Gonzalo Lira, Javier Milei y Gabriel Boric

Gonzalo Lira, Javier Milei y Gabriel Boric

El Fascismo Cristiano: un peligro creciente para el mundo


Estamos presenciando la crisis de los proyectos de democratización (tanto de derecha como de izquierda) y la reemergencia de líderes políticos autoritarios, que encuentran sustento y apoyo en liderazgos y movimientos religiosos conservadores.

  El conservadurismo en América está compuesto por un bloque cristiano conformado por dos sectores: líderes de movimientos católicos ultraconservadores —cuya existencia data de principios de siglo XX— y por las iglesias pentecostales y neopentecostales que han tenido un rápido crecimiento continental: Pew Research reporta que 19 por ciento de la población latinoamericana es evangélica, pero en algunos países latinoamericanos casi iguala a la población católica.3 

Pero lo más importante es que estos grupos que representan minorías activas en lo político “ya no buscan sólo el mayor número de miembros en sus iglesias, sino los más influyentes”.

De esta manera, las iglesias neopentecostales configuran un movimiento emergente: se vinculan con sectores de clase media y profesionales; promueven una teología de la prosperidad que se adecúa a los valores capitalistas y consumistas de la economía neoliberal, y salen de los recintos eclesiales hacia el ámbito político, donde extienden su guerra espiritual contra el demonio, a quien consideran causante y responsable de todas las crisis que vive el ser humano, incluidas las crisis políticas. 

En distintos países de América, desde Estados Unidos, pasando por México, Guatemala, Honduras, Costa Rica, Venezuela, Bolivia, Colombia, Perú, Brasil, Chile y Buenos Aires, el cristianismo conservador se incorpora al mundo de la política para contender contra el avance de su principal enemigo: la ideología de género que amenaza el orden familiar “natural” y la distinción de sexos. 

Su estrategia los lleva a fundar partidos evangélicos, a establecer negociaciones de clientela electoral con candidatos políticos (como recientemente vimos en México en la coalición del PES con Morena) y sobre todo a implementar la estrategia de las “bancadas evangélicas”, que consiste en colocar adherentes en puestos de representación en las cámaras de senadores y diputados para bloquear o reescribir leyes que atentan contra los valores provida y profamilia.

Es importante mencionar que “gobernar con la Biblia” pone constantemente en riesgo la laicidad, basada en la división entre Estado e Iglesia.

El líder f∆c!sta cristiano tiene un prototipo de acción bien definido: defiende los derechos de los cristianos en los recintos públicos para promover la oración en las escuelase instituciones públicas, incumple con los derechos humanos, hace caso omiso a la prohibición que estipula que las iglesias no pueden apoyar a candidatos políticos, pero por el otro señala a los opositores políticos como los enemigos de los cristianos, incluye a dios en políticas de guerra (antibíblicas), en contiendas y políticas partidistas e incluso en asesinatos dirigidos, etc.

La Biblia y Jesús se han convertido en significantes no sólo de campañas políticas sino incluso de golpes de Estado. Así lo vimos en noviembre de 2019 cuando Luis Fernando Camacho —un católico conservador que era el principal opositor electoral de Evo Morales— anunció luchar “no con las armas sino con la fe”. 

Morales se vio forzado a renunciar al mandato presidencial que había ocupado de manera fraudulenta, pero a ello no le siguieron nuevas elecciones sino un golpe de Estado, que viola la Constitución pero que se justifica en el hecho de que un par de católicos le regresaran a Cristo la nación. 

Lo anterior se muestra en los videos donde Luis Fernando Camacho entra al Palacio de Gobierno, se arrodilla y coloca la Biblia sobre la bandera boliviana y donde Jeanine Añes se autonombra presidenta interina de Bolivia con la Biblia en la mano, anunciando: “Gracias a Dios la Biblia vuelve a Palacio”.11

Este caso muestra cómo la política bíblica se instrumenta para legitimar gobiernos antidemocráticos y autoritarios, pero, como acusó el propio Evo Morales: “Si Jesús dio su vida por los pobres… ahora usan la religión para la discriminación”, en referencia a la manera en que estos gobiernos dirigen una política de violenta discriminación hacia las poblaciones indígenas. Como trasfondo se desata una cruzada para clericalizar al Estado laico.

La política bíblica está siendo replicada en distintos países de América Latina y en algunos casos es empleada para apoyar liderazgos profascistas. 

En el caso mexicano, de manera nunca vista en su tradición laica, el ahora presidente Andrés Manuel López Obrador, quien ganó las elecciones con amplio apoyo popular, ha implementado una política basada en el pragmatismo por el poder, estableciendo alianzas clientelares y gratificaciones corporativas con líderes evangélicos conservadores (que se presumen representantes del conjunto de evangélicos nacionales), instrumentando continuamente símbolos bíblicos y alusiones a Jesús en sus actos públicos y generando nuevos favoritismos por el ala conservadora de los evangélicos. 

Es también preocupante el avance de la derecha cristiana en México representada por una alianza entre católicos y evangélicos pentecostales con agendas conservadoras provida y profamilia. 

Este bloque recurre a un “secularismo estratégico” que implementa el discurso de los derechos humanos abanderando únicamente el derecho a la “libertad religiosa”, que no incluye las libertades de conciencia.

Conclusión

Decenas de millones de americanos, amalgamados en un movimiento difuso y rebelde conocido como la derecha cristiana, han comenzado a desmantelar el rigor intelectual y científico de la Ilustración. Están creando un estado teocrático basado en la “Ley de la Biblia” y expulsando a los que ellos definen como sus enemigos. 

Este movimiento, que se asemeja cada vez más al fascismo tradicional, quiere obligar a un mundo recalcitrante a rendirse ante una América imperial.

 Aboga por erradicar a las personas con conductas desviadas, comenzando con los homosexuales y pasando luego a inmigrantes, laicistas, feministas, judíos, musulmanes y aquellos a los que ellos llaman, peyorativamente, “cristianos nominales”, refiriéndose a quienes no se acogen a la interpretación perversa y herética de la Biblia que hacen ellos. 

A quienes se resisten a integrarse en este movimiento de masas se los condena afirmando que suponen una amenaza para la salud y la higiene del país y de la familia. Todos serán purgados.

Quienes abrazan este movimiento ven la vida como una batalla épica contra las fuerzas del mal y el satanismo. El mundo es blanco y negro. Incluso aunque no lo sean, tienen la necesidad de sentirse víctimas rodeadas de grupos siniestros que pretenden destruirlos. 

Necesitan creer que conocen la voluntad de Dios y que pueden hacerla realidad, sobre todo a través de la violencia. Necesitan santificar su ira, una ira en la que se centra su ideología. 

Buscan un dominio cultural y político total. Emplean el espacio que les brinda la sociedad abierta para destruirla. Estos movimientos actúan dentro de los límites del estado laico porque no tienen otra opción. 

La intolerancia que promueven queda amortiguada en los discursos tranquilizadores de su representantes más hábiles. 

Si tuvieran suficiente poder, y están haciendo lo posible por conseguirlo, se acabaría con esta cooperación. La exigencia de un control total y de una nación cristiana, así como el rechazo a toda disidencia se hacen visibles dentro de sus lugares sagrados. 

Estos pastores han establecido, dentro de sus iglesias unos diminutos feudos despóticos, y pretenden replicar estas pequeñas tiranías a gran escala.

Referencia:

1. Pew Research Center, Religion in Latin America. Widespread Change in a Historically Catholic Region, 2014, disponible aquí, consultado el 21 de enero de 2010.

2. José Luis Pérez Guadalupe, “¿Políticos evangélicos o evangélicos políticos?”, en José Luis Pérez Guadalupe y Sebastian Grundberger (eds.), Evangélicos y poder en América Latina, IESC/Konrad Adenauer Stiftung, Lima, 2018, p. 35.


4. En 2006 era usual en Bolivia que los funcionarios juraran sus cargos “por Dios y la Patria” ante una Biblia y se persignaran. En 2009 Evo Morales dejó de lado los rituales cristianos y modificó la Constitución de Bolivia como Estado “independiente de la religión”.




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