"Sostenemos que estas verdades son evidentes en sí mismas: que todos los hombres son creados iguales, que su creador los ha dotado de ciertos derechos inalienables, que entre ellos se encuentran la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad..."
Fieles a las ideas filosóficas de Locke, los fundadores de Estados Unidos de América, a través de la pluma de Jefferson, plasmaron estas palabras en el Preámbulo de la Constitución de su joven nación. Nacía el primer Estado moderno y verdaderamente capitalista del mundo.
La “Ley Natural” señoreaba en una declaración que sería- por más de doscientos años- el referente político y filosófico del orden global posterior a la Pax británica.
Muy pronto EE. UU. se convertiría en un Estado agresor, propenso a negar a otros países "las verdades evidentes" de su filosofía fundacional, como ya lo venía haciendo en su propio territorio y en los anexados a la fuerza, que al final constituirán su Estado nacional.
La dicotomía es una marca de nacimiento de EE. UU. Un Estado que pretendía ser “faro que iluminara los derechos del hombre y promoviera la paz, el progreso y la colaboración entre las naciones”, a su vez era un Estado esclavista, genocida de los pueblos originarios de Norteamérica, agresor, belicoso, invasor y depredador que pronto se convertiría en paradigma del Estado imperialista.
Precisamente el modelo en que V.I. Lenin basó el estudio de su magnífica obra, "El Imperialismo, fase superior del Capitalismo".
Estados Unidos construyó, a expensas de muchos, la economía más fuerte y exitosa del mundo capitalista. Sin embargo, por causales históricas, económicas y sociales, va rápidamente cediendo su rey ante un mundo necesitado de cambios (que busca nuevos paradigmas de desarrollo, donde ya existen verdaderos competidores, jugadores cada vez más fuerte en el tablero geopolítico global),va perdiendo su posicionamiento de primera potencia mundial.
Las señales del declive son obvias a lo interno del monstruo: Descomposición social, caída de sus estándares de vida por el desempleo y empobrecimiento de gran parte de la ciudadanía a causa del neoliberalismo rampante; relajamiento de leyes y " códigos" políticos que inciden en una pérdida paulatina del control social por parte del sistema; bajón industrial que va dejando vacías sus antiguas ciudades estandartes; preponderancia del complejo industrial- militar sobre el resto de la industria nacional; emigración de capitales y empresas; dificultades demográficas; déficit en rubros claves de su economía, víctima de las cada vez más frecuentes crisis cíclicas; irreversible envejecimiento de su población anglosajona; un sistema de salud rebasado por una pandemia, la adicción de parte de su población a psicotrópicos, fármacos y en las últimas décadas, los notorios cambios de patrones culturales y sociales a causa de la dependencia de internet y sus redes sociales.
Entre estas y muchas otras de carácter “endógeno”, tal vez la principal razón del declive de Estados Unidos, como líder del Capitalismo global, sea la internacionalización, el desarraigo de sus élites de poder (un consolidado de la anglosfera con el sionismo internacional) que han creado un “Estado profundo” de control global), de sus monopolios convertidos en corporaciones mundiales sin apego ni pertenencia a un territorio específico, que pretende dominar toda las ramas de la economía, las finanzas, los recursos, la producción, el consumo y los cuerpos y mentes de los seres humanos del planeta.
A lo externo, la situación es aún más tenebrosa.
La famosa “proyección de poder” de los yanquis hacia el exterior, es decir, hacia allá donde han estado sus intereses políticos y económicos (que por medio de sus Fuerzas Armadas, sus transnacionales, su sistema financiero, sus Organismos “internacionales”, su ideología y su cultura conquistaron territorios, mercados, recursos y mentes), cómo barco viejo hace agua por todos lados.
El enorme presupuesto militar, la "maquinita “de imprimir dólares, el control casi total sobre los medios de comunicación y su influencia política y económica aún importante en muchos Estados y gobiernos, parecen que no es suficiente para detener la caída.
La debilidad creciente del dólar como divisa internacional, la pérdida del liderazgo mundial en el comercio y la producción en favor de China, su competidor más importante (aunque no el único); la necesidad de mantener (por parte de un occidente colectivo dócil a los gringos) la confrontación mundial (aunque esta ya no sea ideológica), reviviendo elementos de la Guerra fría, como la OTAN, la creación de otras alianzas militares agresivas, el militarismo, la histeria racista colectiva contra Rusia y China y la “tercerización” de guerras como la que hoy financia en Ucrania, dan la certeza que a Estados Unidos se le “agotó el combustible” y se desplaza por inercia sobre la historia que sin éxito quiere imprudentemente repetir.
Sin embargo, el águila herida hoy se ha vuelto más peligrosa para la preservación de la paz en el mundo. A diario crea conflictos de toda intensidad y tamaño contra grandes jugadores del tablero político mundial, pero también agrede a pequeñas naciones como la nuestra.
Más encarnizada aún es la batalla por el control de la Economía mundial de hoy y del futuro próximo.
Con ímpetu renovado, muchos países (que juntos poseen la mayor parte de la población mundial y de los Recursos naturales y que se apartan del control de los Estados Unidos) consolidan sus propios espacios económicos y políticos al lado de Rusia, China, India y otras potencias regionales que buscan construir un mundo de integración, colaboración, respeto y paz, al mismo tiempo que desarrollan libremente su propia economía y mejoran las condiciones de vida de sus ciudadanos.
La caída de Estados Unidos como principal potencia global es inexorable, porque el fin de los grandes Imperios es histórico: Como los seres humanos, empiezan a morir el mismo día de su nacimiento.
Tienen un ciclo vital que termina tarde o temprano. Los datos y los hechos demuestran tal afirmación.
No importa que su enorme poder militar, económico y político sea dirigido contra los que sus intereses o su paranoia les señalen como enemigos, sean estos Rusia, China o el gobierno de Nicaragua.
Al final, los pueblos y su razón prevalecen.
La realidad es que ya Estados Unidos no son "el faro que alumbra la Libertad del mundo". Nunca lo han sido.
Edelberto Matus.
Lo que hoy se conoce como Estados Unidos estaba formado por 13 colonias pertenecientes a Gran Bretaña; sin embargo, el 4 de julio de 1776, los representantes de esas colonias firmaron la Declaración de Independencia, un documento que reconoce a Estados Unidos como una nación independiente.
El Día de la Independencia fue ratificado el 28 de junio de 1870, cuando el Congreso decretó el 4 de julio como feriado federal.