Mientras Bolsonaro preparaba los actos de este de este martes con amenazas abiertamente golpistas, el expresidente Lula publicó este lunes un video con tono de spot electoral donde no llama a tomar las calles ni a apoyar las luchas en curso en contra de una extrema derecha envalentonada.
El presidente brasileño Jair Bolsonaro pasó de organizar un inédito desfile militar, con tanques y blindados, a principios del mes pasado a amenazar directamente con una retórica golpista a miembros del Supremo Tribunal Federal por investigaciones abiertas en contra suya y de su entorno, y por la organización de las elecciones del año que viene.
Para coronar esas amenazas organizó marchas multitudinarias para este martes en las que buscaba demostrar la fuerza de su base de extrema derecha en las calles.
Ante estas amenazas, hasta un grupo de reconocidos intelectuales y políticos de todo el mundo firmaron una declaración preocupados por lo que consideran, quizá de forma un tanto exagerada, una amenaza directa de golpe.
Todo este escenario contrasta con el discurso publicado el lunes a la noche por el expresidente y líder del PT, Lula da Silva.
Con un tono de spot electoral, Lula eligió no hablar de las marchas organizadas por Bolsonaro o de sus amenazas, ni mucho menos convocar a sus seguidores a ocupar las calles y apoyar las luchas en curso, como las de los trabajadores que están siendo atacados o los indígenas a los que les están robando sus tierras, como forma de enfrentar a la reacción de la extrema derecha conservadora.
En su lugar, prácticamente habló de lo que él hizo cuando fue presidente, y cuestionó la situación actual como "errores de Gobierno" que se pueden solucionar, dejando como mensaje que para castigar a Bolsonaro hay que esperar a las urnas... en 2022.
De esta manera, y a pesar incluso de los temores de los intelectuales y políticos que alertaban de un posible golpe y de muchos de los simpatizantes de Lula en todo el mundo que esperaban que se ponga al frente de una resistencia a Bolsonaro, el expresidente decidió no llamar a ninguna acción y ni siquiera apoyar las que ya estaban convocadas por diferentes sectores.
Ni el PT ni las centrales sindicales que dirige, como la CUT, convocaron a movilizaciones centralizadas, ni realizaron previamente en los lugares de trabajo o estudio asambleas para organizar una respuesta a la altura de las amenazas de Bolsonaro y para discutir cómo ganar las calles y apoyar las demandas de los que están siendo atacados por el presidente, su gobierno y también el resto de los poderes.
Recordemos que el STF, al que ahora ataca Bolsonaro, junto al Congreso son los mismos que están actuando contra los pueblos originarios para quitarles sus tierras, razón por la cual miles de indígenas realizan un acampe en Brasilia y distintos puntos del país desde hace semanas.
Por su parte el Congreso ha venido avanzando tanto en una serie de privatizaciones de empresas estatales como en ataques directos a trabajadores públicos o a los derechos laborales mediante leyes precarizadoras.
En esta situación, los discursos que no apoyen la movilización para evitar que sea la extrema derecha la que ocupe las calles, como los que señalan como única salida la espera pasiva hacia las elecciones de 2022 o la confianza en las mismas instituciones cuestionadas y degradadas que hoy están pasando ataques y ajustes junto a Bolsonaro, son tan miserables como criminales.
Esperar a las elecciones de 2022, es permitir que Bolsonaro y su base conservadora y reaccionaria se fortalezcan y busquen profundizar los ataques en curso e intentar ganar una mejor relación de fuerzas ante las distintas instituciones del régimen político.
Y aunque muchas figuras del PT dicen en sus declaraciones que “no se puede esperar el 2022 para pelear”, esto suena a una broma de mal gusto ante cada nueva declaración de Lula.
La realidad es que todo el tiempo que gane Bolsonaro seguirá atacando a los trabajadores, indígenas, mujeres, personas sexodiversas, y a todo el pueblo brasileño.
Las instituciones en las que llama a confiar Lula o las alianzas que busca establecer son con el mismo personal que llevó adelante el golpe institucional contra Dilma Rousseff primero y que luego garantizó la prisión del expresidente allanando el camino para el propio triunfo de Bolsonaro.
La experiencia de Argentina es gráfica.
A pesar del golpe que había recibido Macri durante las movilizaciones multitudinarias de fin de 2017 y de la degradación de las condiciones de vida de millones de personas, el Frente de Todos tuvo como slogan "hay 2019", lo que quería decir que no había que enfrentar a Macri en las calles, sino esperar a las elecciones.
Durante todo ese tiempo que le regalaron, Macri profundizó los ataques a los trabajadores y sectores populares, aumentó el endeudamiento del país, y permitió la fuga de miles de millones de dólares al exterior, algo que ahora el Frente de Todos va a convertir en una hipoteca para la siguiente generación mediante un acuerdo de extensión de los pagos con el FMI.
Brasil se puede mirar, en este aspecto, en el espejo de la Argentina, solo que su situación es aún más dramática.
https://www.laizquierdadiario.com/El-vergonzoso-spot-de-Lula-en-medio-de-las-amenazas-golpistas-de-BolsonaroO BRASIL TEM JEITO! A fala de Lula ao Brasil neste #7deSetembro.
— Lula (@LulaOficial) September 6, 2021
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