Con meses de retraso, Bielorrusia ha publicado las cifras generales de mortalidad hasta marzo de 2021, que son un buen indicador del impacto real de la pandemia en un país que se ha hecho famoso por su negativa a imponer restricciones, mascarillas, distancia social, confinamiento o hidrogel.
El 25 de diciembre del año pasado Lukashenko declaró que no iban a vacunar a nadie contra el coronavirus.
“La mortalidad por todas las causas es comparable a la de anteriores olas fuertes de gripe estacional”, dice el Swiss Policy Research, lo cual explica que los medios de comunicación occidentales dejaran de informar repentinamente sobre la pandemia en Bielorrusia a principios del verano del año pasado (1).
No se produjo el desastre que querían anunciar.
Oficialmente, 1.424 personas murieron por el coronavirus en 2020 y 2.247 a finales de marzo de 2021.
Son cifras absolutas muy bajas, mucho más de lo que pronosticaban los modelos epidemiológicos para el caso de no imponer el confinamiento ni medidas de restricción. En proporción a la población, en Bielorrusia han muerto siete veces de personas que en España.
Ya sabemos lo que dirán los listillos de siempre para tapar sus vergüenzas: que las cifras oficiales no son reales o que están tan falsificadas como las que han mostrado los demás gobiernos de mundo. Incluso hay piratas que dicen haberse introducido en los servidores del Ministerio de Sanidad, donde constaría un número 17 veces mayor de victimas.
Sin embargo, desde hace décadas las estadísticas de mortalidad son una tradición en muchos países y generalmente se consideran fiables, sobre todo si se comparan con las de los países vecinos.
También hay que decir que aunque el gobierno no ha impuesto ninguna restricción forzosa, voluntariamente una parte de la población ha cambiado su comportamiento. Por ejemplo, ha reducido su movilidad. No obstante, ese cambio voluntario de comportamiento ha sido limitado en comparación con otros paises.
“La tasa de mortalidad del país es una de las más bajas de Europa”, reconocía en setiembre del año pasado el British Medical Journal (2). Ante unas cifras reducidas de muertos y “casos”, la revista científica tuvo que ponerse a buscar alguna explicación y cree encontrarla en… la URSS de los viejos tiempos.
La URSS, y por lo tanto Bielorrusia, tenía (y tiene) una capacidad hospitalaria, muy superior a países tan emblemáticos, como Alemania o Reino Unido, que cuesta mucho dinero mantener, pero que Lukashenko siempre ha financiado. Según la revista, dicha capacidad “permitió aislar a la gente desde el principio”.
La explicacion, es naturalmente, falsa y deriva en otra falsificacion: el extraordinario sistema hospitalario bielorruso permitió la realización de pruebas de coronavirus desde el 25 de enero del año pasado. Cuando los demás países carecían de medios para los test, Bielorrusia comenzó a fabricar sus propios tests rápidos. En mayo ya había elaborado reactivos de producción propia para las PCR.
Aunque esto habla muy bien de la capacidad industrial y sanitaria de Bielorrusia, muy superior a la española, no puede explicar nada. Una epidemia no se alivia con tests.
Otra de las explicaciones mejora un poco la “explicación científica” del British Medical Journal: en Bielorrusia hay muy pocos asilos, lo que tiene que obligarnos a preguntar: ¿por qué hay tantos hospitales y tan pocos asilos?
Por fin, el artículo critica que en Bielorrusia llamen a las enfermedades por su nombre: a las nemonías de toda la vida no las llaman “covid” para inflar los “brotes” y las cifras de “casos”.
Junto a lugares como Dakota del Sur, Florida, Suecia y Tanzania, Bielorrusia es otro un ejemplo que evidencia que las restricciones no sirven para nada y, en consecuencia, de que las previsiones que se llevaron a cabo al comienzo de la pandemia, como las del Imperial College de Londres, eran falsas.
Cuando la realidad no confirma las previsiones de la teoría, lo que hacen los epidemiólogos no es cambiar la teoria sino cambiar las realidad y, sobre todo las cifras ue muestran su fracaso.
En términos de mortalidad, los resultados son los mismos, tanto si los gobiernos imponen restricciones, como si no. La cuestión es sicológica: al no imponer restricciones, se hubieran laventado voces diciendo que el gobierno es el responsale de las muertes por no hacer nada. Siempre es mejor aparentar y agitarse sin parar.
A partir de sus modelos, ayer el servicio británico de salud volvió a la carga con algo insólito: las vacunas han evitado 23,4 millones de infecciones en Inglaterra. La sanidad cada vez habla menos de lo que ha pasado y más sobre lo que podría haber pasado. Se llama ciencia-ficción.
(1) https://swprs.org/covid-in-belarus-and-russia-update/
(2) https://doi.org/10.1136/bmj.m3543
https://mpr21.info/bielorrusia-el-pais-con-las-cifras-mas-bajas-de-mortalidad-sin-necesidad-de-imponer-restricciones/