La ramera de Babilonia en versión sionista

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Doce valientes y un cine que hizo aguas


En 2018 se estrenó Doce valientes (Nicolai Fuglsig) como parte de la campaña propagandística cinematográfica desatada tras el derribo de las Torres Gemelas, en 2001, y que hasta el día de hoy no ha cesado, con el objetivo de presentar a Estados, Unidos como el salvador de una civilización moderna acosada por la barbarie.


Doce valientes llegaba a las pantallas con el aval de recrear una historia real «desclasificada» con pinzas, pues en ella se cuenta lo que se supone que sea la primera incursión encubierta de las Fuerzas Especiales del Ejército estadounidense en el Afganistán ocupado por los talibanes. 

La sinopsis del filme no admite conjeturas: Estados Unidos necesitaba una respuesta inmediata al 11 de septiembre de 2001, y para ello enviaron a 12 voluntarios a tierras remotas del norte de Afganistán, donde lucharían al lado de tropas nacionales adversas a los talibanes. 

Los recién llegados, que dejan atrás mujeres e hijos, deben demostrar que serán capaces de ajustarse a las tácticas de los soldados afganos, la principal de ellas de un fuerte contenido simbólico para aquellos que vienen resoplando venganza: ¡combatir a caballo!, al mejor estilo del viejo oeste norteamericano.

Lo que vendrá es una cadena de heroicidades y desquites melodramáticos, con los neocowboys disparando sus armas automáticas hasta el hartazgo, mientras un cementerio de cruces crece con cada cabalgada.

La crítica hizo leña a Doce valientes y lo acusó de recurrir a las más viejas fórmulas del cine patriotero consustancial a Hollywood. 

Además, puso en duda la veracidad de unos hechos «desclasificados», que si bien presentaban nombres verdaderos, hacían recordar demasiado las proezas de aquel Rambo de mentiritas tan alabado por el presidente Reagan.

Una pregunta comenzó a correr entonces a la par de los comentarios cinematográficos. ¿Cómo era posible que los 12 voluntarios regresaran a casa victoriosos (¿de qué?) y sin haber sufrido ni un rasguño por parte de los despiadados talibanes?

Doce valientes era una más de los cientos de películas, series, videojuegos y cuanto producto pueda imaginarse surgido de la industria del entretenimiento, al calor de la visita efectuada por Kart Rove, asesor del presidente Bush, a la plana mayor de Hollywood, y a cuanta entidad pudiera ponerse en función de consolidar un frente propagandístico contra lo que el propio Gobierno había bautizado con saña telenovelera –ya por aquel septiembre de 2001– como el «eje del mal».

Las Fuerzas Armadas propiciaron todo tipo de ayuda, y Afganistán e Irak estuvieron entre los escenarios más socorridos de la industria del cine, la mayor parte de las veces con filmes que respondían a los viejos cánones de heroísmo y sacrificio acuñados por Hollywood y el Pentágono, aunque, con el paso del tiempo, y ante la dura realidad de los hechos y los no pocos engaños por parte de la administración estadounidense (la fábula de las armas de destrucción masiva entre ellas), no faltaron títulos que trataron el asunto de la guerra desde perspectivas más serias, no exenta de valores artísticos.

Pero lo que predominó fue un cine de vanaglorias y pacotillas patrioteras, ese que ahora, definitivamente, y tras 20 años de estar revolviendo realidad y ficción en aras de infundirle aliento a un imperio derrotado, termina por hacer aguas.

http://www.granma.cu/cultura/2021-08-18/doce-valientes-y-un-cine-que-hizo-aguas-18-08-2021-22-08-09

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