Dos acciones políticas sucedidas con apenas seis meses de diferencia que parecieran similares (al menos a los ojos inexpertos y de crédulo entender de los sectores populares controlados por el relato neoliberal y ultra-reaccionario) en dos países sudamericanos vecinos, arrojan lecturas completamente diferentes.
El intento de disolver el Congreso peruano por parte de su presidente constitucional, Pedro Castillo, que al final lo llevó a la cárcel, y la disolución efectiva de la Asamblea nacional del Ecuador por parte de su presidente Guillermo Lasso, que le garantiza seis meses de mandato “por decretos”, reciben un tratamiento diferenciado (rechazo y aceptación) por parte de las élites reaccionarias del poder en ambas naciones y el mundo controlado por la política yanqui.
Las preguntas son obvias y obligadas: Sí fue un intento de (auto) golpe de Estado por parte del presidente Castillo en Perú, cómo lo califica la derecha nacional e internacional, entonces ¿por qué no lo es también la disolución de la A.N. parte del presidente Lasso en el Ecuador?
O sí, la Dina Boluarte y el Congreso peruano han llevado a cabo un golpe de Estado al gobierno del presidente Castillo, ¿por qué no se asume que también Lasso ha dado un (auto) golpe de Estado en Ecuador?
Pareciera chiste infantil o una chanza de borrachos en conversación de cantina, pero en realidad el asunto tiene importancia vital, pues en ambas acciones políticas los pueblos del Perú y Ecuador se juegan su presente y futuro económico, social, político e incluso, para muchos ciudadanos, la vida misma.
Podemos agregar -sin temor a equivocarnos- que en esta aparente “dicotomía” o “bipolaridad política” por parte interesada, en realidad hay más certezas que claroscuros.
La verdad es que, pese a su inconsistencia ideológica, su pendulante posición política, falta de coherencia con su propia plataforma y promesas electorales y escasa valentía para llevar adelante un programa de transformaciones decisivas para conducir al pueblo peruano a gozar de las inmensas riquezas naturales del Perú (que desde la época colonial usufructúan solamente las elites nacionales y los extranjeros) el hoy reo político Pedro Castillo (constitucionalmente elegido por la mayoría del electorado peruano) representa un peligro inmediato a los privilegios de la oligarquía y la burguesía y lo más importante, un peligro para la política gringa diseñada para la región latinoamericana y caribeña.
Los gringos advierten un peligro de “contagio” o peor aún, de una posible coordinación de políticas económica, sociales entre aquellos gobiernos, que en el Continente americano hoy son percibidos por los Estados Unidos como desafectos y que llevan adelante (en mayor o menor medida) planes de desarrollo alternativos soberanos y que se adscriben a un pensamiento político adverso al globalismo y están abiertos al mundo multipolar más justo que hoy empieza a vislumbrar.
Entonces, no hay ningún misterio en el uso del doble rasero político usado para con el que verdaderamente podemos calificar como un golpe de Estado, pero contra el gobierno del presidente Pedro Castillo en el Perú y el golpe de Estado ejecutado por Lasso en contra de su propio gobierno, tratando de evadir sus responsabilidades ante sus propios actos de delincuencia común y ante la incapacidad de un gobierno tan corrupto e inepto como el de su antecesor Lenin Moreno y que con su servilismo e ineptitud ambos han llevado al Ecuador a la ingobernabilidad, la pobreza, el caos, la violencia y la desesperanza de un Estado fallido.
El” secreto” de cómo se han creado tan eficientemente estos relatos diferidos y contrastantes lo podemos encontrar en el enorme poder global de los medios de desinformación globalistas, que apuntan directamente a la psiquis de esa masa domesticada y ávida de mentiras y medias verdades, fabricadas a pedido de un poder oscuro y decadente.
Edelberto Matus