Cuando observan vehículos levantan las manos pidiendo les lleven y señalando que ya no soportan los pies de caminar. Se observan familias enteras. De cerca se les ve exhaustos de caminar bajo un sol abrasador y una temperatura que asfixia
Caminan durante días bajo altas temperaturas, y de repente, llegan a climas fríos en trayectos selváticos, donde no hay ninguna ayuda si la llegaran a necesitar. Transitan expuestos a las bandas de crimen organizado e incluso a los abusos de las autoridades de cada país que cruzan.
“Por momentos nos abrazamos con la muerte” dijo a Radio Progreso el haitiano, Jovenel César, de apenas de 23 años de edad, quien llegó junto 100 compatriotas a Trojes, El Paraíso, municipio hondureño fronterizo con Nicaragua.
Días en bus y días caminando, de país en país, el éxodo de haitianos recorre Latinoamérica con la intención de llegar a Estados Unidos.
A Trojes, llegan cada día cientos de migrantes. Es difícil no impresionarse. Son miles que, una vez llegada la noche duermen en la selva u orillas del pavimento, depende en qué lugar estén y qué nivel de cansancio tengan.
La ruta migratoria es inmensa y está llena de dolor, lágrimas y en algunas ocasiones de muerte. Salen de Haití, para Brasil y luego emprenden el camino hacia Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, luego pasan a Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras y Guatemala. Continúan con la ruta hasta la frontera norte de México, donde esperan poder cruzar hacia Estados Unidos.
Honduras es un paso obligatorio para la población migrante intercontinental, en teoría no debería ser complicada, sin embargo, en los últimos meses los controles migratorios se han vuelto más estrictos en los departamentos fronterizos: Choluteca y El Paraíso.
Ante esta situación después de marzo de este año (2021), los migrantes han decidido ingresar por puntos ciegos. En estos lugares no existe control migratorio, como lo es Trojes.
Este municipio se ubica entre montañas en el oriente hondureño y hace frontera con Nicaragua. De la ciudad de Danlí al casco urbano de Trojes hay 77 km de distancia, transitando por una carretera de tierra en pésimo estado.
En este municipio desde hace tres semanas se han aglomerado cientos de migrantes, la mayoría haitianos, que ya han cruzado ocho países latinoamericanos.
Pero, para pasar por territorio hondureño se les hace difícil sacar un salvoconducto que tiene un costo de 195 dólares y cuyos trámites se han vuelto engorrosos.
A esto se suma la ordenanza de prohibición que emitió el gobierno para que el transporte público no pueda transportar a migrantes irregulares. Esto obliga a que los migrantes tengan que caminar desde Trojes a Danlí. Pocos logran que vehículos particulares les puedan llevar.
Después de alimentarse y dormir en los albergues habilitados por la iglesia católica de Trojes, desde las 3 de la madrugada de cada día comienzan a caminar en pequeño grupos.
La idea es llegar al menos hasta la zona del Valle de Jamastrán en el municipio de Danlí. En este lugar la parroquia Santa María de Suyapa, ha creado la Casa del Migrante, para darles atención.
Durante el recorrido realizado por la carretera Trojes, se va observando grupos de migrantes que van caminando.
Cuando observan vehículos levantan las manos pidiendo les lleven y señalando que ya no soportan los pies de caminar. Se observan familias enteras. De cerca se les ve exhaustos de caminar bajo un sol abrasador y una temperatura que asfixia.
La mayoría llevan los pies heridos y los tobillos inflamados de tanto caminar. Caminan los kilómetros que pueden cada día y comen lo que la gente les regala a su paso o lo que pueden comprar con el poco dinero que llevan.
En muchas ocasiones lo poco que habían ahorrado en sus países los ladrones de la ruta migratoria se los robaron.
Cruzan por puntos ciegos por el sector montañoso del Trojes, El Paraíso.
Un largo y peligroso viaje que lleva mes y medio
La mayoría de los entrevistados por Radio Progreso aseguraron que salieron de Haití, hace dos o tres años. Unos llegaron a Brasil y otros optaron por Chile.
Allí trabajaron y ahorraron para este viaje que lleva destino a Estados Unidos.
En medio de más de 200 migrantes haitianos instalados en un albergue de Trojes, nos encontramos con Jovenel César, quien viaja junto a su madre de 45 años.
Es un joven simpático y manifestó que él ha sido integrante de los grupos juveniles de la iglesia católica de su ciudad.
Cuando le consultamos cuál era su nombre respondió con una pequeña carcajada. “Ja ja ja, mi nombre es igual que el presidente asesinado Jovenel Moïse, pero mi apellido es César”. Dijo.
A renglón seguido expresó, “imagínese matan al presidente, qué no pueden hacer contra nosotros los haitianos. La situación es difícil en nuestro país; la pobreza y violencia nos agobia, por eso salimos rumbo a Estados Unidos, en busca de mejores oportunidades”, indicó. (El presidente Jovenel Moïse fue asesinado en la capital de Haití, el pasado 7 de julio).
“Mi mamá y yo salimos de Haití hace dos año y nos instalamos en Brasil, allí trabajamos y ahorramos 500 dólares para iniciar este camino. Cruzamos la zona norte de Bolivia, luego Perú, Ecuador, Colombia. En Colombia caminamos ocho días en la selva para luego llegar a Panamá. En este país es lo más peligro porque nos asaltaron y casi asesinan a otros migrantes” manifestó.
“En Panamá caminamos días, pero la mayor parte de la travesía la hicimos en bus hasta llegar a Costa Rica, y de allí a Nicaragua y luego hasta aquí donde estamos en Honduras”, indicó.
Luego nos acercamos a Judeli, quien dijo que hoy (17 de julio) está cumpliendo 24 años.
Viene de Puerto Príncipe, la capital de Haití, viaja con su esposo y dos hijos de 2 y 4 años de edad. “El trayecto más cruel y peligroso es la selva que caminamos desde Colombia a Panamá. Los bandidos salen y a veces matan gente con pistola y machete”, indicó.
“A nosotros nos quitaron el poco dinero que traíamos y a otros haitianos los golpearon. Nosotros vimos muchos migrantes asesinados por los bandidos en el camino de la selva.
Mucho sufrimos. Nosotros queremos llegar a Estados Unidos para poder ayudar a nuestras familias que quedan en mi país y darle un fututo mejor a mis dos pequeños hijos”, indicó.
“Nosotros no venimos a molestar a Honduras. Sólo queremos pasar para llegar a Guatemala, luego México e ingresar a Estados Unidos, primero Dios. Los haitianos somos personas buenas. Nos gusta trabajar y no hacemos daños a nadie”, concluyó.
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