Los manifestantes exigen el fin de los discursos de odio promovidos por la oposición mediática y política.
"¿Y si la hubieran matado?". La pregunta resume el azoro de la multitud que se reúne en la Plaza de Mayo y que todavía no termina de procesar el intento de asesinato que ha sufrido la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner.
El desconcierto es evidente. En escasas horas, la agenda y el debate público cambiaron por completo.
Pasadas las nueve de la noche del jueves, un hombre gatilló directo a la cabeza de la expresidenta. La pistola falló. A la medianoche, en medio de la conmoción, el presidente Alberto Fernández decretó que el viernes sería feriado.
Doce horas después, miles de personas comienzan a colmar al centro de Buenos Aires para repudiar lo que pudo haber sido un magnicidio.
"El país se hubiera incendiado", "rompíamos todo", "si la bala salía, ya no quedaba país", "la democracia hubiera sido herida de muerte". Solo algunos de los manifestantes se atreven a especular escenarios cargados de dramatismo. Otros prefieren ni siquiera imaginarlos. No tienen una respuesta. Ni quieren tenerla.
Un sentimiento de incredulidad recorre la Plaza. Se traduce en la búsqueda de ese tipo de anécdotas que marcan para siempre las historias personales. "¿Qué estabas haciendo?", se escucha a cada rato entre quienes indagan cómo fue el momento en el que los demás se enteraron de que habían querido matar a la vicepresidenta.
Hay militantes peronistas, kirchneristas. Otros se definen como "cristinistas". También llegan colectivos sociales, de derechos humanos, estudiantiles, feministas, de la diversidad sexual, sindicatos. Familias, parejas, solitarios. Conocidos y desconocidos que se saludan, se abrazan, se sonríen. Se dan fuerza.
Vienen a defender la democracia. A condenar la violencia política que tanto daño le hizo, durante tantas décadas, a este país y que en los 70 culminó con su peor dictadura.
Desprecio
"Esto es culpa de los medios y del macrismo, llevan años repitiendo discursos de odio contra Cristina", acusa un señor sesentón que, al centro de la Plaza, enarbola una bandera que lleva plasmado el rostro de Fernández de Kirchner.
La denuncia se repite en carteles que exigen "basta de violencia desde los medios de desinformación", en testimonios que recuerdan las manifestaciones antiperonistas que han mostrado deseos y amenazas de muerte para la vicepresidenta, ya sea con horcas, guillotinas, bolsas mortuorias, fusiles o bombas, y que han sido replicados de manera permanente en las redes sociales sin condena alguna por parte de la oposición.
También citan los insultos irreproducibles, las declaraciones de periodistas y políticos que a diario desean la desaparición del peronismo y añoran los golpes de Estado, que imponen ofensivos apodos a Fernández de Kirchner –incluso en columnas de medios que todavía se autoperciben "serios"– y que reproducen y dan fama a todo aquel personaje que agreda al peronismo.
Puede ser un político, una monja, un actor o un "influencer". Da lo mismo. Lo importante es que critique (insulte) a la expresidenta. Que propale discursos de odio.
La lista de violencias es larga y añeja. De "la gente dice: los quiero matar", "merecen la pena de muerte" y "son ellos o nosotros", a los hostigamientos ("escraches") en lugares públicos contra dirigentes peronistas que la prensa opositora presenta como legítimas indignaciones ciudadanas.
El desprecio al peronismo, que es histórico y tiene un arraigo clasista, contrasta con la devoción de la militancia hacia la vicepresidenta. Y que aquí, en la Plaza de Mayo, en la tarde soleada de un viernes aciago, se vuelve a hacer patente.
Fervor
"Todos con Cristina", es el lema impuesto a una marcha que la expresidenta protagoniza por completo, aun sin estar presente, y en el que sus seguidores advierten una y otra vez: "Cristina no se toca".
Su nombre y su rostro se ven plasmados en camisetas, gorros, pañoletas, botones. "La Pampa te ama, Cristina", "Gracias, Cristina, por darme dignidad", consignan un par cartulinas escritas a mano. "Bancamos a Cristina por los mejores 12 años", afirman pósters pegados a lo largo de la Avenida de Mayo, que remiten al periodo 2003-2015, o sea, los dos gobiernos de la vice y al de su fallecido esposo y antecesor, Néstor Kirchner.
Otros rescatan lemas que ya forman parte de la liturgia kirchnerista: "No fue magia", "el amor vence al odio", "si naciera 20 veces, te volvería a elegir". La definen: "Cristina es amor y pueblo". Le confiesan: "Cristina: te amo". Le agradecen: "Porque nos dio la posibilidad de soñar". Y le desean: "Para Cristina, ni indulto ni amnistía: justicia".
Abundan, también, los mensajes de rescate, de cuidado, de valoración de una democracia que el atentado puso en riesgo. "Nunca más", advierten manifestantes en pañuelos y camisetas blancas. Citan así la histórica frase que en 1985 marcó el fin del primer juicio contra los últimos dictadores y que representa una advertencia para evitar el regreso de la violencia política, de las violaciones a los derechos humanos.
Casi tres décadas después, esta multitud atesta la Plaza de Mayo para recordar: Nunca más es nunca más.
Cecilia González