Nicaragua: “Oenegé” de Javier Meléndez Quiñónez facturó C$88 millones anuales

El bloqueo de Cuba: crimen y fracaso

Nicaragua Alza Su Voz


El mundo vive, mejor dicho, sufre un periodo histórico extraño, convulso, de incertidumbre y angustia para la mayoría de sus habitantes, quizá solamente comparado con aquellos tiempos que precedieron a la I Guerra Mundial, la cual segó la vida de más de 20 millones de seres humanos, empobreció a la mayoría de las naciones y pueblos, demolió para siempre a tres enormes imperios regionales y un imperio global, dando como fatídico resultado el nacimiento del Imperialismo yanqui y la llamada “pax americana”.

¿Es el preludio de otra gran guerra o la ratificación de que el mundo se encamina a un nuevo orden mundial?

Las señales son válidas para uno u otro evento, entendiendo que el primero sería de extinción de la civilización humana por destrucción mutua asegurada debido a los enormes arsenales nucleares de ambos bandos y el segundo tendría un carácter más económico y político, aunque no necesariamente totalmente pacífico y requeriría algunos años o décadas en realizarse.

Veamos:

Guerra por delegación de la OTAN en Ucrania con el objetivo de destruir a Rusia; la sumisión total a los EE. UU. y empobrecimiento acelerado de la otrora orgullosa Europa occidental, donde se incuba el caldo de cultivo de un desastre mayor; crisis financiera, crisis energética y alimentaria que golpea principalmente a las cities globales, pero que amenazan con extender su fuego a la pradera del capitalismo planetario.

Turbulencias sociales (no provocadas por golpes de Estado suaves a control remoto porque sería el colmo) en sitios impensables como Israel y Reino Unido y revueltas ya “tradicionales” en Francia y Alemania; apretón de manos de antiguos enemigos como Irán y Arabia saudita que junto a nuevas alineaciones de grandes y medianas economías rompen el consenso globalista y agresivo yanqui; el acercamiento político, económico (y quien sabe si militar) “que no se había visto en cien años” de Rusia y China; deterioro de la calidad de vida de los mal acostumbrados ciudadanos gringos que profundiza y ensancha fisuras políticas y sociales nunca vistas; pérdida de la confianza en la ONU como árbitro y garante de la paz mundial y el languidecer de aquellos mecanismos, foros internacionales y espacios de influencia y control político e ideológico sobre los gobiernos de la periferia.

Desenmascaramiento de los testaferros y criaturas del poder oculto del capitalismo mundial que hasta ahora se escondían entre las banderas de la izquierda (especialmente en España y América Latina), mientras que en África se manifiesta -desde los propios gobiernos- el odio y rechazo al neocolonialismo europeo. Macron y Olaf Scholz pueden atestiguar.

Y para colmo de males, el uso universal, frecuente, injustificado y enfermizo de la violencia, coacción y el chantaje por parte del imperialismo yanqui y sus secuaces contra los que ellos califican como adversarios o” amigos desobedientes”, olvidando por completo el Derecho Internacional y la diplomacia.

Un mundo de paradojas donde se usa la Carta internacional de los Derechos Humanos como arma de guerra; donde todos los avances tecnocientíficos de la humanidad son instrumentalizados para controlar principalmente a nuestra juventud y conducir a la sociedad a un nuevo tipo de esclavismo.

Ante este estado de cosas, el canciller de Nicaragua (un país pequeño pero gigante en autoridad moral) alza su voz desde la tribuna de XXVIII Cumbre Iberoamericana de jefes de Estado (espacio político creado por el liberalismo y la oligarquía regional precisamente para aislarnos -junto con Cuba y otros gobiernos dignos del Continente- y congraciarse con la obsoleta monarquía española) y pronuncia estas precisas palabras que encierran la visión y sentir de nuestro gobierno sandinista:

“Las transformaciones justas, necesarias e irreversibles hacia un Orden Mundial Multipolar, se sustentan en los principios del respeto mutuo; la no discriminación; la absoluta igualdad entre los Estados, sin importar el tamaño geográfico o poblacional, poderío militar o económico; y se fundamenta también en valores universales como la Paz, el Desarrollo, la Igualdad, la Justicia, la Democracia y la Libertad; priorizando siempre la negociación, la concordia y la cooperación mutuamente beneficiosa, por encima del conflicto, las agresiones y medidas unilaterales o sanciones que hacen incoherente y dificultan caminar juntos en una Iberoamérica justa y sostenible.”

Edelberto Matus.

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