El voto en el referendo popular de este domingo dio un amplio rechazo al proyecto de la nueva Constitución. La matriz pinochetista seguirá gobernando Chile.
Los últimos datos conocidos le dan al rechazo 62% mientras que el apruebo alcanzaba el 38%, con una diferencia superior a los tres millones de votos.
El resultado cayó como rayo sobre quienes se movilizaron durante años para torcer la estructura económica, política, social e institucional acuñada por la dictadura de Augusto Pinochet.
La campaña orquestada por la élite política y los sectores del poder económico, minoritarios en términos de votos pero poderosos en los manejos de la comunicación, lograron el objetivo de aplastar en las urnas la rebelión de 2019.
Las noticias falsas, la estigmatización y el resentimiento social fueron determinantes para que, en redes sociales y en los medios hegemónicos, se impusiera una campaña con una estrategia vil que deberán servir como un análisis serio de la situación chilena en particular y latinoamericana en general.
La estrategia siniestra enterró con el voto popular la rebelión social que movilizó, en octubre de 2019, a millones de personas.
Por razones varias, este domingo muchas de aquellas personas votaron por la continuidad del sistema liberal en lo económico y conservador en cuanto a derechos individuales y colectivos.
El bombardeo de noticias falsas, estigmatización y odio nació con los debates de la Convención Constitucional y se intensificó cuando esa instancia logró aprobar el texto definitivo, tras un año de debate.
Las chilenas y los chilenos dejaron pasar una oportunidad ya que el proyecto derrotado consagraba un Estado garante en salud, educación, vivienda digna y una pensión, entre otras cosas.
También incluía el derecho a la «interrupción voluntaria del embarazo», disponía un nuevo ordenamiento del sistema político y de justicia y establecía una nueva forma de distribuir el poder en gobiernos regionales.
Además consagraba el derecho humano de acceso al agua y reconocía la preexistencia de los pueblos originarios y la propiedad de las tierras.
Este capítulo significó uno de los caballitos de batalla de las mentiras invocadas durante la campaña.
El rechazo también es un golpe importante para el gobierno del presidente Gabriel Boric, no sólo porque él apoyó el Apruebo sino también porque la propaganda derechista lo vinculó al nuevo texto para señalar barbaridades tales como «la ofensiva del comunismo sobre la propiedad privada» o «los mapuches se quedarán con nuestras tierras», por citar sólo dos ejemplos.
Boric convocó a referentes de su coalición para este lunes, con el objeto de analizar la continuidad del proceso constituyente tras la derrota en el referendo.
Cabe un reconocimiento a la militancia que desafió en las calles, y este domingo en las urnas, la maquinaria impuesta por los dueños del poder económico, verdaderos herederos del modelo instalado con sangre desde el 11 de septiembre de 1973.
Pasado el impacto, que demandará tiempo para digerir, esa militancia ejecutará lo que prometió: volver a las calles, insistir, convencer y disuadir. Frente a ella, se sabe, hay un poder que primero reprime la rebelión popular, luego miente durante la campaña y, por último, saborea el triunfo, escudándose en la democracia que respeta sólo cuando les es funcional a sus intereses.
Este domingo por la noche se escucharon voces esperanzadoras pese al impacto de la derrota. “La Constitución de Pinochet está enterrada, el proceso sigue en marcha; vamos a una segunda etapa de esta conversación”, señalaron algunos militantes.
“Chile va a tener una nueva Constitución; tarde o temprano, la decisión democrática del pueblo se va a volver a manifestar y ese proceso va a representar a las grandes mayorías”, dijeron otras voces.
Una de las posibilidades es que el proceso sea atendido en el Congreso chileno, que deberá contar con el apoyo de al menos 4/7 (cuatro séptimos) de sus miembros para incorporar algunas de las normas aprobadas por la Convención y contenidas en el texto rechazado este domingo.
La primera enseñanza de esta derrota -válida para muchos países de América Latina- es que la lucha principal de los pueblos sigue estando en las calles.
La rebelión de 2019 torció la presión del poder establecido que ahora saborea «el triunfo del sentido común».
Además, en Chile y en otros países de la región, la democracia deberá generar nuevas herramientas para evitar que un cúmulo de mentiras, odio y estigmatización aplasten la voluntad popular.
Por Adrián Fernández
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