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Nicaragua: Mi experiencia en la captura de Eugene Hassenfus.


5 de octubre de 1986, día domingo. Hora entre la una y dos de la tarde, lugar conocido como Comarca El Tule ubicada al Noreste de San Carlos. Tiempo transcurrido 27 años.


La mayoría de los que quizá lean este escrito, ni siquiera habían nacido, o estaban muy pequeños. 

Lo hago, porque muchos amigos, incluyendo un sacerdote español y conocidos, en distintos momentos me han sugerido que escriba mi experiencia, no con la intención de revivir viejas heridas o recuerdos de esa época dura de la guerra que vivió el pueblo de Nicaragua, Tampoco con la idea de discutir aspectos ideológicos ni políticos, la única finalidad es compartir aspectos de los cuales he mencionado en reuniones de amigos y que sucedieron en el sitio y, también con el pasar de los años los nombres, circunstancias, lugares se olvidan, así es antes que eso suceda cumplo con lo que prometí.

Les voy a contar muy brevemente de mi experiencia en la operación militar donde se capturó al norteamericano Eugene Hassefus al ser derribado el avión en que venía para abastecer a las fuerzas de la contra. Así es que con esas aclaraciones me atrevo a escribir, como saben no soy escritor ni escribo literatura ni nada que se le parezca y lo haré conforme los recuerdos y como hablo. Así es con el debido respeto a todos iniciamos.

La V Región Militar comprendía el territorio de los departamentos de Río San Juan, Chontales, Boaco, la RAAS, Nueva Guinea y todas las Colonias, incluyendo El Almendro. Se había detectado por diversas fuentes que un avión grande estaba ingresando por la frontera con Costa Rica, abasteciendo a las fuerzas de la contra en la zona sur de Nueva Guinea, donde operaban las fuerzas de Tarea del FDN “Salvador Mendieta, Kirpatrick” y otra que no recuerdo el nombre en este momento. 

El jefe máximo de dichas fuerzas era el difunto Israel Galeano “Franklin” quien después de desmovilizarse murió en un accidente de tránsito en la zona de Rio Blanco.

El General en retiro Roberto Calderón Meza, en ese entonces Coronel y Jefe de la Región, presentó a la Comandancia General del Ejército un plan para derribar el avión e impedir el abastecimiento a las fuerzas de la contra. Dicho plan consistió en utilizar una unidad de combate de la Brigada de San Carlos, cuyo jefe era el Mayor Bosco Centeno. 

Se designó el Batallón Ligero Cazador “Gaspar García Laviana” (el nombre se debe al sacerdote español que cayó en combate en el Frente Sur a finales de 1978), este Batallón se desconcentró en pequeñas unidades en la ruta por donde se conocía que ingresaba el avión.

 A estas pequeñas unidades se les dotó de cohetes antiaéreos portátiles Sam 7, conocidos como flechas para emboscar el avión cuando ingresara al territorio nicaragüense. El plan fue aprobado y se disgregaron las unidades para cubrir el corredor que el avión había estado utilizando.

Ese fin de semana me tocó pase, (de permiso) y vine a Managua a la casa, mi hija Victoria Eugenia tenía 3 años y América Tatiana 5 meses de nacida, es decir cuando le disparan al avión yo estaba en Managua.

Como expresé el domingo 6 de octubre de 1986 después del mediodía ingresó el avión y José Fernando Canales y Byron Montiel chavalos de 19 y 17 años respectivamente y con 5 meses de estar en el Servicio Militar Patriótico (SMP) le dispararon al avión C-123-K un cohete antiaéreo impactándolo, no se precisó donde cayó solo que vieron salir humo y saltar a tres “paracaidistas”. Uno de los Jefes de dicho Batallón era un aguerrido combatiente conocido como Payin, no recuerdo el nombre.

En este momento no preciso la hora en que el Jefe de la Región me llamó y me dijo que me presentara muy de mañana el lunes.

Lunes 7 de octubre de 1986.

Como se me había ordenado me trasladé muy de mañana el lunes a Juigalpa, sede del Estado Mayor de la Región; yo era Capitán y miembro del Estado Mayor y todos los lunes nos reuníamos con los jefes de Brigada para analizar la situación operativa y tomar las decisiones de las operaciones militares se abreviaban (RASO) que significaba reunión de análisis de la situación operativa.

Para ese tiempo la guerra estaba en su etapa más fuerte y casi a diario se producían combates en distintas partes del territorio de la Región.

Mi Jefe, el General Calderón Meza me pone al tanto dela situación y me dice que no se sabía nada del avión, donde había caído y que solo habían reportado que vieron salir tres paracaídas. (Para ese momento se pensaba que habían saltado tres personas) pero que era efectivo que lo habían impactado. 

Ustedes se imaginaran lo tenso y emocionante de la situación.

El General Calderón Meza me dice que me prepare, que yo me haría cargo del operativo de encontrar el avión y de los que habían saltado, que en el lugar las tropas que estaban en la zona se pondrían bajo mis órdenes para el operativo.

A partir de ese momento todo fue en función de alistarme para salir, se prepararon 40 miembros de las tropas Guarda Fronteras que hacía días habían salido de un puesto fronterizo en el Río San Juan, creo que de Sarapiquí y aparecieron en la BAO (Base de Apoyo Operacional) de la Fonseca, una colonia en Nueva Guinea y fueron trasladados a Juigalpa.

Mi equipo era un soldado a cargo del radio, marca SEG-15, que utilizaba batería de carro de 12 voltios, para que no fallaran las comunicaciones me dieron dos baterías, también llevaba un miembro de la unidad que se encargaba de rastrear las comunicaciones enemigas, los 40 miembros de la Tropas Guarda Fronteras y dos helicópteros MI-17 artillados con cohetes aire tierra y ametralladoras.

Salimos de Juigalpa entre las 8 y 8:30 am en dirección a San Carlos. Era octubre y estaba lloviendo fuerte y con la poca información que teníamos, los helicópteros bien cargados, todos íbamos en silencio, yo iba en el helicóptero guía con 20 miembros de las Tropas Guarda Fronteras y mi equipo de apoyo y coordinaba con el piloto para ver que hacíamos para ubicar el sitio. 

El resto de las tropas iba en el otro helicóptero. Algo que me preocupaba es que no teníamos comunicación con las tropas en tierra, no sabíamos tampoco la ubicación de las unidades de la contra, por lo que el vuelo con todo y lluvia era rasante por las copas de los árboles para limitar el ángulo de tiro al enemigo.

Nos adentramos en esas impresionantes montañas sin un punto de referencia donde buscar, dimos varias vueltas y no vimos nada, sumado a esto lo espeso de la montaña y la lluvia nos limitaba la observación, es decir andábamos dando vueltas. Ante esa situación le oriente al piloto que buscara en el mapa un sitio poblado y ubicó el asentamiento llamado El Chile, la idea era buscar información. 

Cuando aterrizaron los dos helicópteros la gente del lugar se aglomeró y al preguntarles si habían escuchado el día anterior un ruido de un avión o una explosión, me decían que sí, que hacía el este; un miliciano del lugar se ofreció a indicarnos y lo subí al helicóptero, nuevamente despegamos pero ya en el aire el miliciano se desubicó y no pudo señalar la dirección donde había escuchado la explosión.

Tomé la decisión junto con el piloto de seguir más hacia el sur volando rasante y observamos en una colina gente armada, pero no sabíamos si eran de nuestras tropas o enemigos ya que con nuestras tropas en el terreno no había comunicación desde el día anterior. Nos arriesgamos y nos acercamos al sitio y en ese momento vimos que se quitaban la gorra y nos hacían seña hacia el norte, eso nos alegró mucho porque eran tropas nuestras y orientamos la ruta, no sé cuantos minutos después el piloto me dice que ve salir humo de una hondonada, especie de guindo, oh sorpresa vimos desde el aire que allí ESTABA EL AVIÓN, como aquella serie de televisión "El Avióóon" , fue un momento emocionante, todos sonreímos. Todo el trayecto se hizo sin hablar por radio para no dar ninguna pista por el rastreo que la contra hacía a nuestras comunicaciones.

Dimos vueltas sobre el sitio y por lo espeso de la vegetación no encontrábamos espacio para que los helicópteros bajaran a tierra, ya a esa altura el combustible era poco y decidimos que el helicóptero donde iba yo hiciera una maniobra arriesgada y ubicó una llanta en un tronco de un gran árbol caído y desde ahí saltamos rápidamente a tierra, algunos nos caímos por el exceso de carga, municiones, el arma, lo que menos llevábamos era comida, latas de sardinas, galletas de soda y pinol.

 Posteriormente hizo lo mismo el otro helicóptero y bajó el resto de la tropa, el piloto me dijo suerte Capitán y ambos medios retiraron del lugar quedamos solos en el lugar los 43 integrantes de la misión y solamente con armamento de infantería, es decir solo fusiles. Esa maniobra demostró lo capaz y valientes que eran los pilotos de la Fuerza Aérea, ya que no es lo mismo hacer esas operaciones con toda la tensión de estar en una zona de combate.

Después de avanzar lentamente, por la vegetación y abriendo una brecha con machete en ocasiones a rastras por fin llegamos donde estaba el enorme avión C-123K, quemándose una parte.

El avión estaba en dirección oeste es decir buscando la frontera hacia Costa Rica, lo que sucedió fue que el cohete le impacto en el motor izquierdo y quedó con toda la potencia del motor derecho, parece que el piloto quiso buscar la salida del territorio nicaragüense y perdió altura y el ala izquierda pega en un gran árbol seco y giró en 180 grados, después el árbol le cayó encima y se incendió una buena parte.

Reagrupe la tropa que llevaba, y se me presentó una unidad (pelotón) del BLC Gaspar García Laviana; ordené que se evacuara a un sitio seguro el armamento y pertrechos que llevaba el avión y buscar los paracaidistas en ese momento ya era un poco más de las 10 de la mañana.

En ese momento todavía no se ha capturado a Hassenfus.

7 de octubre de 1986, día lunes.


Como lo dije antes, el árbol con el cual había pegado el avión le cayó encima más o menos a la mitad afectando más la parte de la cola donde había más fuego. 

En la cabina del avión encontramos tres personas muertas, el piloto, copiloto y el operador del radio, los dos primeros de nacionalidad norteamericana y el tercero nicaragüense. 

Es posible que por la rapidez en que sucedieron los hechos no tuvieran tiempo de saltar del avión; lo otro es que quizá creyeron que podían girar con un motor y cruzar la frontera hacia Costa Rica, cualquiera haya sido la circunstancia, la verdad es que el avión cayó en suelo nicaragüense.

Nosotros continuamos sacando todos los pertrechos militares del avión con precaución ya que había fuego y era posible una explosión por el combustible.

 Ordené que se limpiara con los machetes una parte plana de una colina cercana para ubicar todo lo que estábamos sacando del avión.

 Retiramos unos 70 fusiles AKM nuevecitos, pero estaban golpeados por el impacto, para los que no saben de esto, son fusiles de culata plegable, miles de municiones para fusiles AK-47, así como de ametralladoras en cajas metálicas, granadas de lanza cohetes RPG-7 y de morteros, uniformes nuevos, mas de 400 pares de botas militares, una lancha inflable pequeña y otros pertrechos. 

 Ya habían llegado al lugar la mayoría de las tropas el Batallón “Gaspar García Laviana” que estaban en el operativo, 

A esa hora ya había hablado con los cachorros José Fernando Canales y Byron Montiel, cohetero y ayudante, a quienes conocí en ese momento, chavalos humildes, quienes me contaron cómo había sido el disparo que habían realizado, estaban, sudados, hambrientos, pero felices como todos.

Mientras una parte de la tropa estaba en la búsqueda de los paracaidistas que habían saltado el día anterior, yo me quedé dirigiendo la evacuación del arsenal y preservando el sitio, mi idea era que cuando llegaran los periodistas le tomaran fotos, incluso tuvimos que ampliar el espacio para que alcanzara todo, era impresionante el arsenal.

Aprovechamos que había salido el sol y estábamos en esos menesteres, cuando aproximadamente a las 11 de la mañana llegó un soldado de los que había llegado conmigo y me dice: “Jefe, capturaron a un gringo”, yo estaba todo sudado, asoleado y cansado y le digo que me traigan a ese HP, a los minutos se apreció un cachorro, otro chavalo de nombre Raúl Antonio Acevedo, y delante un hombre alto, recio, bastante mayor con una expresión que reflejaba temor y molestia a la vez, me impresionó el tamaño, lo miraba bien grande. 

Era la primera vez que miraba a Raúl a quien le decían MICOIN, el sobrenombre se debía a que trabajaba en la Delegación del Ministerio de Comercio Interior en San Carlos y de ahí había salido a cumplir el servicio militar; Raúl o MICOIN me contó que andaba en el operativo de búsqueda y que en una rancho de paja abandonado que estaba algo cerca del sitio donde nos encontrábamos encontró al gringo que estaba en una hamaca y que cuando se vieron ambos se apuntaron, Raúl con un AK-47 y el gringo con una pistola Browning 9 mm, que le había gritado que se rindiera y después de unos segundos de estarse apuntando mutuamente el gringo poco a poco bajó el arma y se entregó. 

Creo que fue Raúl quien le amarró las manos con un cordón del mismo paracaídas que había saltado y así me lo llevaron, decidí no reportarlo todavía porque lo interrogaría primero para pasar la información codificada al Estado Mayor en Juigalpa.

Yo no había informado nada al hoy General en Retiro Roberto Calderón Meza, primero necesitaba interrogar al prisionero para codificar la información y trasmitirla por radio. Sucedió que el gringo no sabía nada de español y yo no sabía nada de inglés, pregunté si algunos de los chavalos sabían y tampoco, entonces me acordé de algo que había escuchado de inglés y decidí lanzarme a la aventura del interrogatorio, me le acerqué todo serio con mi fusil cruzado, y le dije:

My name is, My name is, se lo repetí como cuatro veces y el gringo me quedó viendo y no me dijo nada. 

Lo que supuestamente estaba haciendo era preguntándole cual era su nombre y era lo contrario. Un poco molesto le volví a preguntar My name is, My name is. Después supe que lo que debí haber preguntado era What is your name?. Insistiendo solo le dije name, name? el me respondió Eugene Hassefun, lotería, le señale mi libreta de apuntes y le di un lapicero y lo escribió. Bueno eso sucedió así y no se puede cambiar, después me daba mucha risa el episodio.

Me fijé que el prisionero andaba unas botas camufladas, nuevecitas, y me dije esas son mías, le pedí a un soldado que buscará el número de botas más grande y que se las diera y me pasaran las de él; sucede que el hombre tenía los pies grandes y ninguna le quedaban, pero se tuvo que poner un par y como le quedaron pequeñas los dedos le quedaron recogidos y caminaba todo raro ya que le chimaban, yo amarre las dos botas que le quitamos y me las colgué en el hombro como alforja, ese era mi trofeo de guerra, me dije después las lavo y las usaré, eran suaves y acolchonadas, muchos combatientes cambiaron sus botas viejas y rotas con las que venían en el avión, creo que también uniformes.

Ya a era un poco más de las una de la tarde y con esa información le pedí al comunicador que preparara el radio para informar por primera vez sobre la captura. Escribí en mi libreta: Tengo un gringo capturado de nombre Eugene Hassenfus”, tal y como él lo había escrito.

 Ya les dije que el radio que andaba para comunicarme desde el sitio hasta el Estado Mayor en Juigalpa era un Seg-15 que usaba una batería de carro de 12 voltios, el Operador se dispuso a hacer el contacto y preparar el radio, por mi parte procedí a codificar el texto, como ustedes comprenderán todo era en secreto y no podía hablar abiertamente por radio, todo era en frases cortas con clave. 

Resulta que la las dos baterías de 12 voltios estaban con poca carga y no podía trasmitir, entonces decidimos conectarlas en serie y así hice el contacto y pasé el mensaje.

Al momento recibo un mensaje en clave del Jefe de la Región Militar, lo descodifiqué y decía, ¿estás seguro de lo que me estás diciendo, ya lo vistes?, yo le contesté: si yo lo tengo. 

Recibí otro mensaje y me dice nuevamente, estás seguro de lo que me estás diciendo, vos sabes lo que eso significa, estás claro de eso? Yo le contesté que sí, que estaba claro, pero en realidad no tenía ni idea de lo que ese hecho significaría en el rumbo de la guerra. 

 El hoy General en retiro Roberto Calderón Meza me envió otro mensaje y me dice. Quiero estar seguro, tócalo y me llamas de nuevo. Imagínense estábamos a cientos de kilómetros de distancia, y me decía que lo tocara, me puse a reír porque cómo se daría cuenta si lo tocaba o no, pero llamé al operador de radio y le dije sos testigo de que lo voy a tocar. 

Me acerqué al prisionero, lo toque en el brazo izquierdo y pase el mensaje. Ya lo toqué. Recibí de respuesta, bien voy a avisar a la Comandancia General. Acordamos que como tenía las baterías del radio baja haríamos contacto cada hora.

Mientras tanto ordené que al prisionero le dieran de comer sardinas, galletas de soda y agua, creo que hasta pinol tomó, con eso le cambió el semblante. 

Yo creo que consideraba que por la información que tenían de los nicas lo mataríamos al instante y en realidad ni un pelo le tocamos. Ese mismo día por la tarde llegaron dos helicópteros con una orden donde me indicaban que se llevarían todo el armamento, en principio me negué porque yo quería que le tomaran fotos y no se pudo, se lo llevaron todo, solo la imagen me quedó grabada en la mente.

A las 5 de la tarde recibo un mensaje del Jefe de la Región donde me informa que detectaron una comunicación donde le ordenaban a las fuerzas de la contra en la zona que lanzaran una ofensiva al sitio donde estaba con el prisionero y que la orden que les habían dado era quitárnoslo a como fuera, llevárselo o matarlo pero no querían evidencias y que el ataque estaba programado para las dos de la mañana.

 Por último me dijo Novoa ya sabes: Me pregunte ya sabes qué, si me lo quitan la agarro, si lo matan la agarro, si se lo llevan la agarro, ni modo por todos lados estoy jodido.

Reuní a los jefes de las unidades del “Gaspar García Laviana que estaban en la zona los puse al tanto de la información y que nos dispusiéramos a organizar una línea de defensa del territorio circular ocupando las zonas más altas, que nadie encendiera fuego para no detectaran la ubicación y que teníamos que evitar que se lo llevaran, yo busque un sitio estratégico me quedé con unos combatientes y el prisionero, a esa hora comenzó una fuerte lluvia, estábamos asoleados y en un momento todos mojados, le pedí a unos soldados que con el paracaídas hicieran una media champa donde yo me ubicaría , ya eran como las 8 de la noche, y por lo espeso de la vegetación, la fuerte lluvia, los rayos, todo era oscurana. Pedí que le amarraran los pies con otro cordón del paracaídas y lo amarraron a un árbol, igual de las manos con juego para que se pudiera mover, sentarse o acostarse, yo me ubiqué a la par él, la decisión fue que pelearíamos hasta las últimas consecuencias pero no se lo iban a llevar vivo.

Lunes 7 de octubre por la noche:

Ahí comenzó una de las noches más largas de mi vida, con excepción del zancudos que buscaban su universo en nuestras orejas, la incesante lluvia, y la música de los grillos, de vez en cuando susurro de alguno de los muchachos que hablaban cualquier cosa, todo era suspenso, silencio, esperando. El prisionero se acostó en el suelo y arrancó unas hojas anchas y se tapó la cara para evitar que las gotas la lluvia cayeran directamente en el rostro.

Eran como las diez de la noche y me quede dormido un momento y en eso el prisionero tosió, imagino que ya le estaban haciendo efecto el frío, y lo húmedo del suelo, inmediatamente me desperté y lo alumbré con un foco que tenía y me dije aquí está este jodido. Esto se repitió varias veces cada vez que yo cerraba los ojos por el cansancio, como si me estuviese viendo el tosía e inmediatamente se repetía, yo lo enfocaba y me decía aquí está. Y como dice la canción se dieron las once, las doce, la una, las dos y las tres de la mañana y no se dio el ataque, en la mañana dejó de llover.

8 de octubre de 1986, día martes:

Quizá era un poco más de las siete de la mañana y escuché en dirección sur-oeste un ruido fuerte, eran varios helicópteros de combate MI-25 conocidos como tanques aéreos que volaban a baja altura y llegaban a darnos cobertura, sobrevolaron rasante por donde estábamos en señal de saludo, así se mantuvieron por buen rato, me sentí más seguro con cobertura aérea.

Me avisaron que llegaría el Jefe de la Región, el Jefe de la Brigada y otros oficiales con periodistas al sitio, preparamos las condiciones y llamé a los tres chavalos los dos coheteros y al que lo había capturado, recordé la imagen de la guerra de Vietnam donde una joven capturó a un soldado gringo y ella iba detrás, pensé que lo haría diferente y que lo halen como chancho y les dije que cuando llegaran los periodistas yo les daría la orden de salir, que el cohetero lo halaría con el mecate e inmediatamente atrás escoltando el ayudante y el que lo había capturado.

 Llegaron varios helicópteros y de primero llegó el hoy General en retiro Roberto Calderón Meza, a quien le informe la situación, me preguntó que donde estaba el prisionero y le dije que lo tenía en una zona segura, el fue a verlo conmigo y después llegaron al sitio un montón de periodistas y personal de la Cancillería, recuerdo que andaba una joven norteamericana como intérprete.

 Se les llevó primero a ver el sitio donde estaba el avión y el General Calderón les explicó sobre los otros tres fallecidos en el avión, en realidad los tres paracaídas que se habían visto era el Eugene Hassenfus y dos más que el mismo había lanzado con abastecimiento, pero habían caído largo de donde él.

Regresamos al sitio inicial y el General les dice que como se les había informado se les presentaría al mercenario norteamericano capturado y me dijo Capitán Novoa, que traigan al prisionero, yo di la orden y lentamente fueron apareciendo al lugar tal y como lo tenía organizado. En lo que se acercaban fueron tomadas muchas fotos por los periodistas. La decisión de cómo saldrían y se presentarían la tomé yo, sin imaginar lo magistral del momento que quedó reflejada en la foto que salió publicada al día siguiente y circuló a nivel mundial. Cuando se acercó a los periodistas, de mal humor dijo su nombre y de donde era, eso fue todo.

El caso de las botas:

Las botas yo las había guardado en mi mochila y al rato se me acercó el General Calderón y me dijo que el prisionero quería que le regresaran sus botas porque no podía caminar, le contesté que no se las daría porque era mi trofeo, me repitió que se las diera y le insistí que no se las daría y me retiré molesto. 

Después me mandó a llamar y me ordenó que le diera las botas y que tomara otras de las que venían en el avión, ni modo con mucho pesar las entregué. Ya en horas de la tarde, después de la entrega que le hice al General Calderón del prisionero comenzaron a retirase, a mi no me dijeron nada y me quedé en el lugar con unos soldados con hambre, cansado pero liviano por el gran peso que me había quitado al haber entregado sano y salvo al prisionero.

Ya en el ocaso del día escuché el ruido de dos helicópteros, uno de ellos descendió y me dijo que me llegaba a traer, le pregunté que para donde y me dijeron que para Managua, me subí y despegaron, iba solo en la parte de atrás, me senté y entonces reflexioné sobre la situación, estaba agotado, pero satisfecho del deber cumplido, en ese tiempo yo tenía 26 años, no crean también estaba chávalo, quería llamar a la casa y decirles voy para allá, pero como saben no existían los celulares, el 24 de diciembre cumpliría 27 años y esperaba pasarlos en casa. 

Los helicópteros cruzaron el Lago Cocibolca de noche, llegamos al aeropuerto, me bajé y estaba un vehículo esperándome y me llevaron a la casa, mi esposa María Consuelo Buitrago del Rosal conocida como CHELO quien falleció el 21 de octubre de 1989 (QEPD) no sabía nada y no recuerdo haberle contado la experiencia con tanto detalle, si le conté lo del interrogatorio en ingles, ella sabía inglés y se rió bastante. Cuando me vio llegar a la casa se alegró y me dijo que paso si te fuiste el lunes y estás de vuelta, de dónde vienes? Le contesté de cumplir una misión.

A los tres cachorros les entregaron medallas de reconocimiento, los llevaron a una gira por varios países del mundo,les brindaron estudios, se que uno de ellos es médico, nunca me he vuelto a ver con ellos. Sobre lo que pasó después ya se ha escrito bastante, la revista Envío de la UCA hizo un reportaje del caso pero sin los detalles que comparto con ustedes, lo que sí es cierto es que a raíz de ese hecho el curso de la guerra tuvo un giro importante. 

A Hassenfus tiempo después en las negociaciones el Gobierno le dio amnistía y se regresó a los Estados Unidos. 

En 1993 cuando yo había salido del Ejército vino a Nicaragua con su esposa Sally y pidieron reunirse conmigo, nos vimos en lo que fue el Hotel Intercontinental, la esposa me dio un gran abrazo y me dio las gracias por haber tratado bien a su esposo y pidió disculpas por el hecho. Nunca supe más de ellos, ese día el otrora periódico Barricada me hizo una entrevista que se tituló “Yo toqué a Hassenfus”

Bueno amigos/as, lo que había pensado desde hace muchos años, lo hice entre ayer y hoy, gracias por darme ánimo para esa aventura, incluso unos me llamaron al celular para que continuara, como les dije no soy escritor, habrán muchas faltas de ortografía y de redacción, solo escribí los recuerdos sin edición y con el único interés de que se conozcan esos detalles, quedo satisfecho porque era algo pendiente, hoy voy a dormir bien y recuerden, todos tenemos una historia que contar. 

 Ayer fui a visitar al hoy General en retiro Roberto Calderón Meza quien está delicado de salud para darle las gracias por haberme confiado esa y otras misiones en la que participé. Saludos

Por Manuel Novoa Ruiz

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