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El bloqueo de Cuba: crimen y fracaso

¿Tercera (Y Última) Guerra Mundial?


El 28 de octubre de 1962 los teletipos de los principales diarios del mundo perdieron el sentido de urgencia y pánico y la transmisión de los reportes de sus corresponsales en la Habana, Washington y Moscú regresó a la calma y a la rutina: El gobierno soviético, luego de intensas negociaciones secretas con sus pares norteamericanos, decidieron desmantelar sus emplazamientos de misiles S7-75 en Cuba, embarcar los cohetes y bombas junto con sus ojivas nucleares y llevarlas de regreso a la URSS.

El mundo volvía a respirar con sosiego, se había evitado la primera amenaza de “destrucción mutua asegurada” entre las dos grandes potencias militares y el mundo se había salvado de la tercera (y posiblemente última) guerra global.

La Diplomacia había triunfado sobre la fuerza y a pesar que se había dejado de lado ruin y inexplicablemente la participación del gobierno cubano en las negociaciones (perdiéndose la oportunidad histórica de exigir -con grandes chances de triunfo- el reintegro de la tierra ocupada por los gringos en Guantánamo y el levantamiento, no sólo del bloqueo naval, sino del ilegal embargo económico a la Isla), la URSS había alcanzado su objetivo de conseguir que en los meses siguientes se retiraran los cohetes de mediano alcance de las bases gringas en Turquía que amenazaban el territorio ruso y la promesa del presidente Kennedy de no atacar a Cuba.

Como moneda de cambio, los soviéticos además del mencionado retiro de su pequeño arsenal atómico de la Isla caribeña, también, tácitamente ( o en el más profundo secreto), se comprometian a no invadir a Berlín occidental, en un juego geopolítico que al final derivó en otros compromisos y tratados beneficiosos para ambas súper-potencias y la paz mundial.

Para algunos especialistas esta historia tiene cierta analogía con lo que hoy sucede alrededor de las fronteras de euroasiáticas de Rusia.

En realidad, el agresor es el mismo y el que se defiende también: Los Estados Unidos y la Federación Rusa (que asume el lugar de la URSS) respectivamente.

Nuevamente los halcones gringos y sus aliados europeos pretenden “contener” en sus fronteras, sino es que destruir a Rusia, aunque esta ya no sea la antigua potencia socialista enemiga ideológicamente y hoy transite la economía de mercado y el liberalismo burgués. 

Pero al final es una potencia militar y por lo tanto un competidor de primer orden para los Estados Unidos que trata de ralentizar su propio declive como hegemón global.

En el lugar de Cuba (que entonces sí luchaba por su sobrevivencia como nación soberana) algunos ven a Ucrania y Georgia, países del espacio post-soviético cuyas élites se prestan oficiosas y tontamente a un juego donde, de haber guerra, siempre serán perdedores.

“Reclutar” para la OTAN a Ucrania, Bielorrusia, el Cáucaso y Asia Central que en su momento orbitaron alrededor de la Unión Soviética, es un objetivo intermedio declarado de Estados Unidos, que de alcanzarlo (como ya lo hizo en las repúblicas del pri-Báltico) se propone instalar una cortina defensiva y armas ofensivas (incluso nucleares tácticas y de mediano alcance) para “cuando sea necesario descargar un golpe incontestable y definitivo contra Rusia.

En realidad eso no sucederá. Hay suficiente elementos disuasorios:

Cuatro millones de soldados y oficiales (en activo y reserva), trece mil tanques, veintiocho mil cañones autopropulsados, siete mil piezas de artillería de grueso calibre, tres mil novecientas unidades de artillería reactiva, más de dos mil lanzaderas de misiles antiaéreos, cuatro mil doscientos aviones (una gran parte de combate y supremacía aérea) y mil quinientos helicópteros, una Fuerza naval de más de 600 naves, entre ella sesenta y cuatro submarinos (la mayor parte de propulsión atómica), todas armas y equipos modernizados o de última generación, y lo más importante y destructivo de su arsenal:

Oficialmente (deben de ser aún más), seis mil cuatrocientas ojivas nucleares listas en su triada estratégica, resguardan la seguridad de Rusia y que sólo esperan la orden superior, al menor indicio de peligro, para entrar en acción. Eso lo reafirmo recientemente el presidente Putin y los más altos personeros de su gobierno.

La línea roja está clarísima: Si la OTAN abre sus puertas como nuevos miembros a Ucrania o Georgia, Rusia actuará con firmeza sin detenerse ante nada. 

Esto quedó demostrado con las acciones rápidas y contundentes tomadas por Rusia y sus aliados de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC) en las últimas horas para apoyar al gobierno de Kazajistán, ante un intento más de golpe suave promovido desde el exterior.

Sin embargo las declaraciones del alto mando de la OTAN y la diplomacia gringa y comunitaria, usando un lenguaje de la Guerra Fría, son hasta el día de hoy prolijas en amenazas contra Rusia y aún no se han comprometido en buscar soluciones pacíficas y de consenso.

Si las provocaciones militares ucranianas y extranjeras (cerca de las fronteras terrestres, marítimas o el espacio aéreo ruso), los despliegues de asesores y tropas extranjeras, equipos y armamento en áreas de posible conflicto continúan, es seguro que las Fuerzas Armadas de la Federación Rusa no se quedaran de brazos cruzados y si hay despliegue de armas nucleares tácticas o mediano alcance, entonces habrá guerra.

¿Pero estarán los países de la Unión Europea e incluso, los Estados Unidos de jugarse “el físico” arriesgando a la mayoría de sus ciudadanos a una muerte segura?

Realmente, sin ninguna ventaja militar aparente, sin una superioridad tecnológica obvia, la OTAN no se involucrará. 

El músculo militar ruso y sobre todo sus enorme desarrollo tecno-científico en armas y sistemas, que en muchos aspectos superan a sus homólogos occidentales, la probada bravura y entrenamiento de sus tropas, el dominar cada centímetro de su territorio, sus fortificaciones, tácticas y estrategia son disuasorios fundamentales.

Y aunque el talón de Aquiles de Rusia ha sido en estas últimas décadas su economía, sus posibles adversarios tampoco viven tiempos de abundancia. 

Y según atestigua la historia, los rusos sobreviven con migajas de pan y gotas de agua sin que su valentía y pericia en el combate declinen un ápice.

No hay que esperar al 10 de enero próximo (fecha prevista para otro encuentro virtual con agenda especifica entre Biden y Putin) para saber que cualquier solución a la crisis ucraniana debe de transitar sobre la propuesta rusa de mediados de diciembre pasado: Volver a la Diplomacia y asegurar mediante un instrumento del Derecho Internacional que la OTAN no se seguirá expandiendo hacia el Este, hacia las fronteras de Rusia.

El objetivo específico de Estados Unidos en este conflicto está más que claro (entendiendo que una guerra entre la OTAN y Rusia es suicida para todos los involucrados), pues los gringos se sienten “en palco”: Si no logra integrar a Ucrania y a Georgia a su órbita militar, entonces (calculan ellos) Rusia se desprestigia, desgasta y desestabiliza, especialmente el gobierno de Putin. 

El conflicto lo enemista y aleja –principalmente- de Alemania y Francia, que ahora en mucho no comparten con sus aliados de ultramar su visión de la política europea y que dependen en gran medida de Rusia para palear su crisis energética.

Pero, los estrategas de la política exterior yanqui parece que no toman en cuenta que Rusia tiene más de mil años de luchar y vencer, tanto en los campos de batalla como en las mesas de negociaciones, desarrollando una enorme visión estratégica y sentido de la oportunidad política.

Si la insensatez de Occidente empuja a los plutócratas en el gobierno de Ucrania a la guerra con Rusia, está aceptará la lucha (pese a las amenazas de sanciones económicas), sus tropas cruzaran la frontera y a cualquier costo -pero efectiva y rápidamente- tomara control de la situación y asegurará de una vez por todas los 2660.6 kilómetros de frontera terrestre y marítima con Ucrania, propiciará la ascensión de un gobierno amistoso, firmará algún tratado de paz y colaboración con su vecino y apoyará un régimen político y territorial de mayor independencia en las provincias del Donbáss. Si Polonia u otro país se inmiscuyen, recibirán su merecido.

Este, claro es un escenario aunque posible, extremo, pero no tan fatal como una guerra termonuclear, como aquella que no sucedió en el Caribe en octubre del 62, que pudo ser mundial y final.

Al final entendamos que la geopolítica y geoeconómica juegan su rol preponderante y cada conflicto y la " construcción" de nuevos escenarios de confrontación son parte de la dinámica de las potencias que buscan sus propios objetivos y a veces, arrastran a terceros que sí saldrán lastimados de tales " juegos de guerra" .

Rusia a pesar de su fuerza, es una nación pacífica. Hoy la historia la enfrenta a la oportunidad (junto a China) de asistir como enterradores al ocaso del Imperialismo yanqui y al poder que durante las últimas décadas la nación de las barras y las estrellas utilizó a su antojo, de manera unipolar y global.

A pesar de la acuciante realidad, deseamos que Rusia, Ucrania y todas las naciones europeas y asiáticas busquen la senda de la paz y el reencuentro. 

Eso beneficiaría tanto a ellos como a aquellos países del mundo que necesitan, como nosotros los nicaragüenses, la paz y la colaboración internacional para alcanzar el desarrollo en beneficio de nuestros pueblos.

Edelberto Matus

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