La perspectiva mediática dominante sobre el conflicto de Ucrania a menudo esconde verdades históricas y culturales cuyo reconocimiento quebraría la narrativa que sostiene Occidente sobre el origen y la responsabilidad del estallido bélico.
Hablamos con el periodista ucraniano Oleg Yasinski para profundizar en estos aspectos generalmente omitidos y obtener así una perspectiva más clara sobre el momento absolutamente crucial que atraviesa el mundo.
Se ha cumplido ya un año desde que dio inicio la operación militar rusa en Ucrania. Un año con todos sus acontecimientos, algunos de los cuales han ido acelerando la historia y reconfigurando el tablero internacional; un año que permite tomar perspectiva y analizar el conflicto en Ucrania y el Donbass con mayor profundidad, hasta tantear sus auténticas raíces y comprender su verdadera razón de ser en el engranaje geopolítico global.
Para llevar a cabo ese análisis, entrevistamos a Oleg Yasinski, un testigo privilegiado de la evolución de las relaciones entre Rusia y Ucrania desde que ambas eran repúblicas soviéticas, un periodista independiente nacido en Kiev que ha vivido como ciudadano y observado como analista la transición hasta el actual conflicto, y es capaz de nombrar con lucidez y sin tapujos las causas y los responsables de esta indeseable deriva.
¿Cómo eran las relaciones entre Ucrania y Rusia en la época soviética? ¿Siempre hubo tensiones soterradas o existía verdadera hermandad y armonía?
Mis recuerdos personales son la fuente a la que puedo acudir para hablar de esto. En la época soviética en la que crecí, Rusia y Ucrania eran el mismo país, un solo pueblo, una sola cultura con sus diferentes matices. Si tengo que resumirlo en dos palabras yo te diría que era nuestra infancia feliz.
Mi propia infancia tuvo lugar en Ucrania, en la Unión Soviética y, como digo, no sentíamos que viviéramos en un país aparte, al igual, estoy seguro, que tampoco lo sentían los niños de Bielorrusia, Rusia, Armenia, Azerbaiyán o cualquiera de las otras repúblicas integrantes. Sentíamos que vivíamos en un gran país, donde para poder comunicarnos entre nosotros necesitábamos un idioma común. Y este idioma era el ruso. En el caso de Ucrania, al menos en Kiev, donde yo crecí, casi todos hablábamos ruso. Y desde los primeros años de la escuela, nos obligaban a estudiar literatura ucraniana y el idioma ucraniano. Así que éramos bilingües. Era parte del respeto de las instituciones por la tierra en la que vivíamos. Y no hubo ninguna contradicción porque las culturas rusa y ucraniana se complementan perfectamente, y entonces compartían territorio, memoria y sueños.
Pensar en una guerra entre Rusia y Ucrania parecía una cosa completamente loca, absolutamente imposible. Todavía estaban frescos los recuerdos de la Segunda Guerra Mundial, que para nuestro pueblo era la Gran Guerra Patria, y en esta guerra pudimos ganar porque no nos diferenciábamos entre ucranianos, rusos, judíos, kazajos… Es más: se consideraba de mal gusto poner énfasis en las diferencias nacionales. Claro que cada pueblo, cada nación, tiene sus rasgos, pero eso era parte de la enorme riqueza de nuestros países. De hecho, Ucrania, a la que ahora el poder de Kiev trata de presentar como algo uniforme, también tiene una enorme diversidad étnica, cultural y lingüística dentro de su propio territorio.
¿Qué ocurrió entonces para que se quebrara o se intoxicara esa relación?
Yo siento que con los últimos años de Perestroika, cuando la prensa, entre comillas, 'se democratizó', es decir, cuando apareció la prensa privada –que servía a los intereses privados particulares de los diferentes partidos políticos que surgían, con enorme presión e influencia de Occidente (estoy hablando de la época de Gorbachov)– desde la televisión central, o sea, para toda la Unión Soviética, nos empezaron a contar otra historia, nos empezaron a hablar de cosas que antes jamás podíamos escuchar por la televisión. Se trataba de un trabajo mediático, muy profesional y muy convincente, y era un estímulo nuevo y muy fuerte para la audiencia. Estando por fin libres de censura, ávidos de recibir esa información, nos dejamos permear por todo este discurso que fue anticomunista siempre. Porque no era crítico solo contra Stalin o contra el estalinismo, no solo criticaba los excesos o los momentos oscuros de nuestra historia, sino al socialismo como sistema: era una crítica frontal, total, con muchas cosas que ahora se llamarían 'fake news' –todavía no usábamos tanto inglés–, y en todo ello hubo mucha semiverdad, verdad y mentira, todo mezclado, todo revuelto. Y sin una preparación especial, un ciudadano común, acostumbrado hasta entonces a solo un punto de vista oficial, no podía orientarse en toda esta avalancha de información.
¿Afectó esto a Ucrania de manera particular?
Sí. En el caso de Ucrania, al discurso anticomunista se sumaba también el discurso antirruso, el discurso nacionalista. Por ejemplo, a los colaboradores nazis en Ucrania empezaron a presentarlos como héroes de la lucha por la independencia; comenzaron a inculcar, sutilmente o directamente, la idea de que el pueblo ucraniano es muy diferente del ruso, "porque los rusos son más salvajes que nosotros, son asiáticos y nosotros somos los europeos, los civilizados, que tenemos nuestras casas más limpiecitas, que los rusos son borrachos todos y el pueblo ucraniano es muy trabajador", etcétera… Es muy absurdo, porque dentro del territorio de Ucrania hay más diferencias culturales internas que en las zonas de Ucrania aledañas con Rusia propiamente…
O sea, yo siento absolutamente, y te diría que ahora más que en cualquier otro momento, que somos un solo pueblo con la misma historia, con la misma memoria histórica, nos educamos con los mismos libros, con las mismas películas… Por eso también me hago esta pregunta cada día prácticamente: ¿Cómo ha sido posible todo esto?
¿Diría entonces que el conflicto entre Ucrania y Rusia es en realidad una guerra civil?
Es una guerra civil por eso, porque es un pueblo con la misma memoria, es un pueblo de un solo territorio que durante cientos de años percibió este territorio como tierra de todos nosotros. Los rusos y los ucranianos étnicamente somos prácticamente lo mismo. Yo no lo creo si alguien dice que físicamente podría distinguir a un ruso de un ucraniano. Es absurdo, es imposible.
Por eso yo creo que Ucrania fue elegida por Occidente como un laboratorio para desestabilizar a Rusia. Estoy completamente seguro de que, si tomamos cualquier pedacito de Rusia, del tamaño de Ucrania, y lo aislamos mediante una cortina de medios de comunicación occidentales durante unos ocho años, se puede idiotizar a mucha gente.
Para resistir a la propaganda un pueblo debe estar preparado
Y yo siento que, lamentablemente, nuestros pueblos, nuestra gente, todavía es muy ingenua: ve la historia todavía como un cuento que no es. Yo creo que nos faltó mucha capacidad crítica en la comprensión de la historia, pero no olvidemos también que, en los últimos 30 años de nuestra historia, no solo ucraniana sino rusa, todos los países de la antigua Unión Soviética estuvieron expuestos a este bombardeo de los 'shows' occidentales, de los valores occidentales. Y lo que trataron de hacer esos medios de comunicación fue reformatear a la juventud, cambiar nuestra mirada, destruir nuestra identidad.
En Ucrania esta política ha sido incluso mucho más agresiva, era una cosa absolutamente total, y por eso han logrado estos resultados. Yo te diría que Ucrania hace ocho o nueve años era otro país, y ahora el pueblo ucraniano es la víctima de una muy profesional manipulación mediática e ideológica.
¿Cree que este desenlace bélico era inevitable?
Me cuesta mucho hablar de la inevitabilidad de las guerras porque siempre he creído que tenemos que luchar por la paz, porque la guerra es lo peor que puede pasar con nuestros pueblos, con nosotros. Así que siempre uno tiende a mantener la esperanza hasta el último minuto.
Sin embargo, cuando estuve en Ucrania, bastante tiempo, el año pasado, todo indicaba que la guerra era absolutamente inevitable. Ucrania hacía todo lo posible para hacer inevitable esta guerra.
¿A qué se refiere exactamente?
La ingenuidad del pueblo ucraniano, y en general de la gente en la antigua Unión Soviética, es muy grande. Una especie de infantilismo político, no sé cómo definirlo… y la gente realmente no entendía. Además, no tenían otra fuente alternativa de información y desde hacía años los nuevos programas de educación en Ucrania iban preparando la carne de cañón… Hasta el punto en que llegué a reunirme con periodistas ucranianos formados bajo el nuevo poder y me sorprendí mucho de que, en un país que había sido un país culto de la Unión Soviética, donde muchas cosas no entendíamos pero sabíamos muchas cosas –éramos ingenuos pero sabíamos muchas cosas del mundo y de la cultura mundial–, estos chicos y chicas (estoy hablando de personas que se autodenominan periodistas, de 25 o 30 años de edad) no tenían ni idea de nada prácticamente. Era evidente que se habían educado bajo una construcción ideológica bestial que se instaló con mucha fuerza, mucho poder, y que explica muchas cosas, tan absurdas, tan salvajes, que ahora están pasando en Ucrania.
¿Qué otras sensaciones le transmitió aquella estancia en Ucrania?
A Kiev, que es una de las ciudades más bellas de Europa, este poder en los últimos ocho años la convirtió en un basural, prácticamente. Uno veía el abandono total de todo, de la infraestructura ucraniana… todo quedó heredado de la Unión Soviética, no se construyó absolutamente nada, y se notaba, se sentía que la gente que tiene poder en Kiev no sienten absolutamente nada, les da absolutamente lo mismo este país: son gerentes que tienen que controlar este territorio ocupado. Yo me sentía como en un país tercermundista, como cuando uno está llegando a una capital, a una ciudad pobre de un país latinoamericano donde la gente apenas sobrevive y donde todos los medios están fuertemente controlados por los grupos económicos que lo manejan todo. Para mí fue un impacto psicológico muy fuerte.
¿Cuáles diría que fueron los puntos de inflexión, de no retorno, en la escalada bélica?
Pienso en dos puntos.
El primer punto de inflexión, el más obvio, el más evidente, es el golpe de Estado, aquello que Occidente presentó al mundo como 'la revolución de la dignidad' o la 'revolución del Maidán', con toda la cobertura mediática necesaria
Pero era un golpe de Estado. Cuando llegan al poder las marionetas de Occidente, con el apoyo de las fuerzas absolutamente fascistas dentro de Ucrania –que eran minoritarias pero muy bien organizadas y muy activas– sí que vemos esta perfecta alianza entre un Gobierno neoliberal y los grupos nazis que hacen el trabajo de campo amedrentando a la oposición, controlando las plazas y las calles para que no haya ninguna voz de protesta. Los que viven en Latinoamérica conocen perfectamente el origen del paramilitarismo dentro de los Gobiernos neoliberales de Latinoamérica y en ese sentido creo que Ucrania no inventó nada nuevo, sino que repitió este mismo esquema.
El segundo punto de inflexión fue el cierre de los medios de comunicación en Ucrania, los medios de la oposición, que se llevó a cabo entre 2020 y 2021, ya que, claramente, al estar preparando una guerra hay que aplicar una censura de guerra
A partir de ahí, cualquier mirada o voz crítica, por muy débil, suave o conciliadora que fuese, fue interpretada como propaganda rusa, como trabajo de agentes de Putin. Sin mayores explicaciones y violando la Constitución ucraniana cerraron primero los canales de televisión abierta, después la prensa, y después aplicaron una censura muy fuerte en Internet. Los ucranianos quedaron así aislados de la información del mundo, bajo la presión de la propaganda oficial del Gobierno.
En ese momento, muchos de nosotros, desde Ucrania, pensamos que ya se había tomado la decisión y Ucrania sería sacrificada para esta guerra que le encargó al Gobierno de Kiev su dueño. Y la situación se volvió irrespirable: ya no podíamos opinar, ya no podíamos discutir. Había ya en vigor leyes mediáticas ucranianas que prohibían hablar bien de la Unión Soviética. Aunque Ucrania existe (o existió, no sé qué tiempo verbal elegir) gracias a la Unión Soviética. Hasta los trabajadores de la televisión se reían, la situación era demasiado absurda. Pero el público, millones de personas que veían esos programas, no entendían la ironía de la situación. Y para los jóvenes ucranianos, esta fue la única realidad que aprendieron.
Antes comparó su visión de Kiev con la de "una ciudad pobre de un país latinoamericano donde la gente apenas sobrevive", y más tarde ha comparado su situación con la de "los Gobiernos neoliberales de Latinoamérica"… ¿ve usted tan claro este paralelismo entre Latinoamérica y Ucrania?
Yo veo en Ucrania la copia de la Latinoamérica de la época de los 70 y 80, de la época de las dictaduras incluso, o de las pseudodemocracias posteriores. Está calcado prácticamente todo.
Si tradujésemos al ucraniano algunos discursos de Pinochet, creo que no habría ninguna diferencia
De hecho, muchas veces pensé que alguien se dedica a traducir al ucraniano todos estos discursos, todos estos argumentos, porque son demasiado parecidos.
Si hablamos de una dictadura con las condiciones de una democracia formal, no hay mejor ejemplo que Colombia, la Colombia anterior a Gustavo Petro, para ser precisos. Colombia, al igual que Ucrania, es un país riquísimo, con una ubicación geopolítica insuperable, clave en su región, con una enorme riqueza natural, con un pueblo muy trabajador, un país campesino. Ucrania fue el granero de Europa; y de Colombia también conocemos la importancia de su campesinado. Vemos en ambos casos los conflictos en torno a los cultivos, este control desde afuera: control militar, control económico, control político, control mediático… una situación en la que hasta un jardinero de la embajada de los EE.UU. tiene más poder que el presidente de la república…
Esta cosa tan caricaturesca, tan evidente y que conocemos tan bien en Latinoamérica, en Ucrania ha sido copiada absolutamente al pie de la letra. Y como los ucranianos no son latinoamericanos, no tienen este trauma histórico, y como los EE.UU. es algo muy lejano, fue muy fácil engañar a la juventud ucraniana y contarle otra historia sobre los EE.UU.
Así que la situación es muy parecida.
El fenómeno del paramilitarismo con los grupos nazis en Ucrania también parece absolutamente calcado, porque igual que ha sido muy eficiente en Colombia, ha sido muy eficiente en Ucrania
No sólo para amedrentar a la oposición política, sino para algo más importante: dentro del Ejército ucraniano, los grupos como Azov y otros similares se convirtieron en los comisarios y están amedrentando a los militares, luchando contra cualquier duda, contra cualquier disidencia, para evitar cualquier posibilidad de una rebelión dentro de Ucrania. Lo que para el pueblo ucraniano sería sin duda la mejor solución a esta tragedia.
Además, en Ucrania los paramilitares están usando directamente simbología nazi, los nombres de batallones nazis… no esconden sus simpatías. Y una de las últimas noticias, lamentablemente muy predecible: que en Kiev fue demolido el monumento al general del Ejército soviético, general Vatutin, quien liberó a Kiev de los nazis, y ahora están pensando en profanar la tumba que estaba bajo el monumento. Es una consecuencia lógica del tipo de poder que ahora está gobernando el territorio ucraniano. Ni siquiera me gusta llamar a esta cosa 'Ucrania'. Ucrania para mí es otro país.
¿Qué puntos de coincidencia ve entre el actual conflicto y el que se vivió en territorio ucraniano durante la Segunda Guerra Mundial?
El enemigo de nuestros pueblos, o de nuestro pueblo ruso-ucraniano, para ser preciso, es el enemigo de todos los pueblos del mundo entero. De nuevo quiere apoderarse de nuestros recursos y territorios. Y no se trata solo de Ucrania, sino del territorio postsoviético, de nuestros países, repúblicas donde todavía, a pesar de la prensa, a pesar de todo, sobrevive la memoria histórica. La humanidad tuvo esta experiencia de sociedad no capitalista. Que no solo sobrevivió sino también supo vencer al peor enemigo de la humanidad que en ese momento fue el fascismo alemán. Así que es un territorio muy simbólico, muy importante.
Y para acabar con esta memoria y apoderarse de nuestros recursos, obviamente, hay que enemistar a nuestros pueblos. Para eso trabajan los medios
Y de nuevo se acude al fascismo, porque como herramienta ideológica es más segura para este gran capital trasnacional que reordena ahora el planeta.
La diferencia es que esta vez las élites occidentales están más unidas que antes, o más bien más controladas por el Gobierno norteamericano, y esta vez controlan el arma más poderosa de nuestros tiempos: los medios de comunicación, y no solo los medios, sino también las redes sociales, que llegan a ser más importantes que los medios, porque vemos que la juventud, incluso los adultos, pasan más tiempo en las redes sociales que viendo la televisión. Y controlando estos medios se puede formatear la opinión pública, contar cosas que no existen, esconder verdades… todo lo que ellos están haciendo con tanta eficiencia.
Yo creo que no es una guerra solo contra Rusia, es una guerra contra todos. El blanco principal de Washington es China, pero antes de enfrentarse a China hay que debilitar o dividir a Rusia
Lo que estamos tratando de aprender del presente es a no hacer grandes planes para el futuro porque la realidad es siempre más compleja. Creo que estamos frente a una realidad muy difícil, es un conflicto puede resolverse muy pronto. El sistema ha acumulado muchas contradicciones.
¿Qué papel tiene Europa en todo esto?
Europa ya es el patio trasero de EE.UU. gracias a la OTAN y a la Unión Europea. Me acuerdo que cuando vivíamos aún en la Unión Soviética, estando ésta a punto de dividirse en Rusias, Ucranias u otros países más pequeños, nos hablaban de que la Unión Europea sería una construcción que funcionaría como contrapeso a EE.UU. y que iba a fortalecer la independencia europea. Y nos gustaba mucho este discurso. Ahora estamos viendo que se dio justamente al revés: que Europa es un patio trasero de los EE.UU. compuesto por repúblicas bananeras. Es muy gracioso ver que Honduras, ahora, con su actual Gobierno, tiene una política exterior mucho más digna, mucho más independiente que países como Francia o Alemania, que para nosotros han sido ejemplos de la independencia europea.
Con todo este 'show' de la independencia ucraniana en los últimos años se usó mucho la consigna "Ucrania es Europa", como si hiciera falta: Ucrania es de hecho el centro geográfico de Europa. Lo irónico es que, en esta situación, con Europa convertida en una herramienta o en un rehén de los Gobiernos norteamericanos contra Rusia o China, siento que Ucrania no es Europa; más bien ahora Europa es Ucrania. Es decir, han convertido a Europa en lo que ya convirtieron un poquito antes a Ucrania: Europa está siendo sacrificada y está claro, para cualquier mirada atenta y desprejuiciada, que los EE.UU. están preparando un enfrentamiento armado, con alta probabilidad nuclear, en el territorio de Europa, para salvar su economía, para salvar sus intereses y para salvar su dominio mundial.
Acaba de decir que ese enfrentamiento tiene "alta probabilidad nuclear". ¿Por qué le parece tan probable?
Creo que estamos frente un riesgo real de uso de armas nucleares en Ucrania; armas que puede usar la OTAN –la OTAN son los EE.UU.– para acusar a Rusia. Los EE.UU. ya lo han hecho varias veces, aplican esto prácticamente en todas las guerras: operaciones de falsa bandera para acusar a otros países de sus crímenes militares. Y después no importa porque la memoria humana es corta y la memoria de los medios de comunicación es aún más corta.
¿Y considera que es una deriva imparable, o estamos a tiempo de evitarlo?
En esta situación de riesgo, la respuesta definitiva tiene que venir no de los Gobiernos, sino de los pueblos. De los pueblos de Europa, del pueblo ruso, y del pueblo ucraniano también, porque a pesar de todo hay allí gente que entiende lo que está pasando.
Por otra parte, creo que este momento histórico de crisis total es una gran oportunidad también para crecer. Porque, al igual que ocurre a nivel personal, no se puede crecer sin atravesar crisis. También esta crisis peligrosa, sangrienta, con tan elevado costo humano, es una posibilidad para dar un paso más hacia el humanismo, para que entendamos que, dentro del modelo neoliberal, dentro de este 'paraíso capitalista' que es netamente una construcción mediática, no tenemos ningún futuro.
Ni yo ni nadie en el mundo conoce los detalles o la forma que tomarán los acontecimientos, pero creo que lo que está pasando ahora es una gran lección para todos nosotros. Para que la juventud rusa aprenda ahora que existen otros valores, para que acudamos más a la memoria histórica de nuestros pueblos, para que tomemos más contacto con nosotros mismos.
Creo que, a la humanidad, a Rusia y a todas las fuerzas que realmente están contra la muerte y contra la guerra, no les queda otra opción que vencer a la OTAN y al enemigo de la humanidad, que son los EE.UU.
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