petrolera de los Emiratos Árabes, pero todo era un engaño”, dice uno de los militares sobre el contrato que firmó. Algo que no pudo ser comprobado por La Silla, pues la fuente afirma que no les entregaron una copia del contrato ni les dejaron tomar fotos. Esto último coincide con el testimonio de otro militar retirado que también firmó con A4SI.
Pero otros elementos también apuntan a Emiratos Árabes. Por un lado, varios exmilitares ya tenían la experiencia de haber trabajado en ese país, que según un panel de expertos independientes está violando un embargo internacional de armas para apoyar a las FAR.
“Se sabe que Emiratos ha tenido soldados emiratíes en territorio controlado por los paramilitares. En septiembre hubo un bombardeo del Ejército en un aeropuerto del occidente de Sudán controlado por los paramilitares. Ese mismo día, el Ministerio de Defensa emiratí reconoció que habían asesinado a cuatro solados emiratíes que estaban luchando en el exterior”, le dijo a La Silla Marc Español, corresponsal de El País de España en Egipto.
Para este periodista, que cubre el conflicto en Sudán, tiene sentido la entrada de los militares retirados colombianos por el sudeste de Libia. “Emiratos en toda la región ha tendido a establecer estas alianzas con grupos paramilitares o paraestatales para poder entrar y tener influencia en estos escenarios que les interesan por cuestiones económicas y políticas”, afirma Español.
A los exmilitares colombianos también los hicieron llenar un formato de hoja de vida y firmar una cláusula de confidencialidad de la empresa Global Security Services Group. De acuerdo con la descripción de su página web, esta empresa es “la primera compañía de seguridad privada de los Emiratos Árabes Unidos a la que se le otorga una licencia de seguridad armada”.
Así salieron confiados varias tandas de militares retirados hacia Abu Dhabi o Dubai, la primera escala del viaje. “Cuando llegamos empieza el rumor de que vamos es para Libia. Ahí casi me devuelvo, pero por pendejo me quedé. En ese momento no sabíamos bien a qué íbamos y muchos teníamos deudas que pagar”, dijo un exmilitar que llegó a Libia.
El atractivo para muchos militares retirados colombianos es el pago en dólares ofrecido por estos contratos de seguridad. Por ejemplo, en este caso se les ofreció 2.600 dólares a los soldados y 3.400 a los sargentos. Para esto abrieron cuentas en el North International Bank, un banco con sede en Antigua y Barbuda, un país catalogado como “paraíso fiscal”. Pero, algunos reportan, incluso, retrasos en los pagos.
De acuerdo a dos fuentes que dieron su testimonio a La Silla, de Emiratos Árabes salieron en avión hasta Bengasi, una ciudad portuaria de Libia, en el norte de África. “Ahí nos sacaron por una parte de atrás del aeropuerto para que no pasáramos los controles regulares.
Y luego nos alojaron en unos albergues que nos dijeron habían sido construidos por Gadafi. Hasta donde sé, eran instalaciones oficiales de las autoridades de Libia”, dijo uno de los militares que se alojó allí.
Uno de los militares retirados le dijo a La Silla que cuando llegó a Libia fue cuando empezó a escuchar que el destino final iba a ser Sudán y que iban a entrar a apoyar a un grupo armado que buscaba derrocar el poder oficial de este país. “Somos paraquitos”, cuenta, era lo que decían entre ellos. El plan es que llegaran a Sudán tres batallones de mercenarios colombianos: entre 1.500 y 1.800 hombres en armas.
La Silla llamó y le escribió a Claudia Oliveros, al coronel retirado Álvaro Quijano y a Omar Antonio Rodríguez, pero ninguno respondió. Tampoco lo han hecho a El Tiempo y Semana que publicaron las denuncias de engaños para llevar a militares retirados a servir de mercenarios a África.
“Yo me quiero devolver, pero acá no podemos hacer nada. Los manes que mandan acá son los negros esos. Ojalá no nos suceda nada. Le estoy orando a Dios que nos saque de acá”, dice una de las fuentes que se siente engañada porque no fue contratado para pelear una guerra civil.
Pero las condiciones para salir son pocas. Los cuerpos de los tres colombianos asesinados a finales de octubre no han sido repatriados. La Silla preguntó a la Cancillería sobre la situación de los cuerpos y sobre la presencia de mercenarios colombianos en Sudán, pero la respuesta oficial es que no había ninguna información al respecto.
Por otro lado, una fuente que está en Libia con otra compañía, de alrededor de otros 160 colombianos que aún no han entrado en Sudán, le dijo a La Silla que hay por lo menos 40 militares que se quieren devolver, pero que no los han dejado.
Además, militares también temen represalias en su contra. “Si se llegan a enterar de que uno dio información está la orden de que en uno de estos areneros lo dejen a uno”, dijo otro militar.
*Santiago Rodríguez Álvarez, periodista de la Universidad de Antioquia. En La Silla Vacía empecé contando las movidas políticas de Antioquia como practicante, ahora escribo sobre el conflicto armado, las políticas de seguridad, la justicia transicional y los esfuerzos de paz en el país.
Santiago Rodríguez Álvarez*
La Silla Vacía, 26-11-2024
Correspondencia de Prensa, 28-11-2024
https://correspondenciadeprensa.com/?p=44774