En la semana decisiva para Ucrania, Europa, Estados Unidos y el mundo (https://bit.ly/36zv9q3), que derivó en el reconocimiento por Rusia de las repúblicas secesionistas del Donbás –Donetsk y Luhansk–, no se puede soslayar en el metaanálisis con enfoque multidimensional, tres relevantes consideraciones de la política doméstica en Estados Unidos que han contribuido a llevar a su paroxismo el complejo contencioso de Ucrania:
1) El desplome de la aprobación de la dupla Biden/Kamala Harris debido a la incoercible hiperinflación de 7.5 por ciento (la peor en los recientes 40 años) y a la indomable crisis migratoria;
2) la proyección en los próximos nueve meses de un triunfo del trumpismo en el Congreso;
3) la consustancial rusofobia del partido demócrata infectado por los teoremas balcanizadores de Zbigniew Brzezinski aplicados por los presidentes Clinton/Obama/Biden.
En su libro El Príncipe, Maquiavelo aconsejó a los Medici florentinos recurrir a guerras foráneas para apagar los incendios internos, lo cual ha sido una tónica universal en todos los tiempos y lugares.
Cuando el ex presidente Bill Clinton fue atrapado en su aventura sicalíptica con su becaria Mónica Lewinsky, lo cual carcomió considerablemente su popularidad, optó por recurrir a la guerra contra Yugoslavia llegando a jalar insólitamente a los otros sumisos miembros de la OTAN, cuando la ex Unión Soviética sufría su peor coyuntura geopolítica (https://nyti.ms/3BFIwQW)”. Fue cuando la cola movió al perro(https://lat.ms/35imBTY).
No es nada improbable que la dupla Biden/Kamala Harris, empantanada en su impopularidad, haya recurrido a atizar el fuego en Ucrania, lo cual conviene a los intereses de Estados Unidos para avanzar su agenda balcanizadora y energética (v.gr. impedir la conexión del NordStream 2 de Rusia con Alemania (https://bit.ly/3t0gmfB).
El escándalo del fake russiagate implica a Hillary Clinton y a Jake Sullivan –antes de ser influyente consejero de Seguridad Nacional de Biden (https://bit.ly/3sbFUr2)–, desnudados por el fiscal especial John Durham, lo cual exhibe la rusofobia congénita al precio de cualquier mendacidad y desinformación del Partido Demócrata cuyo objetivo consiste en balcanizar/cercar/contener a Rusia.
El vicesecretario de Estado con Bill Clinton, Strobe Talbott –de 75 años, ex presidente de Brookings Institution, asociado con la revista Time y ex director del Centro de Estudios de la Globalización de Yale (donde está incrustado Zedillo)–, fue un ardiente promotor de la balcanización de Rusia (https://bit.ly/3JM6IE9).
Hoy Rusia ha sido orillada a una alianza estratégica con China que, el histórico 4 de febrero, iniciaron la configuración de un nuevo orden mundial de corte multipolar, en detrimento del caduco orden unipolar financierista cibermilitar de la anglósfera (https://bit.ly/3hep8Rv).
Gerard Baker, del Wall Street Journal, sustenta que Estados Unidos y Europa perdieron la postguerra fría (https://on.wsj.com/3v5FJPT).
El mismo Trump reconoce que el plan de Putin para proteger a las republicas separatistas del Donbas fue genial (Daily Mail, 22/2/22).
La impopularidad de los mandatarios de cuatro países de la anglósfera es sencillamente dramática:
1) Biden ostenta una desaprobación de 53 por ciento, según Real Clear Politics del 18 de febrero (https://bit.ly/35ifGtY), mientras la aprobación de la malhadada vicepresidenta Kamala Harris es de 28 por ciento (https://bbc.in/3s8T1ZZ);
2) la mitad de los canadienses aseveran que el primer Justin Trudeau de Canadá es un inepto disfuncional por no saber manejar la revuelta pacifica de los camioneros a quienes reprimió usando una ley militarista de Emergencia (https://bit.ly/3p7UuxT);
3) El pugnaz primer australiano Scott Morrison es cada día más impopular (https://reut.rs/3BVXQcx);
4) el primer británico Boris Johnson ostenta una desaprobación de 65 por ciento (al 22 de febrero) debido a los escándalos de sus ocho partygates, mientras obligaba a la población al confinamiento (https://bit.ly/3543JYR).
Los cuatro países de la anglósfera, tres miembros de la OTAN y otros tres del AUKUS, son ya ilegítimos desde el punto de vista democrático.