Cómo EEUU normaliza una caricatura de países como Venezuela y por qué lo hace

Cómo EEUU normaliza una caricatura de países como Venezuela y por qué lo hace

Cómo EEUU normaliza una caricatura de países como Venezuela y por qué lo hace

USA
Dominación de Espectro Completo

¿Cómo es posible que se normalicen percepciones como las que se tienen sobre países como Venezuela y gobernantes como Nicolás Maduro? 

Un ejemplo: Uno de los comentaristas que cubren los Juegos Olímpicos de París para Telemundo, comentaba así, como quien no quiere la cosa, acerca de las próximas elecciones en Venezuela: "Un saludo a todos nuestros amigos venezolanos, tanto dentro como desde fuera del país Dicen que habrá una elección el domingo y que hay muchas expectativas de cambio por aquellos lados... les deseamos mucha suerte y todo nuestro cariño desde aquí".

Lo que parecía un comentario inocente, y un inocente "deseo de cambio" en Venezuela, al final resultó en un escándalo mediático y en la irrupción de millas de terroristas y delincuentes que durante 48 horas sembraron la destrucción y la zozobra en las calles del país. sudamericano.

 En fin, una reedición más del guion que desde hace más de dos décadas se repite en Venezuela y que al final no produce resultados en el terreno a no ser por un aumento del sufrimiento del propio pueblo venezolano.

Sobre países como Venezuela, Cuba y Nicaragua (y sobre líderes como "Maduro", "Díaz-Canel/Castro" u "Ortega") se puede decir cualquier cosa y poca gente reacciona, aunque se trate de las mentiras más groseras. 

A ese mismo grupo pertenecen, como sabemos, Rusia ("Putin"), Irán, Corea del Norte, Hezbollah, Hamás y un cierto número de etcéteras

Con China no se atreven a tanto, pero tampoco pierden cada oportunidad de atacar al gigante asiático y de tratar de embarrar su imagen.

No estamos diciendo que haya euforia popular en apoyo a la clara agenda demonizadora que se ha instalado, más allá de las pasiones que pueda desatar entre votantes de Javier Milei en Argentina o de Jair Bolsonaro en Brasil, pero lo cierto es que las voces que disienten , reaccionan y critican han sido claramente relegadas a un remotísimo segundo plano. 

Los presidentes latinoamericanos que, por razones de mucho peso, tratan de oponerse a la jauría mediática, lo hacen sopesando sus palabras, conscientes de que pueden llegar a pagar un precio político muy alto por ello.

Estamos ante una situación mucho peor que a inicios de este siglo y fines del pasado, en el que culpábamos por las maniobras y la desinformación a cadenas como la CNN, al diario El País y su Grupo PRISA, que con un pie en Miami agitaba violentamente. contra cualquier movimiento de soberanía y justicia social en nuestra región. 

No estamos ante un campo mediático políticamente sesgado, sino ante un campo mediático efectivamente militarizado. Tanto el soporte (la Internet) como los medios (de mal llamada "comunicación") han sido transformados en mecanismos de control de las opiniones y las actitudes.

Actualmente los Estados Unidos tratan de imponer su "gobernanza" a nivel global -que en las actuales condiciones es indistinguible de la guerra- a través de la estructura político-militar de la OTAN. 

El mundo entero es el teatro de operaciones, y nuestras almas el campo de batalla. En este artículo pretendemos dar una idea de la estructura de este complejo global enfocándonos, para los detalles, en la región centroamericana y caribeña.

EL CIBERESPACIO Y EL DOMINIO DE ESPECTRO COMPLETO

Los medios y el ciberespacio son dimensiones de lo que los estrategas estadounidenses hace mucho tiempo denominan "dominio de espectro completo".

 Por este medio, los Estados Unidos solos o con sus "socios" -más bien, vasallos- de la OTAN buscan lograr la superioridad en todas las dimensiones del espacio de batalla a través de una abrumadora diversidad de recursos que abarcan espacios como el terrestre, aéreo, marítimo, subterráneo, espacial, psicológico, biotecnológico o cibernético.

En este sentido, hay que entender que la Internet y los medios electrónicos, entre ellos las redes sociales, funcionan a la vez como vehículos de adoctrinamiento, recolección de inteligencia y control social - todo ello en tiempo real. 

Esos medios están controlados por intereses estatales y corporativos que responden, en general, a la agenda de la hegemonía imperial estadounidense.

En la óptica de los planificadores imperiales, la guerra por los relatos es un elemento más de la guerra con medios militares. Por ejemplo, descripciones aparentemente "inocentes" pero totalmente deformadas sobre la situación sobre el terreno en un país como Venezuela tienen su correlato en la destrucción y las muertes causadas por los grupos delincuenciales-fascistas financiados y entrenados por los Estados Unidos.

Como es sabido, la Internet surgió en los años 60 del siglo pasado como un proyecto del Departamento de Defensa de los Estados Unidos, ARPANET, con el fin de crear una red segura de comunicaciones capaz de sobrevivir a un ataque con armas nucleares. 

Desde entonces, las fuerzas armadas estadounidenses han estado fortaleciendo activamente una serie de tecnologías a lo largo de todo el espectro de las denominadas Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICs), incluso aquellas relacionadas con la protección de la privacidad de los usuarios, como la popular red distribuida TOR y muchas otras.

Asimismo, desde el año 2013 son del dominio público las revelaciones del excontratista de la Agencia Nacional de Seguridad, Edward Snowden, que desveló muchos de los detalles del sistema de vigilancia global montado por los Estados Unidos y sus aliados-clientes de la OTAN. , como la alianza de inteligencia de los Cinco Ojos, compuesta por los gobiernos de Australia, Canadá, Nueva Zelanda, el Reino Unido y los Estados Unidos.

 Gracias a las revelaciones de Snowden se logró saber cómo el Gobierno estadounidense espía a sus propios ciudadanos ya los de otros países en tiempo real. Asimismo, todos los países europeos tienen en pie sistemas de escucha masiva de las telecomunicaciones de todo tipo ay desde sus fronteras.

Por otra parte, las principales empresas que controlan los flujos de información de la Internet son estadounidenses u obedecen a intereses íntimamente ligados a Wall Street, la City de Londres y el complejo militar-industrial. 

Los grandes capitales del denominado Sillicon Valley - hoy en día en proceso de convertirse en Texas / Sillicon Valley - son íntimamente dependientes del Estado y en especial del sector militar estadounidense, ya sea de sus encargos o de las tecnología de punta que desarrolla con el dinero de los contribuyentes.

Empresas como Google, Microsoft, Apple, Facebook, X o Amazon, colaboran estrechamente con el Gobierno de los Estados Unidos, independientemente de puntuales desavenencias que a menudo ocupan un lugar desproporcionado en el ruido mediático, ocultando aquellas cosas en las que en el fondo están totalmente de acuerdo, como es el caso de la postura de Elon Musk hacia Venezuela. 

Los poderosos del mundo podrán intercambiar acusaciones de monopolismo, pero con respecto al resto de nosotros, los mortales, comparten la convicción de que somos un estorbo en gran medida prescindible.

Esas empresas saben que el Gobierno necesita de su información y ellas de las tecnologías que este desarrolla, sin las que probablemente no podrían ejercer su poder monopólico sobre unos consumidores globales en una situación de total desventaja. 

Los monopolios cibernéticos que compiten entre sí despiadadamente, lo hacen por el tiempo, la energía vital y el trabajo intelectual de unos consumidores a los que han hecho dependientes de sus "soluciones".

En el contexto del surgimiento de la multipolaridad, acciones de Estados fuertes como China y Rusia para afirmar su soberanía en el ciberespacio son importantes pero limitados, ya que quien controla el terreno centralizado de la Internet son en última instancia los intereses occidentales. 

Quien controla las autopistas y los nodos de la información es al fin y al cabo quien controla el medio, y quien controla el medio, en gran medida controla el mensaje. 

Además, la misma plataforma de administración centralizada de la información, no parece un modelo adecuado para una gestión multipolar del mundo, pero eso es materia para una discusión de tipo civilizatorio que aún está muy lejos en el horizonte, aunque un día se tendrá que dar. .

El complejo que somete, controla y militariza nuestras mentes no es solo tecnológico, es también político-institucional, y ha colonizado nuestras sociedades mucho más allá de lo que sospechamos. Todo lo que antes se hacía en secreto, a espaldas del público, hoy se realiza abiertamente a la vista de pueblos enteros que intuyen pero no pueden comprender cómo las piezas encajan en el rompecabezas. 

Para eso en las próximas entregas de esta serie analizaremos a los instrumentos de "poder suave" del imperio, a los capitalistas "filántropos", a las ONGs, a las Universidades y al "periodismo" como arma de guerra.

Las raíces de la gobernanza imperial cultural

En la entrega anterior vimos como el campo mediático digitalizado y conectado se encuentra inmerso en la estrategia militar de los Estados Unidos. 

No es un elemento que desde afuera se ha integrado a la estrategia imperial del denominado "dominio de espectro completo", sino que desde sus inicios fue concebido como un programa militar: la ARPANET. Además, vimos como intereses privados monopólicos y estatales-militares se sinergizan y actúan de acuerdo a sus intereses estratégicos a pesar de la encarnizada competencia en la que se desenvuelven.

En esta entrega y la siguiente veremos cómo el ámbito digital militarizado se integra en el funcionamiento de las sociedades sometidas a las intervenciones de los Estados Unidos y sus aliados-vasallos de la OTAN, siguiendo a grandes rasgos la historia moderna del modelo de intervencionismo estadounidense caracterizado por una simbiosis de los intereses privados corporativos con los del Estado. Este modelo ha venido siendo impuesto a escala global desde el fin de la segunda guerra mundial a una serie de países a los que Estados Unidos han hecho cómplices de sus políticas en el marco de la OTAN.

IMPERIO E INGENIERÍA SOCIAL

La élite de poder estadounidense está marcada por un profundo deseo de "reforma" - podría decirse que de ingeniería del mundo - en función de sus intereses y valores. 

Por ejemplo, la cruzada racista de William Walker en Nicaragua a mediados del siglo XIX, que buscaba implantar la esclavitud en toda Centroamérica, fue justificada y promovida como una campaña de sanitización médica y moral de una región que se veía como un foco infeccioso, tanto en el terreno de los valores (corrupción, guerras, pobreza) como en el de lo sanitario (fiebre amarilla, paludismo, etcétera). 

Este foco, según Walker, amenazaba con tocar a las puertas de la frontera sur de los Estados Unidos. (Cualquier similitud con el actual debate sobre la inmigración en ese país no es ninguna casualidad, es la expresión de un rasgo esencial de la sociedad estadounidense.)

Fue así que el discurso de Walker, promocionado por numerosos artículos y panfletos publicados por los nacientes medios de masas de la época, le granjearon el apoyo de muchas personas, tanto en el sur esclavista como en el norte liberal de los Estados Unidos. Muchas personas le enviaron dinero y hasta se ofrecieron de voluntarias para participar en su cruzada centroamericana. 

Sin embargo, ese discurso, al mismo tiempo le ganó a Walker el apoyo del poderoso Comodoro Cornelius Vanderbilt, capo del transporte férreo y terrestre interesado en construir un canal interoceánico por Nicaragua que abaratara sensiblemente el comercio entre las dos costas de Estados Unidos, en aquel entonces enfrascados en la conquista de su última gran frontera interior: el lejano oeste y sus promesas de abundante oro.

La incursión de Walker en Nicaragua terminó, como es conocido, con este siendo fusilado en Honduras el 12 de septiembre de 1860, pero con ello no perecieron las ansias "reformadoras" de los imperialistas estadounidenses, al contrario, una nueva generación de barones de los negocios con fortunas todavía más grandes que las de Vanderbilt y con sueños de dominación global aún más ambiciosos estaba por hacerse con el timón del imperio.

El fin del siglo XIX y los inicios del XX fueron testigos de un violento proceso de industrialización y de concentración de la riqueza en los Estados Unidos que tuvo su correlato en el ascenso de la lucha de las clases trabajadoras y el descontento hacia los “barones ladrones”, aquellos que vieron crecer sus fortunas a la sombra de ese desarrollo, como por ejemplo el magnate ferroviario Andrew Carnegie y el del petróleo, John D. Rockefeller.

Magnates como los antes mencionados se dieron a la tarea de invertir sus cuantiosas fortunas en obras "filantrópicas" en realidad destinadas a dar forma a la sociedad, tanto dentro de los Estados Unidos como a escala mundial, de acuerdo a sus intereses, creencias y valores, todos en armonía con doctrinas como la del Destino Manifiesto y la Monroe. En general se trataba de magnates tan moralistas y religiosos como despiadados en su actitud hacia lo que hoy llamamos el Sur Global.

 Estaban convencidos de que los países explotados por el imperialismo eran una amenaza, a la vez por su atraso y por su alta fertilidad. Con las armas del protestantismo y del maltusianismo, estaban dispuestos a hacer realidad el dudoso "destino manifiesto" que La Providencia había puesto como pesada carga sobre los hombros de hombre anglosajón.

Fue así como Carnegie y Rockefeller usaron su influencia para desarrollar todo el modelo de medicina moderno a nivel global, impulsando hospitales, financiando universidades y diseñando programas de educación universitaria, todo ello en coordinación con el Departamento de Estado y haciendo uso de una serie de Fundaciones, organizaciones al mismo tiempo semiestatales y semiprivadas, y en apariencia libres de ataduras políticas, que permitieron tanto la proyección de poder suave del imperio occidental en su conjunto, como la de los países imperiales individuales que imitaron, y hoy practican más que nunca, el modelo estadounidense.

 Un atractivo adicional de este modelo, es que permite a los inversionistas "filantrópicos" obtener importantes deducciones de impuestos del Estado a través de sus fundaciones.

Un miembro de esta familia imperialista, que no fue barón ni tampoco protestante, - ni estadounidense, pero sí francés - Lous Pasteur, se hizo famoso por su teoría de los gérmenes que le permitió montar un imperio sanitario similar al imperio informático que hoy en día ostenta la multinacional Microsoft,(*) con filiales del "Instituto (Fundación) Pasteur" en todo el mundo. 

Con la imposición de la denominada "teoría de los gérmenes" ante la caricatura construida de una teoría de la "generación espontánea" (promovida por el alemán Koch), se zanjó de una vez por todas, en favor de París, la guerra de los 30 años entre ambas potencias europeas en el terreno de la ciencia. Casualmente, la victoria de Pasteur acrecentó el poder de La Gran Farmacia (las multinacionales de los medicamentos) por sobre el poder del sentido común y los promotores de la medicina preventiva y de las condiciones de vida dignas libres del afán del imperialismo occidental por las ganancias monopólicas.

Entre las fundaciones imperiales anglosajonas, destaca el papel jugado por la Fundación Ford después de la segunda guerra mundial, que impulsó proyectos académicos de influencia política aparentemente progresista, pero en realidad supeditados a la agenda geopolítica de los Estados Unidos a lo largo y ancho del mundo. 

Para nombrar solamente algunos de los casos más sonados, tenemos la participación de la Fundación en el proyecto de la guerra fría cultural elaborado por la CIA (de la que hablaremos más adelante) para copar los círculos intelectuales occidentales con opiniones en favor de los intereses de Estados Unidos en los años 50; su participación en el recambio de toda la plantilla de profesores de economía en la Universidad de Jakarta (Indonesia) en los años 60 con personal favorable a las ideas neoliberales en preparación del golpe de Estado de derecha que llevó al poder al general Sukarno tras el genocidio de hasta tres millones de comunistas, y su participación en el escandaloso Proyecto Camelot, un programa del Departamento de Defensa de los Estados Unidos para hacer un análisis de las actitudes políticas de las poblaciones latinoamericanas, en especial la chilena, acerca de los cambios sociales, también en los años 60.

A partir de los años 90 del siglo pasado, un personaje que cobró notoriedad fue el especulador financiero George Soros y sus fundaciones para la promoción de una "sociedad abierta". Desde que adquirió la radio Europa Libre (proyecto de la CIA), Soros ha estado involucrado en diversos golpes o intentos de golpes de Estado en decenas de países, desde Serbia y Ucrania hasta Haití, Venezuela, Ecuador y Nicaragua, todos ellos en los que ha estado implicada la CIA. 

Soros es un globalista que cree que el mundo debería ser una "comunidad global" en contraposición a los Estados soberanos individuales, aunque sus lazos con la agenda y las estructuras de los Estados Unidos y la OTAN son más que evidentes.

En realidad, tras el planteamiento de Soros - ultraprogresista en lo moral y ultraneoliberal en lo económico - existe un andamiaje conceptual que es el de Gene Sharp, el politólogo estadounidense que acuñó el concepto de "revolución de colores", una subversión artificialmente planificada desde el exterior, de regímenes políticos vistos por Washington como obstáculo para sus intereses.

 Esta "revolución de colores" se vende como una estrategia pacífica, pero en la práctica siempre ha involucrado actos violentos de parte de los "activistas" "revolucionarios". 

Ejemplos típicos de revolución de colores se pueden encontrar en la Venezuela de los últimos 25 años, donde el manual de Gene Sharp se ha implementado, corregido, aumentado y retroalimentado con cada intento de destruir a la Revolución Bolivariana.

Ahora Soros, con 94 años, se ha retirado oficialmente de la "filantropía" (política) y ha dejado su imperio de organizaciones de la "sociedad abierta" en manos de su hijo Alex, que recientemente apoyó públicamente la candidatura de la vicepresidenta Kamala Harris por los demócratas en las elecciones de noviembre.

Como mencionamos en la entrega anterior, una serie de empresas multinacionales participan activamente en el complejo de guerra de la OTAN comandadas por una (ya no tan nueva) generación de potentados como Bill Gates (Microsoft), Per Omydiar (eBay), Mark Zuckerberg (Meta, ex Facebook) e incluso Elon Musk, muy activo políticamente aunque desde el bando supuestamente "antiglobalista", quienes ocupan escalones de influencia decisiva en todo ese aparato de gobernanza imperial.

 La CIA

La Agencia Central de Inteligencia (CIA), creada en 1947 por la Ley de Seguridad Nacional de los EE. UU., con la misión de ir más allá de la recolección e interpretación de información, interviniendo activamente en los teatros de operaciones, ocupando un lugar entre la diplomacia convencional y las intervenciones militares directas consistente operaciones encubiertas, es decir, operaciones diseñadas para que su verdadero autor no pueda ser identificado por nadie, como montar golpes de Estado, influir en e infiltrar organizaciones y gobiernos, desestabilizar países e intervenir en conflictos para favorecer los intereses de los Estados Unidos, ya sea realizando actividades militares, a menudo terroristas, entrenando fuerzas combatientes, asesorando en prácticas como la tortura, realizando atentados, etcétera.

«Como principal agencia de inteligencia exterior del mundo, el trabajo que realizamos en la CIA es vital para la seguridad nacional de Estados Unidos. Recopilamos y analizamos información de inteligencia exterior y llevamos a cabo acciones encubiertas. Los responsables políticos estadounidenses, incluido el Presidente de los Estados Unidos, toman decisiones basadas en la información que les proporcionamos», explica hoy la propia agencia en su sitio web.

Hay que decir que el objetivo original del presidente Harry S. Truman al tomar la decisión de formar la Agencia no tenía nada que ver con operaciones encubiertas sino con la creación una agencia para coordinar los programas de recopilación de información de las diferentes agencias gubernamentales, una especie de agencia de prensa sobre todo lo que acontece en el mundo al servicio exclusivo del presidente –este punto de vista está incluso consignado en el relato oficial sobre la vida de Truman, que reconoce este hecho pero atribuye el cambio a la necesidad de hacerle frente a la Unión Soviética, que supuestamente aventajaba mucho a los Estados Unidos en ese terreno.

Sin embargo, el ex alto funcionario de la CIA Victor Marchetti y el ex funcionario del Departamento de Estado, John D. Marks, en su clásico libro La CIA y el Culto del Espionaje, que vio la luz en inglés 1973, consideran que se impusieron las prácticas y puntos de vista del personal de la antigua Oficina de Servicios Estratégicos (OSS, por sus siglas en inglés), el servicio de inteligencia de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, tales como el general William "Wild Bill" Donovan, Allen Dulles y otros, casi todos ellos formados en las universidades de la élite estadounidense.

Según Marchetti y Marks, la OSS era una agencia que operaba “por la libre”, “un organismo prácticamente no regulado, a la vez romántico y audaz, hecho a la medida de los sueños más anhelados del operador encubierto”. 

Gente como Donovan y Dulles pensaban que la Agencia debería “el instrumento clandestino con el que Washington podía alcanzar objetivos de política exterior que no podían lograrse a través de la diplomacia”.

Para los ex funcionarios, no fue la URSS la que creó a la CIA que conocemos, sino las mismas estructuras de poder al interior del Estado: «Que Truman intentara crear una organización de inteligencia abierta, que hiciera hincapié en la recopilación y el análisis de información en lugar de en las operaciones secretas, fue digno de elogio. Que pensara que podría controlar a los defensores de la acción encubierta fue, en retrospectiva, un craso error de cálculo», escriben los autores.

La CIA y América Latina

En nuestra región, los siguientes ejemplos son solo algunos de los tipos de operaciones encubiertas llevadas a cabo por la CIA:

- Desestabilización y/o derrocamiento de gobiernos en Guatemala (1953-54), Guayana Británica (1953-1964), Ecuador (1960-1963), Brasil (1961-64), República Dominicana - con intervención militar directa (1960-1966), Chile (1964-1974), Bolivia (1964-1975), Jamaica (1976-1980), Grenada - con intervención militar directa (1979-1983), Surinam (1982-1984), Panamá - con intervención militar directa (1989), Haití - con intervención militar via ONU (1991 7 2004), Venezuela (2002 y 2015), Honduras (2009), Ecuador (2010), Paraguay (2012), Nicaragua (2018), Bolivia (2019)...

- Apoyo a gobiernos antipopulares, dictatoriales e incluso genocidas en países como Chile, Argentina, Uruguay, Honduras, Guatemala, El Salvador, República Dominicana, Nicaragua, y otros.

 En todos los casos se aplicó la tortura e incluso escuadrones de la muerte y tácticas de contrainsurgencia como aldeas estratégicas según modelos diseñados a partir de las guerras de Argelia, Vietnam, etcétera. 

A menudo, los operativos de la CIA trabajaban tras la mampara de los nutridos grupos de asesores estadounidenses de esos gobiernos.

- Guerras de mal llamada baja intensidad en Centroamérica, en particular en Nicaragua. 

Mientras que en Nicaragua la CIA buscaba derrocar al gobierno sandinista, en el resto de la región buscaba además aniquilar a los movimientos sociales revolucionarios surgidos como respuesta a la opresión estadounidense. En el caso de Costa Rica, ésta fue ampliamente utilizada como base ideológica de apoyo a los "contras" y también como vitrina de propaganda sobre las bondades de los Estados Unidos y el "modo de vida occidental". 

Esta guerra costó cientos de miles de muertos. En el caso de Nicaragua, el Tribunal de La Haya condenó en 1986 a los Estados Unidos a pagar a Nicaragua 17.000 millones de dólares por los años causados, una deuda que aún no han honrado.

- Campañas para desprestigiar, derrocar e incluso asesinar a presidentes y líderes considerados como obstáculos para los intereses estadounidenses, así como campañas como la secreta Operación Camelot, junto con el Pentágono, un proyecto de espionaje sociológico con fachada académica en Chile, Venezuela, Brasil, Colombia y Uruguay en 1965, en la que se usaron a miles de académicos de la región que no tenían la menor idea de cuáles eran los verdaderos mentores de una encuesta sobre las actitudes políticas de esos pueblos. El rechazo generado por este proyecto crearía una profunda crisis en la Federación Latinoamericana de Científicos sociales (FLACSO).

Actividades de este tipo en todo el mundo no podían mantener a la CIA fuera del escrutinio público por demasiado tiempo, al contrario. Así, como veremos más adelante en esta serie, surgió la idea de camuflar estas intervenciones, primero bajo la fachada de "Ayuda al Desarrollo" y luego de "Promoción de la Democracia".

 MKULTRA y el "hackeo de la mente"

Muchas de las actividades de la CIA a lo largo y ancho del mundo son conocidas, desde la desestabilización de China tras el fin de la segunda guerra mundial hasta el asesinato de Osama bin Laden en 2011. 

Entre estas actividades destacan la organización de la red anticomunista Gladio en Europa Occidental, con elementos de ultraderecha para realizar acciones encubiertas contra los partidos de izquierda, y el mastodóntico programa de la Guerra Fría Cultural para contrarrestar la influencia de los intelectuales que simpatizaban con la Unión Soviética en Europa Occidental y otras regiones del mundo. 

Mención especial en el contexto de esta serie, que tiene que ver con la manipulación masiva del comportamiento humano, lo tiene el conjunto de proyectos MKULTRA en los años 50 y 60 del siglo pasado.

El objetivo de MKULTRA era el de estudiar el uso de materiales biológicos y químicos (drogas y otras técnicas) para "alterar el comportamiento humano", por ejemplo, desde producir alguna sustancia utilizable como "suero de la verdad" para sonsacar información de personas detenidas hasta "programar" personas para que realicen determinado tipo de actos en contra de su voluntad. 

Durante más de 10 años, bastante más de mil de soldados, pacientes siquiátricos, personas sospechosas de ser espías o consideradas "descartables" en Estados Unidos, Canadá y otros países (muchas veces recluidas en cárceles secretas en las bases militares de EEUU en todo el mundo) fueron sometidas a experimentos prolongados con el uso de drogas y otras técnicas, a veces durante hasta tres meses sin parar, causando un número indeterminado de muertes y graves daños de todo tipo a las víctimas.

El mega proyecto dio lugar a un serio escándalo a raíz de revelaciones de los medios estadounidenses en los años setenta del siglo pasado, llevando a una investigación del Congreso, a la cancelación del proyecto e incluso a juicios que al cabo de varios años obligaron a la CIA a indemnizar a algunos de los sobrevivientes o sus familias. El mismo director de la agencia mandó a quemar todos los archivos sobre MKULTRA al hacerse público en los medios, por lo que muchos de sus detalles son desconocidos aún hoy en día.

MKULTRA hoy es presentado por la misma CIA y por los medios corporativos occidentales como un "pecado del pasado", pero ¿quién puede ser tan ingenuo como para creer que los avances más importantes de la neurociencia, la cibernética, la nanotecnología y la inteligencia artificial en la actualidad no están siendo utilizados por esta agencia con la intención de controlar el comportamiento de los seres humanos, especialmente cuando muchas de esas tecnologías son desarrolladas por el mismo aparato militar-industrial de los Estados Unidos?

Hasta hace 25 años, el uso de aeronaves miniaturizadas para vigilar a las poblaciones e incluso para realizar asesinatos selectivos parecía pertenecer al ámbito de la ciencia-ficción. 

Hoy son una realidad, sin ir más lejos, tenemos el ejemplo del fallido intento de asesinato con un dron contra el presidente Nicolás Maduro en agosto de 2018.

 Lo mismo se puede decir de la idea de implantar microchips en el cerebro de las personas para de alguna manera aumentar o influir en sus prestaciones cerebrales. 

Hoy la tecnología Neuralink de Elon Musk va por su segundo implante exitoso en humanos. Según Musk, en un par de años, alguien con un implante Neuralink, podría ganarle a un jugador profesional de videojuegos ya que su tiempo de reacción sería mucho más rápido que el de alguien sin el implante. 

Cierto o no, con éxito o sin él, lo cierto es que esta tecnología ya se está aplicando comercialmente, y con toda seguridad ya ha sido investigada a fondo por la CIA desde hace años.

¿Pero qué pasa con otras tecnologías, también militarizables, de las que no se habla tanto en los medios? 

¿Qué tal si se pueden utilizar implantes microscópicos, o incluso nanoscópicos en lugar de los que hoy usa Elon Musk, que según dice solo pueden ser implantados por un robot ya que los cables son demasiado pequeños para que los puedan manipular los dedos de un cirujano humano?

¿Qué tal si a través de sensores similares a las actualmente ubicuas redes Wifi se pudieran leer las ondas cerebrales de las personas e incluso transmitirles información sin necesidad de electrodos?

En 1971, la computadora más veloz procesaba apenas 56 instrucciones por segundo; en 1981, llegaba a los 1.2 millones de instrucciones y hoy en día un procesador Intel Core i9-10900K puede llagar a los 113 mil 975 millones de instrucciones por segundo. 

En 1984 ARPANET, antecesora de la Internet, comenzó a operar a la entonces increíble velocidad de 50 kilobytes por segundo (Kbps). Hoy, 40 años más tarde, las velocidades de 5G en los Estados Unidos andan por los 200 megabytes por segundo (204 mil 800 Kbps, es decir, 4,096 veces más rápida). 

¿Qué tal si por medio de algoritmos de inteligencia artificial una agencia como la CIA u otras unidades del complejo militar-industrial fuesen capaces procesar en tiempo real los pensamientos de las poblaciones, induciéndoles ideas, temores, amores o fobias según las necesidades operativas del "teatro de guerra" imperial.

En la novela distópica "1984", escrita en el año 1949 por George Orwell, se describe un mundo en perenne guerra y miseria para las masas. 

La guerra era entre las naciones de Oceanía y Eurasia. El dirigente de Oceanía era un dictador, "el Gran Hermano" que basaba su poder a través de un gran televisor, similar a nuestros actuales aparatos de pantalla plana, instalado en cada hogar de la nación. 

Los ciudadanos estaban obligados a ver la propaganda ofrecida por el Gran Hermano, que a su vez los monitoreaba las 24 horas del día desde una cámara instalada dentro de la televisión. 

La predicción de Orwell falló por unos 40 años, pero la similitud con el mundo de hoy es más que evidente. 

Lo que Orwell no pudo predecir, es que hoy en día no solo somos espiados por nuestras televisiones inteligentes, sino por nuestros teléfonos celulares que nos acompañan todo el tiempo y continuamente envían datos de nuestras actividades a los monopolios que controlan la Internet, desde Google, Meta y Amazon hasta Samsung y Apple.

El proyecto de la CIA es el del hackeo de la mente humana por cualquier medio disponible de modo que las poblaciones se comporten según los intereses imperiales.

 Busca someter las voluntades de las ciudadanías del mundo y destruir cualquier tipo de soberanía popular, nacional e incluso cultural y espiritual, a punta de picanas u otros instrumentos de tortura, a punta de fuerzas de choque fascistas y golpes de Estado, a punta de desinformación y control de los medios, a punta de "operaciones especiales", a punta de drogas, a punta de "tratamientos" "científicos", a punta de "sueros de la verdad", apunta de falsas organizaciones de la "sociedad civil" financiadas con fondos de los Estados de la OTAN, a punta de vigilancia masiva y del procesamiento en tiempo real de ingentes cantidades de información.

Se podrá decir que China, Rusia y la India intentan hacer lo mismo, pero lo cierto es que esos países no controlan los flujos de datos de la Internet y tampoco los flujos financieros en un mundo todavía dominado por la hegemonía del dólar (no solo por el dólar como moneda, sino por su arquitectura institucional, tecnológica e ideológica). 

Es cierto, las actuales tecnologías son demasiado poderosas y concentran demasiado el poder, y siempre existirá la tentación de los Estados de mantener las ciudadanías lejos de su control, pero mientras que en el denominado Occidente la lógica del capital financiero es la que controla a la política, en las potencias emergentes es la política la que domina a las finanzas, garantizando así la preeminencia de un principio de realidad y de necesidad de contratos sociales que en Occidente desde hace mucho rato se han roto de manera irreversible.

La agenda imperial del hackeo de la mente humana, tanto en lo individual como en lo social, es demasiado amplia y no puede ya limitarse al control bajo una sola organización como la CIA. 

En las próximas entregas veremos cómo el imperio desde muy temprano comenzó a disfrazar muchas de sus "operaciones especiales" bajo el manto de la "Ayuda al Desarrollo", la "Promoción de la Democracia" y al " fortalecimiento de la Sociedad Civil".

(*) Coincidencias de la vida, el magnate Bill Gates, fundador de Microsoft, tras jubilarse del gigante informático decidió volverse "filántropo" igual que Ford, Rockefeller y Carnegie, y así en unos pocos años multiplicó su ya inmensa fortuna con el tema de la sanidad (en especial las vacunas) como su principal bandera. 

Igual que William Walker, Bill Gates no oculta su deseo de "reformar" y "sanitizar" al mundo, especialmente en el Sur global.

https://pastebin.com/PAWefb1T

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