Paquete de harina empapado en sangre, 29 de febrero. Observador Permanente de Palestina ante la ONU
La política de desencadenar un genocidio bajo la atenta mirada del mundo es complicada. Aunque Israel tiene la potencia de fuego necesaria para matar a todo el que quiera en Gaza, debe encontrar la manera de «criminalizar» sus objetivos.
Cuando sospechan que un combatiente de la resistencia se esconde, o simplemente vive, en un edificio, eso sirve de justificación para destruir todo el edificio, y a veces también los edificios de alrededor. Siendo «la nación startup«, el ejército genocida de Israel incluso ha industrializado el proceso de criminalizar objetivos civiles utilizando inteligencia artificial.
Pero a pesar de la forma indiscriminada y sangrienta en que se ha llevado a cabo la ofensiva israelí, la masacre de las personas hambrientas que buscaban pan en la calle Al-Rasheed de Gaza el pasado jueves fue diferente. Israel ni siquiera afirmó que sus tropas hubieran sido atacadas o que hubiera combatientes de la resistencia en los alrededores.
Esta masacre se produjo mientras Israel afirmaba «ocuparse» de las necesidades humanitarias de la población palestina.
Y más que un trágico incidente aislado, la «Masacre de la Harina», como ha llegado a denominarse, puede entenderse en realidad como un presagio del nuevo orden que Israel está tratando de imponer a la población de Gaza tras su planeada, aunque hasta ahora infructuosa, eliminación de Hamás.
Fue un reflejo del plan del «día después» de Israel para Gaza y toda Palestina: la ocupación militar permanente.
Israel siembra el hambre y el caos
La actual operación de Israel en Gaza es polifacética y va mucho más allá del bombardeo diario desde el cielo y la destrucción llevada a cabo por las fuerzas terrestres. Israel también está sembrando el hambre y el caos en toda Gaza.
En primer lugar, el hambre. Hasta ahora, Israel ha restringido intencionadamente al mínimo la cantidad de ayuda humanitaria que entra en Gaza. Los principales obstáculos son las entorpecedoras «inspecciones» israelíes de todos los suministros que entran, ya sea desde Egipto a través del paso fronterizo de Rafah o directamente desde Karm Abu-Salem.
Además, el ejército y la policía han permitido intencionadamente que matones de extrema derecha obstruyan la circulación en los lugares de inspección y los pasos fronterizos, argumentando cada uno que es responsabilidad del otro mantener el orden allí.
El 22 de febrero, Kan, el servicio oficial de radiodifusión israelí, informó de que, debido a la interrupción por parte de los manifestantes, ningún camión de ayuda pudo entrar en Gaza ese día. Cuando la ayuda, muy limitada, entra por fin en Gaza, se enfrenta a carreteras destruidas y aún puede ser tiroteada por el ejército israelí.
Luego el caos. Israel está librando una guerra de desgaste contra todas las organizaciones humanitarias que tratan de aliviar el sufrimiento del pueblo de Gaza. Múltiples trabajadores humanitarios se han convertido en mártires por los ataques israelíes.
Hace un mes, la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA, por sus siglas en inglés) comunicó que 337 trabajadores sanitarios y 145 empleados de Naciones Unidas habían sido asesinados, y estos asesinatos han continuado de forma ininterrumpida.
El caso de la UNRWA (la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Póximo) es bien conocido. Israel no oculta su deseo de acabar con la agencia, acusándola de “perpetuar” la existencia de los palestinos como un pueblo que lucha por regresar a sus tierras.
Las potencias occidentales se apresuraron a cortar la financiación esencial para el mantenimiento de la UNRWA, impidiendo la asistencia vital a millones de gazatíes cuando se está produciendo una terrible catástrofe humanitaria, sobre la base de acusaciones infundadas contra un puñado de empleados de dicha organización.
Además de esto, en 25 de febrero Amira Hass informó en [el diario israelí] Haaretz de que Israel está bloqueando sistemáticamente los visados de trabajo de cooperantes de las ONG internacionales humanitarias en Cisjordania y Gaza, obligándoles a abandonar el país. Todo ello con el propósito de aislar a los palestinos y hacer verdaderamente imposible la vida en Gaza.
Por si todo esto fuera poco, para generar un mayor caos, Israel ha estado atacando la policía palestina que facilitaba la distribución de ayuda en Gaza.
Kan informó de que, debido a los ataques israelíes, la policía palestina ha dejado de proporcionar seguridad a los convoyes y que, como resultado, las organizaciones humanitarias anunciaron la suspensión de actividades de distribución de ayuda, al temer por la seguridad de sus trabajadores.
El gobierno israelí no solo ha generado hambre y caos en Gaza para infligir sufrimiento, sino también para crear una oportunidad.
En un artículo publicado en Ynet el 28 de febrero, Ronen Bergman informa de que los dos ministros supuestamente «centristas» del gabinete de guerra israelí, los ex generales Gantz y Eisenkot, pretendían explotar el hambre y el caos en Gaza para forzar la liberación de los cautivos israelíes.
Como informa Bergman, Gantz y Eisenkot «intentaron proponer, ya hace un mes, condicionar la continuación de la ayuda humanitaria a la Franja de Gaza a la liberación de los rehenes, pero esta propuesta fue rechazada».
Ronen Bergman es redactor del New York Times. Pero también es un israelí profundamente entregado, que tiene, según su propio testimonio, profundas conexiones en lo más alto del establishment militar israelí. En su artículo acusa a Netanyahu de «gestos innecesarios» en Gaza, como dejar entrar algunos medicamentos y combustible.
Mientras los «generales centristas» quieren matar de hambre a los gazatíes para obligar a Hamás a entregar a sus prisioneros sin intercambio alguno, Netanyahu aspira a la perpetuación de la guerra como única forma de salvar su gobierno y mantenerse en el puesto más alto.
El plan del “día después” de Netanyahu: la ocupación agresiva permanente
Dados sus vínculos en el seno del establishment israelí, es interesante tomar nota de las observaciones de Bergman.
Describe cómo Netanyahu está saboteando las negociaciones para el intercambio de prisioneros: «… las mismas partes desconocidas que difunden noticias falsas en los medios de comunicación sobre el gran optimismo que rodea a las negociaciones [entre el equipo israelí que negocia el intercambio de prisioneros] y que hay avances y la situación es buena, lo hacen para que, cuando Hamás vuelva con una respuesta negativa a una oferta que está claro que no aceptará tal cual, se le pueda culpar de hacer saltar por los aires las negociaciones».
Bergman añade que «la gente que está familiarizada con lo que ocurre en el entorno de Netanyahu cree que este está haciendo todo lo posible para frustrar el acuerdo, y está manipulando a la opinión pública con todos los medios a su alcance para que, aunque llegue un acuerdo que parezca razonable a los negociadores por parte del estamento de seguridad, él lo rechace.
Y, si esto se filtra, como uno de los altos funcionarios juró por su vida, él, Netanyahu, los presentará, a todos ellos, como perdedores que no están dispuestos a luchar contra Hamás hasta la victoria total».
Bergman habla en nombre de parte de la cúpula militar y pinta un panorama muy pesimista de la situación bélica de Israel. «La conclusión», resume, «es que el ejército israelí está atascado en Gaza. Los secuestrados perecen poco a poco.
El público israelí está saturado de información distorsionada o falsa. El ejército votó con los pies y salió de la Franja: cinco divisiones que participaron en la guerra se han convertido en cinco brigadas que están participando en una operación limitada en Jan Yunis.
Los altos oficiales militares dicen que es necesario un alto el fuego, que es necesario un acuerdo, pero los jefes del ejército no lo dicen explícitamente».
Pero para Netanyahu y la mayoría extremista de su gobierno, las cosas van mejor. No existe ninguna presión internacional significativa para poner fin a la guerra.
El gobierno israelí no está dispuesto siquiera a considerar una solución política, por lo que su estrategia es una guerra de desgaste, creyendo que la superioridad militar de Israel extinguirá el poder de resistencia de la población palestina, aunque ello requiera años de sangriento conflicto.
Con este fin, tras un largo retraso, Netanyahu presentó los componentes básicos de lo que se supone que es su visión de «El Día Después» en Gaza, o más bien en toda Palestina. Se trata de una visión de pleno control militar israelí entre el río Jordán y el mar Mediterráneo. No se permitirá ninguna entidad palestina independiente.
Para frustrar la presión internacional, Israel quiere demostrar que puede ocuparse por sí mismo, con algunos apoderados palestinos «apolíticos», de la gestión diaria de la población.
En su artículo, Bergman informa de que, después de todo, el gabinete de guerra israelí decidió entregar ayuda humanitaria al devastado norte de Gaza. Esto fue después de que ahuyentara a la policía palestina y pusiera en peligro a todas las organizaciones humanitarias, como se ha descrito anteriormente. Y esto nos lleva a la «Masacre de la Harina».
El ejército israelí decidió asegurar los convoyes por sí mismo, ¿y qué mejor manera de asegurar un convoy de ayuda que acompañándolo con formidables tanques? Cuando los hambrientos palestinos de las calles de Al-Rasheed intentaron «saquear» los suministros, los soldados de los tanques les dispararon con sus ametralladoras.
A menor escala, en Cisjordania se producen a diario tiroteos contra palestinos desarmados a manos de soldados que «se sintieron amenazados» por su mera presencia.
Tratando de explicar la masacre de Al-Rasheed, el ejército israelí alegó que sus cobardes soldados fuertemente armados se sintieron amenazados por los civiles desarmados que se acercaron demasiado a sus posiciones. No fueron los gazatíes quienes se acercaron demasiado, fueron los israelíes quienes se metieron donde no debían.
El gobierno de Netanyahu quiere mantener su presencia militar en Gaza para siempre. Todavía no habla oficialmente de nuevos asentamientos allí, pero muchos elementos de la coalición están trabajando en ello.
La masacre de los hambrientos buscadores de pan es un crudo recordatorio de que, para detener el derramamiento de sangre, no basta con exigir ahora un alto el fuego. No es menos importante exigir la retirada inmediata y completa del sangriento ejército de ocupación.
Yoaf Haifawi es un activista antisionista que lleva el blog Free Haifa.
Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo