Los que conocen la amplia y profunda obra poética de Carlos Martínez Rivas no dudan en calificarlo como el más grande poeta nicaragüense del siglo XX y solamente un paso atrás de Rubén Darío como el más importante poeta de nuestra historia patria.
Si bien es cierto que hasta antes del año 2012 en que apareció la primera Antología autorizada de las obras del poeta, que incluye parte de su voluminosa y preciado herencia literaria inédita hasta entonces, al poeta sólo le bastó una pequeña publicación temprana (El Paraíso Recobrado…) y su potentísimo poemario “La Insurrección Solitaria” de 1953, para convertirse en un poeta muy conocido y admirado tanto en Nicaragua como en el extranjero.
Un poeta extraordinario, único no sólo por su forma de ser y vivir, sino por la calidad, permanencia e influencia de su obra.
Nos dice el maestro Pablo Centeno Gómez en el prólogo de la Antología póstuma titulada “Como toca un ciego el sueño”, refiriéndose a la vida y obra del poeta Martínez Rivas que:
“Su vida se convirtió en leyenda entre los mitos nicaragüenses. Un personaje cuyo propio carácter hedonista y radicalmente rebelde ante la insensibilidad y la hipocresía, los mitos consagrados, la sociedad de consumo, el drama y la tragedia de la vida, dio oportuna cabida y alimentó su propio mito.”
“Una fascinante genialidad poética fraguada en la asimilación creativa y critica del acervo cultural, literario y creativo de distintas épocas y vertientes, enriquecida por una sorprendente capacidad de comprensión intuitiva y de asombro ante lo eterno y lo transitorio; regida, desde luego, por su rigurosa entrega al oficio creativo en el flujo de la vida cotidiana, donde el poeta sustenta y aviva permanentemente su pasión por el conocimiento, la libertad y la belleza; su hedonismo e ironía; su experiencia de la felicidad amarga; su compasión ante la realidad contradictoria y dolorosa de la condición humana.”
La Obra (escrita y la aún inédita) del poeta Martínez Rivas es un valioso activo para la cultura nacional que además de enriquecerla, fortalece el sentido de pertenencia y el orgullo patrio, tan importante para construir nacionalidad, arraigar y defender nuestra soberanía en las presentes y futuras generaciones de nicaragüenses, además de ser una importantísima contribución al acervo cultural de la humanidad.
El General Sandino y luego el Comandante Carlos Fonseca entendieron perfectamente el papel que los intelectuales y artistas pueden tener también en los grandes procesos de resistencia e incluso de cambio de una sociedad, en la búsqueda de la justicia social y la inclusión del pueblo trabajador en el desarrollo del país.
Tal vez por eso el Comandante Carlos en los años sesenta y setenta, trató de acercar hacia la Revolución en marcha a connotados intelectuales y poetas nicaragüenses como Manolo Cuadra, José Coronel Urtecho, Pablo Antonio Cuadra y Ernesto Cardenal, entre otros, que aunque no compartían su ideología revolucionaria, si podían tomar posiciones patrióticas frente a la dictadura somocista.
Es posible que el Fundador del FSLN tuviera entonces conocimiento de la obra del poeta Carlos Martínez Rivas (que en aquellos años vivía en el extranjero), pues él desde sus tiempos estudiantiles, como intelectual ya tenía muy claro el panorama cultural del país y con mucha frecuencia publicaba en su revista “Segovia” -en Matagalpa- artículos donde mencionaba y analizaba las obras de los poetas e intelectuales nacionales pertenecientes a las diferentes generaciones y movimientos literarios.
Con el triunfo de la RPS en 1979 la cultura alcanzó un lugar muy destacado en el quehacer de la joven Revolución, tanto que varios importantísimos intelectuales ya “consagrados” como Lisandro Chávez Alfaro, Ernesto Mejía Sánchez, Edelberto Torrez Espinoza, entre muchos se sumaron a ella con entusiasmo, algunos directamente como funcionarios, otros mediante gestos solidarios.
El poeta Carlos Martínez (que estaba en el país desde 1977) estaría entonces en el primer grupo, trabajando en una institución del gobierno y eventualmente viajando al extranjero en misiones culturales hasta el año de 1983 en que decide entregarse de lleno a la poesía y a su particular forma de vivir, alejado de la vida social, recluido casi totalmente en “su mundo poético…solitario…muy intenso y muy valioso y muy importante, muy total… que es su mundo de él, pero lleno también de este mundo”, como escribiría su amigo, el también poeta José Coronel Urtecho.
Sin embargo, en esos años de voluntario aislamiento la patria no olvidaría a Carlos Martínez Rivas, lo tendría muy presente y así, el gobierno revolucionario por sus méritos le otorgó la Orden Cultural Rubén Darío y luego, el Premio Latinoamericano de Poesía Rubén Darío.
Seguramente entendiendo que la cultura de un país y sus ciudadanos no sólo está en el conocimiento formal, en la enseñanza y apropiación de los procesos científico-técnicos, sino también en los valores espirituales que se manifiestan a través del arte y la literatura, la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua también se mostró vivamente interesada en preservar y estimular los procesos creativos, en dar reconocimiento a los hacedores y su obra, que al final es la obra colectiva de los pueblos.
La UNAN le concedió el merecido título de Doctor Honoris Causa, crea aún en vida del poeta la “Cátedra Carlos Martínez Rivas” y lo nombra catedrático titular de la misma.
Hoy en día, ya sin la presencia física del poeta, la UNAN con el decidido apoyo del gobierno sandinista encabezado por el Comandante Daniel Ortega y la compañera vice-presidente, poetisa Rosario Murillo, cada año, mediante la celebración de la Jornada “Carlos Martínez Rivas” se sigue recordando y lo más importante, estudiando y difundiendo la obra y pensamiento de uno de los más grandes genios de la poesía de habla hispana.
Seguramente y para alegría de todos los que amamos la poesía pronto iremos descubriendo todos los tesoros hasta hoy inéditos de este nicaragüense sin par, aquél capaz de encapsular su profundo pensamiento -como todo el Universo, concentrado en la partícula más pequeña de un átomo- en cuatro versos:
"-Yo pintaré un hombre con una linterna.
-Hazlo. pero ¿qué le pondrás
alrededor para que se vea?
-Pues noche -dijo, ya iracundo."
Edelberto Matus.