Silencio en los medios de comunicación occidentales
¿Criticas a China? Gran profusión de titulares.
A principios de esta semana (1) Amnistía Internacional (AI) publicó un informe en el que calificada a Israel de “Estado de apartheid” y le acusaba de “crimen contra la humanidad” por su forma de tratar al pueblo palestino. A pesar de la gravedad de estas conclusiones y de la amplia difusión del informe en las redes sociales, la respuesta política y mediática ha sido, como era de esperar, escasa.
En efecto, el primer ministro australiano Scott Morrison desechó el informe y se limitó a señalar que “ningún país es perfecto”, mientras que el Departamento de Estado estadounidense lo atacó abiertamente en su rueda de prensa diaria.
La BBC (que suele cubrir regularmente las cuestiones de derechos humanos en China y pone gran empeño en difundir ampliamente cada informe que AI publica sobre Beijing, incluso en publicar un artículo en el que califica la región de Xinjiang de “paisaje infernal distópico”) también excluyó convenientemente de la portada de su página web esta noticia sobre Israel. Algunas personas criticaron a la BBC en las redes sociales por no presentar la noticia en su principal programa informativo de televisión (en vez de ello incluyó un artículo sobre el juego con palabras Wordle).
En pocas palabras, en un informe exhaustivo se acusa a un país de crímenes contra la humanidad, y Estados Unidos y sus aliados simplemente lo ignoran. Los mismos que montan un gran revuelo respecto a la región china de Xinjiang de algún modo no deseaban hacer comentarios.
Sin ánimo de abordar los méritos específicos de lo que afirma AI respecto a Israel, hay una cuestión más amplia que merece la pena analizar aquí y es entender que la comparación entre las reacciones ante cuestiones relacionadas con Israel y China demuestra claramente cómo, de forma oportunista y manipuladora, el discurso político y mediático occidental utiliza como arma la retórica de derechos humanos para impulsar objetivos de política exterior.
Sencillamente, hay una contradicción evidente y deliberada en el grado de atención y urgencia que se presta a determinadas cuestiones, lo que demuestra que los derechos humanos se utilizan como vara para modelar la opinión pública en vez de ser una verdadera preocupación.
Esto forma parte de un proceso que se conoce como “fabricar el consentimiento», según el cual la propaganda basada en atrocidades se utiliza para crear una oposición emocional y política respecto a determinados países por razones geopolíticas, pero nunca se utiliza de forma sincera y coherente.
Las reacciones ante el informe de AI sobre Israel en comparación con el trato dado a China respecto a Xinjiang suponen un importante caso de estudio para demostrar esta falta de sinceridad.
La ideología liberal occidental es capaz de manipular fácilmente por medio de los supuestos acerca de su propia identidad que vende a sus propias poblaciones. En Occidente las naciones se consideran a sí mismas poseedoras de un estado supremo de iluminación política y que sus valores constituyen una verdad política y moral absoluta. En este contexto estos valores y la “democracia liberal” nunca se pueden utilizar de mala fe, de forma no sincera u oportunista.
Esta idea proviene del legado del cristianismo, en el que una parte posee la verdad y actúa con intenciones puras, y la otra no. Esto configura la idea occidental del mundo como un enfrentamiento binario entre el bien y el mal, e inculca la creencia de que Occidente tiene un derecho divino a proyectar sus valores sobre los demás.
Sin embargo, este punto de vista niega la realidad de que en el fondo lo que motiva a las personas es el propio interés y que es característico del comportamiento social humano utilizar los sentimientos de valor para fomentar sus propios intereses.
No cabe duda de que los derechos humanos son importantes. Sin embargo, es un error suponer que existen en un plano superior al mundo material en el que vivimos y que toda la retórica moralista es holísticamente diferente de los intereses financieros y políticos de las personas.
Aunque los políticos occidentales lo entienden, por lo general las poblaciones occidentales no lo entienden, lo que significa que muchas personas creen sinceramente que sus gobiernos propugnan la retórica de los derechos humanos en una misión moralista y benévola para salvar a otras personas. Por este motivo la Primera y la Segunda Guerra Mundial se han entendido popularmente no como luchas hegemónicas entre imperios en conflicto, sino como batallas justas entre el bien y el mal libradas puramente por altruismo y en aras de la libertad. Esto explica por qué a menudo se utilizan los derechos humanos de forma engañosa y selectiva para cumplir determinados objetivos.
La opinión pública ve la constante atención que los medios de comunicación occidentales prestan a cuestiones como Xinjiang (y que regularmente se presenta a ciertos “expertos” para ofrecer comentarios) y no se da cuenta de que es una campaña deliberada de manipulación para incitar el odio hacia China. La opinión pública cree, por el contrario, que es una recopilación objetiva de hechos que le presentan unos medios de comunicación preocupados e imparciales sobre un tema que provoca alarma social y es importante, y que la única finalidad de ello es ayudar a las personas involucradas. En otras palabras, se hace que la opinión pública se preocupe por aquellas cuestiones que los medios quieren que se preocupe.
Esa es la razón por la que los medios de comunicación occidentales se centran constantemente en Xinjiang y se mencionan el ‘genocidio’ y los ‘crímenes contra la humanidad’, pero no se hacen acusaciones similares (lo que sería coherente) a la hora de cubrir otros lugares, porque la cobertura es deliberadamente selectiva.
Cuando la BBC, por ejemplo, publica una noticia concerniente a Israel, ¿han visto ustedes alguna vez una línea del tipo “se acusa a Israel de cometer crímenes contra la humanidad” o “preocupan las violaciones de los derechos humanos en Israel”?
Este sentido moralista de auto-superioridad y el discurso selectivo de la “preocupación” hacen muy difícil argumentar en contra del relato que presentan los medios, porque lo que en la mentalidad occidental se considera moralmente verdadero también se considera empíricamente verdadero.
Mientras se asume que Occidente siempre actúa de buena fe a la hora de hacer esas acusaciones, lo contrario es cierto respecto a quienes las rebaten. Se les acusa de actuar de mala fe.
Occidente puede promocionar de forma oportunista una cuestión de derechos humanos para conseguir apoyo para una guerra, sanciones o cualquier otra cosa, y se priva de su propia agencia a cualquiera que se oponga a ello.
Por consiguiente, no puede haber objeciones legítimas a la cobertura que se hace de Xinjiang, porque cualquiera que indique incoherencias o muestre preocupación “debe de estar pagado por el Partido Comunista de China” o ser un “agente del Estado”.
Por ello la utilización de los derechos humanos como arma se convierte en un dogma irrefutable en el que poner en tela de juicio los motivos que hay detrás te sitúa en el mismo nivel que quienes cometen el propio crimen.
Las reacciones ante el último informe de AI son un ejemplo importante para mostrar que los derechos humanos se han convertido en un arma política. Si eres una persona activista contra China, como el jugador de la NBA Enes Kanter Freedom, los medios de comunicación dominantes occidentales te proporcionarán una plataforma y máxima publicidad.
Aunque no cabe duda de que este jugador de baloncesto cree sinceramente en su propia causa, lo están convirtiendo en un arma de manipulación pública.
Otro ejemplo: piensen en cómo durante la campaña de ‘presión máxima’ contra Corea del Norte Donald Trump empezó a utilizar en su campaña pública tanto a desertores, como a los padres de Otto Warmbier (que había muerto tras haber estado preso en el país), pero en cuanto cambió de política y decidió negociar con Kim Jong-un, estas personas desaparecieron y desde entonces apenas hemos oído hablar de ellas.
Pero si eres una persona activista contra Israel o haces campaña contra las violaciones constatadas de derechos humanos por parte de India en Jammu y Cachemira, o te opones a la brutal guerra de Yemen, probablemente descubrirás que los medios de comunicación occidentales dominantes te ignoran.
Está muy claro que no importa lo graves que sean los crímenes sobre los que adviertes al mundo; lo que verdaderamente importa es la política.
A cualquier persona que piense críticamente le debería hacer saltar la alarma el hecho de que se destaquen los abusos en una parte del mundo que se ignoran en otra parte.
(1) N. de la t.: Este artículo se publicó el 3 de febrero de 2022.
Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos