Se entusiasmó la infamia por las recientes opiniones vertidas por el más grande sotanudo en la estructura de la iglesia católica del mundo respecto al imaginario político que de Nicaragua construye negativamente un programa diseñado con algoritmos interesados que funcionen al disco rayado estridente y agresivo del imperio contra la realidad de nuestro país.
El argentino Jorge Bergoglio, el Papa Francisco, empujado a opinar por un entrevistador sobre decisiones tomadas por el gobierno de Nicaragua, alrededor de los 222 desnacionalizados y del criterio que el presidente Daniel Ortega sobre la iglesia católica que representa, por su modus operandi, una mafia, dijo del líder sandinista que este era un desequilibrado y comparó su gobierno con reediciones comunistas o hitlerianas recordando que uno de los suyos está preso en nuestras cárceles.
Lo dicho por Bergoglio fue muy corto, pero la infamia que no pudo destruir nuestro país lo ve como si se tratara de un misil hipersónico y celebra que el más grande sotanudo de la iglesia católica en el mundo se haya referido al gobernante nicaragüense y al proceso de paz y desarrollo que vivimos los nicaragüenses, como una reedición comunista o hitleriana, pero es que hay que comprender que al ladrón no le gusta que le digan ladrón, que al violador no le gusta que le digan violador, que al terrorista no le gusta que le digan terrorista y al mafioso, en consecuencia, no le gusta que le digan mafioso y es ante eso que reacciona “Francisco” porque ha sido evidenciado él y sus antecesores, como la cabeza de una iglesia católica que fue escogida como jefe del Vaticano y de los católicos en el mundo, pero sin que el mundo católico, haya tenido la más mínima opinión porque es el colegio cardenalicio, que teniendo 229 cardenales creados por el Papa actual y los dos papas anteriores: Juan Pablo II y Benedicto XVI, el que decide en un cónclave donde de los 229 solo 128 pueden elegir al sucesor de Francisco porque tienen menos de 80 años de edad.
Esa referencia que en su momento hizo el presidente Daniel Ortega para señalar la falta de autoridad moral del Vaticano y de su regente para hablar de democracia es lo que realmente se convirtió en una piedra en la zapatilla de Jorge Bergoglio y que llamó también la atención de un mundo, que por lo complicado de sus problemas, no había sido capaz de observar en detalle el monumental poder de una argolla microscópica que a lo largo de todos los tiempos, bajo un diseño mafioso y siciliano, -al final están anclados en Italia-, han consumado actos abominables contra la humanidad y hasta con sus propios electos, los Papas.
Claro cuando uno aborda estos temas los curas, sacerdotes, monseñores, obispos, arzobispos, cardenales y Papas, esos son los escalafones en la estructura político militar de la Iglesia Católica, con cara de mansas palomas, manos entrelazadas asumiendo posturas de santos, te dicen, para no responder ante los cuestionamientos que el mundo hace a toda esa mafia, que ellos los violadores, abusadores de niños y corruptos siempre han visto pasar desde su acera el cadáver del enemigo y es una frase correcta y cierta, porque dentro de los ataúdes, en el caso de los que pudieron ir en ellos a un cementerio, iban víctimas de los horrores de la iglesia católica a lo largo de más de dos milenios.
No son los que desde afuera nos señalan y los que se limitan como loras a repetir lo que los algoritmos imperiales quieren imponer los que pueden hablar de nosotros porque como parte de una estructura perversa e interesada no tienen autoridad moral para hacerlo, pero sí son aquellos que nos visitan con una mente abierta no sesgada, que constataron la verdad, que se deslumbraron por lo que vieron y se dieron cuenta que aquí se respira paz por todas partes, que desde ella somos un pueblo resiliente y laborioso, pero sobre todo con un recorrido violento, agresivo y ofensivo que decidimos cortar acabando con la rabia que nos impuso a través de la historia el imperio fracasado, que ahora más que nunca, está más cierto que ya no puede manejar a su antojo los hilos de la humanidad y menos los nuestros porque como nación libre, soberana e independiente tenemos otras relaciones.
La autoridad moral no tiene que ver con lo que vendemos de nosotros hacia afuera, sino con lo que desde afuera otros perciben por lo que hacemos en conexión ineludible con lo que somos. La autoridad moral es un bien y valor en toda persona que convence a los demás de lo que es, únicamente en la medida que esté lo más cerca posible de la verdad y de la transparencia.
La autoridad moral es una especie de licencia en el ser humano para plantear y cuestionar, para predicar y convencer, para reclamar y ser oído, porque si se carece de ella no es posible sostener temas que nos van a rebotar, no vamos a poder criticar porque estaremos siendo lo que pretendemos aborrecer, no vamos a poder demandar porque seremos la negación de lo que queremos y no vamos a ser oídos porque estamos faltos de credibilidad lo que se traduce en esterilidad social y política. Nadie de la boca al labio puede ponerse, solo porque se le ocurrió, el traje de la autoridad moral porque por requerir medidas especiales que ni visten ni tallan a cualquiera y eso es importante que lo tengan presente aquellos que se disfrazan paradigmáticamente de libertadores y eso incluye a los Papas.
La iglesia católica mundialmente ha sido sacudida por la magnitud de los pecados de sus propios sacerdotes, de sus obispos, de sus cardenales y de sus Papas por acción y omisión.
Para no ir muy largo la Iglesia Católica ha sido sacudida por más de 25 años por muchos escándalos de pedofilia, como el que estalló en Pennsylvania, donde cientos de sacerdotes cometieron abusos sexuales contra más de 1.000 niños durante décadas. Una investigación de los servicios del fiscal de Pennsylvania, publicada en agosto de 2018, destapó abusos sexuales perpetrados por más de 300 "curas depredadores" y su encubrimiento por parte de la Iglesia católica de ese estado.
A finales de julio del año pasado, el Papa Francisco aceptó la dimisión del cardenal Theodore McCarrick, arzobispo emérito de Washington, de 88 años, acusado de haber abusado sexualmente de un adolescente.
Sobre este mismo caso otros altos prelados se vieron obligados a dimitir por haber cerrado los ojos, como fueron los cardenales Roger Mahony (Los Ángeles) y Bernard Law (Boston), quien falleció a finales de 2017.
Entre 1950 y 2013, la iglesia estadounidense recibió denuncias de aproximadamente unas 17.000 víctimas de abusos cometidos por unos 6.400 miembros del clero. Según expertos del Vaticano cerca de 100.000 menores sufrieron abusos. Varios prelados importantes tuvieron que renunciar a inicios del 2000 por haber ignorados esos crímenes.
La iglesia católica chilena viene de una tormenta orgiástica: 158 personas -obispos, sacerdotes o laicos ligados a la iglesia - son parte de una investigación por abusos sexuales contra menores y adultos desde los años 60s del siglo pasado. Hasta el momento son 73 personas investigadas judicialmente en 38 causas en curso que afectan a un centenar de víctimas, la mayoría de ellas menores de edad al momento de cometerse los crímenes.
México fue protagonista de uno de los casos más graves y significativos.
El caso del fundador de la influyente congregación ultra conservadora los Legionarios de Cristo, el padre Marcial Maciel, castigado y relevado en 2006 del sacerdocio bajo el pontificado de Benedicto XVI por haber abusado de menores, llevó una triple vida, con dos mujeres y varios hijos y su caso empañó la imagen del Papa Juan Pablo II, quien por años se negó a escuchar a las víctimas y lo defendió.
Así las cosas, la iglesia católica es un divieso y por donde se apriete sale pus. En el mismo Vaticano hay serios problemas. El número tres de la llamada Santa Cede, el cardenal George Pell, de 76 años, enfrenta en Australia procesos por agresiones sexuales contra menores cometidas entre 1979 y 1990.
Todo esto que refiero es parte del inagotable contenido que sobre la materia abunda en el internet y es solo lo reciente, pero si nos vamos siglos atrás en la historia no creería estar equivocado al pensar en que la inquisición que la iglesia católica ordenó para acabar con los que consideraba sus enemigos le fuese, en tiempos modernos, aplicada a ella misma porque temas que son profundamente divinos no pueden habitar el mismo espacio con la inmoralidad.
La historia de la Santa Iglesia Católica está plagada de acontecimientos nada santísimos como las cruzadas que fueron expediciones militares que se proponían tomar Jerusalén y recuperar para la cristiandad los lugares sagrados que habían caído en manos de los turcos. Se las llamó así por la cruz que llevaban los guerreros bordada en sus pechos.
Se realizaron en total ocho cruzadas entre 1095 y 1291 dejando miles y miles de muertos a su paso.
La Inquisición, también conocida como Santa Inquisición, fue una institución dedicada a la investigación, condena y castigo de la herejía, que estaba vinculada con la Iglesia católica.
La Inquisición castigó a todo aquel que se oponía a la fe católica, al que se negó a convertirse, al que no quiso renunciar a su creencia en favor del catolicismo. Y así, envió a los judíos a las hogueras, y la misma suerte corrieron las mujeres que eran tomadas por brujas.
Constantino I, mediante su Epístola a los obispos y los pueblos, ordenó quemar todos los escritos de Arrio y sus partidarios bajo pena de muerte para quien no cumpliera su mandato, estableciendo así un precedente que posteriormente seguirían otros emperadores cristianos.
Los libros prohibidos eran una lista de textos proscritos por ser dañinos a la fe, contrarios a la moral o que podían confundir a los creyentes.
La iglesia católica desde sus inicios siempre incitó a mantener reservadas las opiniones de las mujeres, éstas no podían poseer dentro de la misma iglesia y aun ahora un cargo de autoridad y mantenían un perfil bajo subyugadas al mandato de los hombres, siendo cruelmente castigadas por su desobediencia.
Al referir brevemente, y solo brevemente, algunos de los mega delitos cometidos por la Iglesia a través de la historia, pregunto:
¿Quién les dio derecho a realizar tantos crímenes, el derecho a quemar a filósofos y pensadores, el derecho a quemar brujas, el derecho a quemar libros, el derecho a provocar guerras, el derecho a ser cómplices de otros asesinos, el derecho a regentar bancos y empresas, el derecho a apropiarse de lo ajeno, el derecho a proteger a curas pervertidos sexuales, el derecho a vivir en medio de la riqueza, el derecho a no pagar impuestos, el derecho a hacer lo que quieran porque se consideran intocables e inmunes en un mundo ofendido por la ostentosidad que hay detrás de la falsa humildad que pintan?
Nicaragua es un país que vive una transformación interna que está cambiando al mundo.
Más que aquellas voces críticas que no pasan de ser las mismas, que tienen una misma fuente de alimentación, que todos sabemos a quien sirven, la dignidad que nos mantiene en pie y marchando hacia adelante es lo que nos respetan, es lo que nos reconocen y si ahora el Papa Francisco, en el contexto de una entrevista, por muy breve que haya sido, soltó sin autoridad moral su veneno pontificio, pues que mal por lo que representa porque se convierte en una razón más que da sentido al planeta de sentirse avergonzado por lo que defiende una iglesia que por los errores y ambiciones de sus hombres, los de carne y hueso, viene vertiginosamente descendiendo en caída libre.
Que el Papa Francisco haya dicho de nuestro país lo que dijo no cambia la historia, aunque nosotros si la estemos cambiando para Nicaragua, porque el Vaticano seguirá siendo la sede dictatorial de siempre, el centro de una mafia bien organizada y disfrazada, la negación de la opción preferencial de los pobres e indudablemente una cueva de abusadores de niños que ya comenzaron, como aquí, a pagar por sus crímenes y por supuesto a ser encarcelados como debe estar cualquier delincuente.
Por: Moisés Absalón Pastora.