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Nicaragua: "´Telegrama a una Guabina"

Por- Moisés Absalón Pastora
*** Tienen razón aquellos y soy uno de esos que aconsejan que, ante la infinita bestialidad mental, de animales que andan sobre dos patas y que no comen zacate porque no les da la nuca, se deba callar sabiamente ante el continuo serpenteo de la podredumbre que cargada de basura busca como tirar toda su hediondez sobre la dignidad de personas que obviamente y por sobradas razones somos la otra cara de la pestilencia.

Voy a romper mis propias recomendaciones con el único fin de advertir que una pluma puede ser un cañón devastador o un adoquín que estrellándose contra la trompa de la fealdad deslengüe a víboras que se la pasan tirando veneno contra personas que existimos y que somos una realidad viva porque tenemos el antídoto contra ese odio que todos los días y muy enfermizamente la serpiente escupe con el pretendido de sobre salir y de hacerse notar porque es la única forma que la imbecilidad tiene para asomarse, desde la cueva que habita, para ver un mundo donde los bichos están expuestos a ser aplastados sin asco y sin piedad.

En todas partes, en todos los ámbitos, en el ejercicio de cualquier actividad y particularidad hay niveles, jerarquías y posiciones que determinan quien es más que quien en campos donde puede haber muchos, pero siempre en las alturas o en los bajos están los predominantes, los que no tienen competencia y que son super campeones o super referentes en lo positivo y en lo negativo, en lo celestial y lo infernal, en lo divino y en lo maldito.

Esta cosa a la que hoy refiero, con muchísima delicadeza porque no quiero ser grotesco, -le debe ser suficiente con verse al espejo y reflejar en el toda la monstruosidad que carga desde la oscuridad del alma maldita que lo posee- es indiscutiblemente el super campeón, el inalcanzable, él que por mucho aventaja a los que corriéndoles también por las venas ácido de batería, no quisieran ser como él porque la vulgaridad que este viste son los parches de todas las maldades juntas y por lo que seguramente merecería ser batido en una licuadora con el agravante para el medio ambiente de ser afectado a la hora de determinar dónde botar toda esa chanchada que representa Miguel Mendoza, alguien condenado a permanecer ahogado por la eternidad de los tiempos en una laguna de estiércol.
Miguel Mendoza Urbina, Alias “Trompa de Guabina”
Sí, se trata de Miguel Mendoza Urbina, Alias “Trompa de Guabina” el más ordinario y mediocre microfonero que se proclamó un día como cronista deportivo en calidad de aprendiz de un nazi, Edgard Tijerino, último este que, golpeando la mesa desde la cabina de Radio Católica, dijo que el ascenso al poder de todas las miserias humanas, a las que pertenece, bien valía la muerte de tres millones y medio de nicaragüenses, claro excluyéndose muy convenientemente él.

Esta fealdad del hampón “Trompa de Guabina”, Miguel Mendoza, poseída por todos los demonios del averno siempre fue una hemorragia tan incontenible de resentimiento y odio que solo él puede descifrar en sus periodos menstruales la intensión tan marcada que tiene por ser el más aborrecible de los aborrecibles y tanto que ni en el inframundo que habita, refrescándose en las llamas de su propio infierno, lo aceptan en la sociedad satánica y demoníaca de los otros que junto a él sumaron 222 deportados y desnacionalizados terroristas donde están aquellos que ya comprendieron que el crimen se paga y otros como Miguel Mendoza que ni la tierra lo quiere para sepultarlo.

El limonado espécimen es una bacteria dentro de la crónica deportiva descrita por quienes se avergüenzan de él como una “Chepa” que ha pretendido erigirse en la conciencia de los demás sin ver en el propio ojo las toneladas de concreto que lo sangran y lo perfilan como el clásico antisocial o anti motín pues todo lo que tiene cerca lo dispersa de manera que es un yeta que a su alrededor atrae desgracias e infortunios que solo caracterizan a aquellos que nacieron malditos, marcados con el 666 en la frente porque fue hecho en moldes rellenos de estiércol porque ese es el hedor que deja tras el andar de sus cascos.

No acostumbro a derrochar mi tiempo en zopilotadas porque la basura no tiene más lugar que el basurero que es donde habita un tipejo que cómo éste juega a libertador, pero incapaz de liberarse a sí mismo pues obviamente vive atado a los grilletes de la brutalidad y de la estupidez porque desea que el sentido común sienta oloroso el estercolero que habita, porque apuesta a que veamos con naturalidad la promiscuidad politiquera en la que se mueve como si su andar torcido, nocivo y vulgar fuese una línea recta hacia el éxito.

La sabiduría que advierte a la imbecilidad no tirar piedras al techo ajeno porque el tuyo puede ser de cristal debería llamar a la reflexión al que al menos tiene un dedo de frente y más cuidadoso debería ser aquel que ni siquiera techo tiene porque entonces el expediente podría nutrirse de una y otra historia donde campea la indecencia, la deslealtad y los actos que te proyectan al desnudo, como una radiografía, de todo aquello que se oculta pero que refleja la maldad y la perversidad contra los ajenos y lo peor que hasta con los propios.

No creo que un sujeto como el “Trompa de Guabina” de Miguel Mendoza merezca tantas letras de mi parte sabido que serán muchos los que me digan “y te hizo falta”, pero la verdad verdadera es que me picaron las manos para representar desde esta pequeña muestra el cañón que millones de nicaragüenses quieren hacer de una pluma porque si de algo estoy seguro es que este aborto, nacido envuelto en alambre de púas, está en la factura de cada persona ofendida por esta bestia y tanto así que podría haber consideraciones para otros, pero éste miserable siempre será una deuda pendiente a cobrar.

Como dije mi tiempo es valioso. Lo dedico enteramente a cultivar valores, pero en este caso hago un alto para realizar un exorcismo a quien no mide su bocatería y piensa que tiene licencia para vestirse de “gallito” cuando en su mundo es reconocido únicamente como un patán al que estando aún aquí, corrieron de diversos medios como Canal 14 donde enredó su condición de empleado lanzándose contra la autoridad o de Canal 2 donde se sacudió el palo para que lo más malo y podrido cayera y se fuera, no solo por su conspicuo, repugnante y ofensivo comportamiento sino por inmoralidades públicas que se dieron en el parqueo de ese medio de comunicación y que habla muy claro sobre la calaña de este sujeto como anti natura, como desviado, como raro.

Que llame somocista a quien luchó contra la tiranía mientras él se orinaba bajo la cama por un cachinflín; Que ponga entre comillas mi etapa pública como “contra” en la resistencia, mientras él fue un prófugo del servicio militar; 

Que me diga gordo, sapo, camaleón, vendido, arrastrado o cualquier otra caricatura salida del hígado cirrótico ahogado en su propia hiel no cambia que él esté fuera y yo dentro, que yo tenga éxito y el fracasos, que a mí me quieran que a él lo odien, que yo sea varón y el un aberrado, que yo sea periodista y el mercenario, que yo sea orgullosamente nicaragüense y el un pinche traidor, que él esté muerto y yo vivo.

Yo estoy claro que como figura pública estoy expuesto a la crítica de quienes no comparten ni lo que digo o lo que escribo y debo de aceptarlo si estoy en lo que estoy, pero los ataques de este sujeto -reincidentes y continuos- tienen una dosis de odio enfermizo sin que jamás haya existido un no o un sí entre ambos, sin conocerme, sin saber quién soy en realidad, aunque debo recordar que un día tuve el desagrado de encontrarlo en una tienda y lo que hizo el valientito fue salir corriendo como la rata que es.

Yo me siento orgulloso del éxito que mis valores y mis principios me han permitido tejer desde la convicción cristiana que profeso y me respetan por eso porque no he sido un vividor y menos un mal agradecido, porque aquí, en este mundo tan pequeño en el que todos sabemos quién es quién, las historias que puedo precisar en otra entrega, están llenas de chantaje, de coyoteos, de garrotazos, de venados, propinados contra altísimas figuras deportivas de este país al que este miserable se acercó para arrancarles no centavitos, sino que hasta vehículos, como el que una vez exigió a Rosendo Álvarez, un Toyota Cressida del año y además de color rojo porque el igualado quería pertenecer a la banda del carro rojo que dirigía su cabecilla y maestro él nazi que propuso sacrificar a tres millones y medio de nicaragüenses y como el Búfalo de tonto no tiene un pelo no se lo dio y desde entonces nuestro campeón fue puesto en la mira de este extorsionador que se la pasaba matando el hambre dando garrotazos a cuanto incauto se le podía en el camino y aunque por lástima siempre le ponían el bocado en las fauces este nunca fue capaz de agradecer nada antes bien siempre hundió el puñal a cuanta mano le auxilio.

Yo no sé mañana, pues agua que no has de beber déjala correr, pero siendo este esperpento, hijo del odio y del resentimiento, a quien por las venas únicamente corre pus, de todos esos traidores y desnacionalizados que ahora son hasta oficialmente súbditos de la corona española, al que no veo cómo pueda asomar el hocico con el pretendido para volver alguna vez a Nicaragua es precisamente al “Trompa de Guabina” de Miguel Mendoza, tendría que ser valiente para osarlo, lo que por supuesto es una condición que no le viste porque su naturaleza es la de un cobarde, la de un pinche anti natura que se disfraza de guerrero, que tiene mucha trompa, mucha lengua, pero nada de testosterona, porque nació enredado porque es una víbora en un cuerpo equivocado.

¿Qué tengo yo que no tenga él?, , , a lo mejor inteligencia, amigos, respeto, dignidad, don de gente, carisma, guapura y hermosura a pesar de mis libras, que pueden ser una limitante física, pero jamás una enfermedad mental como la de éste ordinario acémila. 

Yo estoy en mis cabales, me estimula esta pequeña postal la honra que no permito me sea manoseada a ultranza y habiendo fijado posición perdono y sí en alguna ocasión hice algo que molestó a mi detractor, a quien no conozco y jamás he tratado, pido perdón, pero si quiere más, aún hay más.

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